Para los que se acercan a leer esta reseña, les digo que en términos de números fríos, «Winnie the Pooh, sangre y miel», ha multiplicado su ganancia exponencialmente, si miramos su inversión desde los primeros días de su estreno global. Seguramente se preguntarán…¿Esta peli está basada en la historia que conocemos del osito infantil en dibujos animados? Sí, así es. Esto sucede porque los derechos de la obra, ya pasaron a ser de dominio público y hábilmente, el director y productor independiente Rhys Frake-Waterfield decidió escribir un guión sobre este personaje y llevarlo al mundo del slasher. En este tiempo hay una atmósfera favorable para el cine de género de bajo presupuesto y la demanda impulsa cada vez más producto. No sucede lo mismo para otras películas, y lo cierto es que no todo lo que llega es bueno, divertido o aceptable, pero suma. Y debo decir que si bien en los primeros cinco minutos, la secuencia de entrada que explica el universo en el que nos moveremos es muy interesante (Christopher Robin cuida un grupo de criaturas donde se encuentra Pooh, pero con el correr del tiempo las abandona y ellas tienen un destino trágico que las impulsa a volverse sanguinarias), luego la trama se vuelve convencional y lo que podría haber sido explosivo, termina sin la fibra y emoción de los primeros fotogramas… Argumento fuera del descripto, no abunda y el corazón del film consiste en la llegada de un grupo de chicas a pasar un finde en una cabaña perdida dentro del «bosque de los 100 acres». Así que como pueden ver, no hay demasiado fuera de lo común aquí. Si, debemos decir que se percibe un bajo nivel del equipo de arte en relación con las máscaras, no están a la altura de un film de fuste, más siendo tan importantes en este caso. Los aspectos técnicos como la iluminación son básicos y las actuaciones, están alineadas con el tono de la propuesta. A las chicas les pasan cosas feas, como es esperable y las mismas no están resueltas tan bien, como podría pensarse. Poco suspenso, mucha oscuridad y escaso oficio se conjugan para que la peli no levante a lo largo de su metraje. Creo que a la luz de los resultados de taquilla, probablemente tenga secuela y que la segunda entrega, ofrezca una importante superación en términos de calidad, y pueda ubicarse dentro de los estándares de lo correto para el espectador promedio. Considero que aquí, hay una muy buena idea y un guión y una realización pobre, que no alcanzan a hacer justicia a la visión de su director y productor. Pero también les digo, la próxima será mucho mejor.
Luego del éxito de «The Father» (2020), el dramaturgo Florian Zeller continúa con su trilogía sobre roles familiares en situaciones de stress emocional y problemas de salud mental. En esta oportunidad, tenemos una precuela de la anterior (protagonizada por el extraordinario Anthony Hopkins, trabajo que le valió ser premiado por la Academia a los 83 años, nada menos) en la cual la atención estará puesta en Hugh Jackman y Zen McGrath, los puntos altos de este intenso drama. La historia nos presenta a Jackman (Peter), empresario exitoso, divorciado y en pareja con una bella y joven mujer, Beth (Vanessa Kirby) y con un recién llegado bebé a su vida. Todo va bien hasta que se presenta su ex exposa, Kate (Laura Dern), quien lo busca para pedirle ayuda, porque el hijo que tienen en común, Nicholas (McGrath), no está yendo a la escuela y posee actitudes que implican que algo no anda bien. Peter accede a hablar con el adolescente y no le gusta lo que ve. Para peor, él pide ir a vivir con su papá y esa demanda de cuidado generará un grave conflicto con su familia actual. Nicholas, tiene problemas. Y que su papá empiece a ver lo que sucede, disparará mucha culpa y emociones encontradas en Peter. Por momentos su hijo parece conectar con lo que sucede y con el amor que siente por su padre, en otros, no y el clima se va enrareciendo peligrosamente, sin solución a la vista. Peter intenta equilibrar muchas cosas y reveer su pasado, para rescatar a este chico de su complejo brote pero los resultados que logra, a veces son auspiciosos, a veces no. La presión vía Beth también se incrementa hasta límites insospechados dentro de la forzada convivencia. Para variar, conoceremos al papá de Peter, el viejo Anthony (Hopkins) quien mostrará su cinismo con desparpajo al recibir a su hijo y listar prolijamente los problemas que se desprenden de la actitud de su hijo. «The son» es un drama fuerte, crudo, pero previsible. No verán aqui demasiada sorpresa en el sendero que toma la historia, pero si podrán ver un clima gélido, inquietante, pero muy teatral. No es que sea un valor negativo, pero sí el encuadre cinematográfico no luce, a pesar de la destacable labor de los intérpretes. Se entiende que quiere mostrar Zeller, y la calidad de los actores y actrices que tiene a su disposición, pero el relato no es empático ni conmueve al espectador como «El Padre». Quizás esto sea porque a pesar del noble esfuerzo de Jackman, la estructura de su personaje nunca termina de transmitir esa desesperación incontrolada que la situación podría presentar. Coquetea con ella, pero su contraparte (el hijo) tiene un rol lleno de claroscuros, que no se afirma con el paso de los minutos. Las mujeres del elenco hacen su aporte pero las luces se centran en el protagonista y su vástago adolescente, con lo cual la posibilidad de enriquecer ese vínculo desde lo dramático, son menores. Creo que esta es una película aceptable, bien actuada y quizás, con un guión más discutible y más alejada del lenguaje teatral, podría acercarse más al trabajo anterior de este director.
Al salir de sala pensaba que el mayor acierto de «The offering» es el abordaje de una temática de género poco transitada por la industria: la mitología judía en relación a los demonios. Las escrituras ofrecen mucho potencial para desplegar escenarios donde esas palabras impulsen historias con potencial. Y esto, es lo que sucede en «Ofrenda al demonio». Ópera prima de Oliver Park, esta propuesta presenta un escenario inquietante. Primero, tiene lugar en una funeraria. Segundo, hay una familia judía practicante involucrada en el evento y finalmente, todo lo que sucede, deviene de una intervención demoníaca («Abyzou») que refiere al folklore místico de las creencias de ese pueblo. Arthur (Nick Blood) es el hijo rebelde de Saul (Allan Corduner), un religioso comprometido, que tiene una funeraria. Alejado de su padre, se casó hace poco tiempo con Claire (Emily Wiseman) quien no es judía y está embarazada. Saúl recibe con extrañeza el pedido de su hijo de visitarlo, pero se pone feliz al saber que pronto será abuelo. El problema es que Arthur no está retornando a su casa por cuestiones emocionales, simplemente necesita convencer a su papá que ponga su negocio como garantía de una operación comercial que necesita hacer. Así es que mientras esta cuestión se comienza a trabajar en el entorno familiar, a la funeraria ingresa el cuerpo de un hombre que posee un amuleto extraño, como colgante. Arthur se extraña del mismo y luego de tocarlo, accidentalmente se cae al piso y al romperse, libera un espíritu milenario que tiende a acosar y atacar a mujeres embarazadas. La noche comienza a avanzar y con ella, el demonio soltado comienza a hacer de las suyas, en un ambiente tenebroso y sugerente, bien logrado y donde nadie parece estar a salvo. Es otro acierto del film, poder explorar el concepto de aquellos seres a los que Dios no creó con cuerpo («sheidim», en la literatura judía) y verlos en acción en la vida natural. Podemos acordar que hubo modestos recursos para esta producción pero fueron usados con ingenio. El guión de Hank Hoffman y Johnatan Yunger muestra su fuerte al inicio (todo lo que conocemos de Yosille y su intento de encapsulado del demonio fue logrado) y al final, pero ofrece ciertos desniveles narrativos durante gran parte del desarrollo. Si, el CGI de algunos tramos podría ser mejor pero cumple con el propósito planteado. Las actuaciones también no son parejas, siendo Paul Kaye (Heimish, el compañero del padre de Arthur en el negocio) y Corduner, los que mejores entienden su rol. En definitiva, el film luce cuidado y transcurre de acuerdo a los cánones del género, aunque en el cierre, la tensión le hace ganar puntos y el resultado final es más que positivo, a todas luces.
Muchas veces he contado en mis reseñas, cómo desde distintas geografías, la animación iba ganando industrias en distintas partes del mundo. Desde «Tadeo Jones» y su exitosa saga española, se ha observado un crecimiento profesional importante en los programadores de ese lugar. Y como muestra de su avance, Warner Bros Picture distribuye la nueva realización de Juan Jesús García Galocha, quien debuta por la puerta correcta con este trabajo. Hay que decir que el equipo responsable de esta cinta, atravesó nada menos que dos años de pandemia y dificultades varias para concretar la ambiciosa idea de llevar a la pantalla grande una historia simple, pero vistosa y con mucho atractivo. La trama presenta un arqueólogo inglés que da con un pasadizo secreto en una tumba egipcia y accidentalmente, descubre un portal al mundo donde viven eternamente las momias, ciudadanos notables de la antigüedad. En ese hallazgo, lord Carnaby logra con un robot traer un anillo especial a nuestro tiempo presente, lo cual implica que el dueño y el guardián de dicho objeto, tengan que organizar una expedición a la Londres actual. ¿Por qué? El anillo en cuestión es la muestra del compromiso, en este «inframundo», de Nefer y Thuh, una princesa y un corredor de carreras y es vital recuperarlo. Así es que ellos, junto al hermano del deportista y su mascota (un simpático cocodrilo), viajarán en el tiempo para recuperar la joya perdida. La misma, se encuentra en exhibición en el museo del arqueólogo en cuestión, espacio que remite al British Museum, claramente. La película plantea en tono familiar y amable, cómo el arte egipcio (y el griego, sin ir más lejos) han sido robados por los ingleses y mostrado en sus imponentes museos. Pero más allá de eso, lo singular es que Thuh y su banda son vistos, a la luz, como cadáveres en este mundo. Dado que, están muertos (son momias!) y eso hace un poco difícil las cosas. Hay alguna subtrama que remite a films clásicos («Frozen», «Night at the Museum») pero sirve como pequeñas notas para dar relieve a la propuesta, nunca para definirla totalmente. Desde la mirada adulta, creo que hay buenos recursos técnicos y si bien el guión no aporta un clima desopilante, se deja ver y tiene sus mejores momentos en los breves cuadros musicales que presenta (y si no tarareás «Walk like an egyptian» de Bangles es porque seguro te dormiste!!)… La historia es entretenida, la reconstrucción de Egipto me encantó y el enfoque místico del anillo, así como la leyenda del «país de las momias» tiene algo de sustento histórico. Por otra parte, la Londres presentada, no posee el brillo que la ciudad posee. En cuanto al diseño de arte y la banda de sonido, ambos lucen impecables. Un enorme avance con respecto a la última «Tadeo» que los pone en línea con los estudios que mueven el mercado a nivel global. De hecho, las voces en la versión en inglés incluyen a Sean Bean, Eleanor Tomlinson… El estilo de coproducción EEUU-España permite augurar un impulso para este tipo de productos, lo cual las familias agradecen en todas partes. La duración es precisa y los peques, no se aburren y disfrutan la cinta sin problemas. Creo que este mercado aún tiene mucho para crecer y es saludable que haya nuevos jugadores en las grandes ligas. Bien ahí.
El cine de José Celestino Campusano, es un cine local, territorial, áspero, cercano, intenso y de actualidad. Ha abordado varias temáticas a lo largo de su extensa carrera y es uno de los directores independientes más destacados de la cinematografía argentina. Dentro de su propuesta, este realizador muchas veces elige rodar en espacios rurales, suburbanos y con actores aficionados o del lugar, lo cual se muestra como un interesante ejercicio de producción. «La reina desnuda» fue rodada en Galvez, Provincia de Santa Fe y tiene todo el calor de esa locación, la cual ha aportado parte del elenco. Sabemos que Campusano tiene un sostenido interés por las problemáticas que nos atraviesan como sociedad y esta cinta aborda la cuestión de la violencia sexual, los vínculos entre hombres y mujeres y las relaciones de poder. Su mirada en ese sentido es interesante y arriesgada, dado que su protagonista es una mujer, liberada y dueña de sus actos, de avanzada, en ciertos aspectos pero anclada en otros, en virtud de ciertos hechos vividos en su pasado adolescente. Es decir, Victoria (Natalia Page), encarna un modelo de contradicciones. Se la ve segura, vital, comprometida, pero también tiene áreas de su vida en las que logra afirmarse. Esta compleja situación pone en el centro a una mujer batallando con esas circunstancias, en un mundo donde no se la entiende (de hombres con pocas palabras, físicos y directos) y debe actuar en consonancia con su medio, cuestión que claramente se le dificulta. Si bien es cierto que tiene una buena situación económica y puede decidir sobre su trabajo (ofrecer acompañamiento social desde lo público), no es el conflicto de lo material, el que aquí se asoma. Para llevar adelante semejante desafío, Campusano eligió una actriz muy dúctil y comprometida, Page, debutante, para el rol central. Es cierto que la película gira en torno a ella y se ve el acierto del cast. Su Victoria se roba toda la atención cuando está en pantalla y logra una composición concreta y luminosa. La trama de «La reina desnuda» se juega a dos puntas, hay flashbacks que remiten a lo que sucedió hace más de tres décadas, pero el relato se mueve en el presente, donde la protagonista intenta ordenar su vida, llevar adelante su trabajo a pesar de las complicaciones que devienen de quien es. Un hecho traumático de abuso vivido en el pasado condiciona su respuesta presente a temas como la pareja, las relaciones, el deseo. Sin anticipar mucho, la película es un escenario donde vemos desfilar personajes con una paleta reducida, que juegan su juego, de acuerdo a sus necesidades primarias. Este es el fuerte del director, quien se nutre de actores sin experiencia para componer sus escenas con gente común, que hace de sí misma. El problema de la cinta es que (como en otros relatos de Campusano), puede verse un problema concreto, visible, incómodo y bien estructurado pero el planteo de cierre (la resolución), no logra desandar ni los aprendizajes de los protagonistas frente a los mismos, ni tampoco dar respuesta al camino recorrido. Me permito hacer este comentario, porque creo que hay mucho valor en la propuesta presentada, pero como ya me ha sucedido en ocasiones anteriores, desearía (y es sólo eso), un final donde algo, haya cambiado radicalmente para los protagonistas y sea sustanciosa la lectura del conflicto. Sólo porque siento que eso refuerza el sentido del relato. Nada más. Los rubros técnicos consistentes, con nota de reconocimiento para la fotografía, pensada exactamente para subrayar las emociones de la protagonista. Este es un cine que parece casi informal, en comparación con el de los grandes estudios, pero el tema despierta interés en el espectador y eso permite un visionado predispuesto. En líneas generales, este cineasta sigue invitando a recorrer los grandes temas de la vida suburbana y rural, dando voz a muchas problemáticas que los grandes estudios no creen atractivas. Me gusta la apuesta aunque si hay que tener en cuenta que adentrarse en esta aventura, implica navegar lejos de la cohesión y propuesta de un drama mainstream, más simple y vendible globalmente. Si lo tuyo es ir más allá, puede que el cine de Campusano sea una alternativa, más que válida.
Tengo emociones encontradas al reseñar esta peli. Nadie puede desconocer la importancia de esta saga… tuvo su impacto hace unas décadas atrás. La rompió en Japón y tuvo sus versiones en inglés. Luego se volvió a reiniciar y… la verdad… estamos en una época donde este personaje tiene necesariamente que aggionarse. Y debería haber sucedido, de una forma moderna pero manteniendo la premisa original. Pero esta nueva entrega de la saga de «Sadako» (la chica del pelo largo que emerge del pozo, para los noveles), busca traer el personaje del VHS al mundo digital. La tarea era (supongo), crear ese lazo que envía a la sufrida mujer de un viejo cassette a la web, de alguna manera. Se realiza en «El Aro 4», pero no es de una manera afortunada y el desarrollo de ese pasaje no es sustancioso ni coherente. En sí, la cinta posee una falencia central: apela de a ratos al humor y desdibuja el horror que generaba la premisa original, ofreciendo un producto que desconcierta a lo largo del metraje. En esta oportunidad, el escenario es el país oriental, en el cual se están produciendo muchas muertes extrañas en forma simultánea. En la tevé, dos especialistas en un programa en el que se debate el tema, tratan de conjeturar que puede estar sucediendo. Y es ahí donde una joven, formada, profesional, decide iniciar un proceso de investigación para conocer más de lo que sucede. La trama se acelera cuando la hermana de la protagonista se transforma en víctima y el tiempo de vida que le queda, baja para este reboot de 7 días a 24 hs… lo cual es un cambio importante. Sin embargo, con el correr de los minutos, la historia toma un cariz desconcertante. De a ratos la cosa se pone seria. Por momentos, Sadako comienza a salirse del libreto clásico y la cosa se complica. No se entiende cual es el tono del film. O es algo que debe meter miedo o es una J-COM. No me queda claro. Pero para los que conectan con esta versión oriental de la saga, ya hay antecedentes poco felices con «Sadako vs Kayako» (2016), como para que vean que el camino para restituir importancia a la franquicia no estaría funcionando. Rubros técnicos regulares, una dirección (Hisashi Kimura) con poca presencia, banda de sonido nada sugerente y protagonistas que aportan poco en términos dramáticos. Puede suceder que si les gusta la cultura japonesa, el film si ofrece un escenario curioso y atractivo, pero la historia en sí, parece forzada y sin rumbo. Incluso en el cierre, podés ver que no queda claro si como espectador tuviste las emociones correctas al seguir la trama (sin spoilers!), porque Sadako, (estoy seguro) es un personaje que podría funcionar en este nuevo mundo interconectado. Pero no así. Seguro que no de esta manera. Muy discreta y por debajo de lo esperable.
Leí en alguna revista americana, la preocupación de los estudios para este fin de año. Muchos de los títulos fuertes de la temporada están programados para más adelante y los dramas fuertemente dominan la cartelera global en vísperas de la entrega de los premios de la Academia. En ese escenario, llegó a salas hacia fin de año (en el norte) y aquí, hace horas, «Plane», el nuevo trabajo del galo Jean-François Richet con los protagónicos de Gerard Butler y Mike Colter (Luke Cage, para los amigos/as!), con miras a ocupar ese espacio transicional en estos días, y concentrar el interés del público adulto. Butler, acordemos, tiene un carrera despareja. Ha irrumpido muy bien en la industria con «300» y a partir de ahí, fue alternando malas y buenas decisiones, pero buscando un posicionamiento propio dentro del rubro «actores masculinos maduros para género de acción». El rey de esa categoría, es, sin dudas, Liam Neeson. Pero hay lugar en el top 3, y ahí Butler la pelea. A veces lo vemos mejor, a veces no tanto. En «Plane», nos encontramos con algunas contradicciones en el guión (basado en una propuesta armada por Charles Cumming -que sabe del tema espías mucho- y J.P.Davis) generadas en virtud del sentido de la propuesta. ¿»Alerta máxima» es un drama (teniendo en cuenta todo lo que sucede en el accidente aéreo), una peli de acción (viendo las secuencias de enfrentamiento con los terroristas) o una de suspenso (la incertidumbre del rescate)? Bueno, ese es el tema aquí. No logro determinarlo. Siento que es un mix de varios géneros y eso le baja el precio al resultado final. Por defecto, Butler hace muy bien de héroe de acción. Pero no es un negado actuando, entonces el film le ofrece un resquicio para mostrar eso, y es así que tenemos algunas escenas donde conocemos más de ese capitán de ese avión que interpreta y ahí es cuando la historia se vuelve menos intensa, y pierde tensión. Porque no hay tiempo, realmente para desarrollar la veta dramática (la peli transcurre a lo largo de medio día) y tampoco se dibujan bien los personajes, dado que en poco más de hora y media, todo tiene que estar resuelto. La trama presenta un vuelo en víspera de Año Nuevo, en Asia, desde Singapur a Hawaii. Es un viaje de unas 6 horas, con pocos pasajeros. Pero al preparar la salida, se le suma a ese grupo, un convicto con su guardia, que es trasladado con escalas, a Canadá. Todo parece normal hasta que el capitán (Butler) mira el estado del tiempo y ve con preocupación seguir esa ruta para llegar a destino. Pero la aerolínea le dice que para ahorrar combustible, (hay pocos pasajeros) debe volar dentro de la tormenta. Los pilotos asumen la tarea y en un toque, todo se complica, reciben el impacto de un rayo y deben aterrizar en una isla, de las Filipinas, dominada por terroristas. Ahí la tripulación deberá organizar a su pasaje para aguardar hasta la llegada de la ayuda, cosa que sucederá, más tarde que temprano. En ese punto, el drama de la caída del avión es reemplazado por la acción de los enfrentamientos con los díscolos de la isla. Los protagonistas se volverán aliados para rescatar a los rehenes mientras otro grupo se prepara para sacarlos de la zona de peligro. Sin anticipar mucho más, para mí, lo más destacable de la película viene por acá. Colter juega con pocas líneas en su libreto y el resto de los pasajeros y crew aportan lo mínimo y menos también. Butler se toma en serio su rol y pone lo mejor para llevar adelante el film. Y si no fuera porque esta no es una cinta de acción pura, lo lleva bien y hace lo suyo, aceptablemente. Sin luces, y desde ya, exclusivamente como pasatiempo de vacaciones. No es «Plane» un producto de alto voltaje. Aunque podría haberlo sido. Quizás con menos drama, más supervivencia y violencia, sería una hija posible a «Die Hard», sin dudas. Pero no. Elige otro camino y… está bien. Los resultados no son lo esperado pero cumple, si tu intención es tomarte un respiro de los dramas en carteleras y mirar algo entretenido para variar.
Damien Chazelle es un director de alto impacto en la industria. Dos de sus trabajos, («La la land» y «Whiplash») han desafiado las convenciones, en tanto a las historias románticas y de superación y presentado un formato dramático, feroz, intenso y profundamente artístico. Digamos, es un cineasta completo, atribulado y con una sensibilidad especial. Eso es innegable. Después, podremos discutir si nos gusta o no su cine, pero Chazelle es una figura que divide aguas, claramente. Y un poco de eso sucede en su última y ambiciosa producción, «Babylon». Creo que esta cinta es una muestra de lo que su creatividad puede lograr, con buenos intérpretes y un escenario temporal único y particular. La historia se sitúa en el tramo final del cine mudo y el inicio del sonoro (entre los 20′ y el arranque de los 30′), una época traumática y vital, donde Hollywood y su gente, marcaban el ritmo de los excesos y el desparpajo. La meca del cine moderno es el centro de gravedad de «Babylon», un espacio donde todo (y cuando decimos todo, es todo), puede pasar. Allí arranca la trama, con una secuencia inicial poderosa, incómoda, divertida, cruel, que establece claramente cual será el tono del film: si no estás dispuesto a vivirlo, siempre hay un pasillo hacia la salida bien iluminado para detener la incomodidad que produce lo que se ve en escena. Todo comienza en una fiesta llena de excesos, donde la estrella principal será un elefante lanzado a una atiborrada pista de baile. Allí conoceremos al trío protagónico, conformado por un actor de élite del cine de esos tiempos, Jack Conrad (Brad Pitt), a un mexicano que colabora en traslados y apoyo para eventos, Manny Torres (Diego Calva) y a una chica que busca ser estrella de la industria a toda costa, Nellie LeRoy (Margot Robbie). Los tres representan distintos sectores en ese juego y sus visiones serán interesantes puntos de vista para los sucesos que se desarrollarán a lo largo de la extensa trama. Jack y Manny se hacen amigos, Nellie comienza a despegar y ser reconocida y los tiempos avanzan, sin esperar ni dar tregua a nadie. Cada uno tiene una circunstancia particular que lo atraviesa, y en virtud de sus posibilidades y limitaciones, tratan de sostenerse en el difícil mundo de hacer películas. Pero el tiempo de los grandes cambios se avecina y eso será el huracán que desafiará a cada protagonista. Ya los tres establecidos, «surfear» semejante transformación no será fácil y sobrevivir y mantener el prestigio y el trabajo será una tarea titánica. Sí, «Babylon» es exceso. Total. Posee humor negro, notas sutiles y sensibles pero también belleza visual y sonora. Hollywood era y es (suponemos) una gran fiesta y Chazelle no tiene filtro para mostrarlo. La escena del rodaje en el desierto con todos los extras hambrientos y pobres, es perturbadora. Aunque presentada en un marco hilarante y crudo, es la muestra cabal de cómo la maquinaria del cine funcionaba en esos tiempos (y probablemente lo siga haciendo…) y del cinismo y frenesí que se vivía en esos tiempos. Sosteniendo al trío central, hay un grupo de secundarios muy destacados (Jean Smart, -quien tiene uno de los instantes más destacados del film en el cierre con Pitt-, Jovan Adepo, Li Jun Li y Tobey Maguire, entre tantos) que hace lo suyo con prolijidad y soltura. Sin embargo, el problema principal que lleva a «Babylon» a no ser un film superlativo, es la caracterización de los personajes. Si bien sabemos de ellos, hay un universo vacío de emociones en cada uno (excepto, hay que decirlo, en Robbie, quien trabaja toda su interioridad a pleno) que sorprende, más teniendo en cuenta la duración total de la cinta. Por momentos, la película se siente como un espectáculo total, pero mecánico, donde todos los engranajes funcionan bien, pero la sensibilidad está ausente. Y eso, no es habitual en el cine de Chazelle. Arriesgo que para ganar espectacularidad, sacrificó desarrollo de personajes. Y eso, el espectador veterano, lo siente en el cuerpo. Si debemos decirles, que «Babylon» posee grandes momentos y con todos sus desajustes, luce impactante y luminosa, es ruido y arte a la vez, estruendosa y particular. La reconstrucción de los sets de rodaje de los dorados años 20, las dificultades técnicas durante la incorporación del sonido, las diferencias sociales y la brutal necesidad de la industria por facturar, a como de lugar, son cuestiones que el cineasta quiere dejar claras y su esfuerzo, llega a buen término. En el debe, quizás también esta necesidad de contar demasiado y paradójicamente, no hacer foco en la interioridad de cada perfil, hacen que su duración sea difícil, incluso para quienes disfrutan la propuesta. El guión, a cargo de Chazelle, podría haber considerado algo de esto. Más allá de lo observable, es importante destacar que no saldrás de la sala indiferente. Difícil de conceptualizar, podemos decir que es una experiencia digna de ser vivida en salas. Intensa y desafiante, a la altura de este director aunque lejos de ser perfecta.
Nuestra cartelera habitualmente no recibe cine de muchas latitudes. Es más, la pandemia intensificó lo que ya era una tendencia: la mayor parte de lo que vemos en pantalla grande, viene de Hollywood. Por eso, cada vez que alguna cinta llega a nuestro país de otra geografía, es motivo de curiosidad. Precisamente esto fue lo que me llevó a adentrarme en esta nueva versión de «Cenicienta», «Tres deseos…» de la directora noruega Cecilie A. Mosley, realizadora cuyo mayor desempeño ha sido en series de TV locales. La premisa, en principio, parece haber sido respetar bastante la historia original de Cenicienta e incorporar mínimos elementos para explotar la profundidad de los paisajes y esbozar algún cambio para adecuar a los protagonistas a los tiempos que corren (de empoderamiento femenino) «Tre nøtter til Askepott» parece estar pensada para no ser disruptiva ni generar debate. Sencillamente presenta el conflicto clásico que todos conocemos y hemos visto hasta el cansancio, en un escenario distinto. Bello, bien fotografiado y con una cantante en ascenso como protagonista. Sí, me refiero a quien juega el rol de Cenicienta, Astrid Smeplass, una de las figuras del «Pop idol» noruego allá por 2013. Ella lidera las acciones, como la pobre niña a la que su familia trata de martirizar y molestar con tareas domésticas. Astrid se muestra como una mujer decidida, dispuesta a defender sus ideales y creencias, a tono con un perfil menos sumiso y más fuerte. Su coprotagonista es el príncipe que interpreta Cengiz Al, un simpático y decidido muchacho que queda deslumbrado no sólo por la belleza de la dama, sino por su ímpetu y convicciones. Y es aquí importante destacar que a diferencia de las historias al estilo Disney, hay menos magia y más paisajes helados. Es decir, el tono del film bucea en una historia más humana, y menos etérea. Esto no funciona en forma tan ajustada y se nota cierta confusión a la hora de avanzar con la trama. Lo esperable no se corporiza tan fácil excepto el rol de la villana, la impecable Ellen Dorrit Petersen, quien luce centrada, incluso dentro de su peinado, lo cual no es poco! El ritmo del film es adecuado y la canción principal, una delicia (pueden verla aquí: https://www.youtube.com/watch?v=qehdAKRYf9w ) y un gran hit de la Cenicienta noruega. Los rubros técnicos cumplen, con la fotografía como ariete principal, desde ya. En líneas generales, no considero que esta versión aporte algo distinto a las anteriores (aunque está basada en otra peli checa de 1973 que sí era original por su mix navideño) y no está bueno (creo) que sólo pueda verse doblada. Pero entiendo la necesidad del mercado para ser lanzada aquí. Considero que podría darsele una oportunidad de visionado, si están dispuestos a redescubrir un personaje clásico, desde una óptica nórdica. Podría funcionar.
No voy a mentirles. Guy Ritchie, me parece un director muy prolijo. Intenso, dueño de un gran manejo de cámaras, que se luce en filmes de acción y suspenso. Posee una carrera prolífica y siempre, esperamos un poco más de él. Una innovación en términos de exploración cinematográfica («Snatch», «King Arthur»), cierto refinamiento de intérpretes, alguna temática que no esperábamos («Aladdin»). Podrá gustarte o no… Pero Ritchie siempre es digno de ver. Claro, no siempre lo que uno espera, se da. Este es el caso. No es que «Agente Fortune» sea una mala peli, para nada. La cuestión es que no aporta nada. Realmente es una cinta correcta, bien ejecutada, suavemente irónica y elegante, como la mayor parte de sus productos. Pero nada más. Y eso que como siempre este viejo lobo de mar engarzó un interesante combo de actores / actrices y secundarios y vistió a su realización con el ropaje de la clásica película de espías al estilo inglés. Muchos escenarios, trajes ajustados, buenas coreografías de acción, mujeres exóticas (si así podemos llamar a Audrey Plaza!!), ritmo vertiginoso. Ideas nuevas, no. Te las debemos. Lo cual no quiere decir que este producto no se disfrute. Si tus expectativas son ver una peli de acción e intriga vertiginosa, saldrás satisfecho. Si como yo, esperás evolución de Ritchie como director, el resultado no es positivo. La trama arranca con nuestro viejo amigo Jason Statham (Orson «Fortune»), un trabajador indie del mundo de los mercenarios, a quien eventualmente llaman desde el espionaje inglés para pedirle algún trabajito «extra». La cuestión es que se robaron un portafolios que contiene algo… digamos… importante (aunque no podrán determinar qué al principio) de Odessa que podría complicar los intereses de la Corona a nivel global. Lo de siempre. Así es que convocado el hombre, arma su selección con algunos nombres conocidos (Bugzy Malone y como ya dijimos Aubrey Plaza que viene en ascenso) y el aporte del reaparecido (aún no sabemos qué hace aquí) Josh Hartnett (arghhh!), celebrity que prestará su colaboración para investigar a fondo la cuestión. Se cree que todo esto es una estrategia de un tal Greg Simmonds (Hugh Grant, quien ya está más allá de todo) que pasa su tiempo en negocios turbios mientras oculta algo, que puede ser la clave del asunto. Si bien no es el único que toca una nota sospechosa, ya la mesa está servida y la aerolínea va reservando los pasajes a capitales europeas para ir en busca de respuestas… ¿Qué más puedo decirles? Lo que crean que esta peli posee, lo tiene. Vale su entrada. Es un film de acción ajustado y glamoroso, británico hasta la médula (por más que coqueteé con el estilo hollywoodense de los grandes estudios) que cumple. Esperaremos entonces la próxima del gran Rich, «The Covenant», que llega a salas en abril de este año, a ver si seguimos en el camino de la evolución o seguimos facturando mientras eso llega.