En los años 70 el secuestro del nieto de 16 años de Paul Getty, uno de los hombres más ricos del mundo, o el más rico, fue primera plana en todos los rincones del planeta. Pero lo que mas llamó la atención es la negativa de ese hombre a pagar el rescate, con la excusa de que así secuestrarían a sus otros nietos. Pronto saltó a la luz de las noticias su codicia, su locura de avaro y la brutalidad de los secuestradores que le cortaron una oreja a adolescente y se la enviaron a un diario para acelerar el pago del rescate. En la película de Ridley Scott, con guión de David Scarpa y John Person, basado en el libro de este último, todo comienza con ese secuestro y luego establece la confrontación entre el empresario envilecido por su condición de amarrete, la desesperación de la madre del chico, acostumbrada a vivir sin muchos recursos y obligada por las circunstancias a depender de la voluntad de su ex suegro déspota, perverso y autoritario. Y además un personaje inventado pero basado en alguien real que es primero una suerte de negociador con los secuestradores para defender los intereses del millonario y luego terminará en otro lugar. Los actores elegidos son otro tema. Christopher Plummer reemplazo de apuro a Kevin Spacey borrado del film, una decisión que Scott calificó de empresarial, para evitar que el film fuera rechazado por la ola de denuncias de abusos en su contra. La justicia poética es que el director eligió primero a Plummer y los estudios le impusieron a Spacey. Lo cierto es que su trabajo es excelente y logro una nominación al Oscar que probablemente gane. Michelle Williams es exacta entre la vulnerabilidad y la dignidad, y Mark Walhberg demuestra que una vez su calidad. Entre el suspenso, la gran reconstrucción de época, el melodrama y la crueldad, el film tiene todo los ingredientes para agradar al público, mas toda la publicidad extra del cambio de actor (¿alguna vez veremos al Getty de Spacey?) y la diferencia brutal de cachet cuando hubo que refirmar las escenas entre Williams y Wahlberg.
Un estreno postergado que por suerte ahora puede verse. Se trata de una película de Ken Loach, de 2010, titulo original “Route Irish”, un camino peligroso de Irak, seleccionada para Cannes, para un director que ya ganó el palmares en dos oportunidades, la ultima con “Yo, Daniel Blake”, la primera con “El viento que acaricia el prado”. Es un film que tiene la estructura de un policial, con suspenso constante, pero a la vez desnuda una realidad poco conocida de la guerra en Irak. Porque cuenta lo que ocurre cuando un hombre ante la muerte en acción de su amigo del alma, que siente como falsa la versión de los hechos. Los dos fueron contratados por una compañía de servicios de seguridad personal, que operaron durante la guerra con total impunidad, con mucho dinero de por medio, que es el gran atractivo para hombres entrenados en esos menesteres. El amigo muerto protesta y quiere denunciar la masacre de civiles, una familia y dos chicos más, y el protagonista tiene sospechas firmes de que fue asesinado por sus contratistas para evitar escándalos. Pero en el proceso de investigación, con libro de Paul Laverty, queda al descubierto como se manejan esos hombres armados, acostumbrados a la justicia por mano propia y a las decisiones empresariales a cualquier precio. Una realidad difícil de digerir que muestra sin concesiones, con un relato lleno de pliegues de luces y sombras y tensión constante. Pero también es una seria reflexión sobre la corrupción, los enjuagues políticos, y la violencia solo generando mas de lo mismo.
Ya con el titulo y el póster es de esas películas donde honestamente ofrecen lo que se verá sin ninguna otra pretensión que la tensión, el susto por la aparición de muchos tiburones y como se las arreglaran dos hermanas, encerradas en una jaula que se desenganchó, a la profundidad que conocemos de entrada. Fueron a pasear, de vacaciones y el ratito enjauladas verán montones de tiburones atraídos por carnadas. La diversión se transforma en un tema de vida o muerte con los tanques de oxigeno que reciben un repuesto para dar con el metraje del film. Bajo el agua dos chicas famosas por trabajar en conocidas series, Mandy Moore (“This is us”) y Claire Holt (The vampires diaries). Se ven tiburones de todos los colores y con una excusa u otra las chicas dejan la jaula, corren más peligros todavía y vuelven a ella. El éxito del film en muchos países ya aseguró una secuela. Se inscribe en cierta “locura” que generan los films de tiburones, con semanas especiales de señales de cable muy famosas. El director Jonathan Roberts, que además co-escribió el guión con Ernest Riera, mantienen la tensión y con eso cumplen.
Como un integrante más de la familia Brown, el oso Paddington es estimado y bien considerado dentro de una pequeña comunidad en un barrio céntrico de Londres. Con motivo del centenario cumpleaños de su tía Lucy, el adorable plantígrado dará con el regalo perfecto en la tienda de antigüedades: un viejo libro animado sobre Londres. Pero no todo será tan sencillo como parece en un principio y deberá realizar una serie de trabajos disparatados a fin de obtener el dinero para hacerse del valioso presente. Para desdicha del protagonista, sorpresivamente el ejemplar libro será robado al tiempo que él será injustamente acusado de ladrón. A fin de hallar al culpable y limpiar su nombre, la familia Brown junto a Paddington y sus amigos se embarcarán en una serie de aventuras para hallar al culpable y recuperar el obsequio para tía Lucy. Como si se tratara de páginas que emergen del mismo libro que encuentra Paddington, el cuento se desarrolla en una Londres deliciosamente puntillista, casi dibujada. La película despliega con igual destreza secuencias de acción, escenas de golpes y porrazos, e incluso pequeños interludios musicales. En una evidente admiración por el propio cine como arte, la cinta incluye con eficacia citas a reconocidos maestros de la comicidad: el Chaplin de “Tiempos modernos”, el Keaton de los trenes, el Tatí de la cotidianeidad del barrio y el humor británico de la mejor época. La técnica cinematográfica de combinar actores reales con un personaje animado resulta en un producto exquisito sin por ello perder sensibilidad y verosimilitud en cada una de las escenas. El carácter afable e inocente del oso Paddington, con toda la espontánea ingenuidad que puede tener un animal no atado a humanas convenciones sociales, logra fácilmente generar dulzura y empatía sin recaer en el sentimentalismo simplón. El film triunfa en la imaginación con que construye cada momento, siendo su ajustada narrativa y exquisita técnica el medio para conseguir un producto gratamente no habitual en el género. (M.S.)
Una reunión de amigos de la adolescencia que ahora rondan los cuarenta. Todos acompañados por sus esposas y sus hijos. La excusa es un fin de semana largo en la casa de campo de una de las parejas, la formada por el personaje de Carla Peterson, casada en la ficción con Fernán Miras, Son los que parecen perfectos, superados, casi un ejemplo para los otros, su hijo ya creció. Está la pareja que encarnan Juan Minujín y Jazmín Stuart, con un bebito que le consume todo su tiempo y él con una crisis en su trabajo. Y por fin el matrimonio al que le dan vida Pilar Gamboa y Martín Slipak, con trillizos de cuatro años que no les dan respiro. Allí, en lo que se supone un encuentro relajado comienza la caída de las mascaras, con su carga de frustraciones y reproches, engaños y revelaciones y un punto en común una edad en que se interrogan hasta donde lo que construyeron en sus vidas los satisface o los saca de su eje y de sus sueños. Y el libro y la dirección Hernán Guerschuny y Jazmín Stuart tiene como logros una espontaneidad, un lenguaje, un clima trabajados y logrados, que alcanza una fluidez en al realización que simula una charla improvisada de amigos con una frescura única. Y de ese juego de reencuentros la convivencia lleva a lo espeso y a cada una de las verdades que no quieren ver o no se atreven a vivir, refugiados en las formas y mandatos. Otra de las grandes cualidades del film es el elenco que brilla en intensidad y gracia, en la construcción de los personajes y en los detalles más reveladores. Para ver y comentar que será de cada uno de ellos desde el punto en que termina el film y de cara al futuro.
Un film con guión y dirección de Juan Pablo Martínez, que logra un clima inquietante, que indaga sobre la soledad más absoluta, que muestra sin palabras pasiones y dolores, y desconcierta al espectador sumando misterios sobre la mujer del título. Un encuentro, entre el personaje que encarna Germán Palacios y el de Emma. El un trabajador con problemas de salud que trabaja en la minas de carbón de Río Turbio. Ella una bella y joven mujer desolada, polaca, sin dominio del idioma, con un marido que desapareció y lo van a declarar muerto. Entre ese hombre de muy pocas palabras y algunos secretos, y esa mujer sin familiares ni amigos en un país que no es el suyo se emprende un camino en común pero que escapará de los moldes. Porque el devenir de la protagonista se abre a búsquedas y equívocos, a pulsiones para la muerte y la vida, a decisiones que se toman entre el deseo y la improvisación, entre el misterio y los deseos colmados. Un film que en un punto muestra un mundo silencioso e intenso que incomoda al espectador con los enigmas no resueltos de una mujer por siempre ligada a ocultos objetivos. Interesante, muy bien actuada, poseedora de sugestión y verdades no reveladas.
Un film realizado totalmente en Mendoza, que participo de festivales internacionales, que cuenta con la colaboración de artistas y técnicos locales, más Marco Antonio Caponi y la periodista Gisella Campos. Y que esta planteado por su director Federico Santos como una muestra de humor negro e ingenuo a la vez con situaciones que ocurren casi por completo en un monoambiente, con un estudiante de veterinaria al que le llueven los problemas (estafas, el romance de un amigo con su madre, el suyo propio, padecer agarofobia) en compañía de personajes delirantes, malvados de alma, amorosos en el fondo. Plateado como actos separados, con un humor por el absurdo y el delirio, con aciertos y acumulación de males.
Un documental de Javier Pernas que se mete en el corazón del mundo de las murgas. En la intimidad de discusiones y preparativos de la agrupación “Los cometas de Boedo”, Se trata de una de las murgas mas antiguas y tradicionales de la ciudad de Buenos Aires, cuando la gente tomaba como suya a esas expresiones, que murieron en el fervor popular durante el proceso militar y los años de plomo. Reaparecidas con la democracia son la expresión popular más genuina, de baile, canto, percusión y un entusiasmo que penetra por igual a distintas generaciones. Lo que muestra la película son los ocho meses antes del carnaval, con todos los preparativos, ensayos, discusiones, y el armado de la comparsa en el estallido del festejo y el desfile para fascinar al público. Un retrato vívido, la trama de sueños y logros, la fascinación de la tradición, la sabiduría de los mas grandes, el esfuerzo de los nuevos. Muy bien realizado.
La película de Steven Spielberg habla sobre un hecho del pasado, ocurrido en 197l, pero con ecos dolorosos en la historia posterior y en la realidad presente. Y con el guión de Liz Hannah y Josh Singer, el talento de un elenco impecable y el suyo propio, Spielberg le otorga a esos hechos históricos, interés, intensidad de thriller, emoción, crecimiento de los personajes y transforma toda visión nostálgica en una reflexión siempre actual sobre la libertad de expresión y el poder del gobierno de turno. La historia comienza con Daniel Ellsberg, analista del gobierno en Vietnam, que decide fotocopiar un extenso informe encargado por el secretario de defensa, Robert McNamara. Este abarca desde l968 toda la actuación norteamericana en Vietnam, tres décadas y cuatro presidentes, que deciden seguir la guerra aunque ya saben que van a perderla y no quieren asumir la humillación de terminarla. El primero en publicarla es de The New York Times que afronta un juicio acusado poner el peligro la seguridad nacional. Luego lo sigue “The Washington Post” con la misma acusación. Se pliega el resto de la prensa y ante el tribunal supremo se llega a discutir la libertad de expresión garantizada por la constitución. La película toma el momento crucial del diario que queda en manos de una mujer (Katherine Graham) luego del suicidio de su esposo, es en realidad el periódico que fundó su abuelo. Ella debe hacer públicas la acciones del diario para obtener solvencia económica y debe imponerse en un mundo de hombres que no la respeta, que casi la invisibiliza. Toda su transformación en la editora que se atreve a publicar ese informe, aún sabiendo que puede ir presa, en manos de Meryl Streep es memorable, la manera en que la muestra Spielberg también. Ese es un tema importante en el film, como una mujer sometida, que vive en un mundo sin sobresaltos se empodera y se transforma, igual que el diario de su propiedad, el Washington Post, mostrando un cambio que no tendrá retroceso en nuestra sociedad. A su lado Tom Hanks como Ben Bradlee, el hombre que luego supervisará toda la publicación del tema Watergate, hace un buen trabajo, el que le imprime ritmo, suspenso, momentos graciosos, el suspenso, que el director maneja tan bien y que puede convertir todo momento arduo en entretenido.
La película dirigida por Kathryn Bigelow, con guión de Mark Boal (el mismo dúo creativo de “Vivir al límite” y “La zona más oscura”) se centra en los disturbios raciales que ocurrieron en Detroit en l967. En realidad es un film divido en tres actos. El primero que explica desde la historia las migraciones de afroamericanos a las grandes ciudades y luego con un lenguaje casi de documental, con esa pericia de la que la directora hace gala, para mostrar las calles calientes del conflicto. La chispa que desato la violencia latente, los impresionantes disturbios que duraron cuatro días con un saldo de 43 muertos. Y de que manera las autoridades, la policía, el poder en manos de los blancos actuaron frente a ese desborde de violencia. En especial un policía que mata a un afroamericano por la espalda, que es advertido por su superior que enfrentará cargos de asesinato y no obstante lo deja volver a las calles y será el mas terrible protagonista del segundo acto. Esa parte de la película, la central, la que dura casi una hora, reconstruye (según el testimonio de testigos y sobrevivientes) lo que ocurrió en el hotel “Algiers” donde nueve muchachos negros y dos chicas blancas fueron secuestrados y torturados, tres de ellos asesinados, por ese policía psicópata, sádico, racista en estado puro, secundado con distintos grados de maldad por dos compañeros. Lo que hace la Bigelow es meternos de lleno en ese horror, ser espectadores partícipes de esas largas escenas de brutalidad, mostradas en tanto detalle, en tal extensión que es por momentos insoportable. Es como si los responsables del film quisieran asegurarse de no permitir la indiferencia ante un odio racial que sigue vigente hasta nuestros días y que como lo muestra la última parte más convencional y rápida, gozó y aun goza de una impunidad mucho más escalofriante. Esa exageración, esa necesidad de ser tan obvios es lo que mas atenta contra la calidad del film, que desde el punto de vista técnico siempre es impecable. Fuerte, revulsivo, destinado a la polémica, olvidado por los Oscar, es también un potente alegato.