El Reality de la Muerte Lo que iba ser en una película de ficción terminó convirtiéndose en un documental que muestra los últimos días de Gabriela Liffschitz, fotógrafa argentina que murió de cáncer de mama. El documental narra todo el periplo que atravesó la escritora y fotógrafa Gabriela Liffschitz, después de que se le diagnosticara cáncer de mama hasta alcanzar su muerte. Bye Bye Life (2008) atraviesa esa delgada línea que separa la morbosidad de lo que se debe mostrar y por qué. Enrique Piñeyro, un hábil director a la hora de armar este tipo de shows cinematográficos – ya lo había demostrado en Fuerza Área S.A. (2006) –, va más allá de los límites permitidos para sumergirnos en el mundo de la decadencia antes de la muerte, pero haciéndolo con altura y sutileza. El documental se estructura como el backstage de lo que iba a ser una ficción intercalado con imágenes de la vida cotidiana de Gabriela Liffschitz, como lo era nadar, los momentos con amigos, la compañía de la familia o los últimos días junto a su hija, sumado al deterioro que va sufriendo el cuerpo a causa de la enfermedad y de cómo ella lleva esa carga con grandeza y sin generar lástima. Es cierto que si bien el tema ya es un golpe bajo, está tratado con altruismo, mostrando solamente lo necesario. La protagonista que quería trascender post mortem, acepta el desafío como parte de esa inmortalidad que quedará plasmada en la pantalla grande, algo similar a lo sucedido con una de las integrantes de Gran Hermano en el Reino Unido (Jade Godoy). En ambos casos las protagonistas estuvieron de acuerdo aceptando ser parte de ese mundo inventado para repercutir mediáticamente – aunque de manera diferente- antes de que la muerte las abrazara. Difícil en su temática pero atractivo desde el punto de vista cinematográfico, el film de Piñeyro, rompe con la estructuras del sistema yendo más allá de lo permitido. Esta vez nos presenta un relato border que pone en crisis los límites de lo que se debe mostrar y lo que no, con entereza y sin ningún tipo de especulaciones mediáticas.
Mujer contra Mujer En Por tu culpa (2010) Anahí Berneri (Encarnación, 2007) nos sumerge en el universo femenino pero través de la mirada subjetiva de los hombres, quienes serán los encargados de juzgar los actos para así ejercer la manipulación y el poder del sexo “fuerte” sobre el “débil”. Julieta es una madre separada que está en casa con sus dos pequeños hijos. Esa noche los niños deberían estar con el padre, pero él, de viaje, perdió el vuelo que lo traería de regreso. Mientras los dos chicos juegan surgirá un hecho inesperado que pondrá a la madre como la culpable del suceso. Desde la secuencia de títulos iniciales que el film pone en estado de tensión al espectador, algo que por razones de construcción dramáticas no conviene develar, para que sea él mismo el que se sumerja en la historia y se deje llevar por la sorpresa. Ese estado de tensión se crea a partir de la utilización de primeros planos permanentes, un montaje vertiginoso y sobre todo manteniendo fuera del campo visual momentos cruciales de la historia, en el que uno no sabrá lo que sucede fuera de lo que se nos está mostrando, yendo desde un plano fijo de uno de los personajes a la sala de espera vacía del hospital. Un tema no menor del film es el del rol femenino, éste se muestra siempre en un segundo plano o en el caso de la protagonista denotando debilidad. En ese universo que la rodeará aparecerán médicos, policías, el (ex) marido, hasta los hijos son de sexo masculino. La mujer siempre está puesta en un rol de invisibilidad o de incapacidad ante la resolución de una situación límite, la única aparición femenina es la de la madre de la protagonista, denotando también debilidad ante lo extremo. Por tu culpa pone en crisis al sexo femenino pero desde la visión de lo masculino, mostrándolo como el reflejo de una sociedad paternalista en dónde el hombre juega a ser fuerte pero desde la ausencia. El médico pide varias veces por la presencia del padre, como si la madre no pudiera con la situación, recién cuando él llega la resolverá poniendo a la mujer en un lugar de inutilidad, pero donde queda bien en claro que él no es un padre presente y que seguramente de haber estado en el mismo espacio y momento en el que sucedieron los hechos la situación no hubiera sido distinta. No es lo mismo estar que actuar, y eso el film lo subraya de manera latente. Para el personaje de Julieta, protagonista absoluta del film, la realizadora eligió de manera acertada a Erica Rivas, sosteniendo toda la carga dramática e incertidumbre por la que atravesará un personaje que estará durante los 90 minutos, que dura el film, en escena y en un primer plano casi constante. Su estado traspasa la pantalla mutando en el espectador que vivirá las situaciones de la misma forma que esa mujer anulada por un mundo machista. Anahí Berneri demuestra con su tercera película la ductilidad a la hora de crear climas en el marco de lo cotidianidad, como su brillante mano para la dirección actoral. Por tu culpa no nos cuenta una historia fácil de digerir, pero sí es una películas que nos va hacer reflexionar sobre los roles que ejercemos en la vida. Una película inteligente que muestra lo que ningún hombre se va atrever a mostrar ya que no sería políticamente correcto.
Solo para mujeres... estúpidas y con plata Quienes quieran apreciar lo más destacado de las últimas tendencias de la moda actual contarán a partir de esta semana con dos opciones: comprarse la Vogue o alguna revista femenina o ir al cine para ver Sex and City 2 (2010) para apreciar el grandilocuente vestuario que lucen estas cuatro amigas durante los 146 minutos de insoportable metraje que dura el film. Carrie, Samantha, Miranda y Charlotte emprenderán un viaje al “Nuevo Medio Oriente” donde continuarán con los típicos conflictos que se mantuvieron a través de todas las temporadas que duró la serie en TV, pero sin perder la elegancia que las caracterizó desde sus inicios, aunque si la cordura. Como su predecesora, Sex and the City 2 funciona de manera independiente de la serie, esto quiere decir que si usted no vio nada va a entender todo igual, ya que la estructura que presenta es el de la típica comedia romántica americana, pero mal hecha. Toda la artillería del film, hecho para recaudar y nada más que para eso, está puesta en lo visual más que en lo que cuenta. Y para ello nada mejor que a un país exótico en donde las mujeres están obligadas a taparse y este grupo de amiguitas podrán mostrar a troche y moche su ampuloso vestuario sin que nadie las opaque. Mujeres que no escatiman en lucir ropa de Dior o Valentino de miles de dólares pero que huyen despavoridas del hotel cuando les quieren cobrar u$s 22.000 una habitación para cuatro. ¿Problemas de verosimilitud o estas chicas son bastantes amarretas? Otro de los puntos que juegan en contra en Sex and the City 2 es el excesivo metraje, igual a lo ocurrido en la primera parte, el film de casi dos horas y media se vuelve insostenible ante lo banal de su historia y convengamos que solo como desfile de alta costura, sin ningún agregado que lo acompañe, lo hace un poco monótono y aburrido. En algunos momentos la historia trata de volverse comprometida y tratar algunos temas “serios” como los miedos después de los 40. Miedos que son los mismos en cualquier momento de la madurez, como la rutina en el matrimonio, la infidelidad, la vejez, los hijos, etc. etc., pero tan levemente tratados que carecen de todo sentido y que suenan más a relleno que a otra cosa. Sin duda esta segunda entrega de la serie sobre mujeres neoyorkinas, aquellas que se juntaban para hablar de hombres allá por finales del siglo pasado y que se convirtió en un éxito televisivo con muy pocos precedentes, no hace más que confirmar la teoría de que el cine puede ser arte o negocio. En este caso un negocio para vender vestidos a gente que nunca se los va a poder comprar. Un consejo compre la revista Cara de esta semana que sale más barata y tiene en tapa los vestidos de las celebridades argentinas en la gala de re- inauguración del Teatro Colón. No diga que no le avisamos.
Semejanzas sin diferencias Muchas veces identificar a una película por el título original con el que sus autores decidieron llamarla puede resultar confuso, sobre todo si tenemos en cuenta los usos y costumbres del país en donde se estrena. The Losers (2010) o Los perdedores, tal sus traducción literal, es uno de esos casos. De antemano el film remite en el subconsciente de un posible espectador a una tipología cinematográfica que estará muy alejada del resultado final. Extraña mezcla entre Brigada A (The A-Team) y la serie de culto argentina Los simuladores (Damián Szifrón, Telefé), el film se centra en un grupo de militares dados por muertos que deberán desenmascarar una red de corrupción política, narco y un sinfín de negociados que involucran a altos personajes de las más diversas áreas del gobierno, la sociedad, el círculo militar y la mafia, para volver a la vida real y dejar de estar muertos en vida. Desde sus inicios el film presenta a cada uno de los personajes del grupo en cuestión de la misma manera que lo hacía la serie de Szifrón, en dónde cada uno ocupaba un lugar específico dentro del comando con una tarea identificatoria. En la escena subsiguiente los vemos actuar dentro de un operativo militar, aunque el azar hará que erróneamente ellos no vayan en el helicóptero en el que deberán ir y que será aniquilado con todos sus tripulantes. A partir de ese instante ellos se harán pasar por muertos. Si esto no es ídem a Brigada A y a su vez a Los simuladores que nos avisen porque las pruebas remiten lo contario. De ahí en más lo mismo de siempre, ellos irán tomando diferentes identidades hasta desentramar la madeja que los puso en esa situación. Los perdedores, que nada tiene que ver con el fracaso de los personajes, transita por el género de la acción con mucha comodidad, brindando algunas escenas, que si bien no pasarán a la historia, le dan ritmo a una historia cargada de similitudes y clichés, como es el caso del personaje que interpreta Zoe Saldaña, la típica y hermosa mujer que se enamorará del galán del grupo, aunque ese amor nunca llegue a concretarse. Al terminar la película uno intentará buscar alguna coherencia entre el título y lo que vio, coherencia que tiene más que ver con quienes fueron incapaces de contar una historia más original que la que se refiere a las habilidades de los personajes representados. Para ver un sábado a la noche después de todos los planes se vinieron a pique y ya no queda más nada que hacer, salvo sentir que uno no es un perdedor.
Alta Suciedad Tras el éxito de La teta asustada (Claudia Llosa, 2009) el cine peruano parece revelarse al mundo entero, o al menos hacerse un poquito más conocido. Si bien es muy poco lo que puede verse por estos lados de tan vasta cinematografía, Dioses (2008), de Josué Méndez, confirma la teoría de que hay un cine más allá Hollywood, y que está en Latinoamérica. Una familia disfuncional de las altas esferas sociales peruanas compuesta por un adolescente enamorado de su hermana, otra que vive en el libertinaje y la promiscuidad, un padre con una novia mucho más joven que él y una mujer de clase social baja cuyo objetivo es ser de la alta sin importarle nada, conforman un universo que sirve como espejo de una sociedad en crisis. Lo peor de la alta sociedad peruana es reflejado sin ningún tipo de pudor y con una mirada adulta por Josué Méndez a través de una historia compleja que evita la moralina. Los personajes de Dioses se presentan tal como son sin ningún tipo de juzgamientos. La forma de actuar consciente –los adultos- o inconsciente –los jóvenes- los llevarán hacia consecuencias irreparables que serán vivenciadas como simples actos naturales. Aquí cada uno será su propio Dios y, a pesar de que todos sabrán la verdadjugarán a no saberla para mantener la pertenencia a mundo hipócrita y de conveniencias. El erotismo estará presente durante toda la historia, pero sin transformarse en un film erótico. El joven realizador eligió contar los sucesos desde una perspectiva en la que se juega más con la insinuación que con lo explícito, como lo hace el personaje de Elisa (Maricielo Effio), con las palabras que utiliza Agustín (Edgar Saba) o los juegos de Diego (Sergio Gjurinovic) y su hermana Andrea (Anahí de Cárdenas). Todos tratados sutílmente o fuera de cuadro, donde los rostros sumamente expresivos hablan por sí mismos. Con un estilo narrativo moderno que remite claras influencias del Nuevo Cine Argentino, el film presenta una estructura clásica en su construcción: una historia con principio, desarrollo y final, cualidad que lo vuelve atractivo y personal. Resultaría imposible no compararlo con Géminis (2005), de Albertina Carri, o La ciénaga (2001) de Lucrecia Martel, por la temática tratada, pero que a la vez logra desprenderse de sus predecesoras con identidad propia. Si Dioses no hubiera sido una coproducción con Argentina, tal vez nunca hubiéramos llegado a enterarnos de su existencia, como pasa con una gran cantidad de películas latinoamericanas que a pesar de tener un amplio recorrido internacional no llegan a ser estrenadas comercialmente – más allá de algún festival- en nuestro país. Por eso es la oportunidad de poder ver un cine que no vemos, y no porque no queramos sino porque no nos dejan.
Simple fresco sobre la hipocresía argentina Plasmar en una sola película de menos de dos horas de duración la rica historia del muralista David Siqueiros y su relación con Natalio Botana saliendo airoso es casi imposible. No por la falta de capacidad de quien emprenda proyecto de tal magnitud, sino por la cantidad de historias que se derivan de un conflicto del que participaron notables figuras del siglo XX y que debido a su riqueza pueden hacerlo desbarrancar para convertirlo en un pastiche. Aunque debemos aclarar que este no es el caso de El mural (2010) y que más allá del clasicismo que atraviesa el relato, Héctor Olivera (La noche de los lápices, 1986) sale airoso de tamaña hazaña. En plenos años 30 Natalio Botana, dueño del influyente diario Crítica de Argentina contrata al mexicano David Siqueiros para que pinte un mural en el sótano de su casa. En el medio de este hecho habrá traiciones, infidelidades, muertes, mentiras, corrupción, derrocamientos políticos y todo lo que a uno se le pueda ocurrir y más. ¿Cómo narrar una historia tan rica en sus personajes sin convertir todo en una ensalada inentendible? ¿Y cómo lograrlo si tenemos en la historia a Siqueiros, Botana, Pablo Neruda, Victoria Ocampo, Antonio Berni, Spilimbergo, etc. y etc.? La respuesta es simple y sencilla: no salirse de los protagonistas haciendo que el resto acompañe el relato sin darle una impronta innecesaria, por más que uno crea lo contario y por momentos piense que no están desarrollados como se merecen. Por eso El mural articula el relato entre Siqueiros y Botana, mientras el resto acompaña en la dosis justa. Entre tanta historia el film pone al desnudo lo peor de la sociedad de aquella época de la misma forma que Plegarias Atendidas de Truman Capote lo hacía con la alta sociedad neoyorkina. Un grupo de personas sin ningún tipo de escrúpulos no escatimarán en limitaciones a la hora de la traición. Esos personajes, tan ricos por si solos, son uno de los puntos más fuertes de El Mural. Tanto Luis Machín (Botana), como el mexicano Bruno Bichir (Siqueiros) y Carla Peterson como Blanca Luz salen airosos, creando y no caricaturizando o imitando a los reales, como sucede en lamayoría de las bipic cinematográficas. Aunque sin duda, y una vez más, es Ana Celentano la que vuelve a sorprender con una construcción antológica que derrapa todos los matices que un actor puede brindar. Pero ese mundo de hipócritas que solo abarca a un grupo de personas, tal vez las más notables una época, sirve para reflejar un momento sociopolítico que se mantuvo vivo en nuestra historia. En uno de los fragmentos del film -que Olivera resuelve elípticamente de manera correcta - se pone al descubierto como Crítica tapó el asesinato de un senador con la muerte de Gardel (no es que Botana mandó a matar al “Zorzal Criollo” sino como se manipuló todo para que un caso tomara mayor relevancia que otro), algo que hoy en día es moneda corriente, no solo en Argentina sino en todo el mundo. Plásticamente se recurrió a grandes creadores para lograr una notable reconstrucción de época que no escatima en planos generales con cientos de extras, locaciones reales, y una cantidad incontable de trajes acompañados por la fotografía de Félix Monti que le otorgo un color añejado pero a la vez con la luminosidad que el film necesita. A pesar de lo mucho que había por abarcar y de lo ambicioso del proyecto, El mural no se descarriló y contó una historia concisa, narrativa y clásica. Si usted buscaba eso, dio con la película correcta caso contrario vaya a ver Nuevo Cine Argentino.
Cine vs Cines En Argentina, como en gran parte del mundo, los cines de barrio fueron desapareciendo absorbidos por templos evangélicos o centros comerciales. Las cadenas o multipantallas coparon el mercado cinematográfico y hoy queda menos del 10% de las salas con que el país contaba 30 años atrás. Cine, Dioses y Billetes (2009) habla de eso, de cómo los cines fueron muriendo y hoy nos tenemos que resignar a verlos convertidos en algo para lo que no se hicieron o simplemente ya no están. Con testimonios de trabajadores de los cines como Damiano Berlingieri, José Olguín, Pedro Strelec, Oscar Usi y Noelio Corneli, el realizador, Lucas Brunetto va armando un collage sobre como todo se fue transformando hasta llegar a la casi inexistencia del cine de barrio y de cómo los complejos inundaron el mercado. Con una estructura clásica, pero sin caer en la típica voz off/over, el documental se va construyendo a partir de alegatos e imágenes que actúan en contraposición, mostrándonos un pasado grandilocuente con un presente despojado. Imágenes de cines repletos, en dónde solamente se permitía el ingreso de personas con traje y sombrero se confronta con las imágenes del mismo cine, ya inexistente o convertido en una galería de productos falsificados. El documental de Brunetto que centra la historia en el partido de Avellaneda (Pcia. de Buenos Aires- Argentina) traza de manera inconsciente un paralelismo con la decadencia de la industria cinematográfica y como el público fue mutando hacia otro tipo de consumos. La compra de películas pirateadas o la desacarga on line, podría decirse que ayudaron a la muerte de los cines. Si bien Cine, Dioses y Billetes podría considerarse una película para cinéfilos, resulta interesante para todo tipo de público por lo que muestra y como lo muestra, haciendo del mismo un tema universal que actúa como un reflejo de los cambios sociales que ha sufrido el mundo a raíz de la globalización. Una película que interesa más allá del amor al cine que uno pueda tener.
Verdad / Consecuencia El cine aparte de ser industria y entretenimiento, también debe tener una función social y Eva & Lola (2010) la tiene. La nueva película de Sabrina Farji (Cuando ella saltó, 2007) cuenta una historia que puede servir a que muchos jóvenes, expropiados de niños, por la última dictadura puedan encontrarse con su verdadera identidad. Y eso ya es un logro. Lola (Emme) y Eva (Celeste Cid) son amigas de toda una vida. Eva es hija de desaparecidos y fue criada por su tío (Willy Lemos). Los padres de Lola son militares y le ocultaron su propia identidad. Eva descubrirá la mentira y hará lo imposible para que Lola acepte la verdad. Para narrar esta historia Sabrina Farji eligió contarla con una estructura narrativa más lineal que lo que había demostrado en sus anteriores trabajos, a pesar de imprimirle ciertos toques estéticos que definen su identidad como cineasta. El film cuenta una historia trágica pero corriéndose del lugar solemne en el que podría haber caído y nutriéndose de elementos que le imprimen frescura. Los colores, la ropa, la música, el montaje fragmentado o las historias paralelas que nada tienen que ver con el conflicto pero que hacen a la vida misma de los protagonistas, logran un film comprometido y entretenido a la vez. Que a Celeste Cid la cámara la ama no es ninguna novedad. Dueña de una fotogenia increíble la joven actriz demuestra cómo es ponerse una película al hombro y sostener una historia de principio a fin con una actuación cargada de carisma. Su Eva es tan increíblemente bella como natural, cada aparición en cuadro, cada parlamento, cada instante en el que está se convierte en un momento memorable capaz de transformar lo más trivial en sublime. Celeste Cid demuestra que además de ser bella es una gran actriz y que con solo su presencia la magia del cine pasa a ser real. Junto a la extraordinaria actuación de Celeste Cid se destaca un elenco conformado por Emme (El Niño Pez, 2009), Juan Minujín (Cordero de Dios, 2008), los siempre correctos Alejandro Awada y Claudia Lapacó junto a Victoria Carreras en un personaje que el cine le debía. Uno de los puntos fuertes del film es el de la dirección actoral que pone a cada personaje en el lugar correcto sin sobreactuaciones ni clichés, cuando todo podría haberse dado para que así sucediera, la maestría de Farji supo poner los límites necesarios justo a tiempo. Eva & Lola pone sobre el centro de la escena a la Identidad, pero no solo de los que la perdieron o a los que se les ocultó sino la de la identidad en toda su extensión, abarcando desde el quiénes somos como personas, como familia, como institución y como país. Identidad que estaría bueno recuperar de la misma manera que las abuelas puedan recuperar a sus nietos y esos nietos puedan saber quiénes son, para así entendernos a nosotros como nación. Hace años en Argentina hubo un ciclo llamado Teatro por la Identidad, más tarde nació Televisión por la Identidad y ahora llego el turno de Cine por la Identidad, una apuesta que movilizará nuestro interior, mostrándonos una verdad a pesar de las consecuencias. Vale la pena.
(Anti) Cárceles Un grupo de directores, motivados por la idea de realizar un taller de cine en las cárceles e incentivados por su vocación social, ingresan al penal de menores Almafuerte, ubicado en la ciudad de La Plata (Buenos Aires-Argentina). A partir de esa experiencia en conjunto con los detenidos nace El Almafuerte (2009), un documental que retrata las experiencias vividas en ese ámbito sin dejar de lado las expectativas de cada uno de los involucrados al recuperar la libertad. El Almafuerte es un penal de máxima seguridad para menores que han cometido delitos graves y, a su vez, intenta reinsertar a los jóvenes socialmente una vez que hayan cumplido su condena. El taller de cine que dictaron Juan Andrés Martinéz Cantó, Santiago Nacif Cabrera y Roberto Persano, y que desembocó en un documental, forma parte de un proyecto que nació de un grupo de ciudadanos y que las autoridades deberían imitar. El mayor logro de El Almafuerte es contraponerse tanto en la forma como en la estética a Cárceles (reality show emitido por el canal televisivo argentino Telefe). Mientras que en el segundo se monta un show mediático que convierte a los reclusos en meras y fugaces estrellas televisivas sin ofrecerle herramientas para salir adelante, en el primero se hace todo lo contrario. Los jóvenes que están alojados en el penal no son mostrados ni como “héroes” ni como “demonios” sino como personas conscientes que están en ese lugar para pagar una deuda social, y que encontrarán en el cine una vía de apoyo para poder superarse e incertarse en el sistema. Aunque queda en claro que para algunos recuperar la libertad es una cárcel peor que el encierro involuntario. La forma en que se decide mostrar la experiencia y el resultado final del taller es lo más destacado, dentro de un film que mezcla el making off con las conclusiones de lo realizado por los propios chicos. Una idea interesante es la de no contar por qué cada uno entró a ese lugar, no se da otra información más que sus nombres de pila, no sabremos qué hicieron o por qué cayeron. Tampoco los veremos con sus familias, ni qué hacen cuando no están en el taller, salvo algún caso aislado y que puede resultar innecesario. Un ejemplo es la escena de la escuela o cuando uno de los chicos va a su casa. Escenas que no restan pero que tampoco suman demasiado, y que pueden ser tomadas como golpes bajos que buscan cierta manipulación en el espectador. Estéticamente se utiliza una imagen cruda y sin filtros que se asemeja a la del formato televisivo sin editar, elemento plástico que lo vuelve más naturalista. Es un acierto, por parte del terceto de directores, no utilizar la estética típica del videoclip ni de virar la imagen hacia la saturación del color embelleciendo todo para convertirlo en un espectáculo donde se perdería la esencia de la historia. El Almafuerte es una experiencia única y valedera que debe ser tenida en cuenta como método educativo y de reinserción social, no sólo para cárceles sino también a utilizar en diversos extractos sociales y educativos. Además el resultado final valió la pena y cinematográficamente es lo valedero. Un film necesario que ayuda a entender por qué estamos como estamos y hacia dónde vamos si no cambiamos las cosas.
Autitos chocadores o de cómo filmar la corrupción Argentina Pablo Trapero (Nacido y criado, 2006) vuelve al cine con esa forma personal y única que tiene para retratar historias y personajes tan frecuentes como inescrupulosos. Tal vez sea el único director capaz de convertir lo simple y trivial en una historia asombrosa, donde su mayor virtud sea la de mostrar la realidad desde la cotidianidad de sus personajes. Carancho (2010) así lo demuestra. Sosa (Ricardo Darín) es un abogado que ha perdido su matrícula y que vive gracias a su participación dentro de una asociación ilícita que regentea personas que provocan accidentes automovilísticos para así estafar a las aseguradoras. Luján (Martina Gusmán) es médica de un hospital ubicado en algún lugar del Gran Buenos Aires. Sosa y Luján cruzarán sus destinos, vivirán una lujuriosa historia de amor mientras involucrados en un mafioso caso policial intentaran huir del destino (escrito con sangre). Si uno debe buscar a cuál de las obras de Pablo Trapero más se asemeja Carancho, sin duda la elegida sería El bonaerense (2002) y esta elección no es azarosa sino que se desprende de una serie de elementos que unirán ambas películas en un díptico análogo, pero del que cada una tomará identidad propia. En ambas películas está presente lo corrupto, mientras que en El bonaerense “El Zapa”ingresaba a la policía y desde ahí se mostraba como la misma actuaba formando parte de un aparato putrefacto, en Carancho es Sosa quien va a demostrar la peor faceta de la abogacía y como hacer de la ilegalidad algo corriente. Los elementos de unión entre ambas obras irían desde las locaciones naturales (una y otra se desarrollan en una zona suburbana del gran Buenos Aires) hasta la tensión permanente en la que viven los protagonistas durante todo el proceso en el que transcurre la historia, y de cómo dicha tensión traspasa la pantalla. Mientras que en El bonaerense el personaje de Jorge Román debía luchar contra sus superiores, en Carancho Sosa deberá hacer lo mismo. En ambas películas ganan los que tienen el poder y la historia de amor es conducida por la mujer. Son las mujeres las que manejarán a los hombres como marionetas y ellos harán todo por y para ellas. Otro de los puntos en los que se asemejan son las escenas de sexo, Trapero es uno de los directores argentinos que mejor filma a dos personas en pleno acto sexual. Su forma de colocar la cámara en lugares que nunca entenderemos, de crear el clima adecuado aún sin la música ampulosa y de cargar la trama de erotismo, incluso donde no lo hay, lo hacen insuperable y particular. Las mismas escenas filmadas por otro hubieran sido chabacanas o tal vez carentes de sensualidad. Que Ricardo Darín es un gran actor y que en esta película pone el cuerpo y el alma no cabe la menor duda y que Martina Gusmán logra un personaje memorable que se contrapone a su anterior trabajo en Leonera (2008) colocándola en un lugar privilegiado dentro del cine argentino, tampoco. Aún ante la carencia de grandes parlamentos, solo desde la postura, la forma de mirar y los tics característicos de una médica del conurbano, hacen que Gusmán cree uno de los personajes más apáticos y queribles que haya dado el cine en mucho tiempo. Completan el elenco un grupo de actores, en su mayoría desconocidos, que aportan la credibilidad justa y necesaria, sin redundancias ni sobreactuaciones. Carancho no es la mejor película de Trapero pero tiene toda una serie de elementos que la convierten en una gran película. Si es cierto que a algunos directores uno les exige más que a otros y éste es uno de esos casos. Más allá de esa deformación profesional que tenemos los críticos, Carancho tiene lo que el cine tiene que tener: una historia atrapante, mucho suspenso, un gran director y dos actores que se comen la pantalla. El cine que la gente quiere ver.