La última película de Román Polansky que a sus 84 sigue filmando con su estilo, en este caso un thriller psicológico realizado con gran calidad y con dos estupendas actrices Emmanuelle Seignier (su esposa en la vida real) y Eva Green. Adaptación de una novela exitosa de Dolphine Vegan, a cargo de otro talento Olivier Assayas (“Personal Shopper”). Una historia que debe verse como los terrores interiores de un escritor frente a la página en blanco, cuando una traba emocional, poblada de miedos e inseguridades, impide el hecho creativo. Todo demasiado incentivado porque se trata de una escritora de mucho éxito, que se ve empujada por su repercusión a repetir fórmulas, para asegurarse ser siempre una gran best seller. En ese contexto de gran vulnerabilidad ella conoce a una admiradora que ingresará a su vida como si se tratara de un vampiro emocional, que se instala en su casa, y extiende sus tentáculos para dominar cada rincón de su existencia. Pero el film desliza aquí y allá un mecanismo burlón que el espectador inteligente sabrá captar, con dosis de inquietud, incluso de terror y de posible violencia, pero también en un juego de humor misterioso, de espejos y dobles. Esa escritora sensible que encuentra a alguien a quien confesar su inseguridad, que no se atreve a la obra oculta, que se aterra con anónimos que la acusan de “usar” y “dañar” a sus seres queridos, mira, quizás por primera vez, la profundidad de su oscuridad. Climas ominosos, humor, trampas constantes, entretenimiento, profundidad. Grandes actuaciones, y un director que si bien no esta a la altura de sus grandes obras maestras, siempre tiene un reconocible nivel.
El mismo director, Constantine Popescu, define a su película como una deconstrucción del dolor. El se propone mostrar con intensidad y talento, con el tiempo que necesita, las distintas etapas de un sufrimiento profundo y mortal. Ya eligió como titulo original “Pororoca”, que es una onomatopeya de la lengua tupí-guaraní, que significa “gran estruendo” y define a un oleaje ruidoso que inunda con agua salada las márgenes del río Amazonas cuando ingresa violentamente una corriente del océano. A la familia de esta ficción, que tienen un buen pasar, con sus dos hijos, con amigos, con su juventud y sus sueños, también ingresa la tragedia sin límites. Un domingo cualquiera, el papá lleva a sus dos hijos al parque, los mira, habla por teléfono, charla con otros padres, un día más hasta el momento en que su hija desaparece. Lo inapelable, lo inexplicable ocurre. Y esa familia a poco se desarma. La esposa no puede soportar lo que vive y se va con su hijo a la casa de los padres. Su esposo se queda solo frente a la desesperación, la culpa, las acusaciones, silenciosas y a los gritos, de todo su entorno. Un gran actor premiado por esta labor, Bogdan Dumitrache, encarna cada etapa de su situación, la desesperación, las acusaciones a la policía, la búsqueda desesperada, la necesidad de encontrar a un culpable, la ira, la soledad, la locura. El trabajo que realiza es impecable. El director con largos planos secuencias, con el ruido ambiente, con detalles que recuerdan a esa hija que no está, sus juguetes, sus dibujos, su habitación intacta. Son dos horas y media que por momentos tienen una lentitud agobiante, se desencadenan de manera impresionante al final. Pocas veces el dolor y la desesperación son tan palpables para la sensibilidad del espectador.
Un film de supervivencia, que por momentos muy terribles es difícil de digerir, que tiene un esforzado Daniel Radcliff como protagonista, que cambia su físico en la realidad, sin retoque digital, pero que pese a sus esfuerzos no llega a una verdadera empatía con el espectador. Esta basado en la experiencia de Yossi Ghrinsberg, que se fue de joven de mochilero a la jungla amazónica de Bolivia, y escribió un libro con lo que ocurrió. La primera parte del film relata esa llegada y como se forma ese grupo de tres sin mucho tiempo de amistad. El protagonista, un maestro y un fotógrafo. Un encuentro casual con un guía, que es evidente que esta a la pesca de un cliente y en el que nadie confiaría ni un segundo, los instala en la selva. Ya allí el maestro sufre por sus pies lastimados, el guía no les da confianza, los otros dos quieren seguir a toda costa y construyen una balsa que naufraga y los separa. Yossi pasara 21 días en ese ambiente hostil, conviviendo con gusanos en su interior, hormigas voraces, visiones, bichos y depredadores. Todo un muestreo del miedo mientras su cuerpo enflaquece de manera impresionante. Pero ese empeño con un filme que se regodea de monos acribillados, lastimaduras y alimañas, y supuestas situaciones místicas, a pesar de todo se queda en la superficie de un relato previsible.
Por fin una de terror argentina, con argumento, espesor, que provoca miedo y que no recurre a los lugares comunes del género tan archiusados en tantas películas olvidables, hecha por metro, que pueblan nuestras carteleras. Ya desde el comienzo queda establecido el suspenso por el terror paranormal que se instala en tres casas de un barrio como cualquier otro del cono urbano bonaerense. Casas tan comunes como las de sus vecinas, el horror no necesita castillos, iglesias abandonadas, cabañas en el medio de un bosque. Simplemente se instala en lo cotidiano. Y el efecto es todavía peor. Entre una mujer que se autodestruye, cadáveres que no se quedan quietos e insisten en sus visitas, objetos que se mueven y seres que observan insistentemente a los que duermen, no queda espacio i para lo obvio. Un argumento entretenido, que cuando se arma no larga al espectador, para asustarlo y mantenerlo en vilo. Un policía joven, uno retirado y experimentado en sucesos paranormales, una veterana investigadora y su asistente, intentaran desentrañar lo que ocurre en ese triángulo barrial infernal. Con buenas actuaciones de Maxi Ghione, Norberto González, Elvira Onetto, Demián Salomón, Agustín Ritano. El director Demián Rugna se consagra con este film.
Su director Johannes Roberts se jacta por homenajear a una película de culto del 2008, con Liv Tyler y Scott Speedman, que no era una maravilla. Esta vez le agrega dos personajes, un matrimonio y sus dos hijos, que viajan para llegar a un internado para su hija adolescente y rebelde. Pasan la noche en un parque de casas rodantes de alquiler, pobremente iluminado. Allí un hombre con una bolsa de arpillera en la cabeza y dos chicas con máscaras de Halloween se dedican a cazarlos. Los padres son despachados rápidamente. Y se ensañan con los adolescentes. Burdo, sin trucos, violento y sangriento. Cuadrado y con pretensiones de cine del género de los 80 que ya están demasiado lejos. No hay historia, no se marcan los personajes, no tiene crescendo dramático. Te cazo, te corto, te mato. Ay.
Santiago Loza, un creador muy activo, realiza una ficción con lenguaje de documental sobre Gaspar Jofre, con datos reales y otros creados que se mete en el mundo de las competencias de los que practican el malambo. Con sus reglas, sus pasos, sus códigos. El protagonista decide regresar a una competencia que perdió, y aunque tiene problemas físicos, y debe ganarse la vida como maestro o con shows para turistas, intenta con la terquedad de los obsesivos, lograr su objetivo. Pero el film se interna en la relación con sus exigentes profesores, en sus cavilaciones, con su relación con la ciudad y sus orígenes, con sus propios miedos y odios, con sus intentos de conquista amorosa, o con sus confesiones con su entrañable compañero de habitación. Con momentos de gran lirismo, y con una mirada lejos de cualquier tópico tradicionalista.
Pino Solanas en su mejor forma con un contundente documental que demuestra verdades conocidas, preocupantes y de las que nadie con poder se ocupa. El director recorre siete provincias de nuestro país para constatar las consecuencias de la explosión de la soja y sus consecuencias. Por un lado, un modelo de cultivo masivo, casi único, que requiere de poca mano de obra, con semillas transgénicas patentadas ( que fueron investigadas por entidades estatales) y sus consecuencias de tierra arrasada, emigración de las poblaciones rurales, acorralamiento de las etnias nativas. Por el otro la práctica generalizada del uso de agrotóxicos, que contamina no solo a los que están en contacto forzado o accidental con los venenos, produciendo enfermedades incurables y deformidades en recién nacidos, sino que contaminan prácticamente a toda la población argentina. Y frente a tanta desolación, quienes luchan, investigan, proponen una luz de esperanza. Un trabajo inapelable.
Por primera vez en su filmografía, con pasiones sociales, o dedicadas a Haroldo Conti o a Leonidas Gambartes, Miguel Mato se centra en una figura legendaria del espectáculo argentino. Para contar su historia, además de las escenas de sus films, y de todo lo conocido, el realizador cuenta con un material que vale oro. Se trata de un audio que realizó el mismo Sandro (Para una nota de Radiolandia y conservado como un tesoro por el periodista Francisco Loiácono) donde cuenta su vida, desde los comienzos, su familia, su éxito, sus deseos. Pero también hay filmaciones en súper 8 realizadas por el cantante, nunca antes vistas y fotos inéditas. A eso se le agrega la dramatización de algunos momentos cruciales en su historia con la participación de Carlos Portaluppi, Daniel Valenzuela, Celeste Geréz, Patricia Rojo. Y los testimonios de figuras como Lucecita Benítez y José Luis “El Puma” Rodríguez. Un trabajo minucioso, con guión de director y Eduardo Spagnuolo, que vale la pena ver.
Meterse en el mundo de los que fabrican, crean instrumentos musicales es una invitación fascinante. En especial porque quienes dan sus testimonios no vacilan en confiar sus secretos, su formación, como se transformaron en profesionales, la manera en que viven, cual es su filosofía, sus sueños, su relación con cada instrumento que crean. Cada historia tiene su encanto y uno es más interesante que otro. Con la convicción verdadera de que se trata de invitación a un mundo privado, silencioso, solitario y siempre artístico. Dos jóvenes directores idearon este trabajo tan lúcido, interesante y seductor: Rocío Gauna y María Victoria Ferrari. Un placer del principio al fin y una oportunidad para conocer a una raza de artesanos talentosos.
Un documental emotivo, muy trabajado, de profunda investigación durante mas de tres años para mostrar, dar a conocer a las nuevas generaciones, homenajear a una de las bandas pioneras del rock nacional, la primera de rock pesado, que nació en Ramos Mejía hace mas de cuarenta años, cunado no existía ni la democracia y la denominación “heavy metal” no se había acuñado. Este trabajo amoroso, puntilloso que realizaron los directores Matías Rojo y Gabriel Patrono para darle una película ineludible a la banda “El Reloj” desde sus orígenes, a la formación clásica con Willy Gardi, Juan Espósito, Luis Valenti, Eduardo Frezza y Osvaldo Zabala que marcaron una historia aunque los reconocimientos, la fama, la masividad no llegaron como merecían. Sus palabras, familiares, periodistas, plomos, público y cada paso que dieron. La separación en el mejor momento, después de dos Luna Park, que coincidió no casualmente con el golpe militar. Los retornos, la muerte temprana de Gardi, el adiós de Esposito y Valenti y la fuerza de Frezza y Zabala para seguir con los temas clásicos. Un documental necesario, valioso, que tiene como telón de fondo muestra nuestra historia.