Dirigida por Francisco Paparella que también escribió el guión con Lautaro Gimenez Ini sobre un tema durísimo, una zona de la Patagonia donde los femicidios de jóvenes mujeres se multiplican. La mujer en el film tiene el rol de sobrevivientes dolientes de las chicas asesinadas o engrosan la estadística que brindan constantemente los noticieros del lugar y pueblan la conversaciones de este film protagonizados por hombres, aparentemente curtidos por una naturaleza extrema. Uno de ellos, el más nuevo, se transforma en el más obediente de los empleados, se interesa por las costumbres del lugar, se ofrece a realizar trabajos que no le piden y por fin toma el más duro compromiso en un refugio remoto. Ese hombre aparentemente manso oculta un secreto que solo conoceremos al final. Interesante manera de abordar un tema tan escalofriante como el asesinato de mujeres en una zona rural de naturaleza rigurosa y esa búsqueda del protagonista a una supuesta expiación. La belleza de paisajes inhóspitos con esos hombres que los habitan, sobrevivientes rudos, pasajeros de soledades e instintos sangrientos.
Quienes amen las películas musicales, con despliegue de coreografías rutilantes y gocen por anticipado con el talento de Hugh Jackman y el de Zac Efrom para el género se encontraron con su programa perfecto. Pero aquellos que quieran saber la verdadera historia de Phineas Taylor Barnum, señalado como el creador del show business, con su circo, con su fortuna hecha con su museo de “prodigios” solo verán una versión endulcorada de un hombre de negocios, con sus lados oscuros que aquí se liman en una demasiado amable mirada sobre su vida. Es evidente que la intención fue hacer una película para toda la familia. Por eso la historia da pie a canciones románticas y marciales al servicio del baile y la diversión, que encandilan y satisfacen con creces. Es evidente que un hombre que se dedica a buscar mujeres barbudas, siameses, enanos, gigantes y otros seres ocultos por su familia o sin ella, no tenía solo fines humanitarios. Y que cuando pudo se empresario de una talentosa cantante dejo a su familia porque por fin se sintió con verdadero prestigio. También esta más que “lavada” la relación con su representada. Pero este género no tiene que ser específicamente pegado a la realidad de un personaje, aunque aquí se respire la necesidad de no entrar nunca en conflictos ni morales ni empresariales, y todo se reviste de una pátina festiva, que defiende la diversidad y se pone al servicio de lo espectacular. En ese aspecto todos brillan, cantan y bailan, hacen números acrobáticos, sufren, se enamoran y le hacen frente a cualquier adversidad, al ritmo de buenas canciones y coreografías realizadas a la perfección por los protagonistas. Brillan en ese aspecto Hugh Jackman, Zac Efrom y Sendaya, mas un cuerpo de baile perfecto y animoso. Se destaca la intensidad de Rebecca Fergusson y la emotividad de Michelle Williams muy poco exigida. Un envoltorio brillante para un entretenimiento burbujeante.
Es el segundo film del director coreano Hong Sang-soon que se estrena en nuestro país, aunque esta es su película numero 21. Es reconocido en el mundo por su talento y por la construcción de un estilo particular, de una gran calidad, que se mete de lleno con la delicada construcción de las relaciones humanas, los amores, los odios y por sobre todo por la constante insatisfacción, la amargura por lo perdido, por las decisiones no tomadas, por la incapacidad del disfrute pleno, por la sensación de perdida permanente. El protagonista es un escritor, dueño de una editorial y se relaciona con tres mujeres. Pero el film aparentemente naturalista, construido con un estilo que brinda escenas largas para evitar cortes, con paneos y la utilización del zoom, tiene delicados juegos temporales que introduce escenas del pasado en un presente inquietante y permite un atisbo del futuro. Ese hombre cincuentón emplea a una joven estudiante, en reemplazo de su anterior asistente que era su amante. En ese primer día de trabajo su esposa agrede a la nueva empleada porque, por un poema que encontró, piensa que ella es la amante de su marido. Una escena violenta, incómoda, vergonzosa. Esa nueva empleada quiere renunciar, pero cuando se va la esposa aparece la amante que quiere regresar. Y ese hombre voluble que minutos antes le rogó a la nueva empleada para que se quede, coqueteando con ella, decide despedirla y quedarse con su anterior amante. Pero lo que importa y se sabe por esos saltos temporales es que ese hombre esta otra vez en su lugar tradicional atrapado en la rutina de su matrimonio, exitoso en lo profesional, eterno disconforme con su presente. Las mujeres dolientes o decididas parecen más resueltas. Un cine interesante, profundo, para no perderse.
Una comedia francesa que pretende ser alocada, que tiene su mirada critica, pero que se queda a mitad de camino. Imagínense un negocio impulsado por los franceses para instalar una pista de esquí en la Guyana que todavía tienen como territorio colonial. Y hacia allí parte un “pasante” para supervisar un supuesto negocio redondo donde se invertirán petrodólares para generar un lugar como existe en Kuwait, con toneladas de nieve artificial. Hay que reconocerle que los dardos están dirigidos al sistema de pasantías, a los negocios delirantes que suponen no poca corrupción, con sus dirigentes preocupados por recolectar ganancias. Pero en realidad el film se encamina hacia el absurdo, cuando el protagonista se pierde junto a otra pasante, apodada “Tarzán”, en la selva, y entonces todo se basa en la búsqueda del gag sobre la torpeza, la belleza de la chica y personajes secundarios vistos con un toque de racismo hacia los habitantes del lugar. Uno se pregunta que hace Mathieu Almaric en este zafarrancho. Vincent Macaigne se luce como siempre y se la ve sexy a Vimala Pons, mostrada como chica poderosa y sensual. No mucho mas, para un entretenimiento por momentos obvio que se sostiene por el conflicto entre la naturaleza salvaje y el hombre de la ciudad perdido en ella.
La tercera de una trilogía que se supone tiene un público cautivo, que sigue al personaje icónico, un demonio bastante bien logrado, con alas de murciélago gigante y con una casi invencible fuerza asesina, que se desplaza en camión con armas terribles donde acumula a sus victimas. Aparece cada 23 años cuando llega el momento de alimentarse de mortales. En realidad aunque es la película numero tres, se trata de una “intercuela” que se ubica entre la segunda y la tercera. Una señora que perdió a su hermano recibe un aviso del mas allá, la criatura volverá para desenterrar una parte de su cuerpo. Un brazo con su garra que permitirá combatirlo. En realidad cualquier excusa argumental alcanza para que se vea al Creeper en acción, llevándose a sus victimas por los aires, o atacando con hachas, lanzas y otras lindezas que casi siempre dan en el blanco, repartiendo cadáveres en distintas variantes sangrientas. En fin, para los seguidores un disfrute, para los que se “desayunan” con la saga, una de monstruo infernal que reparte muerte para que todos tengan.
Es una película de Fernando Basile que escribió el guión con Juan Aparicio, que también es el protagonista muy efectivo del film. En realidad es una traslación del drama de Edipo al cono urbano bonaerense. Un chico joven que cuando lo molestan no duda en agarrarse a las piñas con quien sea. El hijo drogadicto del dueño del lugar donde trabaja, o un borracho que advierte que tiene dinero y pretende obligarlo a pagarle más copas. Pero esta vez, la violencia contenida del protagonista lo lleva a matar a golpes a ese hombre. Huye de su casa, en realidad esta bastante cerca, se instala en una pensión y se enamora de una mujer más grande que él, hermana de un policía. Un oficial oscuro que se opone a la relación. A esa altura el espectador ya sabe que el protagonista mato al ex esposo de su amor. Y lo demás sigue al pie de la letra el drama increíble de Sófocles, que se muestra con intensidad en un barrio pobre, con gente de pocos recursos, con verdades insoportables para seguir viviendo. Y algunas pequeñas variantes inexplicables, como que el policía le oculta a su hermana que el marido que la abandonó fue asesinado. El film tiene un buen ritmo hasta que desbarranca un poco hacia el final, en algunos problemas de guión, pero el drama que describe es tan universalmente potente que se sostiene, aunque algunas actuaciones sean flojas.
Una película donde James Franco se juega por entero, como productor, director y protagonista. Es la historia de Tommy Wiseau, un enigmático personaje de Hollywood, que nació en Polonia, se crió en Nueva Orleans, tiene una cuenta bancaria aparentemente inagotable, una edad indefinida y que protagonizó y dirigió un film considerado ““El ciudadano” de las peores películas”, Una trabajo que pretendía se un hondo drama que se transformó en una comedia que los fanáticos elevaron a categoría de culto, y que desde que se estreno en el 2003 se sigue exhibiendo al menos una vez al mes en las principales ciudades de EEUU, con un público fiel que se sabe los diálogos de memoria y se mata de risa con cada escena. Con ese personaje y basándose en el libro “The Room, la peor película jamás hecha” de Greg Sestero y Tom Bissell, con guión de Scott Neustander y Michael H. Weber, James Franco se entusiasmo. El film comienza con el encuentro casual en un curso de actuación de Wiseau con Greg Sestero, de la admiración del segundo, de la misma pasión por James Dean y de un pacto con aire adolescente y casi enfermizo que realizan en el lugar donde se mato el astro de Hollywood. Desde ahí convertidos en amigos, comparten vivienda, llegan a Los Angeles seguros de triunfar. Para los dos esta la realidad y el rechazo. Muy cruel para Wiseau, mas esperanzado para Sestero. Y de esa noción de fracaso surge la idea de armar su propia película, con guión propio, cámaras compradas (las de 35 mm y las digitales, en vez de alquilarlas), el derroche de dinero con un costo de seis millones de dólares. Pero lo que se ve, además de la irremediable falta de talento, terquedad, tontería, ridículo y deformidad, es otra cosa. Una convicción a prueba de misiles, una pasión puesta al servicio de una idea y un amor a esa idea contra viento y marea. Se ve la dualidad, de una labor sin destino, pero también cierta admiración hacia alguien que realmente se cree un director, un actor, un productor capaz. De esa dualidad se nutre el film. Y de un protagónico a cargo de James Franco, que llega a la mimesis física ( comprobable al final del film), a la entrega, a la energía que solo quien esta fuera de la norma puede tener. Y producir algo tan rematadamente malo que da toda la vuelta y se transforma en famoso y legendario.
Sergio Corach aclara que hizo su película sin ningún apoyo del INCAA y más que a pulmón. El la produce, la dirige, la protagoniza y co-escribió el guión con Pablo Maurette. El resultado es interesante, intenso y muy personal. Un hombre frente a su vida rutinaria, pesimista extremo, con una vida gris, un trabajo que no le gusta, angustiado y verborrágico que nos cuenta, nos hace leer, nos deja sentir toda la dimensión de su fracaso. Nos irrita pero nos seduce al mismo tiempo. Nos disgusta pero despierta nuestra curiosidad y también nuestro reconocimiento. Cómo puede sobrevivir alguien que solo tiene como noción de felicidad encontrarse por unos minutos en el ascensor con una chica que trabaja en otro piso del estudio jurídico que lo emplea. Pero además esta el delirio y lo extremo, hacer una prueba para un comercial donde debe practicar artes marciales o ir a una clase de tango donde le roban la mochila (algo similar sufrió en plena filmación). El resultado es una comedia intensa, que no se parece a ninguna, que muestra el particular talento del director y actor para redondear una odisea de la desesperación y la tristeza con toques muy graciosos y una creatividad infrecuente.
Siempre es bienvenido el cine de género argentino. Y en esta caso el de terror. Escrita y dirigida por Marcos Palmieri tiene aciertos para remarcar. Una es su actriz protagónica, que luce intensa y temible: María Alejandra Figueroa, que esta perfecta en su personaje. La otra es la historia, con convicciones religiosas torcidas, convocatorias de espíritus benévolos para ayudar a los chicos de la historia, profundización de horrores con toques decididamente “slasher”. Además de buenas resoluciones a pesar del bajo presupuesto. Y de la elección de una muy buena locación. Las objeciones vienen del desarrollo del guión que cae en reiteraciones innecesarias, diálogos repetidos, situaciones ya vistas. Una buena pulida al material hubiese avanzado en la calidad del film, en las sorpresas que son buenas, y en el enganche con el plano real. El film tiene todos los condimentos para los amantes del género.
Cuantas veces hemos visto que viene una familia de la ciudad a un pequeño pueblo y justo deciden vivir en una casa antigua y con historia, rodeada de bosques solitarios y amenazantes, con un túnel abandonado como guarida de los amenazantes del titulo. Entre eso y las escenas remarcadas por música, o bien filmadas pero de lugares comunes, como el seguimiento del niño de la casa y su triciclo, que cuenta que ve un señor en su dormitorio y una nena que lo lleva hasta casi el túnel., y no consigue que le crean, no hay sorpresas. Sin embargo no esta tan mal que el papa tenga pesadillas durante el fenómeno que se llama “parálisis de sueño” que bien explotado daría para otro film. Hay escenas bien logradas y una muy interesante vuelta de tuerca con el sheriff del lugar, que ya venía resultando bastante sospechoso y justifica bien una parte del argumento. Drew Grabek dirige con libro de Gerald Nott y con resultados solo pasables y entretenidos.