Cloud Atlas: La red invisible

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Los hermanos Wachowski lo volvieron hacer, ahora acompañados por el director Tom Tykwer, el mismo de la sobrevalorada “Corre Lola, Corre” (1998). Convengamos que si bien “Corre Lola, Corre” no es un filme que aburra, tiene toda la impronta de un muy buen ejercicio de un estudiante de cine.
Por otro lado al igual que con su trilogía “Matrix” (1999-2003), de la cual no soy demasiado reverente, para no decir nada devoto, nuevamente constituyeron una producción de corte netamente presuntuoso sin justificación alguna, por lo menos en cuanto a lo que quieren instalar desde su discurso pretendidamente filosófico.
En aquella oportunidad tomaron a Platón y lo banalizaron al extremo. Sintéticamente, a grandes rasgos, corriendo el riesgo que esto supone, se puede decir que el estudio tratado por el gran filósofo griego da cuenta de dos entidades diferentes, pero no como vidas paralelas, sino como idea de representación y de la experiencia sensible.
Todas las ideas son una mixtura de dos principios: El principio que da forma, establece y demarca, y la Díada, o principio de multiplicidad ilimitada, que sirve como materia inteligible, relacionado al conocimiento.
“Matrix” no era filosofía barata, sino algo mucho peor, filosofía bastardeada.
“Cloud Atlas: La red invisible””, al que se lo puede definir como un filme de montaje, narra seis historias en forma paralela, con un despliegue inusual de virtuosismo visual, hueco, como se dice “pour la galerie”. Después explico.
Estas historias están enlazadas en distintas espacialidades y temporalidades, desde el tema de la esclavitud en el siglo XIX, pasando por posible futuro post apocalíptico, que se desarrolla en una posible futura ciudad de Seúl y terminar alrededor del año 2500 con la vida después de la vida, con algunos sobrevivientes, que también podría ser entendido de la continuidad de la vida humana en otro planeta. Así de confuso todo.
Sin dejar de lado historias más cercanas a la posibilidad de identificación y/o proyección por parte de los espectadores actuales, con historias de amor prohibido en los años ‘30 del siglo XX, por ser un amor homosexual, o la lucha por la verdad de una periodista en la década del ‘70 del mismo siglo.
La primera hora del filme es un canto al desentendimiento, y no sólo eso, la repetición de los actores personificando distintos papeles, según las épocas, hecho que recién empieza a aclararse un poco, no demasiado, en el tercer tercio de la narración, cuya extensión es de casi 3 horas, aunque la sensación culinaria (explicación necesaria: esa que hace que uno empiece a moverse en la butaca tratando de acomodarse para que todo siga en su lugar una vez terminado el filme, hecho que ocurre cuando el tiempo parece detenido en la pantalla), sea mucho mayor.
En cuanto a los rubros técnicos, lo dicho anteriormente, la vedette es el montaje, pero también tiene muy buenos logros en la dirección de arte, la fotografía, el diseño de sonido, en tanto el maquillaje está un escalón más abajo.
De lo más flojo, no lo peor, aunque cueste creerlo, esta en la dirección de actores, a saber, grandes actores como Tom Hanks, Jim Broadbent, Hugo Heaving, Halle Berry, Susan Sarandon, Hugh Grant, tienen sobre sus espaldas un mínimo cinco personajes diferentes, y las respectivas performances son muy desiguales en cuanto a su credibilidad, más allá del maquillaje.
Pero el premio mayor es el guión, basado en un best seller de David Mitchell de principios del siglo XXI. No leí la novela, pero según dicen el proyecto de traslación a lo audiovisual era muy arriesgado, a punto tal que ninguna productora hollywoodense se quiso acaparar el proyecto, por no creerlo económicamente viable, y menos redituable, lo que determino que acabe siendo una de las producciones independientes más cara de la historia del cine.
Un profesor de filosofía, también psicoanalista, al que daba placer escuchar, dijo que lo peor es ser lector de contratapa, ya que la misma da una idea cercenada del libro y puede llevar a lecturas equivocadas.
Esto parece ser lo que sucede con los benditos hermanos nacidos en Chicago, (espero que no pertenezcan a la mafia), es que toman temas de profundidad filosófica, desarrollado por grandes pensadores, y lo pulverizan. En este caso uno puede vislumbrar la intención de mal apropiarse de la dialéctica hegeliana.
El filme se promociona como que toda vida no importa donde y cuando esta conectada con otras vidas, todos influyen en todos, el devenir constante, “Todo está conectado”, esa es la red invisible. ¡BAH!
Aclaremos. Todo el transcurrir histórico humano conforma una cadena sin fin, el “espíritu absoluto”, esta es la base de la dialéctica hegeliana, esto es lo que Kant llamaría “la cosa en si” de Hegel. Sólo que propuesto como tesis, antitesis, y síntesis de los procesos de la humanidad.
Esto quiere significar, de muy mal modo, y poco entendible, el inmoderado filme de este trío bastante advenedizo.
Pero la banalización no se queda ahí. Ya se dijo que los actores componen personajes diferentes, según de que relato se trate, y esto igualmente se constituye en otra lectura apresurada de otro gran pensador como Karl Marx, que proponía una espiralada dialéctica de la historia en la que daba cuenta que a través de la historia se van repitiendo los personajes, pero no las personas. La historia de la humanidad no puede ser pensada como circular, sino espiralada, como lo demostrara casi un siglo después, pero a nivel individual psicológico, el argentino Enrique Pichon Riviere.
Reconozco, y agradezco a los filósofos del cine, entre muchos Ingmar Bergman, Akira Kurosawa, Michelangelo Antonioni, y más cercano en el tiempo Terrence Mallik, ejemplo de pensadores que utilizan el lenguaje audiovisual para decir.
A mi parecer, los responsables de esta”red invisible” produjeron pochocho envuelto en papiro egipcio, ni siquiera griego.