"Para poder hacerlo, primero hay que imaginarlo" Esta semana llega a las salas de cine argentinas la película Ellas hablan, que posee dos nominaciones a los premios Oscars, cuya entrega es el próximo domingo 12 de marzo. Por Denise Pieniazek “Toda mujer que quiera proyectarse en la acción debe matar al dragón de la inseguridad que lleva en sí misma.” María Luisa Bemberg Ellas hablan (Women Talking, 2022) es una transposición de la novela homónima de Miriam Toews, escrita y dirigida por Sarah Polley. Mientras la novela se inspiró en eventos reales sucedidos en una colonia Manitoba, una comunidad Menonita aislada en Bolivia, el filme transcurre en un paisaje rural -sin rasgos distintivos- donde un grupo de mujeres de una comunidad religiosa aislada, cansadas de la opresión patriarcal, intentan reconciliar su deseo de libertad con sus creencias religiosas. Si bien se supone que la historia se sitúa en el 2010 según explica la síntesis argumental, lo cierto es que desde su tratamiento resulta acertadamente atemporal. Esto torna a la obra más interesante, porque le da cierto clasicismo al relato. Es decir, Ellas hablan podría interpelar lo que les sucedió a muchas mujeres ya sea hace siglos, en el 1900, en la actualidad o en el futuro, y seguramente continúe haciendo sentido. El consejo de diversas mujeres conversa incansablemente para votar si irse, quedarse y pelear o no hacer nada, y la decisión no es para nada simple. A medida que avanza el relato se va entregando al espectador misteriosamente más información sobre qué es lo que sucede en esa comunidad patriarcal y desigual. El dominio varonil es justificado desde la tesis religiosa, en donde cualquier expresión mujeril de disconformidad o hasta la pérdida de embarazos (resultado de las violaciones sistemáticas) es calificada como una respuesta de lo “femenino salvaje”. Asimismo, las violaciones brutales que estas mujeres y jovencitas padecen son ignoradas y atribuidas -injustamente y convenientemente- a un “acto del demonio”. En esta reunión están presentes mujeres de distintas edades, unidas por el hartazgo de la violencia de género de las cuales son víctimas sistemáticamente hace años. Algo curioso del relato, es que las niñas son las que pronuncian los parlamentos más sensatos, mientras que algunas adultas -quizás por miedo y culpa (religiosa)- les cuesta ver la posibilidad del cambio, como por ejemplo a Mariche (Jessie Buckley) quien se muestra reticente, aunque es, sin embargo, una de las más sufridas al igual que “Scarface” Janz (Frances McDormand). Por otro lado, Salomé (Claire Foy), contrario al significado pacífico de su nombre, es la más belicosa. Mientras que en una actitud más reflexiva se encuentran Ona (Rooney Mara), Agatha (Judith Ivey) y Greta (Sheila McCarthy). También con menor presencia escénica, se encuentra Melvin, un joven transgénero, que cuando era una niña fue violada y desde entonces ya no habla excepto con los niños a quienes cuida. Es complejo que esta descripción pueda transmitir lo acertada y atrayente que resultan las discusiones y los disímiles puntos de vista que expresan las distintas mujeres, que tienen como resultado un intercambio enriquecedor que da cuenta de la perspectiva de género que posee la enunciación. Prácticamente todo el largometraje transcurre en un mismo espacio y se centra en un grupo reducido de personajes, que lo acercan a una puesta en escena muy teatral y que a pesar de su inacción resulta atrapante. En adición, los hombres están mayormente fuera de campo, a excepción, de August (Ben Whishaw), un joven maestro de escuela, cuya familia ha sido excomulgada y que por ende posee la confianza de las mujeres, debido a la militancia de su difunta madre. Su tarea es documentar todo lo conversado en la reunión, puesto que a ninguna de las mujeres se les enseña a leer o escribir. Al respecto, de forma sutil y brillante la película esboza una reflexión sobre la importancia del lenguaje y sobre aquello que no se habla, el silencio de lo que todas saben, pero nunca se explicita: las violaciones. No hay lenguaje para semejante aberración. Pero ellas son conscientes de la importancia de documentar lo sucedido, no sólo a través de la historia oral, sino también a través de la escritura y de los dibujos que funcionan como “jeroglíficos”. Porque el lenguaje está ligado a poder imaginar un mundo distinto, como expresa Ona “es fácil olvidar que es posible”. En adición, el lenguaje está ligado a la capacidad de pensar, como expresa Ona “poder pensar quiénes somos (…) A nadie nunca le importó qué pensamos”. En consecuencia, una de las cuestiones más inquietantes de la narración es que cuando comienza el relato una voz over de una joven dice: “Lo que sigue es un acto de imaginación femenina (…) Esta historia termina antes de que nacieras” y en el desenlace “…Tu historia será distinta a la nuestra”. Lo que resulta muy realista porque un cambio de paradigma, lleva mucho tiempo. Tal como se expresó al inicio del texto, lo poderoso de Ellas hablan es cómo abre sentido a través de este microcosmos que puede trasladarse a diversos tipos de sociedades y que resulta actual. En conclusión, merecidamente la película se encuentra nominada a dos premios de la Academia, conocidos popularmente como Oscars, en las ternas Mejor película y Mejor guión adaptado.
Protagonizada y dirigida por Michael B. Jordan, Creed III (2023) representa el cierre de la saga spin-off de Rocky. En esta tercera entrega su protagonista Adonis Creed se encuentra establecido y retirado del ring. Ahora conforme a su experiencia se dedica a entrenar a otros boxeadores y dirigir su gimnasio porque como expresa Creed: “dejé el boxeo, pero el boxeo no me dejó a mí”. Sin embargo, todo cambiará cuando un amigo de su adolescencia, Damian (Jonathan Majors, a quien vimos recientemente como el villano en Ant-Man and the Wasp: Quantumania) regrese a su vida en busca de la consagración deportiva que cree que le corresponde. El problema es que Damian perseguirá más que eso, también propagará una venganza contra Adonis ¿Por qué? Los motivos se esconden en el pasado compartido por ambos y que el relato se encargará de dosificar paulatinamente. Honestamente, Creed III parece ser el largometraje menos logrado de toda la saga (de ambas sagas). La película en cuestión es bastante plana y carece de emoción, algo que siempre caracterizó a este universo diegético que tiene como protagonista el mundo del boxeo y sus resilientes protagonistas. La ópera prima de Jordan tiene un manejo poco sutil de la puesta en escena y de los recursos técnicos, en donde todo resulta resaltada y explicitado hasta el cansancio. En adición, los efectos se ven visualmente groseros y en cuanto al desarrollo argumental algunos elementos son poco verosímiles y forzados, como, por ejemplo, que Damian pelee por primera vez contra un campeón mundial como Chavez. Mientras que Creed II (2018) replicaba exitosamente el esquema narrativo de Rocky IV (1985), sin embargo, esta nueva entrega es conducida en piloto automático sin pasión alguna. En adición, es evidente también que se notan los cambios de dirección, guión y por supuesto la ausencia del entrañable Rocky, interpretado por el popular Sylvester Stallone, quien además escribió conjuntamente el guión de las dos primeras Creed. La omisión de Rocky en la obra en cuestión deja cierta sensación de vacío en el espectador y lo peor es que en casi dos horas del filme ni siquiera es mencionado. Lo cierto es que sin Stallone no hubiese existido un Rocky, y sin Rocky no hubiese existido Creed (ni padre, ni hijo). Cada entrega de Creed fue reduciendo el tiempo en pantalla de Rocky, si bien esto tiene coherencia narrativa, ya que cada una de las entregas de este spin-off se corresponde con un estadio en la vida de Adonis, componiendo en cierto modo tres actos: el aprendizaje, la consagración y la madurez. Si bien Stallone figura como uno de los productores de Creed III, aparentemente su ausencia actoral, se debe a sus disputas con la familia de productores Winkler, debido al reparto de los derechos de Rocky. Stallone escribió el guión de varias películas de la saga iniciada en 1976 y dirigió algunas de ellas, por ende, en cierto modo su reclamo sobre los derechos parece éticamente razonable. En conclusión, si bien Creed III es entretenida no está a la altura de ninguna de las entregas anteriores.
La ballena (The Whale, 2022) dirigida por Darren Aronofsky (Pi, Réquiem por un sueño, La fuente de la vida, El luchador, El cisne negro, ¡Madre!) es una transposición de la obra de teatro homónima de Samuel D. Hunter, quien también escribió el guión de la película. El relato cuenta la historia de Charlie -interpretado por un conmovedor Brendan Fraser- un hombre que padece una obesidad severa y que nunca sale de su hogar. Charlie es un inteligente profesor que dicta clases virtuales e intenta recomponer su vínculo con su única hija Ellie (Sadie Sink). Ella junto a su amiga y enfermera Liz, son sus únicos lazos afectivos, los cuales representan dos caras opuestas de una misma moneda. Mientras que su hija le recrimina con hostilidad el haberla abandonado en su niñez, Liz se preocupa constantemente por él. Charlie posee pocos intercambios con el mundo exterior, uno de ellos es un misionero llamado Thomas ( Ty Simpkins), quien dice representar a la iglesia “New Life”, organización que Liz aborrece. Este drama psicológico dosifica de forma paulatina e intrigante la información sobre el pasado de Charlie y Liz, y cómo es que el esquema actancial se conecta entre sí. En el universo diegético que se representa la homosexualidad parece no ser posible, pues si se escoge ese camino el final es punitivo simbólicamente. Al respecto, constantemente la obra expresa una fuerte crítica hacia la iglesia y su mirada despectiva respecto a la homosexualidad. En relación al título de la obra, éste tiene un doble sentido, por un lado, refiere a un ensayo literario sobre la novela Moby Dick de Herman Melville que tiene un significado muy particular para Charlie (por cuestiones que se irán revelando a lo largo de toda la película) y por el otro, en el sentido de la inmensidad corporal del personaje. Al respecto, se vuelven a abrir dos líneas de lectura, por un lado, es sabido que lamentablemente algunos se refieren peyorativamente como “ballena” para agredir a una persona obesa y por otro lado, la película quiere metaforizar respecto a la conexión que el personaje posee con el mar, con la “vuelta al origen” y su recuerdo más feliz. Esto es enfatizado mediante el único espacio con una puesta en escena muy teatral, que funciona como una “pecera” clausurando el espacio del protagonista sobre sí mismo, porque “protege a los demás de su triste historia”. Nótese que adrede las paredes de su casa son celestes desaturadas, su vestimenta oscila entre tonos azules y grises, al igual que la expresiva mirada que emana de sus ojos azules. De igual modo, dos representaciones parecen tensionar lo que el público puede percibir de la narración. Pues por momentos parece haber una contradicción entre qué se quiere contar y cómo es narrado. Aunque a veces muestra empatía hacia lo que padece el protagonista, y figura como su padecimiento lo excede, en otras escenas mediante la moral parece juzgarlo. Mientras que por instantes el relato se acerca a su antihéroe desde la emoción, en otros se aleja desnudándolo, deseando producir rechazo o una impresión negativa en el espectador. La narración oscila constantemente entre exponer las consecuencias clínicas de la obesidad y retratar la psicología del personaje. Al parecer, lo que ha llevado a Charlie a su estado es una profunda angustia y culpa ante la pérdida de un ser querido. Recientemente la comediante argentina “Costa” nos invita a reflexionar al preguntar ¿Qué es primero la depresión o la obesidad? Dicha indagación resulta más que pertinente para analizar la película y el desarrollo del protagonista ¿Será por culpa que Charlie se castiga inconscientemente a sí mismo? ¿Será por eso que ya ni la comida le produce satisfacción? ¿La película es realista o cruel al mostrar que ni masturbarse ni alimentarse son placenteros? En consecuencia, si el largometraje nos invita debatir sobre todas estas cuestiones, bienvenido sea. La película lleva varias nominaciones y premios ganados entre los que se encuentran los premios Golden Globes, Critics Choice Awards, BAFTA, SAG Awards y el Festival de Cine de Venecia. Es pertinente recordar que la entrega de los premios Oscars es el domingo 12 de marzo y Fraser es uno de los favoritos en la terna Mejor actor protagónico… ¿Será que realmente la industria cinematográfica le permita al intérprete volver a posicionarse como una estrella?
"Un cálido homenaje a Tangalanga" Por Denise Pieniazek El largometraje El método Tangalanga (2022) luego de su estreno en la 37º edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, tiene su estreno comercial. Inspirado en la vida del comediante popular Doctor Tangalanga, cuyo nombre era Julio Victorio de Rissio (1916-2013), el largometraje toma algunos acontecimientos en la vida del mismo para crear una ficción que se aleja de la biopic tradicional y la recreación histórica exhaustiva. Con el objetivo de brindarle al público un entretenido relato, con preponderancia del género cinematográfico de la comedia romántica. La narración se sitúa en la década del ´60, con una notable ambientación de época que va desde la lograda dirección de arte, hasta la acertada recreación del clima de época, una notable musicalización, y la utilización pertinente y jocosa del lunfardo. En ese entonces Jorge Rizzi -nótese que el relato no usa con exactitud el nombre verdadero del comediante- interpretado por Martín Piroyansky padece de una timidez extrema, que no solo dificulta su vida sentimental, sino también su desempeño profesional. En su trabajo Jorge siempre se escuda en su intrépido amigo Sixto (Alan Sabbagh), con quien forma un formidable equipo que permite impresionar a su jefe (actuado por el siempre convincente Luis Machín). Esa cómoda rutina cambia cuando Sixto se enferma y simultáneamente y por acto del azar, Jorge ingresa a una peculiar sesión de hipnosis liderada por una especie de gurú llamado Taruffa (nombre similar a uno de los apodos reales del Dr. Tangalanga). Este excéntrico líder personificado por Silvio Soldán (cuya cautivante voz sigue intacta) parece quitarle a Jorge su barrera represiva liberándolo de inhibiciones en las situaciones más estresantes. En consecuencia, la experiencia paranormal logra que el alter ego de Jorge, el cómico, desenfrenado y seductor Tangalanga, se posesione de sí. A partir de allí, con el fin de animar a Sixto, que aún sigue en el hospital, el protagonista en la piel del Doctor Tangalanga realiza bromas telefónicas, que rápidamente se propagan en el hospital. Incluso llegan a oídos de la recepcionista Clara (Julieta Zylberberg), a quien Jorge debido a su timidez no se atreve a hablarle y cuyo jefe (Rafael Ferro) termina de completar un triángulo amoroso. A continuación, como es propio de una comedia de enredos, la situación se sale de control, y Jorge intentará volver a poner su trabajo y su vida en orden. En la vida real, el comediante logró la atención popular gracias a sus bromas telefónicas con las cuales vendió más de 250.000 copias. En los años ´80 tuvo su apogeo, y en ese entonces el sentido del humor y lo que era consensualmente permitido era distinto. Si bien su humor no tenía como objetivo causar daño o ser ofensivo, se supone que algunos chistes no pasarían el filtro de la corrección política actual. Por ende, la película sin dudas es astuta al alejarse del retrato exhaustivo y proponer un universo ficcional lejano a estas cuestiones, logrando reivindicar un tipo de humor inocente y eficaz, mediante una pintoresca historia. En conclusión, El método Tangalanga, mediante buenas y convincentes actuaciones -lo que además denota una buena dirección de actores y un buen trabajo en equipo- con un guion simple pero sólido, logra entretener y otorgar alegría al público. El tercer largometraje de Mateo Bendesky le asegura al público pasar un buen rato, entregando una propuesta más que atractiva, sobre todo disipando dudas a aquellos que tienen prejuicios respecto al cine nacional.
Luego de su paso por la 37º edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, la película Las Fiestas protagonizada por Cecilia Roth, Dolores Fonzi y Daniel Hendler, tiene su estreno comercial. "El Matriarcado" Por Denise Pieniazek En sincronía entre su temática y su fecha de estreno después de los festejos de fin de año, llegó a los cines la película argentina Las Fiestas. Dicha obra es el segundo largometraje de Ignacio Rogers -conocido principalmente por su carrera actoral- en donde luego de una experiencia cercana a la muerte, María Paz (Cecilia Roth) reúne a sus tres hijos Sergio (Daniel Hendler), Luz (Dolores Fonzi) y Mali (Ezequiel Díaz) para pedirles que, a pesar de las diferencias, pasen la navidad y el año nuevo juntos en la quinta familiar. Mediante la manipulación de la culpa, mostrándose pacífica y “cambiada”, María Paz logra convencer a sus hijos a pesar de su resistencia, a excepción de su hijo mayor Sergio, el más obediente y complaciente de los tres. Quien, sin embargo, manifiesta luego ante sus hermanas el interés por ordenar los papeles de la futura herencia. En adición, veremos que generalmente los encuadres suelen colocar a Sergio de un lado, y de forma opuesta a Luz y Mali. Por otro lado, también es cierto que ninguno de los tres parece tener un mejor plan para las fiestas. La partida hacia la quinta parece permitirles la evasión de la soledad y los problemas que la vida cotidiana les aqueja y de los que ya en la adultez no pueden culpar a su madre. De este modo la matriarca en cuestión, María Paz, quien se desenvuelve con cierto desparpajo, logra llevar a sus hijos y su nieta a su terreno, a su espacio de poder. Esta comedia dramática, alterna la comicidad y el áspero conflicto familiar, mediante un tono costumbrista esboza una crítica a la institución familiar tradicional. Esa alternancia entre la comedia y el drama, parece ir en consonancia con las intenciones de María Paz, quien por un lado parece querer reparar el vínculo con sus hijos y por el otro ellos desconfían de sus buenas intenciones al sentirse incómodos con su accionar o sus comentarios. Al respecto, se señala que si bien no siempre es necesario explicitar todo, la película posee cierta falta de profundidad o ausencia en cuanto al origen del conflicto y entre la madre y sus hijos. Más allá de su aparente egoísmo, no se plantea ¿Qué es eso tan terrible que María Paz hizo y que sus hijos no pueden perdonarle? O ¿Qué es eso que esperaban que hiciera como madre y no hizo? Como sucede en muchas películas independientes de autor, en Las Fiestas se tiene la sensación que según avanza el relato poco sucede en cuanto a la acción, y por momentos la verosimilitud decae. Por otro lado, se destaca el acierto de su desenlace, sobre todo respecto a la verdad contenida en ese último plano (el cual no se describe para no otorgar un spoiler), lo cual no es poco, considerando que una problemática del cine actual, incluso a nivel internacional, son los finales poco logrados y débiles. Es ese último plano, el que condensa las ideas anteriormente esbozadas, después de todo somos quien somos gracias a nuestros padres/madres (tutores) y tenemos los problemas que tenemos, gracias a ellos.
"De ladrones y policías, o de policías ladrones" Después de trece años vuelve a escribir y dirigir un largometraje Juan Bautista Stagnaro, Natalia Natalia, protagonizado por Sofía Gala Castiglione. Por Denise Pieniazek La película Natalia Natalia (2022) marca el regreso de Juan Bautista Stagnaro (Casas de fuego, La furia, El amateur) al cine. En esta ocasión el guionista y director nos presenta un policial, que transgrede algunas normas del género tradicional. La protagonista, Silvia Monteferrante (interpretada por la siempre convincente Sofía Gala Castiglione) asiste a un homenaje póstumo que le realiza la policía a su ex marido, fallecido en ejercicio de su deber. Desde el inicio del relato, se percibe la incomodidad de Silvia frente a la institución policial. A partir de allí, su instinto -que después sabremos también ha sido formado por ser hija de un policía- le indica que las circunstancias de muerte en acción de su ex marido son sospechosas. En el trayecto hacia la verdad, ella deberá sumergirse en ese mundo de la policía y la corrupción que tanto aborrece. Allí, “la viuda” deberá lidiar con Molinari (Tony Lestingi), el comisario de Asuntos Internos y villano en cuestión, y un peculiar policía apodado “El griego” (Diego Velázquez), que ella intenta descubrir si es de fiar o no. En consecuencia, Silvia, encarnará en cierto modo un híbrido entre lo que tradicionalmente se conoce en el género como el “detective”, siendo la encargada de develar el misterio, y a su vez la “femme fatale” del relato, pero no en su sentido tradicional. Ella es quien hace avanzar la acción y va uniendo las piezas del rompecabezas. Al respecto, quizás este sea el elemento más logrado del filme, el rol de la mujer que se representa. Ya no estamos frente a una femme fatale exuberante que lleva al hombre a la perdición y posee un final punitivo. Sino por el contrario, estamos frente a una reescritura de la femme fatale, que es una mujer común, de armas tomar-metafórica y literalmente- que llega a ese estatuto, en un mundo dominado por hombres. En palabras de su protagonista Sofia Gala Castiglione: “(…) el personaje femenino ocupa este lugar que siempre está ocupado por personajes masculinos, se la saca a la mujer del lugar de femme fatale, de víctima, o de ese lugar casi objeto que suele tener y se la pone a ensuciarse, esta chica es la que va a ensuciarse las manos finalmente y la que va a atravesar esta historia.” Evidentemente, Stagnaro es admirador del género policial, lo cual puede conjeturarse debido al plano detalle que muestra la tapa del libro La dama del lago (The lady from the lake, 1943) de Raymond Chandler, uno de los exponentes literarios del género. Si bien la trama de la novela no tiene puntos de contacto con la película, su peculiaridad reside que en ella presentó personajes corrientes capaces de subsumirse a las pasiones, la corrupción o el crimen, al igual que lo que sucede en el esquema actancial del largometraje. Finalmente, si bien se valora la composición de los encuadres, los paisajes urbanos con cierto costumbrismo, el final sorpresivo y la notable técnica producto de la experiencia del director, sin embargo, en cuanto al guión, éste posee varios aspectos inverosímiles y poco sólidos, que es conveniente no ejemplificar, para evitar los spoilers. Además de ciertas sobre explicaciones como el título del filme Natalia Natalia, cuyo poster explicita “NN en la jerga policial”. En conclusión, el relato resulta entretenido y a pesar de lo mencionado anteriormente, logra sostenerse gracias a su tecnicismo, y convincentes interpretaciones de todo el elenco.
"La supervivencia del menos snob" Por Denise Pieniazek En el largometraje El menú (The Menu, 2022) un grupo de selectas personas viaja a una isla de la costa pacífica norteamericana para deleitarse en el exclusivo restaurante Hawthorn, del prestigioso chef Slowik (Ralph Fiennes). El conjunto de comensales está compuesto por un admirador y aspirante a chef Tyler (Nicholas Hoult) y su acompañante Margot (Anya Taylor-Joy). También integran la peculiar clientela, una reconocida crítica gastronómica Lillian (Janet McTeer), su editor Ted (Paul Adelstein), una engreída estrella de cine (John Leguizamo) y su asistente, tres exitosos socios de la industria tecnológica, y una madura pareja de clase alta Anne y Richard (Judith Light y Reed Birney). Al llegar al lugar son recibidos por una disciplinada asistente de Slowik, Elsa (Hong Chau), quien los guía por el lugar en donde los empleados viven de forma comunitaria en condiciones peculiares. A partir de allí, la extrañeza comienza a manifestarse de forma creciente en el universo diegético. La cocina abierta a los comensales, aquí hay que destacar el diseño del decorado que está al servicio de la narración y poética del relato, se abre a los comensales como un telón de teatro. A su vez, el espacio de las mesas posee un gran ventanal que en cierto modo funciona como la cuarta pared teatral, jugando con nosotros como espectadores-voyeurs. En adición, desde que los clientes ingresan en el restaurante, los invitados se transformarán en “público” pasivo, pero a su vez serán convertidos en un elemento de la gran puesta en escena, minuciosamente planificada por los chefs. Ese espectáculo gourmet, toma rumbos imprevistos cuando cada paso del menú se transforme en un acto teatral, en donde la tensión irá in crescendo y la experiencia que el chef Slowik y su equipo tiene preparado, no es lo que los comensales esperaban. Slowik pretende darles más que comida, pretende brindarles toda una experiencia. Si su menú fuese una obra de teatro, diríamos que nos encontramos frente a una pieza posmoderna o una performance cercana a las que realizaba la provocadora artista Marina Abramovic. Al igual que una obra posmoderna, la división tradicional del espacio en escenario/público, o en este caso cocina/salón va desdibujando sus límites según avanza la acción. El menú dirigido por Mark Mylod (Succession, Game of Thrones), es una comedia negra con varios tintes del cine de terror y suspenso. Incluso en su difusión se describe al filme como un thriller en clave satírica. La película expone una fuerte crítica hacia el esnobismo, la élite, la “alta cultura”, la arrogancia y el capitalismo. Quizás por momentos se subestima un poco la inteligencia del espectador, al explicitarlo reiteradas veces, pero aún así la propuesta y originalidad del relato es más que interesante. En palabras de su director: “…Le describí el tono y la forma en la que quería trabajar, con un estilo muy a lo Robert Altman, con todos presentes en escena todo el tiempo. Necesitaba actores que fueran suficientemente rápidos y seguros para llevar esto adelante y darle algo de lugar a la improvisación”. El diseño espacial que se mencionó anteriormente, es principalmente, un espacio cerrado en el que los protagonistas no poseen libre albedrío, produciendo simbólicamente cierta asfixia espacial que refuerza el concepto circular de la isla en la que se encuentran. Salvando las grandes distancias, el peculiar tono oscuro in crescendo de la narración puede remitirnos debido a los paisajes diurnos que se transforman en siniestros a Midsommar (2019) o Funny Games (1997/2007), o por otro lado por el encierro de personajes y su irónico sentido del humor al cine de Álex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría, en filmes como El bar (2017), La comunidad (2000) y Mi gran noche (2015). Aunque en la película en cuestión, salvo excepciones -que es mejor no revelar- los personajes son más pasivos. En conclusión, El menú ofrece un relato muy entretenido e inteligente que logra sorprender al espectador con sus vueltas de tuerca, junto a su logrado e ingenioso final, algo muy poco frecuente en el cine actual.
Película que clausura la fase 4 del MCU En cierto modo el filme funciona como un funeral y homenaje ficcional al actor Chadwick Boseman, fallecido en 2020. Se recibe con gran expectativa la secuela de Pantera Negra (Black Panther, 2018), nuevamente dirigida por Ryan Coogler, quien otra vez escribió el guión junto Joe Robert Cole, titulando la obra Pantera Negra: Wakanda Por Siempre (Black Panther: Wakanda Forever, 2022). El relato comienza con un prólogo que narra el funeral de T´Challa/Pantera Negra, lo cual posee un doble sentido. Por un lado, es el duelo al personaje, pero paralelamente en el plano real es un sentido homenaje a Chadwick Boseman, el primer actor en representar cinematográficamente a Black Panther, cuya inicial aparición en los comics data de 1966. En adición, la presencia del tributo al actor -fallecido prematuramente de cáncer en 2020- es constante. Desde una pintura de su rostro como Street art en las calles de Wakanda, sus imágenes en la tipografía de Marvel que siempre presenta a los filmes del MCU, y sobre todo esta doble lectura del texto estrella entre los paralelismos en la trama y la vida real. Por ejemplo, en la película también se atribuye su causa de muerte a una enfermedad. Recordemos que el proyecto de la secuela inició en 2018, y fue confirmado al año siguiente, mucho antes de esperarse la lamentable muerte de Boseman. En consecuencia, en 2020 Marvel decidió que no sería reemplazado por otro actor, cambiando la trama. En Pantera Negra: Wakanda Por Siempre, dicha nación (ficticia) situada en África, tras la muerte de su protector, el poder se encuentra bajo el mando de la reina Ramonda (interpretada por una convincente y temperamental Angela Bassett) y su hija Shuri (Letitia Wright). Junto a la guerrera Oyoke (Danai Gurira), el retorno de Nakia (Lupita Nyong´o) y la incorporación de Riri, una joven norteamericana con talentos para la invención tecnológica y mecánica, luchan por proteger su nación, no sólo de los países imperialistas que desean su vibranio sino también de la potencia similar del reino arcaico de Talokan. Al respecto, es necesario destacar que esta antigua civilización subacuática, es representada en el relato con vínculos a la cultura maya. Sus integrantes son una mutación poderosa de humanos con un tono de piel azul -visualmente son una mezcla estética entre X-Men (2000) y Avatar (2009)-, capaces de perturbar a los humanos con un particular canto coral. Su líder, el villano en cuestión es Namor una especie de superhombre que posee alas en sus tobillos y la cumbre de la mutación por eso es considerado por ellos como una deidad. El relato se ocupa de explicar detalladamente el origen de Namor (“niño sin amor”, cursilería y sobre explicación innecesaria narrativa) interpretado por el actor mexicano Tenoch Huerta, por ende, se valora que por fin el mainstream haga coincidir la nacionalidad del intérprete con la del personaje. Sin embargo, resulta pertinente recordar que Namor, creado en las historietas durante la década del ´30, era originalmente el rey de Atlantis (en el comic es similar al famoso Aquaman, que fue creado posteriormente en 1941), y su nombre se debía a que su creador Everett, se le ocurrió "Namor" al escribir al revés “Roman”. Es decir que, éste tenía referencias a lo greco-romano, mientras que aquí se traslada su origen a México. En consecuencia, se considera que el cambio de origen tiene que ver con reforzar y enfatizar la ideología anticolonialista que ya estaba presente en Pantera Negra (2018). Se valora la intención de representar la diversidad étnica, ya sea de África, México o en menor medida Haití, aunque por supuesto sea desde la óptica del “exotismo”, que el cine mainstream arrastra desde el Hollywood clásico. Acertadamente, la obra mediante la espectacularidad del vestuario con cada uno de sus detallados diseños, una emocionante música que no pasa desapercibida y sus escenas apoteóticas logra resignificar la importancia del ritual en dichas culturas. En conclusión, a pesar de poseer profundidad en la psicología de los personajes, algo poco frecuente en las películas pertenecientes al género de los superhéroes y un trasfondo político e ideológico que esboza una crítica al imperialismo, el relato posee algunas falencias. En primer lugar, el desarrollo es tan extenso, que recién veremos a Shuri como Pantera Negra en el desenlace, es decir que la superheroína con su traje tiene poco tiempo en acción. Sin embargo, es logrado el devenir del Shuri, su viaje de autoconocimiento, incluso se destaca una escena ya con el traje es enmarcada en pantalla con relaciones intertextuales a Hamlet y la famosa frase “ser o no ser…” observando la máscara de Pantera Negra en su mano. En segundo lugar, si bien la película comienza de forma dinámica e intrigante, su ritmo e interés decaen según avanza la acción, además de su innecesaria y extensa duración. Finalmente, a pesar de un uso desajustado del CGI en las batallas finales, hay que destacar la belleza visual que ofrece el filme. Pero por, sobre todo, valorar su no subrayado “feminist power” en donde Ramonda emite discursos elocuentes y temperamentales, Shuri aporta su creatividad, inventiva y resiliencia y Oyoke su fuerza física y lealtad. Por último, la película número treinta del MCU, a pesar de no ser lo mejor dentro de dicho universo rinde un emotivo homenaje a Boseman sin caer en golpes bajos y otorga a los fans algunas apariciones esperadas como M'Baku Erik/ N'Jadaka (Michael B. Jordan). Asimismo, la película brinda todas las respuestas al público, posee una escena extra post créditos que revela aquello que previo al desarrollo del conflicto la trama había dejado en suspenso.
Crítica de “El Falsificador”, biopic sobre Cioma Schönhaus, perseguido por la Gestapo La película se estrena dentro del 22º Festival de Cine Alemán que se lleva a cabo del 8 al 14 de septiembre en Cinépolis Recoleta. El Falsificador (Der Passfälscher, 2022) está basado en las memorias de Cioma Schönhaus, publicadas en 2004 bajo el título de El falsificador de pasaportes. Tal rótulo se debe a que en una Berlín atravesada por la Segunda Guerra Mundial, el joven Cioma, para salvarse de los nazis por su origen judío falsificó su identidad y asi mismo ayudó a aproximadamente 300 personas con la producción de documentos falsos. La historia de vida de Schönhaus es sorprendente, pero no única, por eso este periodo terrible de la humanidad es el más representado en la historia del cine. Al respecto, resulta pertinente recordar el filme Los falsificadores (Die Fälscher, 2007) en donde un exitoso falsificador de dinero es capturado por los nazis y obligado a trabajar para ellos en la “Operación Bernhard” junto a otros judíos. En el caso de El Falsificador, el trayecto es el inverso, Cioma debido a su talento manual con las artes gráficas, es contratado por un hombre de la aristocracia -con orígenes judíos semi desconocidos- para falsificar documentos que ayuden a otros judíos a escapar de los nazis y de este modo salvarles la vida. El aspecto “ario” de Cioma a sus 21 años (interpretado cálidamente por Louis Hofmann de 25 años, conocido por participar en la serie Dark y quien se encuentra en tratativas para su próximo proyecto con los hermanos Duffer, creadores de Stranger Things) le permite llevar a cabo lo que el mismo denomina como “mimetismo”, es decir poder camuflarse, como lo hacen los animales, entre los nazis. Luego de que su familia es deportada a los campos de concentración, el joven se propone que nadie, ni siquiera los temibles nazis, le quiten sus ganas de disfrutar la vida. Esto, está muy bien esbozado en la película en donde mientras que los ojos de Cioma emanan tristeza, su boca se permite aun sonreír. Dicha ambivalencia en el personaje, es resaltada por cierta inconsciencia o desparpajo que mediante la imitación de la conducta antisemita le permite sobrevivir a través de ese disfraz, de la máscara, cada vez que sale a la calle. El instinto de supervivencia del protagonista intenta sobreponerse a la forma despiadada y siniestra en que operaba el nazismo, despojando a cada individuo de sus pertenencias materiales y afectivas, hasta subsumirlo a ser un sujeto, hasta suprimirlos de todo rastro de dignidad y humanidad. En adición, en la conferencia de prensa, la directora y guionista Maggie Peren, declaró que su intención era representar el terror de estado sembrado por el antisemitismo y la xenofobia “sin uniformes”, lo que se puede interpretar como una poética construida a través de la ausencia. Es decir, que en la película aparecen muy poco los soldados u oficiales nazis y, sin embargo, se logra transmitir muy bien el miedo latente y constante en la sociedad. Pero también, se simboliza la complicidad -ya sea desde el silencio, la falta de empatía o su inacción- y responsabilidad del resto de la sociedad alemana. Asimismo, el esquema actancial, cuyos personajes poseen profundidad psicológica, puesto que son contradictorios y humanos. Por ende, no hay una división tradicional entre buenos y malos, sino seres ambiguos y quebrados por un contexto en guerra. Por último, acertadamente la obra rinde homenaje a aquellos “héroes anónimos” que, durante la segunda guerra mundial, a pesar de todo se arriesgaron ellos mismos para salvar a otros.
Crítica de "La Señora Harris va a París", siempre nos quedará Dior, con Lesley Manville Dirigida por Anthony Fabian, esta película basada en la novela de Paul Gallico plantea el romance entre una mujer y un vestido de alta costura en la década del '50. La señora Ada Harris (interpretada cálidamente por Lesley Manville) vive en Londres, a la espera de alguna respuesta o señal de su marido, quien hace años partió a la guerra y ella jamás recibió noticia de él. Durante todos esos años su vida ha permanecido estática, ha sido fiel a su esposo y mantiene una rutina ordenada como empleada doméstica de distintos personajes de la ciudad. En 1957 recibe un telegrama que pone fin a su quietud y vida monótona, a partir de allí tras haberse enamorado a primera vista de un vestido Christian Dior de una de sus empleadoras, con el apoyo de sus amigos Archie (Jason Isaacs) y Violet (Ellen Thomas) decide ahorrar incansablemente para poder viajar a la Maison Dior con el fin de comprar uno de sus añorados diseños. En La Señora Harris va a París (Mrs. Harris goes to Paris, 2022), atravesada por una Europa de posguerra, la cordial Ada decide emprender su aventura hacia la “ciudad luz” para cumplir su sueño de obtener su propio vestido de alta costura Christian Dior. Al llegar allí, se encontrará con personajes diversos y pintorescos, algunos de ellos la ayudarán y otros serán oponentes, como Claudine (Isabelle Huppert) directora de la Maison Dior, su contador André (Lucas Bravo), el seductor Marqués de Chassagne (Lambert Wilson) y una joven modelo Natasha (Alba Baptista). La Francia que representa la película oscila entre la idealización y, contrariamente, su desmitificación. Por un lado, se esboza la tradicional visión romántica de París donde los sueños se cumplen, y, por otro lado, es una ciudad cubierta en basura, con huelgas y una aristocracia hipócrita, con una clase gobernante corrupta. En consecuencia, el largometraje muestra empatía por la gente humilde ya sea unos borrachos que habitan la estación de tren o cualquiera perteneciente a la clase trabajadora, porque “en Francia el trabajador es rey”. Un aspecto interesante para pensar a La Señora Harris va a París es que sustituye el enamoramiento de la protagonista por un hombre, por la adoración hacia un vestido. Es decir, que, en cierta medida, esta comedia dramática reescribe el tradicional género de la comedia romántica, lo cual no es casual si tenemos en cuenta que dicho género, parece escasear en el actual contexto de producción. Distanciándose de los cuentos de hadas como La Cenicienta o sus versiones posmodernas como Mujer Bonita (Pretty Woman, 1990), el momento del “flechazo”, aquí lo ocupa la obnubilación frente al atuendo Dior. El verdadero romance se da entre Ada, una mujer y un vestido de alta costura. Al parecer, cuando los hombres se ausentan o decepcionan, a las mujeres “siempre les quedará la moda”. Uno de los atractivos del filme, reside en mostrar la cantidad de personas que se requieren y el gran trabajo artesanal que posee un vestido de alta costura de la categoría de Dior. En cierto modo, desde la narrativa la película le rinde un pequeño homenaje al diseñador. No es casual que la obra esté ambientada en 1957, el mismo año en que él falleció realmente. Un dato de color es que Dior fue nominado al Oscar a Mejor diseño de vestuario por Estación Termini (1953). Asimismo, reflexiona sobre los avatares de la guerra y recuerda que Dior con su silueta “New Look” representó la elegancia del contorno femenino y supuso la recuperación del lujo y exceso después de la depresión de la Segunda Guerra Mundial. De igual modo, brevemente esboza la transición de la “mujer moderna” acompañada por el cambio en el modo de producción en la moda, mediante objetos más accesibles, como por ejemplo los perfumes. Pues aquella pasión que siente Ada al ver aquellos magníficos vestidos se transforma en su pulsión de vida. La protagonista, tal como dijo el mismísimo Dior, representa a “las mujeres (que) con su instinto seguro, se dieron cuenta de que mi intención era hacerlas no solo más bellas sino también más felices.” En conclusión, con un positivo mensaje, este agradable y entretenido relato, premia la bondad y generosidad de la protagonista que logra cumplir su sueño, y no es acaso “la moda la mejor herramienta para ayudarnos a soñar”, según afirma Giorgio Armani.