Luego de una década dedicada al cine de animación, el otrora bienamado director de la trilogía “Volver al futuro”, retorna al cine de ficción con actores de carne y hueso. Convengamos que de aquella triada cinematográfica la única realmente valedera es la primera, realizada allá por el año 1985, las dos posteriores (1989 y 1990) están muy por debajo, y ello sólo se debió, en principio, a que el impacto de ideación se había acabado en la original. Luego vendría, tal como debe suceder en la gente que responde al cuerpo orgánico de la industria del cine de hollywood, específicamente al riñón de Steven Spielberg, la obtención de premios “Oscar” que Robert Zemeckis, de él estamos hablando, con ese pastiche recontra sobrevalorado que fue “Forrest Gump” (1994), toda una oda a la estupidez humana. Luego, como corresponde a todo cine hollywoodense que se precie de tal, se pudo sostener con otra película del montón en cuanto a estructura, búsqueda estética, transformaciones del lenguaje etc., pero que para llenar las arcas contaba entre sus bienes más preciados la actuación del gran actor Tom Hanks, quien se puso sobre sus hombros “Naufrago” (2000). En esta ocasión Robert Zemeckis vuelve a recurrir a un actor taquillero, muy bien secundado por otros actores, pero con un guión con muy poca autonomía de vuelo. El filme abre con una escena de sexo, drogas y rock and roll. Whip Whitaker (Denzel Washington) se da con lo que tiene a mano, marihuana, alcohol, cocaína, y lo comparte con Kathy Marquez (Nadine Velazquez), una latina que raja la tierra que, a la postre, sería una compañera de trabajo. No cualquier trabajo, Whip es un capitán piloto de aviación comercial. Para poder asumir sus responsabilidades y llevar a buen aeropuerto el avión llama a su mejor amigo Harling Mays (John Goodman), un personaje entre siniestro y jocoso, entre trágico y payasesco (lo mejor del filme) un dealer vestido con camisa hawaiana, colita, anteojos oscuros, para quien las autoridades están puestas sólo para ser degradadas.. Harling llega con la medicación salvadora, aquella que hará que el capitán recupere la compostura que debe tener un hombre que cargara con la responsabilidad de más de cien vidas a bordo del avión. Paralelamente conocemos a Nicole, (Kelly Reilly), una joven adicta, más cerca de un cementerio que de un centro de rehabilitación. Dos secuencias que nada tienen que ver en principio a una historia común, en segundo lugar a un espacio común, si podemos inferir a un tiempo contemporáneo. Así, dadas las cosas, comienza el día como cualquier otro, son un despegue complicado del que sale airoso el hasta ahora nuestro héroe. Decide dormir una siesta dejando todo en manos de su debutante copiloto, pero el avión falla, comienzan los problemas y todo se va para abajo. La nave esta descontrolada, el capitán se despierta y resuelve hacer una maniobra impensada para todos, y de esa manera salva a la mayoría de los pasajeros, sólo se deben lamentar 6 fallecidos, entre ellos se encuentra la buena de Kathy. Esta es la escena mejor rodada del filme, toda una lección de cómo mostrar respetando el género al que se adhiere, en este caso podría ser el famoso cine “catástrofe”, tan en boga en los ‘70, pero con una temporalidad narrativa más cercana al cine de acción, y salir airoso. El problema es que todo esto sucede, incluyendo la presentación de los personajes, en los primero 20 minutos. Allí se termina la vertiente acción/catástrofe/aventura para adentrarse en un meloso drama judicial cotidiano. En el hospital, mientras se recupera de sus heridas, conoce a Nicole, que llego con las dos piernas hacia delante por sobredosis de heroína, pero pudo ser rescatada. El encuentro se produce en las escaleras de incendio del hospital, donde los internos van a fumar, cigarrillos. Las imágenes captadas por aficionados de las maniobras durante el vuelo realizadas por el comandante lo instalan como el héroe del momento, nada importa más que el haber salvado vidas. Pero ante la duda la compañía tomo muestras de sangre de toda la tripulación, entonces comienza el vía crucis de nuestro héroe alcohólico, drogadicto, cuyo pecado más inocuo es la soberbia, que se debate entre la caída más estrepitosa, que incluiría la cárcel, y la posibilidad de redención, que le plantea Nicole. El filme entra en una meseta narrativa donde todo, o casi todo, es previsible, por ende aburrido. Se suma la aparición de Hugh Lang (Don Cheadle), un abogado traído por su amigo del sindicato, Charlie Anderson (Bruce Greenwood), para aliviar las consecuencias de los desbordes del piloto. El gran Denzel Washington hace maravillas para que su personaje sea creíble, querible y odiado, todo al mismo tiempo, pero como su desarrollo tiene una resolución no trabajada, no justificada, todo lo que hizo el actor no sirve, se desbarranca. Lo mismo ocurre con los restantes intérpretes ya nombrados. Lastima que el gran John Goodman aparezca sólo dos veces en toda la narración. En cuanto a los rubros técnicos, todos de impecable factura, es verdad, pero todos en función del producto como tal. Se destaca el diseño de montaje, sobre todo el de sonido y la banda musical Demasiado poco como para justificar las más de dos horas de proyección.
Nadie que vaya a ver este filme saldrá decepcionado por varias razones. La gente que concurra al cine y elije ver esta producción sabe de antemano que es lo que va a encontrar La razón está en la iconografía puesta en la publicidad grafica, los carteles, el uso de los colores y la tipografía del mismo, las imágenes que muestran. ¡Ah!, me olvidaba, su protagonista es Arnold Schwarzenegger.. Actor austriaco que supo hacerse creíble en sus personajes a base de dos modalidades de películas. Por un lado, su ingreso en la industria del cine de Hollywood de la mano de personajes constituidos como héroes de acción, desde “Connan, el Bárbaro” (1982), su primero protagónico, hasta “Terminator 3” (2003), pasando por comedias familiares donde su propia imagen icónica era burlada, tal el caso de “Gemelos” (1989) o “Junior” (1994), como en las ultimas realizaciones en la que participo, “Los Indestructibles” 1 y 2 (2010 y 2012 respectivamente), aún cuando en la primera aparece casi como un cameo, y no figura en los créditos por estar cumpliendo las funciones de Gobernador de California, pero sí en la segunda, en la que se agrega con tono sarcástico que el paso inexorable del tiempo también hace estragos en los héroes. En esta producción, ya desde el titulo, increíblemente el elegido para su estreno local, respeta en su traducción al original, “The last stand”. “El último desafío” del sheriff Owens (Arnold) se presenta cuando decide dejar su puesto como policía en Los Ángeles, al haber fracasado en uno de sus casos y en los operativos resultó muerto su compañero. La frustración lo lleva a mudarse a un pequeño pueblo, Sommerton Junction, donde su día a día como sheriff transcurre mucho más tranquilo que en la gran ciudad. Sin embargo nuestro héroe, ya viejo y cansado, tendrá que afrontar nuevamente una operación que requerirá toda su destreza profesional, ya que a los buenos del FBI, comandados por John Bannister (Forest Withaker), se les ha escapado el más peligroso de los traficantes de drogas desde la muerte del colombiano Pablo Escobar, el heredero de ese poder, Gabriel Cortez (Eduardo Noriega). El Plan del malvado es pasar a Méjico por un pueblo de frontera en el que la barrera natural no puede ser sorteada, salvo que se posea un grupo de secuaces fieles, además de la tecnología y la destreza física adecuada. Para ello Owens conformará un grupo bastante heterodoxo, casi una selección del tipo de “Los 12 del patíbulo” (1967) o “Los sospechosos de siempre” (1995), claro que con grandes diferencias, no sólo por el objetivo, sino también por funcionalidad. Es un filme de acción pura, toda adrenalina, que se da un tiempo para trabajar algo de humor satirizando muy tibiamente las fuerzas del orden instituido en los EEUU. Todos los rubros técnicos son impecables, como mayormente sucede en este tipo de producciones. La banda de sonido donde la vedette es el montaje sonoro, la utilización de los movimientos de cámara en relación directa a las acciones que se muestran, la fotografía del orden de todo para ver. Ni ponernos a dilucidar las actuaciones y el desarrollo de los personajes, todo un catalogo de maniqueísmo ilustrado, los malos son malos por antonomasia y los buenos lo son por definición, no tienen dobleces de ninguna índole. En Cuanto a los actores, la presencia de Harry Dean Stanton, en un papel muy pequeño, o el sueco Peter Stormare, que se hiciera conocido para el público como el asesino silencioso de “Fargo” (1996), filme ganador de un “Oscar” por los hermanos Coen, o el brasilero Rodrigo Santoro, incrementan el valor agregado a esta realización, sabiendo de antemano que en este género no hay posibilidades de lucimiento ni de creación profunda de los personajes, por lo que implica la necesidad de un montaje a puro corte y pegado, con imágenes muy cortas temporalmente. No es el ultimo de Arnold, pero si el primero que el director sur coreano Jee Woon Kim realiza en la meca del cine, por lo visto cumpliendo únicamente funciones de director técnico, pues de autoría nada. Lo que va a buscar, lo obtendrá.
Esta película no aburre, con cien por cien de certeza puedo asegurar que nadie se va a quedar dormido en el cine, a menos que por razones personales le suceda. Dicho esto, el filme abre con la leyenda “basado en hechos reales”, y como si esto fuese un axioma cada vez que aparece hay que saber que no es creíble. En este caso sólo la existencia de Mickey Cohen (Sean Penn) es verdadera, el resto es una construcción literaria sobre un momento de la vida en la ciudad de Los Ángeles. Digamos que tomando en cuenta los personajes se podría decir que estamos ante una remake, con otro nombre, de “Los Intocables” (1987), la genial película de Brian de Palma. Dicho esto, pues tanto las fuerzas antagónicas, conformadas ya sea como grupos o como personajes principales de manera individual, van cumpliendo iguales performances, repiten lo constituido en el filme de De Palma. Alli era Al Capone / Elliot Ness. Acá hay un jefe mafioso que domina la ciudad bajo el terror, Mickey Cohen, al que se le enfrentará el sargento John O´Mara (Josh Brolin) quien por encargo del jefe de policía Parker (Nick Nolte) conforma un grupo que no se regirá por dentro de los cánones de la ley para combatir a la mafia. ¿No le resulta conocido? Pero la producción tiene sus valores propios y sus hallazgos. Es un típico filme “noir”, o de policías, o de gangster, o como más se lo conoce desde la traducción como cine “negro”, ya que tiene todos los elementos pertenecientes al género. Pero incurre en la superposición de géneros, por momentos es muy identificable la iconografía del western, en escenas dentro de un casino clandestino, los caballos para la huida, el típico calabozo, y el uso de los distintos tipos de sombreros de los personajes, lo que no va en detrimento del producto en forma directa. Sólo que el amontonamiento de distintos tipos de representación dan cuenta que lo que más endeble de la producción es el guión. Pues no sólo el western se hace presente, algunos personajes parecen salidos de tiras cómicas, o simplemente desde su presentación e imagen extraídos de realizaciones como la de Warren Beaty “Dick Tracy” (1990), principalmente Mickey Cohen, al que no hay que echarle la culpa al gran Sean Penn, es toda una elección del responsable del filme. Los hallazgos están en el orden del diseño de producción, esencialmente en el diseño de arte, por cuanto la reconstrucción de época es impecable, tanto en el orden de la escenografía como del vestuario. Lo mismo ocurre con la banda de sonido, en donde el montaje tiene una función de verosímil increíble, y la música esta puesta por destino en ser sostenimiento y creación de climas. La fotografía es el punto más alto de rendimiento, el manejo de la luz, la iluminación sobre los rostros y los claroscuros se llevan la mejor parte, no el uso estilizado de algunos recursos técnicos como determinados movimientos de cámara, el empleo del raleti de algunas acciones puestas en función simple de transitar sobre la violencia excitante y glamorosa. En cuanto el rubro actuaciones a los ya nombrados, destacándose Josh Brolin, hay que agregarles toda una selección de actores que realizan una muy buena performance, comenzando por Ryan Gosling, Robert Patrick, Giovanni Ribissi y culminando por agradecer la inclusión de Emma Stone como Grace Faraday, la mujer de Cohen y amante del sargento Jerry Wooters, interpretado por Gosling. Resumiendo: mucha acción, violencia casi legitimada, montaje por momentos vertiginoso, ritmo acelerado que no decae, lo va a entretener, no se va a dormir, de ahí a que sea una gran película hay un trecho.
Esteticismo frívolo, vacío, esta extraordinaria aventura visual termina por ser sólo eso, lo que propone el taiwanés Ang Lee, a mi entender extremadamente sobre valorado, no determina que sea un mal director. Pero que el bueno de Lee recurra otra vez a imágenes bellas, muy bien fotografiadas, para decir poco y nada, no se posiciona como el problema principal. Lo que más deterioro produce es que todo lo que vemos y nos cuentan, además del cómo y por qué, es extraordinariamente increíble, o sea no creíble, como para definir un poco los primeros conceptos. Casi todo el cuento está constituido por un gran flashback narrado por el protagonista de lo que sería su propia historia Pi Patel le cuenta su vida a un escritor ávido de nuevas historias, si son reales mejor. Toda la primera parte del filme, y si lo dividimos en tres sería algo así como un poco más de cuarenta minutos, está al servicio de presentarnos la infancia y la juventud de nuestro héroe dentro del zoológico del padre en su India natal. La utilización del 3 D, la vedette visual del momento, que nada le agrega a lo cinematográfico, salvo raras excepciones como “La cueva de los sueños olvidados” (2010) de Werner Herzog, o “Pina” (2011) de Wim Wenders, entre otras pocas, digo que la utilización de ese efecto en este primer tercio de texto, para llamarlo de alguna manera, se cierne sólo para sobredimensionar al protagonista principal del filme, léase el tigre, y sus compañeros de desgracia, el resto de los animales, en comparación directa con el joven humano, luego compañero de la desgraciada aventura. “Perdón hermano mío si te digo que ganas de escribirte no he tenido, no sé si es el encierro, no sé si es la comida o el tiempo que ya llevo en esta vida. Lo cierto es que el zoológico deprime y el mal no se redime sin cariño, si no es por esos niños que acercan su alegría sería más amargo todavía…..” ¡Gracias Chico Novarro! Aunque sea un león no deja de ser un felino el protagonista principal, tal como se desprende de los avances publicitarios de éste filme. Volviendo a la historia que nos convoca. El relato continúa cuando el joven Pi se embarca con toda su familia rumbo a Gran Bretaña. Tormenta, naufragio, y empieza el que se llamaría acontecimiento sorprendente. Pi Patel despierta en un bote, al que no recuerda cómo llegó, con la compañía de una cebra, una hiena, un orangután, y, claro, el tigre. A partir de aquí se transformará en una odisea cuyo eje principal debería ser la supervivencia, por un lado tratando de alimentarse con lo que pueda, por otro evitando que el tigre lo use de almuerzo, cena o desayuno. Para este fin descubre que podría tratar de amaestrarlo. Todo un genio, mire. Ang Lee, como en casi toda sus producciones, apuesta a lo estético y pierde de vista como ir desarrollando las acciones, hacerlas verosímiles. Al rato de ya estar ubicados en el bote todo lo que sucede, con pequeñas variaciones, es reiterativo, aburrido, no genera ningún tipo de tensión ni entre los habitantes del bote, ni del bote con la inmensidad del océano. Por momentos intenta hacer foco en puntos intimistas del joven, pero falla, no puede lograrlo, se pierde en nimiedades, sueños inconexos que nada justifican, etc. Les recomendaría que vean alguna obra de Carlos Sorin, como “Historias mínimas” (2002, o la más reciente “Días de pesca” (2011), para que vean como se puede lograr ese efecto narrativo. Ha todo esto hay que agregar que el actor no ayuda demasiado, el tigre esta demasiado digitalizado, y, para colmo, todo es extremadamente previsible. Pero no contento con ello la forma y el resultado de la utilización del 3 D propicia una visión irreal, fantasiosa, de un mundo real como el marino. Un marroquinero, valga la metáfora, diría que es todo plástico, ni siquiera símil cuero. Todo esta apoyado en que lo digital subyugue al espectador y lo único que logra es saturarlo. Producción pretenciosa, pomposa, pedante, que no sólo “naufraga” mucho más que el de Robert Zemeckis, sino que se hunde irremediablemente. Si quiere puede leer la clásica novela inglesa de aventuras para niños de Daniel Defoe, allí Robinson tenía a Viernes, y Chuck Nolan a “Wilson”, cualquiera de estas opciones es creíble. La duración real del la proyección es de 125 minutos, pero la sensación que produce es de mucho más que dos horas. ¡Aguante Tom Kanks!
Esta realización se encuadra desde todo punto de vista en el genero de los filmes de acción, por lo que uno esperar algo diferente, que sorprenda, en cuanto a estructura narrativa, movimientos de cámara, selección de planos y hasta en el diseño de arte, pero se vera decepcionado. Pero como se descuenta que el público que concurrirá a verlo es aquel al que va dirigido, es noble decir que encontrarán algo más de lo que van ir a buscar. Sobre todo por algunos personajes, principalmente la división del antagonista de nuestro héroe, por un lado el que es construido desde las acciones, el ejecutor de la maldad, y la frutilla del postre, el antagonista intelectual, el cerebro de la banda, al que llaman The Zec (Werner Herzog). La historia comienza con una pequeña trampa que pasa casi desapercibida. Luego de algunos planos de ubicación espacial de la trama presenta, con el uso de planos detalles, cercenando el cuerpo del sujeto que enseguida sabremos que es un francotirador y lo veremos cometer cinco asesinatos al azar desde la planta alta de un estacionamiento publico. Entre todos esos detalles se desliza, muy rápidamente, una imagen que pasa casi desapercibida y que nos podría facilitar la identificación del asesino, tal como sucedía en “Pecados Capitales” (1995) de David Fincher, pero con otra finalidad. La del engaño bien instalado, y eso se celebra. La policía rápidamente descubre al asesino. Hay cámaras de video que identifican al vehiculo que utiliza y otros elementos que lo inculpan. Cuando éste es atrapado sólo escribe en un papel: “Atrapen a Jack Reacher”. Aquí se incorporará el primer interrogante, ¿Quién es este sujeto? Un ex policía militar, uno de los mejores investigadores del ejército que desapareció de la faz de la tierra sin dejar rastro, en suma, un fantasma. Jack Reacher (Tom Cruise) no puede ser encontrado. Él se presenta solo. Así constituyen muy rápidamente alguna de las características más importante de éste personaje. Luego de estos 15 minutos de proyección lo que sostienen a la realización son los personajes y sus interrelaciones, principalmente el que construyen la abogada defensora del inculpado, Helen (Rosamund Pike), y Jack. Posiblemente lo mejor del guión está dado en que no cae en el patrioterismo fácil, en respuestas plagadas de humor cínico y algunos giros del relato. Esos giros son necesarios para sostener la trama principal, ya que las subtramas no se constituyen como historias paralelas independientes, sino que están al servicio de la que genera las acciones, entre ellas la que forjan otra vez la bella y muy buena actriz Rosamund Pike, la abogada, con Rodin (Richard Jenkins) el fiscal de distrito, su padre, al que la estructura judicial los enfrenta. Si bien no parece que haya demasiada química “erótica” entre Jack y Helen, tampoco se intuye que esa sea la intención del director, la actriz aporta lo necesario para que el texto nos siga confundiendo y el juego de anticipación quede sólo construido por el espectador. El guionista y director Christopher McQuarrie, el mismo que escribiera “Los sospechosos de siempre” (1995), tiene el buen tino de sostener hasta el final la aparición de Cash (Robert Duvall), como un aliado casi involuntario del bueno de Jack, al tiempo que también sobre el final hace un despliegue de construcción y desarrollo del personaje The Zec, que significa “el prisionero”, un ruso con un pasado oscuro, un hombre duro y siniestro que hace recordar al “Kaiser Soce”. Por supuesto que no han de faltar las escenas de persecución, tiroteo, explosiones, pero no hay un gran despliegue visual innecesario, no hay demasiada cámara lenta que subraye la violencia ni la instale como excitante y glamorosa, y esto también es loable. El filme esta basado en una novela, “One Shot” del escritor británico Lee Child, y que forma parte de toda una saga que ya lleva 17 novelas, cuyo personaje principal es Jack, y que parece que el bueno de Tom adopto como propio. Si esto al menos produce que por un tiempo desaparezca Ethan Hunt, bienvenido sea.
Los hermanos Wachowski lo volvieron hacer, ahora acompañados por el director Tom Tykwer, el mismo de la sobrevalorada “Corre Lola, Corre” (1998). Convengamos que si bien “Corre Lola, Corre” no es un filme que aburra, tiene toda la impronta de un muy buen ejercicio de un estudiante de cine. Por otro lado al igual que con su trilogía “Matrix” (1999-2003), de la cual no soy demasiado reverente, para no decir nada devoto, nuevamente constituyeron una producción de corte netamente presuntuoso sin justificación alguna, por lo menos en cuanto a lo que quieren instalar desde su discurso pretendidamente filosófico. En aquella oportunidad tomaron a Platón y lo banalizaron al extremo. Sintéticamente, a grandes rasgos, corriendo el riesgo que esto supone, se puede decir que el estudio tratado por el gran filósofo griego da cuenta de dos entidades diferentes, pero no como vidas paralelas, sino como idea de representación y de la experiencia sensible. Todas las ideas son una mixtura de dos principios: El principio que da forma, establece y demarca, y la Díada, o principio de multiplicidad ilimitada, que sirve como materia inteligible, relacionado al conocimiento. “Matrix” no era filosofía barata, sino algo mucho peor, filosofía bastardeada. “Cloud Atlas: La red invisible””, al que se lo puede definir como un filme de montaje, narra seis historias en forma paralela, con un despliegue inusual de virtuosismo visual, hueco, como se dice “pour la galerie”. Después explico. Estas historias están enlazadas en distintas espacialidades y temporalidades, desde el tema de la esclavitud en el siglo XIX, pasando por posible futuro post apocalíptico, que se desarrolla en una posible futura ciudad de Seúl y terminar alrededor del año 2500 con la vida después de la vida, con algunos sobrevivientes, que también podría ser entendido de la continuidad de la vida humana en otro planeta. Así de confuso todo. Sin dejar de lado historias más cercanas a la posibilidad de identificación y/o proyección por parte de los espectadores actuales, con historias de amor prohibido en los años ‘30 del siglo XX, por ser un amor homosexual, o la lucha por la verdad de una periodista en la década del ‘70 del mismo siglo. La primera hora del filme es un canto al desentendimiento, y no sólo eso, la repetición de los actores personificando distintos papeles, según las épocas, hecho que recién empieza a aclararse un poco, no demasiado, en el tercer tercio de la narración, cuya extensión es de casi 3 horas, aunque la sensación culinaria (explicación necesaria: esa que hace que uno empiece a moverse en la butaca tratando de acomodarse para que todo siga en su lugar una vez terminado el filme, hecho que ocurre cuando el tiempo parece detenido en la pantalla), sea mucho mayor. En cuanto a los rubros técnicos, lo dicho anteriormente, la vedette es el montaje, pero también tiene muy buenos logros en la dirección de arte, la fotografía, el diseño de sonido, en tanto el maquillaje está un escalón más abajo. De lo más flojo, no lo peor, aunque cueste creerlo, esta en la dirección de actores, a saber, grandes actores como Tom Hanks, Jim Broadbent, Hugo Heaving, Halle Berry, Susan Sarandon, Hugh Grant, tienen sobre sus espaldas un mínimo cinco personajes diferentes, y las respectivas performances son muy desiguales en cuanto a su credibilidad, más allá del maquillaje. Pero el premio mayor es el guión, basado en un best seller de David Mitchell de principios del siglo XXI. No leí la novela, pero según dicen el proyecto de traslación a lo audiovisual era muy arriesgado, a punto tal que ninguna productora hollywoodense se quiso acaparar el proyecto, por no creerlo económicamente viable, y menos redituable, lo que determino que acabe siendo una de las producciones independientes más cara de la historia del cine. Un profesor de filosofía, también psicoanalista, al que daba placer escuchar, dijo que lo peor es ser lector de contratapa, ya que la misma da una idea cercenada del libro y puede llevar a lecturas equivocadas. Esto parece ser lo que sucede con los benditos hermanos nacidos en Chicago, (espero que no pertenezcan a la mafia), es que toman temas de profundidad filosófica, desarrollado por grandes pensadores, y lo pulverizan. En este caso uno puede vislumbrar la intención de mal apropiarse de la dialéctica hegeliana. El filme se promociona como que toda vida no importa donde y cuando esta conectada con otras vidas, todos influyen en todos, el devenir constante, “Todo está conectado”, esa es la red invisible. ¡BAH! Aclaremos. Todo el transcurrir histórico humano conforma una cadena sin fin, el “espíritu absoluto”, esta es la base de la dialéctica hegeliana, esto es lo que Kant llamaría “la cosa en si” de Hegel. Sólo que propuesto como tesis, antitesis, y síntesis de los procesos de la humanidad. Esto quiere significar, de muy mal modo, y poco entendible, el inmoderado filme de este trío bastante advenedizo. Pero la banalización no se queda ahí. Ya se dijo que los actores componen personajes diferentes, según de que relato se trate, y esto igualmente se constituye en otra lectura apresurada de otro gran pensador como Karl Marx, que proponía una espiralada dialéctica de la historia en la que daba cuenta que a través de la historia se van repitiendo los personajes, pero no las personas. La historia de la humanidad no puede ser pensada como circular, sino espiralada, como lo demostrara casi un siglo después, pero a nivel individual psicológico, el argentino Enrique Pichon Riviere. Reconozco, y agradezco a los filósofos del cine, entre muchos Ingmar Bergman, Akira Kurosawa, Michelangelo Antonioni, y más cercano en el tiempo Terrence Mallik, ejemplo de pensadores que utilizan el lenguaje audiovisual para decir. A mi parecer, los responsables de esta”red invisible” produjeron pochocho envuelto en papiro egipcio, ni siquiera griego.
Hay algo, mucho, del orden de lo ignominioso en el texto fílmico que queda flotando en el aire durante la proyección del filme, y también una vez terminado. Lo primero que desplaza del lugar de la condescendencia es la manipulación del espectador. Al principio nos informan que basada en hechos reales, esta historia que “cambio la vida de mucha gente” (murieron cerca de 250.000 personas). Se centra en una familia tratando de implantarla como símbolo de una tragedia mayor, terminando como un drama que sólo parece circunscribirse a esa familia, con pequeñas excepciones. Ya desde el título y la presentación de la familia conformada por María (Naomi Wats), Henry (Ewan McGregor) y sus tres hijos, Lucas (Tom Holand), Thomas (Samuel Joslin) y Simon (Oaklee Pendergast), hecha por tierra cualquier tipo de suspicacia o de incertidumbre sobre la suerte de todos ellos. Ya se sabe que todos sus miembros sobrevivieron, cumpliendo con los cánones morales de la factoría, sobre todo hollywoodense, en este tipo de producto. Tal como símbolo, o icono del drama, olvidándose casi sin referencia de los mayores afectados por el desastre natural que, como siempre sucede, también en estos casos, los más damnificadas son las personas de menores recursos, los aldeanos, a los que casi no se los nombra. Pues convengamos que el tsunami no se circunscribió sólo al espacio físico turístico de las costas de Tailandia. Entonces este drama épico se transforma, en realidad se cierra, como una gran epopeya, la de esta familia que tras vivir una situación casi del orden de lo inenarrable, inexplicable, sólo se puede decir luego de experimentar y/o sufrirla. Aqui puesto con intenciones claramente comerciales. Por lo que nos topamos de frente con la segunda parte de la promulgación de la afrenta, más que nada casi por omisión. Durante todo el filme los únicos que están en situación de drama, rayana en la tragedia, en la búsqueda de sus seres queridos, y parecen ser los únicos que la sufrieron, son en su mayoría europeos blancos, no todos rubios, como esta familia, por supuesto, pero blancos, suecos, italoyankees, etc. Una vez producido el fenomenal terremoto marítimo, con escenas muy bien filmadas, por supuesto, con gran esteticismo realista, nos encontramos con María, la más perjudicada por la violencia de los hechos, y su hijo mayor Lucas. Ella, medica de profesión, tendrá la fuerza tanto física, como intelectual y moral, de poder educar a Lucas, de mostrarle que aún en los peores momentos no se puede imponerse el egoísmo, que el altruismo y la nobleza bien entendida empieza por casa y se difunde demasiado bueno para ser real. A la postre, Lucas será el único que a través del transcurso del tiempo narrativo va mostrando pequeños cambios, creíbles, sobre todo por la muy buena actuación del joven actor debutante. Todos los actos que ambos realizan para sobrevivir recién a mitad de la película, exactamente al minuto 55, volvemos a tener contacto con el resto de la familia, enterándonos que todos están vivos. La tragedia queda de lado, ahora el drama (pequeña y sutil diferencia, ya articulada y explicada por los griegos hace más o menos 2500 años), se desarrolla en la posibilidad del reencuentro familiar. Tampoco hay suspenso aquí, sólo ver como lo resuelven. Es el punto más flojo del guión, ya que el alargamiento de las situaciones y el forzar el encuentro a que suceda en el ultimo minuto no genera más que dilación temporal del relato. Pero la frutilla del postre está en la última secuencia. Toda la familia, y sólo ella, es rescatada por ser socios de una compañía de seguro, que además puso sus dinerillos en la producción, en un avión vacío. ¿Alguien necesita que lo alcancemos a algún lugar? En síntesis, la estructura narrativa es clásica, sin demasiadas pretensiones, poseedora de muy buenos efectos especiales, sobre todo en la escena disparadora del cuento, sin necesidad de caer en golpes bajos, cosa que se agradece, y buenas actuaciones. No deja nada más.
Del filme con guión y realización del debutante Drew Goddard, con ese apellido, aunque le sobre una “D” en el medio, esperaba otra cosa. Qué inocente ¿no? Intenta romper con lo que se supone es dable de esperar en el género al que se inscribe, lográndolo apenas, y con gran esfuerzo como aporte por parte del espectador. Convengamos que la traducción correcta del título original “The Cabin In The Woods” sería “La cabaña en el Bosque”, y uno podría suponerla como una versión fílmica de la serie de TV de los ‘70 “Litlle House on the Prairie”, más conocida en Argentina como “La Familia Ingalls” Pero parece que el 2013 me agarro más ingenuo que “Heidi”, o que su abuelo, en mi caso en particular. La película esta estructurada en dos tramas que compiten entre ellas por querer terminar siendo la principal, desplazando a la otra a una posición más franca de subtrama. Si bien la última secuencia une los criterios y plantea una resolución de este conflicto interno del texto, la última imagen lo vuelve a dar por tierra. Ambas tramas, o ninguna de las dos, no van a pecar de original, por un lado el catalogo de lugares comunes cinematográficos de una, que se entrecruza con lo poco excepcional desde lo literario de la otra. Primera historia: Cinco típicos jóvenes de clase media yankee deciden ir a pasar un fin de semana a la cabaña del primo de uno de ellos, lejos de la mirada “moral” de la sociedad, ¿Acaso no la vio ya? Este grupo esta conformado por el bello Curt asumido por Chris Hemsworth, el único del grupo con algunas experiencias cinematográficas, pues todos los demás provienen de la TV yankee con muy poca o nula incursión en el cine. Junto a él encontramos a su novia Jules (Anna Hutchison) algo así como la rubia versión apta para casi todo publico de Nurse Lovelace, el personaje de “Garganta Profunda” (1972), puesta para, como siempre sucede, “Crimen y Castigo”. Con ellos están la bella, buena, inteligente y dolida Dana (Kristen Connolly), Holden (Jesse Willams), el candidato a reparar ese corazón roto, y el nerd que nunca falta, Marty (Franz Krnaz), ese que parece colgado de la palmera pero quien mejor registra la realidad que los circunda. A ellos les pasará todo lo que tiene que pasarle a un grupo de estas características en un filme encuadrado en el género del terror, empezando por el encuentro con un ser detestable, dueño de una estación de servicio, hasta transitar por caminos que no figuran en ningún mapa, ni pueden ser encontrados por ningún GPS. Ya instalados, por fin en la cabaña, serán victimas de todo tipo de engendros del mal habido y por haber, a la usanza del terror peor entendido, donde los sobresaltos estarán propiciados por las irrupciones sonoras en volumen exagerado y/o la poca visibilidad de algunos planos. Entonces, y sólo entonces, la primera secuencia del filme toma sentido, habiendo habido saltos espaciales entre la historia de los jóvenes en el bosque y la otra que transcurre en una especie de recinto científico, ante la primera imagen en las pantallas que posee ese “laboratorio”. Estamos en presencia de aquello que intenta hacer de diferente el responsable primero y último del filme, todos los jóvenes están siendo manipulados por otras personas a las que no ven ni conocen. También se los diferencia no por los grupos etarios a los que pertenecen, sino por la calidad de los actores. En este segundo grupo, los encargados del lugar son Sitterson (Richard Jenkins, reciente ganador del premio Oscar), Hadley (Bradley Whitford), y como la jefa suprema en una aparición muy pequeña, en un personaje llamado La directora, Sigourney Weaver. Los segundos manipulan a los primeros, ni siquiera como conejillos de indias, por simple posibilidad de hacerlo, hacen apuestas sobre el destino de los infortunados, para después cerrar de otra manera. Lo que parecía ser toda una licencia hacia el humor, como lo instalo en los años ‘90 “Scream” (1997), pero en este caso bastante fallido. Si ha eso le sumamos la mala utilización de la vertiente literaria lovercraftiana, donde el terror es instalado desde lo externo de los personajes, así aparecen monstruos, zombies, y todo tipo de banalidades a las que determinado publico es adepto y hacia quienes va dirigida esta producción.
Antes que el diablo sepa que estás muerto El gran director ruso que sorprendiera al espectador argentino con una maravilla de estética indiscutible en su “Madre e Hijo” (1997), para volver con otro estilo a asombrar con “El Arca Rusa” (2002), retoma la temática del poder en la que incursiono en otras producciones cerrando una tetralogía sobre la misma, sin dejar de lado otras temáticas ni traicionando sus propios formalismos. Las tres anteriores comienzan con “Moloch” (1999), cuyo personaje principal era Adolf Hitler, luego “Taurus” (2001), haciendo una radiografía de Vladimir Ilich Ulianov, más conocido como Lenin, y por ultimo “El Sol” (2005), sobre el Emperador Hiroito del Japón, a fines de la segunda guerra mundial. Si bien ahora su personaje es de ficción, Alexsandr Sokurov realiza, a primera vista, una relectura del más famoso texto de Johan Wolfgang Von Goethe (1749-1832), cuya primera parte data de 1808 y la segunda conocida en 1833. Este Fausto tiene algunos puntos de contacto con la primera tragedia escrita con ese personaje, debida al autor inglés Christopher Marlowe (1564/1593), la obra teatral “La trágica historia del Dr. Fausto”. En esta primera versión, cuyo estreno data del año 1592, el recorrido ávido del personaje esta más centrado en las ansias de conocimiento que en el poder, los placeres, u otros elementos de seducción que el “diablo” le ofrece al personaje a cambio de la venta de su alma. La necesidad de saber, estas ansias por el conocimiento, del saber mismo, es lo que llevará al Dr. Fausto a caer en las “garras” del diablo. Por supuesto que también se reconoce la traslación al filme del texto del dramaturgo alemán, sobre todo de los personajes principales como Wagner (Georg Friedrich) el discípulo, Margarete (Isolda Dychauk) la amada, hasta el hermano de esta, Valentín (Florian Brückner), con un agregado de lujo, la gran actriz alemana Hanna Schygulla interpretando a la amante del Demonio, en el que se destaca no sólo por su versatilidad actoral sino que mucho dice del personaje su diseño de vestuario en cada una de sus apariciones, modificando su estilo pero no la esencia del mismo. Pero lo más importante de esta producción se lo encuentra no tanto en “lo que cuenta”, sino en la búsqueda y el riesgo estético-estructural– narrativo que asume para realizarlo. Trabajada en formato casi televisivo, cuyo estilo de filmación y proyección es netamente cuadrado, dejando de lado el formato rectangular cinematográfico, pasando por el uso variable de lo netamente cromático, atravesando de colores pasteles, a otros con ausencia de colores y trabajado en blanco y negro o simplemente grises. Como así también apoyándose en la diferenciación de usos de distintos lentes, deformando la imagen, en sentido estrictamente narrativo, en escenas donde se instala el engaño al Dr Heinrich Fausto (Johannes Zeiler) producido por Mefistófeles, encarnando al Prestamista usurero (Anton Adasinsky). Esa distorsión de la realidad está asimismo sostenida por el diseño de sonido, la banda sonora específicamente, que además da cuenta del propósito que promueve el realizador. Si bien la tragedia la encarna el personaje, la vive el espectador. Este recurso hace que los concurrentes a la sala queden casi hipnotizados, no sólo por el texto sino también por la propuesta. El relato se abre con una escena por demás movilizadora. Si bien nos instala con un plano casi cenital en el pueblo en que transcurrirán las acciones, rápidamente se introduce en el estudio de nuestro héroe, al que vemos diseccionando un cadáver en busca del alma, esa alma que terminara ofreciendo al diablo con el sólo fin de conseguir cumplir su deseo, que al final de la historia se ve modificado por uno más común, más carnal, más terrenal. Una Mujer, Margarete De lo único que se podría decir que peca el filme es en la cantidad de diálogos que fluyen de la boca de ambos personajes, que por momentos detienen la imagen y se respira aire teatral, aunque en otros se desarrollen en lo que podría ser una road movie, un viaje iniciático, pero no terminal, del Dr. Fausto. Definiendo se podría decir que lo que nos esta mostrando Sokurov es que hay que convivir con el horror nuestro de cada día, puesto en la boca del ayudante de Fausto…“El bien no existe, pero el mal, si…”
Esta producción es sólo la suma de directores con su visión particular de la ciudad de La Habana, y como tal conjunción siempre sucede lo mismo, el nivel es exasperadamente desparejo. Siete cortos, uno por cada día de la semana, es lo que termina en su mayoría por ser una mirada turística sobre esa ciudad, la cultura, la política. Sólo se desplazan de ese lugar el corto de Gaspar Noe, que lleva su sello estético y se sale de la media, el de Laurent Cantet que parece ser el único que se metió de lleno con la cotidianeidad habanera. Los demás son un cliché de lo que se cuenta de la vida diaria y de los personajes que circulan por toda Cuba. Lunes: “EL YUMA”, de Benicio del Toro Teddy Atkins es un joven turista norteamericano, actor de profesión, que viaja a La Habana por primera vez. Su chofer, un conductor de taxi cubano de mediana edad, de profesión ingeniero, le ofrecerá un tour de la ciudad que se plantea como poco ortodoxo, pero que cae en el cliché más aberrante de lo que se cree de cómo se vive en Cuba toda. Regular Martes: “JAM SESION”,de Pablo Trapero Emir Kusturica dirigido por uno de los mejores realizadores argentinos de la actualidad, haciendo de si mismo dentro del festival de cine, al que no le da la mínima importancia, sólo quiere escuchar música y tomar mojito, u otra bebida alcohólica. El corto habla más de los “turistas” que de los habaneros. Regular Miércoles: “LA TENTACION DE CECILIA”, de Julio Medem Una joven cantante cubana es “descubierta” por un supuesto cazador de talentos. Ella no sabe si se enamora de él, de la posibilidad de irse de su país o si esta cansada de la vida que conoce con el hombre que siempre amo. Una historia corriente muy universal, podría transcurrir en cualquier país subdesarrollado. Regular Jueves: “DIARY OF A BEGINER”, de Elia Suleiman El director palestino, nacido en Israel, sólo articula lo que siempre hace, ser un testigo de la realidad que lo circunda, y un observador critico de los hechos, pero sin definirse en nada. Regular Viernes: “RITUAL”, de Gaspar Noe La más jugada estéticamente, con una bella y muy bien trabajada fotografía, un gran diseño de sonido y muy buena banda musical, dando rienda suelta a como mostrar con detalle un ritual religioso sin caer en prejuicios. Buena Sábado: “DULCE AMARGO”, de Juan Carlos Tabio El único dirigido por un cubano, con la presencia de Jorge Perrugorria, en el que se muestra las maniobras que deben hacer los cubanos para poder vivir económicamente un poco mejor. Bella radiografía de una familia cubana sobreviviente que supo de peores y mejores momentos, pero que sigue en la lucha por su amor a su lugar y su gente. Buena Domingo: “LA FUENTE”, de Laurent Cantet. El mejor de los cortos. El director francés supo como meterse dentro de la cotidianeidad habanera, de la misma manera en que se introdujo en una escuela en el filme “Entre Los Muros” (2008). Acá los hace con humor y con delicadeza para mostrar una cantidad de personajes queriendo agraciar a la virgen con la construcción de una fuente, y termina siendo una bella pintura de la vida cotidiana no solo de La Habana, sino de toda Cuba. Muy buena. Una lastima, grandes directores con una gran producción y muy buenos actores desperdiciados, pues no se hace querible, y algunos cortos son hasta aburridos,