Espectacularidad sin sentido con autos que corren a velocidades infernales y piruetas increíbles. No esperen otra cosa de Rápidos y Furiosos 8, porque es la encarnación del pochoclo del cine actual. Nadie esperaba a que una película que tratase sobre un policía encubierto investigando a un corredor de picadas ilegales se terminase transformando en un híbrido entre Misión Imposible, María la del Barrio y Avengers y llenando de plata a la gente de Universal. Pero bueno, acá está con su octava entrega hasta el día de la fecha, con un cast de personajes muy variados y con un baggage propio La familia está más asentada que nunca, los miembros del equipo de Dominic Torreto (Vin Diesel, son ahora parte de una especie de agentes secretos motorizados del gobierno que viven al margen de la ley pero cumpliendo misiones resguardando la seguridad del mundo. Todo parece tranquilo hasta que Cipher (Charlize Theron, Mad Max: Fury Road) llega para sacudir el mundo del corredor más respetado de todos y lo volverá en contra de su tan amada familia. La trama dialoga entre momentos cómicos, de acción y bastante oscuros, por momentos la película es conciente de su identidad y decide elevar la vara de la estupidez pochoclera aún más, lo cual le sienta de maravilla. Es en los momentos donde la trama empieza a oscurecerse cuando la película flaquea, cuando en ciertos puntos algunas acciones de los personajes se tornan demasiado violentas, bajando a tierra de un cachetazo al espectador. Aquí el film es fiel a su naturaleza de melodrama de telenovela del mediodía y, si bien a primera vista es muy exagerado y desentona, son decisiones concientes que ya forman parte del espíritu de la franquicia. La comedia es básica y predecible, con algunos momentos algo hilarantes pero fugaces, y se da en base a los personajes de la trama, la mayoría chatos como tapa de motor. Los únicos que destacan son Vin Diesel, con un Torreto reluctante y un poco más expeditivo que en las anteriores entregas, y Jason Statham, con un timing cómico bastante pulido e impresionantes escenas de acción. La villana de turno, Cipher, interpretada por Charlize Theron, es una especie de super hacker llevada al extremo, capaz de controlar un ejército de autos cual serpiente gigante por la ciudad de Nueva York. Algo muy exagerado, pero otra cosa no puede esperarse de esta franquicia hoy en día. La cinematografía podría considerarse como una mezcla entre un videoclip musical, muy bien editado y con planos impactantes, y una película pornográfica protagonizada por autos. Claramente esto es una decisión buscada y no se le puede reprochar a la película por ser fiel a su identidad, pero merece la pena reconocer que el registro aquí es estilo sobre substancia, y Rápidos y Furiosos 8 es consciente de ello. Y como película para apagar el cerebro y tener una experiencia de entretenimiento cinematográfico cumple con ganas. El tercer acto es lo que mejor de la película, el momento donde la misma abraza con fuerza su espíritu pochocloexplosivo y brinda escenas estúpidamente brillantes, sólo posibles en esta franquicia. Los primeros dos actos cuentan con momentos similares, pero son las secuencias de diálogo y melodrama lo que enlentece el ritmo, resultando que la pregunta en la cabeza del espectador sea, ¿cuánto falta para que se empiecen a pegar o se suban a un auto de nuevo?
Con un público cautivo que permite una saga tan popular y prolongada, esta nueva entrega esta a la altura de las expectativas de sus fans. Carreras y más carreras de autos. Por la Habana, con un auto casi destruido y en llamas como para un aperitivo antes de los títulos. Y después una trama donde el Dom Toretto del inefable Vin Diesel se ve obligado a ponerse en contra de su propio equipo por obra de una malvada encarnada por la bellísima Charlize Theron. En el elenco la habitual acumulación de nombres famosos que esta vez incluye la participación de la mismísima Helen Mirren. Pero están Jason Statham, Dwayne Johnson, Michelle Rodríguez, Kurt Russell, Tyrese Gibson, Ludacris, Scott Eastwood y siguen los nombres. Reclamados por tratarse de un tema de seguridad nacional, tendrán todos los autos que quieran, delicias de los fans. Y la velocidad característica con autos guiados a distancia, con cables que tratan de inmovilizar a Toretto como una versión “fierrera” de la muerte de Tupac amaro. O una carrera en el Ártico con un submarino que rompe los hielos. O carreras por una Nueva York atestada de gente. Un poco larga pero efectiva y con el mensaje de que primero es la familia como en el pasado decía el legendario Campanelli de la tele argenta. Vin Diesel uno de los trece productores asociados la tiene clara: Una receta básica que acumula cada vez más fantasía en las carreras y persecuciones, a tal punto que para la numero nueve los fans piden que el clan se vaya al espacio. Ver para creer. Mientras tanto esta entrega numero ocho brinda lo que siempre promete la saga.
Luego de esta octava entrega de Rápido y furioso, Toretto y su familia ya están en condiciones de encontrarse con Optimus Prime y los Autobots para defender el planeta Tierra de alguna invasión alienígena. Sería la evolución natural de la saga después de ver las acciones que emprenden los personajes en la nueva película. A esta altura la serie se convirtió en uno de los grandes placeres culposos del cine, donde somos conscientes que los personajes son un disparate y las historias están plagadas de elementos cutre, sin embargo, en el momento en que vemos estos filmes en la pantalla grande pasamos un momento divertido. Creo que es una pérdida de tiempo analizar demasiado Rápido y furioso, ya que son propuestas que están hechas para sentarse en una butaca de cine y pasarla bien con escenas de acción ridículas que generan unas cuantas carcajadas. Exigirle más contenido sería no entender la razón de ser de esta franquicia. La nueva película fue dirigida por F.Gary Gray, quien ya había trabajado con Jason Statham y Charlize Theron en La estafa maestra y con Vin Diesel en Un hombre diferente, donde el cineasta brindó una de las mejores secuencias de tiroteos filmadas en Hollywood en el siglo 21. Gray abre la historia con una muy buena persecución automovilística en Cuba, que representa el único momento del film donde Rápido y furioso vuelve a sus raíces por cinco minutos. Luego el tono de la acción retoma el estilo exagerado de las entregas previas, donde el director parece celebrar el James Bond grotesco de Roger Moore. El motivo por el que ubico a este film por un escalón debajo de los episodios anteriores se debe a que en las secuencias más impactantes los efectos digitales no quedaron bien terminados y se ven artificiales. En la última película dirigida por James Wan (El conjuro) este aspecto estuvo más cuidado. Al margen de esta cuestión, los fan de la saga en la nueva película van a encontrar todos los elementos tradicionales que son parte del mundo de Rápido y furioso. Desde las canciones de reggaeton a las chicas con shorts ajustados y los héroes super machos a los que les rebotan las balas. Al personaje de The Rock en ese sentido le falta volar y tranquilamente se podría incorporar al universo Marvel. Entre las pocas novedades del film se encuentra Charlize Theron, en el rol de una villana que nunca se llega a desarrollar, una participación delirante de Helen Mirren y Jason Statham en un rol más humorístico que ofrece buenos momentos. Kurt Russell tuvo un papel muy acotado y la inclusión de Scott Eastwood (gran remador de Hollywood) parecería tener la intención de ocupar la ausencia de Paul Walker. El resto es más de lo mismo con la ventaja que el film al menos nunca llega a ser aburrido. Hay que reconocerle a la saga la virtud de haber llegado a la octava película gracias a una sólida base de fans que todavía apoyan estos personajes. Si en el pasado disfrutaste las aventuras de Toretto y compañía también te vas entretener con la nueva película más allá de las situaciones delirantes que presenta.
A esta altura la saga Rápido y Furioso tendría que llamarse “vale todo” porque están a un pelo de convertirse en el tipo de película que plantea The Expendables, solo que aquí sin héroes de acción de los 80s. El manejo del verosímil (o inverosímil) llegó a un punto sin retorno. Y ojo que esto no es una queja sino una celebración por parte de quien escribe. Lo que me ocurre con estas películas es que una vez que la veo y luego escribo la reseña correspondiente las olvido por completo hasta que sale la nueva. Y eso me permite redescubrirlas y dejarme llevar una y otra vez. El único problema que tienen en este sentido es que en el afán de intentar superarse dejan de un lado la originalidad por el espectáculo. El director Gary Gray brinda grandes secuencias de acción, tal como lo había demostrado en The Italian Job (2003) pero no llega a alcanzar a James Wan. En cuanto a la historia, qué decir… Es básicamente el arco argumental de las anteriores pero con algunos giros. Siendo el principal que Dom Toretto se enfrenta a su familia (no es spoiler porque está en los trailers). También hay algunas sorpresas y muchos guiños para los más memoriosos de esta franquicia. Los mejores autos están a la orden del día y las pistas que se recorren en esta oportunidad son las calles de Nueva York, Berlín, La Habana y los hielos de Rusia. Pero me quiero centrar un poco en la capital de Cuba, lugar donde transcurre el opening. Es fantástico en todo sentido, no solo por el gran despliegue sino porque hace tan solo un par de años hubiese sido imposible mostrar algo así en Hollywood. Llegamos a un punto en donde algo tan básico como lo es la saga Rápido y Furioso hace una lectura política a través de meta lenguaje. El elenco bien y funcional como siempre. Vin Diesel amo y señor, bien escoltado (y opacado) por Dwayne “The Rock” Johnson, quien cada vez está más grande e impresiona. Jason Statham se roba sus escenas y se corre un poco del rol de villano, quien en esta oportunidad recae sobre Charlize Theron. La actriz, con un innecesario exceso de botox, se encuentra un tanto perdida y fuera de sintonía en ese papel. Pero hay tanto espectáculo a su alrededor que sale indemne. Así, con una fórmula más que probada, con torpedos desviados con una mano y un bebé en el medio de un tiroteo, quedamos a la espera de las próximas dos películas.
La octava entrega de la exitosísima saga fierrera es, también, una de las más flojas. A estas alturas del partido, con ocho películas a cuestas, una taquilla muy generosa y un nombre que ha devenido en franquicia, queda claro que no hay prácticamente nada capaz de detener a Rápidos y furiosos. Ni siquiera la muerte de uno de sus protagonistas, Paul Walker, en un accidente de tránsito. Ya con su personaje esfumado de este universo poblado por fierros y mujeres, Rápidos y furiosos 8 es, sin embargo, una de las entregas más flojas de la saga. La historia empieza como casi siempre. Es decir, con Dominic Toretto (Vin Diesel) tomando sol y pisteando en algún lugar de arenas blancas y aguas transparentes (ahora es Cuba) y un llamado posterior con el pedido de volver a juntar a la “familia” para una misión. Misión que, en este caso, lo involucra de forma directa, ya que una visita de la malvada Cipher (Charlize Theron) lo obligará a “cambiarse de bando” y dejar atrás a su gente. Dirigida ahora por el veterano F. Gary Gray (Un hombre diferente, La estafa maestra, Días de ira, El mediador, Straight Outta Compton), Rápidos y furiosos 8 tiene, con excepción del inefable Diesel, un auténtico dream team encabezando la marquesina: a Theron se le suma el pelado Jason Sthatham, el inoxidable Kurt Russell, el cada película más festivo Dwayne “The Rock” Johnson e incluso, en un papel secundario, la británica Helen Mirren. El problema es que el film nunca sabe muy bien qué hacer con ellos. Mejor dicho, sabe qué hacer, pero a todas luces es una decisión errada, ya que los pone a repetir parlamentos carentes de cualquier atisbo de lógica, lleno de máximas y definiciones sobre el valor de la amistad y la familia, desaprovechando no sólo sus capacidades sino también el carisma de varios de ellos. Es cierto que difícilmente alguien se arrime a ver Rápidos y furiosos 8 buscando elementos que inviten a algún tipo de reflexión. La saga bien lo supo, sobre todo desde su quinta entrega, cuando se volcó definitivamente a convertirse en un cine físico, rabiosamente analógico. Ahora, en cambio, todo girará en derredor de un enfrentamiento entre los dos bandos, matizado por algunas escenas de persecuciones -muchas menos que en las anteriores- que basan su construcción en efectos digitales. Así, entre la espectacularidad y una trama geopolítica endeble y llena de agujeros, la franquicia pide a gritos una parada en boxes.
Rápidos y furiosos baby Parecía un error de la traducción pero no lo era, el plural acentuado en el título desde Rápidos y Furiosos 5: Sin control (Fast Five, 2011) en adelante, hacía alusión a la transformación del serial al que cada vez ingresan más personajes al team, y funcionan todos muy bien aportando momentos coreográficos tan divertidos como espectaculares. El argumento cambia de bando a los ya conocidos Don Taretto (Vin Diesel), ahora villano a pedido de la ultra malvada Cipher (Charlize Theron, más mala que como la bruja de El cazador y la reina del hielo) quién lo enfrenta a su equipo habitual. Deckard (Jason Statham) pasa al bando de los buenos al igual que su hermano. La acción comienza con publicitarias imágenes y corrida de autos incluida en las calles de Cuba para pasar por Europa y Estados Unidos y terminar en Rusia, donde deben evitar el control de armas nucleares en manos de los malos de turno. Una película de acción donde el equipo de los ya consagrados superhéroes tiene la misión de salvar el mundo, ni más ni menos. Rápidos y furiosos 8 (Fast & Furious 8, 2017) está a la altura de las expectativas, ¿cuáles? Las que las grandilocuentes imágenes del tráiler avecinaban. Varias coreografías de acción bien diseñadas, escenas impactantes desde lo visual (en el final los autos de la banda son perseguidos por un submarino), una agradable cuota de humor y un ritmo de relato que fluye y hacen disfrutables sus más de dos horas de duración. Claro que hay también una infantilización de la saga, cada vez se parece más a las películas de superhéroes de la Marvel, sin sangre y con coreografías similares a un dibujo animado CGI que a una ruda película de acción de antaño, aunque resalte valores primarios (la manada, la familia, los principios) en un discurso donde buenos y malos son identificables a la distancia. A los ya habituales Vin Diesel, Michelle Rodriguez, Dwayne Johnson, Tyrese Gibson, Chris “Ludacris” Bridges, se suman muy bien en esta oportunidad Kurt Russell, Helen Mirren, Charlize Theron y Scott Eastwood, además de las carismáticas apariciones de Jason Statham a pura patada con la escena de la prisión en dupla con Hobbs (Dwayne Johnson) como ejemplo. Son también admirables y divertidas las secuencias de acción con el bebé (no adelantaremos más), la persecución inicial y el final sobre el hielo. La película tiene el sabor del reencuentro (parafraseando a una publicidad de cerveza) con los mismos personajes que vemos en pantalla desde 2001 y continúan haciendo de las suyas. Nada nuevo pero lo suficiente para hacer un film eficiente y entretenido que no decepciona para nada.
La octava entrega de la saga contiene una vuelta de “tuerca” que la convierte en una de las mejores de la franquicia Toretto se pasa al "lado oscuro". Cual Anakin tentado por "La Fuerza", el personaje de Vin Diesel se olvida de todo lo que ha pregonado a lo largo de la serie, sobre la amistad, la familia y los lazos de unión y hace equipo con una villana (Charlize Theron) para desatar el caos en el mundo. Claro que esta decisión tiene un por qué, que los espectadores deberán descubrir a lo largo del metraje de Rápidos y Furiosos 8. El histórico "Team" de Dom, encabezados por Hobbs (Dwayne Johnson) y su eterna enamorada Letty (Michelle Rodriguez) deberá apelar a todas sus habilidades al volante para impedir el Apocalipsis. Hace rato ya, que la franquicia de RyF ha dejado de ser una simple película de acción con autos y chicas perreando al ritmo del reggaetón para transformarse en aventuras de "superhombres" haciendo proezas imposibles. Y en ese sentido, esta octava cinta da un paso más, presentado a The Rock casi como un Hulk al que se le ha desteñido el color verde, capaz de lanzar gente por los aires como quien lanza una pelota de beisbol, y sin embargo, estos momentos de "fantasía" no desentonan con el espíritu del filme. Por el contrario, su presencia en pantalla es carismática, fascinante, plagada de humor y lucha. La relación de Hobbs con el villano que encarna Jason Statham (otro de los puntos altos del largometraje) es hilarante. La química entre ambos hace que cada una de las secuencias que les toca jugar resulten tan atrapantes como excitantes. Para los seguidores de la serie, además, hay deparadas muchísimas sorpresas, cameos y referencias (incluido por supuesto, un pequeño golpe bajo final) Diesel, no acapara todo el metraje como ha ocurrido en otros filmes, y eso también se agradece, ya que permite el desarrollo de otros personajes cargados de matices (como la propia villana compuesta por la sudafricana Theron o el asistente torpe pero querible que interprete Scott Eastwood) Los paisajes y locaciones no tienen desperdicio: La Habana es escenario de una picada increíble entre Toretto y un cubano. Una secuencia que hará delirar a los tuercas y fanáticos. Las escenas de acción son grandilocuentes, fastuosas y cortan la respiración. Momentos como el escape en Berlín, o la carrera en el hielo generarán gritos y entusiasmo en la platea. Rápidos y Furiosos 8 es una montaña rusa fílmica, divertida, dinámica pochoclera hasta la médula, arranca a 100 km por hora y no frena hasta el último fundido a negro. ¡Todo lo que el cine de entretenimiento debe ser!
Es increíble como la saga de Rápido & Furioso fue cambiando a lo largo de estos años, comenzando con la primera que fue estrenada en el año 2001, y que con cada una de sus secuelas fue ganando cada vez más adeptos, también con cada película se iban superando en cuanto a material para captar más la atención de sus espectadores, comenzó como una saga en donde el tema principal eran las carreras con autos lujosos y veloces, pero en sus últimas películas optaron por dejar eso un poco de lado (siempre y cuando los autos estén en medio) para convertirse en una de las franquicias más rentables de la industria del cine, una de las perdidas más grandes que sufrió fue la perdida física de Paul Walker que murió en un accidente automovilístico en el 2013, aun con esa perdida la franquicia debe seguir su rumbo, la séptima entrega de la saga logro recaudar más de $1.516.047.671 a nivel mundial, ¿Superara esta cifra la octava entrega?, el publico decidirá. Dominic Toretto (Vin Diesel) junto a Letty (Michelle Rodríguez) disfrutan de su luna de miel en La Habana, Cuba, pero la armonía dura poco, se presenta ante Dominic una mujer llamada Cipher (Charlize Theron), una poderosa ciberterrorista a la que Toretto decide ayudar en sus planes y traicionar a su familia, Letty junto al resto del equipo, que en esta oportunidad suman como aliado a Deckard Shaw (Jason Statham), todos ellos trataran de descubrir cuáles son los planes de esta misteriosa mujer que apareció destruyendo la tranquilidad que había dentro del equipo fierrero. Como dije anteriormente, esta saga tiene sus adeptos, yo no soy uno de ellos, pero particularmente esta octava entrega se me hizo muy llevadera, las escenas de acción están bien realizadas, las persecuciones, las explosiones, la horda de autos descontrolados y hasta el submarino en Rusia, también sumándole a lo que aporta cada uno de los personajes, tanto las figuras principales como las secundarias son de lo más divertido en la cinta, mantienen firme al espectador sin despegar los ojos de la pantalla, si, es entendible que todo lo que sucede en la película está lejos de parecerse a la realidad, pero es bueno ir a ver este film sabiendo con lo que uno se puede encontrar, si sos de esas personas que quiere salir de la sala con una idea o pensamiento fijo, esta no será tu película.
Rápidos y furiosos 8: mucha carrera, poca emoción Rápidos y furiosos 8 es como un auto tuneado: tiene elementos de otros vehículos, alcanza mucha velocidad y se ve bastante ridículo, pero dar una vuelta puede ser muy divertido. La nueva entrega de la serie ya no se parece a la película sobre picadas ilegales con la que comenzó su exitosa historia. Ahora es un pastiche en el que la trama no importa y todo es más grande e inverosímil. Vin Diesel interpreta a Dom Toretto, que maneja rápido y choca cosas, mientras intenta actuar emociones profundas con su acotada gestualidad. Jason Statham y Dwayne Johnson hacen una dupla que invita a imaginar la fabulosa comedia familiar y hasta romántica que podrían protagonizar. Además vuelve el genial Kurt Russell y se suman Scott Eastwood y Charlize Theron, una perfecta villana gélida. Hay escenas de acción que entusiasman, pero también chistes y momentos dramáticos tan ridículos que causan gracia. Un mayor protagonismo de los autos corriendo en todo su esplendor y no siendo destruidos hubiese sido más satisfactorio. Pero la última y espectacular persecución sobre hielo genera suficiente adrenalina para hacer que el viaje haya valido la pena.
Con quinta y a fondo Ya sin el personaje de Paul Walker, la trama ahora enfrenta al de Vin Diesel... con sus amigos y familia. “No importa lo que está debajo del capó, sino quien está detrás del volante.” Dom Toretto, en “Rápidos y furiosos 8”. A la cita del personaje de Vin Diesel podría adosársele ¿y detrás del guión, qué? RyF ya es una saga en la que cada director trató de imponer lo suyo sin ponerse por encima del filme. Como dicen en política –y en fútbol, esto es: donde se fanatiza-: el equipo es más importante que el técnico, el partido es más grande que el candidato. Así como los personajes de RyF deambulan por distintas ciudades del mundo como si fueran James Bond, Jason Bourne o Ethan Hunt, en esta película arrancan en La Habana, con un primo cubano de Dom. Nada será fortuito, pero aunque Toretto diga que lo que lo atrae de Cuba es “la cultura, las personas y la belleza”, se topará con Cypher (Charlize Theron, con rastas), quien le muestra algo (la película es SAM 13: no hay sexo) en su celular, y Dom, como que siente un cimbronazo. Abadona la luna de miel con Letty (Michelle Rodríguez) y hace lo que le dice la ciberterrorista: “Traicionarás y abandonarás a los tuyos”. Y todo fan que se precie de seguir RyF sabe que la familia -de sangre y de amistad- es clave para Toretto. ¿Cuántos se quedarían y besarían a Charlize en vez de a Michelle Rodríguez? Pero no es el caso. La vuelta de tuerca preocupará a los más fanáticos. Cuando ya se va por la octava entrega, todo comienza a reiterarse: hay tres personajes de la flia de RyF que no hacen más que repetirse, sean el comic relief, el alivio cómico a escenas de tensión, pero la distinción es clave. Ya sin Brian O’Connor (Paul Walker), mientras Vin Diesel en su rol de productor conduce la trama -es una manera de decir- con la introspección de su personaje, Dom Toretto, los que ganan son los que se autoparodian y tienen los mejores momentos, separados o enfrentados: son los papeles de Dwayne Johnson y Jason Statham (los pacientes que se quedaron al final de los títulos de RyF 7 ya sabían que el malvado iba a volver). Las coreografías -de las peleas, de las persecuciones- son lo primordial. Hay gags porque son el sustento de escenas increíbles, se destrozan autos a la misma velocidad que la verosimilitud, hay un ¿homenaje? a Los cazadores del arca perdida, de Chris Morgan, el guionista desde la tercera entrega, allá por 2006. Pero lo dicho: el fan no entiende razones, sino que se deja llevar. Y RyF 8 mete la quinta a fondo.
Es difícil hablar de “Fast & Furious” en estos tiempos y decir algo novedoso. La franquicia está viva, desde la cuarta entrega para adelante viene superándose en la taquilla y ya nadie discute los valores que la misma ofrece. Hay acción al extremo, autos, carreras, tanques, aviones, chicas y coreografías de ampulosa fuerza: es así y en cada episodio buscan superarse. La cuestión es entones no discutir si las “Fast…” son o no buenas películas, (ya pasamos este estadío) sino que traen de nuevo. Los productores, con Vin Diesel a la cabeza (es increíble que este hombre haya crecido tanto como superestrella cuando es limitadísimo como actor) buscaron esta vez un director con poco recorrido en este tipo de cintas (F. Gary Gray)y dejaron que el hombre símbolo de la saga, se ocupara de marcarle el ritmo a sus compañeros. De hecho, The Rock (Dwyane Johnson) se peleó con Diesel bastantes veces en el rodaje al punto de manifestar su enojo por la manera en que el jefe de la familia (ahora que Paul Walker ya no está), lleva adelante el negocio. Más allá de eso, “The fate…” ofrece lo de siempre. Y un poco más. La incorporación de Charlize Theron es un gran acierto (ella está en un gran momento de su carrera) y la idea de unir a Deckard (Jason Statham) y ponerlo a jugar en equipo, termina por sumarle bastante a una cinta que, les anticipo, guarda alguna sorpresa desde el guión. Si, es probable que sientan que el conflicto, como siempre, es una excusa. Pero… Estamos en la octava parte y el público los ha consagrado largamente. Estamos para discutir esto? La historia arranca en Cuba (esta es la primera superproducción americana que puso los pies en la tierra de Fidel) donde Don y Letty están de luna de miel. Ahí se prenden en una carrera callejera (cuando no!) y al finalizar la misma Toretto se encontrará cara a cara con una mujer (Cipher, aka Theron) quien con sólo un pequeño gesto, hará que la unión familiar que el grupo presumía, se vaya por la borda. Este cambio de conducta de Dom, lleva al resto del grupo a estar en problemas y volver a trabajar con el Señor Nadie (Kurt Russell), para evitar que la nueva archivillana, consiga lo que quiere (según los servicios, desatar una guerra). Cipher es hábil, muestra muchos chiches (la escena donde caen los autos desde el estacionamiento es marca de su habilidad) y tiene el control de la situación durante la mayor parte del juego. A lo largo de la aventura recorreremos ciudades, habrá cuadros de impacto extremo (y en 3d, bien resueltos ) y música a tope. La falta de balance (se siente que Walker no esté) en la cuestión que propone históricamente (la “familia”), la cubre el humor de los secundarios y el contrapunto entre Deckard y Hobbs, que es de lo más divertido del film. “The fate of the furious” es una cinta esperable, potente y ruidosa. La gente abarrotará los cines para divertirse, ver grandes escenas con autos y disfrutar de la banda de sonido al máximo. Esta es una cinta para compartir y respeta todas las convenciones, ofreciendo como resultado final otro producto que cumple lo que siempre promete a priori: que pases un buen momento en sala.
Rápidos y furiosos 8, de F. Gary Gray La saga que nadie esperaba que se convirtiera en una saga, llega a su película número ocho, se reinventa y sale indemne después de haber atravesado la tragedia de la muerte en la vida real de uno de sus protagonistas. En el comienzo de esta octava entrega Dominic Toretto (Vin Diesel) se encuentra de luna de miel con Letty (Michelle Rodriguez que en esta película hace buena y no mete miedo). Pero la fama no lo deja tranquilo a Toretto y tiene que responder a un desafío lo que da lugar a una electrizante secuencia por la calles de La Habana. Coches, chicas hermosas en mini shorts y desborde de testosterona. Después de esa presentación, se entra de lleno a la historia en sí y Dominic traiciona a su familia para irse a cometer trapisondas con una ciber terrorista llamada Cypher (Charlize Theron, a la que por momentos parecen haberle puesto más FX en la cara que la que le aplicaron la escenas de acción). Dominic se va detrás de la terrorista y la pregunta que se desprende rápido es: ¿Ustedes no se irían a cometer tropelías con Charlize? Alguna vez Steven Spielberg se quejó de lo enorme que se pusieron la películas de acción, al punto llegó a decir, que a veces son demasiado y la verdad es que por momentos Rápidos y furiosos bordea el exceso y la confusión, pero también es cierto que el director Gary Gray sabe mantener firme el rumbo de la cosa y no es de esos directores torpes que arman un relato que no se entienda nada, por el contrario, en Rápidos y furiosos 8 las escenas de acción están bien armadas y mejor filmadas. Y si la acción no les parece suficiente, ahí están los actores en un elenco multitudinario que va desde la mencionada Charlize Theron y Helen Mirren, Scott Eastwood (el hijo de Clint), Kurt Russell, Jason Strathan y The Rock. Todos están en vena y parecen haberse divertido mucho haciendo la película. Rápidos y furiosos 8 es generosa con los fans, consecuente con la historia de esta franquicia taquillera y claro, deja la puerta abierta para más entregas. Llena de adrenalina y con una lluvia de coches desde el cielo, eso si, que los pisteros del mundo no lo hagan con sus autitos de cabotaje convenientemente tuneados porque pueden salir lastimados. RÁPIDOS Y FURIOSOS 8 The Fate of the Furious. Estados Unidos, 2017. Dirección: F. Gary Gray. Intérpretes: Vin Diesel, Dwayne “The Rock” Johnson, Jason Statham, Charlize Theron, Michelle Rodriguez, Tyrese Gibson, Ludacris, Helen Mirren, Scott Eastwood, Chris Bridges, Luke Evans y Kurt Russell. Guión: Chris Morgan. Fotografía: Stephen F. Windon. Música: Brian Tyler. Edición: Paul Rubell y Christian Wagner. Duración: 136 minutos.
Ahora dirigida por el director de vídeos musicales, director de cine, productor y actor estadounidense F. Gary Gray (Un hombre diferente, La estafa maestra, Días de ira, entre otras). Sigue manteniendo el carisma de sus protagonistas, como siempre están los valores, la importancia que tiene la familia, la lealtad, el amor y el compañerismo. Se integran al elenco ya conocido, nuevos personajes: Jason Sthatham (aunque ya estuvo en la anterior entrega 6 y 7), Kurt Russell y la participación de la británica Helen Mirren. Una villana hipertecnológica, implacable Charlize Theron (esta fantástica y sensual) y Scott Eastwood (hijo del célebre actor Clint Eastwood) que le aporta un toque especial. Vin Diesel además es productor. Dentro del guion se crea una atmosfera de intriga y misterio. Hay sorpresas y cameos. Espectaculares escenas de acción, peleas muy bien coreografiadas mientras están enfrentados: Dwayne “The Rock” Johnson y Jason Statham (esta genial), al igual que otras luchas, adrenalina, momentos divertidos, locaciones en La Habana (Cuba) colorista y un gran paisaje (hace 50 años que Hollywood no rodaba en la isla), Berlín, las calles de Nueva York, pasando por la helada Islandia (diciendo que es Rusia). Grandes escenas de persecuciones, autos destrozados a alta velocidad por todos lados, explosiones, pirotecnia, fuego, hielo y hasta un submarino. La saga continua: aun falta la novena (2019) y la décima (2021).
La saga que pide a gritos una parada en boxes. Resulta difícil encontrar una saga de Hollywood que haya llegado hasta ocho películas usando una y otra vez una fórmula prácticamente calcada, más allá de algunas pequeñas variaciones narrativas de rigor. Más aún una que lo haga con los resultados de Rápidos y furiosos, es decir, convertida en un fenómeno de escala global, con una taquilla dispuesta a devolver cifras cada vez con más dígitos, y otras dos entregas confirmadas de aquí a cuatro años. Lo cierto es que ahora, ya sin uno de sus protagonistas fundacionales, Paul Walker, fallecido en plena etapa de rodaje de la séptima RyF, pide a gritos una parada en boxes. No para abandonar la carrera, pero sí al menos para un ajuste generalizado similar al que hizo seis años atrás, cuando en su quinta parte pegó un vuelco definitivo hacia el cine de acción más puro y duro, relegando a un segundo plano los dilemas de los hombres y mujeres sentados al volante. Esos dilemas, burdos y de escaso gramaje emocional, volvían a asomar la nariz en la 7, y ahora ocupan el centro del relato. Aunque, en verdad, ese relato es –y siempre lo fue– secundario. Tanto así que el film empieza prácticamente igual que el anterior, y que el anterior de ese anterior. Es decir, con Dominic Toretto (Vin Diesel, uno de los fenómenos más inexplicables de Hollywood del último medio siglo) pisteando a la vera del océano en alguna ciudad balnearia (ahora es La Habana) y rodeado de mujeres pulposas con pollera tamaño vincha. La excusa para volver a juntar al equipo es la aparición de Cipher (Charlize Theron, flamante incorporación al staff fierrero), una cyberterrorista dispuesta a todo con tal de, básicamente, destruir el mundo. Incluso a extorsionar a Toretto para que viole uno de sus mandatos principales y traicione a su “familia”. A su noviecita (Michelle Rodríguez, revivida hace un par de películas sin que se entendiera muy bien cómo ni por qué) no le sorprende demasiado el panquequeo. Ni tampoco parece importarle. Ni a ella ni a nadie, tal como demuestra el hecho de que a los dos minutos ya estén todos sobre sus autos en… Berlín. A estas alturas del partido, carece de sentido pedirle sutileza, complejidad, realismo o sofisticación a una saga que tiene autos capaces de atravesar tres edificios. Delirante, musculosa y absurdamente hueca, Rápidos y furiosos 8 mantiene esa directiva tácita dedicando varios minutos a construir varias de las escenas más inverosímiles que se recuerden. Allí está, entonces, el Agente Hobbs (Dwayne “The Rock” Johnson) redirigiendo un torpedo munido únicamente de sus brazos tamaño XL. O los muchachos manejando sobre el hielo mientras son perseguidos por un….submarino. El problema es que esos momentos se cuentan con los dedos de una mano, y que la mayor parte del tiempo el film apuesta por aumentar el peso específico de sus personajes, todos básicos y con un grado de inteligencia sub-normal. Tampoco ayuda la evidencia del trucaje digital en medio de un universo regido hasta ahora por lo analógico. Sin olor a nafta ni manchas de aceite, difícil ir rápido y mucho menos ser furioso.
La traición como excusa Cuesta creer que todavía sigamos hablando de la serie de películas protagonizadas por Vin Diesel y compañía, una saga que nunca fue la gran cosa y que viene entregando el mismo producto simplón y de derecha una y otra vez, sin ninguna novedad a la vista… Desde hace tiempo la franquicia que comenzó con Rápido y Furioso (The Fast and the Furious, 2001) se ha transformado en una cruza entre las hipérboles de espionaje a la James Bond/ 007, la tradición cinematográfica de las carreras de autos y toda aquella súper acción de las décadas de los 80 y 90, aunque ahora encuadrada en las cinco lamentables características del Hollywood mainstream de nuestros días: tono político higiénico, humor infantil/ adolescente, violencia sin consecuencias visibles, sexualidad real inexistente y constante pompa visual tracción a CGI símil plástico. Más allá del ideario estupidizante detrás de todos estos productos (un esquema que por supuesto incluye a los superhéroes, las aventuras iniciáticas y el resto de bodriazos que se condicen con la lógica de las remakes y secuelas eternas), lo que realmente mató a la saga en cuestión es la repetición ad infinitum. En el camino poco y nada quedó de la convulsión y la garra suburbana de Bullitt (1968), Vanishing Point (1971), Carretera Asfaltada en dos Direcciones (Two-Lane Blacktop, 1971), Contacto en Francia (The French Connection, 1971) y The Driver (1978)… y mejor ni hablar del trasfondo contracultural de dichos opus. Luego de décadas de destilar el discurso, lo único que subsiste son secuencias de acción prolijas e hiper exageradas que se corresponden más con el devenir de los videojuegos, la publicidad y los videoclips que con el séptimo arte. Rápidos y Furiosos 8 (The Fate of the Furious, 2017) reproduce la fórmula del “delirio pistero y global” que ya había cansado unos eslabones antes, curiosamente en el mismo momento en que los ideólogos terminaron de definir los ingredientes del combo y dejaron en el pasado las exploraciones algo erráticas de los primeros films de la franquicia. La excusa para la colección de escenas rimbombantes de turno llega por el lado de la traición, en esta oportunidad con Dominic Toretto (Vin Diesel) abandonando su equipo en favor de Cipher (Charlize Theron), una hacker/ terrorista que corrompe al susodicho para que robe un poderoso dispositivo de pulso electromagnético como primer paso dentro de un plan muy ambicioso que involucra armas nucleares. El director F. Gary Gray, quien viene de entregar la excelente Straight Outta Compton (2015), toma la posta de James Wan y mantiene un nivel general correcto, por lo menos en lo que a él le compete: debido a que la obra obedece de manera fundamentalista a una marca registrada ya ampliamente agotada, tampoco se le puede reprochar mucho a Chris Morgan, el guionista histórico de la saga, porque los que “secaron” el pozo creativo fueron los productores, con Diesel a la cabeza. Si bien todas la entradas tienen por lo menos un par de secuencias de lo más llamativas, en este caso las que transcurren en Nueva York y Rusia, lo cierto es que a esta altura del partido resultan aburridos los personajes caricaturescos, las one-liners seudo graciosas, los giros dignos del novelón de la tarde, los cameos de secundarios de antaño y ese machismo violento, chauvinista y paradójicamente “amigable con todas las razas y géneros”. La experiencia en su conjunto es tan inerte, tan olvidable y tan lava-cerebros hacia el campo del entretenimiento más vacuo que termina poniendo de relieve la falta de un verdadero espíritu crítico en gran parte del público y la prensa, dos estratos de la industria cultural que se la pasan convalidando mamotretos de derecha como el presente, en el que los autos de lujo, una parodia del honor y hasta la fantochada religiosa se unifican a puro desvarío…
UNA SECUELA DEVORANDOSE A SI MISMA Si la saga de Misión: Imposible, a partir de su cuarta entrega, supo reconfigurarse al repensar al personaje de Ethan Hunt, que pasó de ser un héroe con a lo sumo un par de ayudantes, a un líder de equipo cuestionado e incluso cuestionable en sus decisiones, la de Rápidos y furiosos optó por exacerbar sus características ya instaladas desde el comienzo, inflando su discurso sobre la familia y una espectacularidad donde lo que se impone es el artificio más absoluto. Dentro de ese contexto, Rápidos y furiosos 8 venía supuestamente a introducir una novedad a partir de la puesta en crisis precisamente de ese discurso familiar: con la traición de Dom, que pasa a trabajar para un grupo de villanos encabezado por una ciberterrorista llamada Cypher (Charlize Theron), las posiciones cambian -hasta el punto en que un antagonista previo como Deckard (Jason Statham) pasa a convertirse en aliado-, ofreciendo algo nuevo en una franquicia que ya se estaba repitiendo a sí misma. Pero enseguida Rápidos y furiosos 8 mata todo posible suspenso, dejando bien en claro que el cambio -dado por la traición de Dom no sólo a los seres queridos, sino a sus valores constitutivos- es para que nada cambie, para que todo siga igual. El giro explicativo del guión de Chris Morgan funciona como factor tranquilizador, pero también quita toda posible tensión, con lo que la película se queda a mitad de camino sin un conflicto real que la sostenga. Frente a eso, hay una dispersión en la atención hacia los distintos personajes -de hecho, Dom pasa a tener mucho menos peso real en la trama-, pero el único recurso que tiene el relato para profundizar en ellos es la repetición y la autocita. Por eso es que Rápidos y furiosos 8 es un compendio de guiños y chistes para la tribuna aplaudidora que pronto se revelan como infructuosos y desganados. Hobbs (Dwayne Johnson) y Deckard se amenazan a cada rato con cagarse a piñas; Roman (Tyrese Gibson) y Dej (Lucadris) se disputan a Ramsey (Nathalie Emmanuel) como machitos de segunda; al personaje de Scott Eastwood lo bardean cada dos minutos; Cypher (una villana que es villana porque sí, porque la trama necesita que sea mala) tira cada vez que puede un monólogo cínico; Dom y Letty (Michelle Rodriguez) ponen cara triste y reconcentrada (parecen una perfecta pareja del nuevo cine argentino); y después viene alguna secuencia gigantesca y artificiosa. Y luego todo vuelve a repetirse, una y otra vez, en una secuela que no sólo regurgita elementos de las anteriores entregas sino que ni siquiera consigue desarrollar una estructura fluida y con una progresión pertinente. Es una aburrida y ruidosa repetición, en la que el director F. Gary Gray despliega una puesta en escena carente de originalidad, sin imaginación y que en ciertos pasajes hasta cede a la confusión visual. Recién en sus últimos minutos Rápidos y furiosos 8 crece un poco, a partir de darle un mayor espacio de lucimiento a Statham (quien lleva muy bien una secuencia en un avión que involucra un bebé), aunque la incoherencia hacia su personaje le hace pagar un costo muy caro: no deja de llamar la atención cómo el que el que era un temible villano pasa a ser un tipo simpático y termina siendo incorporado con total naturalidad a la “Familia” de los protagonistas, teniendo en cuenta que había asesinado a uno de los suyos en la entrega anterior. Pero uno no debería sorprenderse: la saga de Rápidos y furiosos ha incurrido en un sinfín de incoherencias a lo largo de sus ocho películas. Y sin embargo, su éxito es cada vez más mayor, a tal punto que ya se está auto-canibalizando, aunque a nadie parece importarle.
Pocas sagas llegan hasta su octava entrega. Algunas ni siquiera superan el desafío de la primera secuela con altura. Y muy, muy pocas lo hacen basadas en un guión original. No será exactamente el punto fuerte de este tipo de películas, pero no es un dato menor. Rápidos y Furiosos 8 (The Fate of the Furious, 2017) es la primera de una nueva trilogía dentro de la misma saga, con lo cual tendríamos asegurada por lo menos hasta su décima película. Esto responde, claramente, a un gran éxito de taquilla a nivel internacional. Aunque los responsables aseguran que no quieren fatigar a su público, cuidándose de renovar la fórmula en cada entrega. Así, F8 (como se conoce a la película, haciendo un juego de palabras entre el número de la continuación y la palabra fate, “destino” en inglés) arranca con una propuesta innovadora, que a la vez retoma la narrativa de todas las películas anteriores. Esto es lo que mantiene unida la saga, la continuidad siempre se respeta y los personajes son una constante, que poco a poco los va volviendo míticos dentro del imaginario del público. Era difícil imaginar esta continuidad sin Brian, el personaje de Paul Walker y co-protagonista de la franquicia, fallecido durante la producción de la séptima película en 2013. Con algunas escenas ya rodadas y muchas dificultades técnicas (y por supuesto, también emocionales) se incluyó a Brian en Rápidos y Furiosos 7 (Furious 7, 2015) a modo de despedida, adaptando el guión para poder justificar su salida de la saga sin perjudicar la historia. Pero el show debe continuar, y en esta entrega Dominic Toretto (Vin Diesel) carga con todo el peso del protagónico en sus hombros, aunque cuenta con un elenco de luminarias para respaldarlo. A esta altura, Dwayne Johnson (The Rock para los amigos) tiene un personaje establecido como uno de los favoritos de la saga y todo parece indicar que llegó para quedarse. Ciertos villanos de las entregas anteriores tendrán una segunda oportunidad, ya sea para redimirse o terminar de consagrarse al lado oscuro. Y la magnífica Charlize Theron hace las veces de antagonista, con un papel a su medida, encarnando una de las mejores villanas que dio el cine de entretenimiento en los últimos años. Además hay varios regresos de personajes regulares y cameos muy interesantes, cuando pensábamos que ya nada podía sorprendernos. En cuanto a acción, F8 no defrauda. La creatividad de los responsables de esta película para idear secuencias espectaculares y destrozar autos no tiene límites, pero además se suman los movimientos de The Rock y Jason Statham, máximos exponentes del cine de acción en estos días. Las escenas de pelea no tienen desperdicio, al igual que las del resto del elenco, que vuelve a lucirse en lo que mejor saben hacer. Así, la adrenalina fluye a niveles insospechados y la trama se las ingenia para mantenerse atrapante en todo momento y fiel a su esencia. No busquemos explicaciones demasiado sesudas ni diálogos elaborados, esta película está para sentarse a disfrutar de la experiencia con un buen balde de pochoclos Rápidos y Furiosos 8 es la mejor de las últimas entregas, un gran comienzo para esta nueva etapa y todo lo que el cine de acción tiene que ser. Una lección sobre cómo hacer entretenimiento, si se quiere, para todas esas películas pasatistas que hoy en día se toman a sí mismas demasiado en serio.
Un nuevo inicio para una formula taquillera Rápidos y Furiosos 8, o The fate of the furious como también se titula el film vuelve con toda la acción y un elenco estelarizante para el gusto de todos los fans. Esta nueva historia es dirigida por F. Gary Gray y el elenco lo encabezan Vin Diesel, Dwayne Johnson, Michelle Rodriguez, Tyrese Gibson, Kurt Russell, Jason Statham, y caras que se suman como Charlize Theron y Helen Mirren. Con gran expectativa llego esta nueva historia en la longeva saga de Rápidos y Furiosos, luego de lo que fue el éxito de la séptima parte con la carga emotiva que esta incluía todos se preguntaron que más podría venir y esta nueva historia nos presentó el puntapié inicial de un nuevo arco argumental. The fate of the furious tiene un atractivo argumento, que todos deseábamos en algún momento poder ver y cuando se anunció esta historia nos sorprendió al ver que Dominic Toretto se volvería en contra de su familia jugando el papel de villano, pero todo tiene un motivo el cual descubrirán al ver la película y la participación de Charlize Theron como la ciber terrorista Cipher. La película tiene un argumento que es atractivo, la historia se va narrando sin huecos en su trama y dejando pequeñas incógnitas de porque Dom se pasa de bando, nos hacemos la gran pregunta ¿Que tiene Cipher para lograr esto? por supuesto cuando esa incógnita se revela sorprende al espectador generando un giro en la trama. La película además de la trama de Dom y Cipher, tiene un guion con mucho humor que funciona en cada momento, las escenas de acción están muy bien planteadas y siempre en un nivel superior a la entrega anterior. Si bien vemos una nueva historia que cierra el ciclo de Bryan en la saga, en algún punto esta película sabe conectar con las últimas dos entregas para generar como dijimos un nuevo arco argumental. El ritmo que tiene la película, si bien al principio es un poco más lento mientras se desarrolla mantiene al espectador constantemente expectante con el humor, la trama, las escenas de acción; luego de los primeros 20 minutos la película toma un ritmo frenético y no para hasta el final. Los personajes de esta nueva historia dan y son todo lo que queremos ver de ellos, desde las escenas de acción hasta el humor cada personaje está bien planteado, presentan lo que uno como espectador espera de cada uno y del juego entre ellos. La pequeña participación de Helen Mirren no pasa desapercibida, y el regreso de Jason Statham junto a todo el equipo dan ganas de volver a ver ese equipo en especial la dupla Statham- Dwayne Johnson. Por supuesto, la participación de Kurt Russell tampoco pasa desapercibida y engalana la pantalla al igual que Helen. Vin Diesel, es el Toretto que todos queremos en este caso por momentos como un gran villano pero siempre volviendo a sus raíces lo que es un buen matiz. La gran villana de esta historia es Charlize Theron, que si bien nos deja con ganas de ver más y no cabe duda que lo veremos en próximas películas, Charlize hace un gran papel como una villana anarquista de mucho poder, pero también maldad. Gary Gray como director hace un gran trabajo montando las escenas de acción espectaculares que nos dejan con la boca abierta, pero también supo narrar la historia logrando que el desarrollo de la historia sea entretenido y que el humor implementado en la película sea muy eficaz causando mucha gracia en la platea. Sin dudas, Rápidos y furiosos 8 es el inicio de una nueva trilogía que tiene como villana a Charlize Theron, al elenco ya clásico y seguramente caras nuevas. Una película altamente recomendable para entretenerse con excelentes escenas de acción y mucho humor. ¿Es la mejor entrega de la saga?... para muchos si, aunque es una respuesta que debe responder cada uno como espectador pero no podemos dudar que cada entrega que pasa logra superar a la anterior en la historia pero principalmente en las escenas de acción. Luego de varias películas, cuando podría haber cansado al público esta saga tiene un no sé qué y sigue seduciendo a espectadores de todo el mundo confirmando lo que ya sabíamos… tenemos Rápidos y Furiosos para rato o por lo menos las entregas 8 y 9.
Crítica emitida en Cartelera 1030 –Radio Del Plata AM 1030, sábados de 20-22hs.
Lluvia de autos La octava entrega de Rápidos y furiosos sigue en la senda de la opulencia y la falta de pretensión para darnos ganas de ver cine en el cine. Quizás en el futuro veamos a esta época del cine como una especie de edad de oro del mainstream. Conviviendo con la piratería y también con los servicios legales de streaming que ya producen y estrenan películas ellos mismos, el cine en el cine continúa creciendo. El primer trimestre de este año, por ejemplo, se vendieron en Argentina un 7,2% de entradas más que en el mismo período del año pasado; y en el primer trimestre del año pasado, a su vez, se habían vendido 5,9% de entradas más que en el mismo período de 2015. Parece que el cine en el cine no sabe de crisis y sus enemigos y competidores no hacen más que fortalecerlo. Probablemente en la franquicia de Rápidos y furiosos puedan adivinarse al menos parte de las razones. Sus ocho películas recorren los últimos quince años; fueron justamente los años en los que florecieron la piratería y los servicios legales de streaming; los años en los que el mainstream parece haber florecido también. Nacida como una película de acción más para adolescentes y fanáticos de los autos, a comienzo de esta década Rápidos y furiosos pegó un salto de calidad en consonancia con gran parte del cine industrial. Este año vimos Kong: La isla calavera y John Wick 2: Un nuevo día para matar, por ejemplo, dos películas que en otra época -no hace tanto- habrían engrosado la lista de simples moneymakers pero que hoy se plantean con seriedad y parecen hechas por directores y productores cinéfilos. Rápidos y furiosos 8 es una fiesta. Sin ninguna clase de pretensión, con una trama sencilla y sin vueltas, sin temor al ridículo ni a caer en la incorrección política, la película dirigida por F. Gary Gray (debutante en la franquicia, director de videoclips de Cypress Hill y OutKast y de la película Straight Outta Compton, sobre la banda de hip-hop N.W.A) vuelve a contarnos una aventura protagonizada por Dominic Toretto (Vin Diesel), Luke Hobbs (Dwayne Johnson), Deckard Shaw (Jason Statham), Letty Ortiz (Michelle Rodriguez) y sus amigos, esta vez con el objetivo de nada menos que salvar el mundo. La película tiene corazón clase B. Vin Diesel es de madera y en una escena lo hacen llorar, pero todo contribuye a la diversión porque esos grandotes trabados están repletos de esteroides y ternura, nos importan sus destinos, les tenemos cariño porque se burlan de sí mismos y están ahí para entretenernos. Las escenas de acción, al fin y al cabo lo que importa, son ingeniosas y ambiciosas. Hay hasta una literal lluvia de autos. Rápidos y furiosos 8 está lejos de películas como Mad Max: Furia en el camino o Misión imposible: Nación secreta, que están algunos escalones arriba, pero funciona como un entretenimiento perfecto y disparatado dentro de este grupo de películas que cumplen con el muy loable objetivo de mantener vivo el deseo de salir de casa y meterse en una sala de cine.
Rápidos y Furiosos 8: La película más estúpida y divertida del año. Después de que la séptima entrega de la interminable franquicia se convirtiera en la sexta película más taquillera de la historia, lo único que les queda es celebrar. Y vaya que esta es una celebración. No hay 7 sin 8. Y especialmente cuando tu séptima película hizo un billón y medio de dólares, prácticamente lo mismo que hizo en su momento The Avengers o más que cualquier entrega de la saga de Harry Potter. Y no planean quedarse en eso, ofreciéndonos cientos de autos en pantalla a la vez, carreras en autos prendidos fuego, submarinos nucleares y hasta incluso una trama y giros de tuerca más en linea con una franquicia de espías que de autos. Su éxito y longevidad suele atribuirsele a varios factores: la parte emocional que es central a la acción (“Familia”, dicho con la voz de Vin Diesel), la diversidad de su cast, el hecho de que no tiene oposición en el genero de acción de autos, incluyendo la lamentable y reciente Need For Speed. Pero también hay algo que se destaca poco pero resulta vital para la franquicia: la total aceptación de la ridiculez y el tomarse en serio a sí mismos, siempre y cuando no se interponga ante la diversión. No hay que ir más lejos que sus títulos, en una época en la que los estudios le tienen terror a las secuelas numeradas, Rápido y Furioso 8 lleva su numeración con orgullo. Esta octava parte sirve casi como un reboot de la saga, después del fallecimiento de Paul Walker a fines de 2013. Furious 7 sirvió como una emocional despedida al actor y a su personaje, al mismo tiempo que significó una culminación de lo que es la franquicia. Entonces esta nueva entrega sirve como el comienzo de un nuevo capitulo. Desde la quinta y sexta película vimos una total aceptación de la ridiculez y estúpida diversión que ya son parte de la serie, agregándole acción fuera de los autos que puede resumirse en la brillante incorporación de Dwayne “La Roca” Johnson. El resultado es una serie de películas que sin avergonzarse ponen sobre la mesa todo lo necesario para entretener a todo el mundo por dos horas. Esta nueva entrega construye sobre todo lo bien que hizo la anterior (utilizando el plano que creo para la misma el genial director James Wan), para resumirlo y ahorrarles tiempo podría decir simplemente que es igual a la séptima, solo que aún mejor. Si vieron y disfrutaron de Furious 7, vayan tranquilos a ver esta. Y si no, vean ambas que todavía están a tiempo de divertirse. Acción que no se detiene, un gran ritmo entre las secuencias de autos, las peleas a puño limpio, el revelado de la “compleja” trama y unas cortas pero entretenidas interacciones entre personajes. La dirección de F. Gary Gray (Straight Outta Compton) y el montaje sirven como una perfecta estructura para que la acción y los personajes puedan brillar. Y vaya que hay muchos personajes. Si no estuvieron muy metidos en la promoción de la película, y aún si lo hicieron, se llevaran varias sorpresas porque es una gran reunión que incluye a prácticamente todas las entregas anteriores. Realmente se siente como crear un universo enorme que se mantiene vivo, nada mal para una estúpida película de acción, ¿no? Lo más nuevo que nos trae Rápido y Furioso 8 es su villano. Charlize Theron nos trae un antagonista entretenido y desafiante que de gran manera se pone a la altura de nuestro gigantesco equipo de héroes. Pero no son sólo nombres, más que nunca esta octava parte nos trae unos cuantos giros en una trama que trata de no quedarse quieta nunca. Desde la anterior entrega que la saga agrega un tinte de espionaje a lo James Bond a sus aventuras. Ya no hay dudas de que es un híbrido entre acción automovilística, espionaje internacional y una suerte de superhéroes sin superpoderes. Los reto a ver la séptima o esta octava y decirme que Vin Diesel y La Roca no son superhéroes… Si quieren divertirse y no tienen la lamentable incapacidad de disfrutar las cosas por lo que son, vayan a ver esta película. No se van a arrepentir.
Ride or Die Dirigida por F. Gary Gray (La estafa maestra, Straight Outta Compton, entre otras), la octava entrega de la saga que supo ganarse el corazón de (casi) todos a lo largo de dieciséis años, funciona como un pretexto más para subirse al auto tuneado de ocasión y apretar el acelerador. Rápidos y furiosos fue creciendo a la par de los músculos de The Rock, sobre todo a partir de la quinta película, hasta convertirse en una de las mejores franquicias de la actualidad, un logro que no se consiguió a través de una reputación literaria (como lo hizo Harry Potter) y menos actoral. En Rápidos y furiosos no hay un argumento que brille por su originalidad ni efectos especiales rimbombantes. Tampoco hay lugar para sutilezas. Lo que hay es puro nervio cinematográfico, de ese que exhibe cada entrega de Misión Imposible o, en menor medida, la saga de Jason Bourne. De la mano de Justin Lin, la saga fue virando progresivamente hacia la acción más desenfrenada hasta alcanzar su punto caramelo con la quinta de la serie, que supo explotar cada aspecto de la franquicia al máximo y transformarlo en comedia –los cada vez más marcados one liners de Dom, los cuerpos desproporcionadamente musculosos, la rivalidad entre Tej y Roman, convertida en el comic relief de la saga, y el duelo humorístico devenido bromance entre Statham y The Rock–. La inteligente mezcla, cada vez más aceitada, entre comedia, escenas de súper acción y tipos capaces de volar solo puede funcionar en un contexto tan autoconsciente de sus excesos como este, en el que Toretto y su pandilla se parecen más a personajes de Marvel que a protagonistas de cine de acción. Este octavo capítulo vuelve a confirmar que estamos frente a un universo de superhéroes en el que Dwayne Johnson puede romper las esposas de sus muñecas por la mitad como si fueran grisines y levantar a tipos del cuello como lo haría Hulk, y en el que los protagonistas hacen alarde de una cantidad de saberes hipertecnológicos absolutamente ridícula. El goce por la destrucción –vean la gloriosa escena de la lluvia de autos estrellándose contra el pavimento de las calles de Nueva York, cuya exacerbación es digna del mejor slapstick– la convierte en una película puramente lúdica donde una locación inventada en Rusia puede transformarse en una gigantesca pista de hielo para patinar sobre autos de alta gama, motos de nieve, tanques y submarinos que se lanzan misiles para hundirse unos a otros como si jugaran a la Batalla naval. Y como si esto fuera poco, hay otra secuencia de acción extraordinaria en una prisión de máxima seguridad, quizás el momento más maravilloso de los últimos años, que incluye a Jason Statham, un bebé y un avión en pleno vuelo que sirve como cuna para una explosión de humor y acción imparable. Rápidos y furiosos 8 nunca deja de ser placentera, ni siquiera en los momentos más oscuros y dramáticos, de los que entra y sale con una gran habilidad para volver siempre a su estado natural, rabiosamente grasa y feliz.
En su octava entrega, a Rápidos y furiosos se le acabó la gasolina y la fórmula del éxito. Tiene problemas en la puesta en escena, el argumento y hasta en la continuidad. Jamás una saga que empezó con una tímida película de carreras ilegales de autos tuneados llegó tan lejos; nunca una franquicia de acción logró crecer con tanto vigor mainstream como Rápidos y furiosos. Pero en su octava entrega se le acabó la gasolina y la fórmula del éxito se agotó en su repetición hasta quedar reducida a una desastrosa autoparodia. La escena en la que Dom Toretto (Vin Diesel) pone un auto desvencijado en marcha atrás para ganar una carrera es la metáfora perfecta de lo que es Rápidos y furiosos 8, que retrocede a toda velocidad y deja en evidencia sus inconsistencias, su falta de ingenio, su falta de comprensión de la continuidad que tiene que tener un plano con otro. El argumento se repite: unos villanos que aparecen con algún plan maquiavélico se enfrentan contra el grupo conformado por Dom y sus amigos. La novedad es que Toretto se pasa al bando de los malos, aunque la intención está tan mal construida que es imposible tomárselo en serio. Toretto traiciona su código moral y a sus amigos (su "familia", en la jerga de la franquicia) y decide luchar al lado de una malvada interpretada por Charlize Theron, cuya manera de manipular a Dom es tan poco convincente como inverosímil. La puesta en escena está totalmente difuminada. Parece que a su director F. Gary Gray le da lo mismo La Habana que Nueva York, ya que los edificios derruidos de la primera están filmados de la misma manera que los rascacielos capitalistas de la segunda, como si se tratara de un videoclip de alguna estrella del pop latino. El guion es tan licencioso que da toda la impresión de que fue escrito en estado de ebriedad, ya que de otro modo no se explican tantas torpezas, tantas cosas que suceden como por arte de magia. Por ejemplo, por momentos pareciera ser que no hay malos, ya que los que eran malos en entregas anteriores ahora luchan del bando de los buenos. Además, entran y salen personajes con total impunidad narrativa. Lo peor es que hay escenas en las que ni siquiera se sabe contra quién o contra qué luchan, mientras que las secuencias de acción transcurren tan rápido que no dan tiempo a entenderlas. Para colmo, cometen un furcio antológico: homenajean a Brian O’Conner (personaje que encarnaba el fallecido Paul Walker) como si estuviera muerto, cuando en la ficción nunca murió. Una decepción de millones de dólares.
Más allá de la cantidad gigante de tipos populares y grandes actores mezclados en el elenco, uno va a ver qué cosa nueva y disparatada inventaron para esta saga de una familia tuerca que la va de superhéroes contra villanos conscientemente de caricatura. Esta vez, Dom Toretto traiciona a su familia rodante por una malvada que es Charlize Theron que se ríe de todo. Los personajes son simpatiquísimos todos y uno quiere verlos. Y el disparate total e hiperbólico tiene la ventaja de comprenderse sin barullo. Tal cual: estas películas sólo funcionan, sólo nos otorgan un vistazo a un mundo adrenalínico si las imágenes se entienden. Y el grado de invención que tienen hace que nos asombre lo que vemos aunque en el fondo sepamos que todo es posible. Este es un cine abstracto, musical y cómico; como un cuadro de Miró moviéndose como un rayo.
A esta altura del campeonato Rápido y Furioso no necesita presentación. La franquicia está en una instancia donde exigirle raciocinio, verosimilitud y profundidad dramática es pedirle peras al olmo. No obstante, uno pensaba que con el fallecimiento de Paul Walker la saga iba a llegar a su fin, pero al parecer la Parca no es rival para la ambición de los grandes estudios; la única muerte a la cual responden es a la de la taquilla, que de momento parece estar firme junto a Toretto y compañía. Rápidos y Furiosos 8 entrega un producto que responde a esa fidelidad. La relación entre la calvicie y la velocidad Dominic Toretto se encuentra de luna de miel con Letty en La Habana. Todo parece ser perfecto hasta que un buen día es visitado por Cipher, una mujer de su pasado, que a través de formas misteriosas (o que por lo menos no revelaremos acá) convence a Toretto para que cometa una serie de delitos y traicione a su banda. En respuesta a esto, el resto de la pandilla, liderada por Hobbes, deberán hacerle frente a los planes de Cipher, incluso si eso significa eliminar a Toretto. Rápidos y Furiosos 8 tiene un guion claramente estructurado, con escenas de acción bien ubicadas y momentos de comedia rociados acá y allá. Si bien la película incurre en ciertas inverosimilitudes y baches de guion, le debo reconocer que supo cuando y como usar el gran giro que explica la inesperada traición de Toretto. La película hace el intento de meter el tema de la familia, un intento un poco endeble, pero moderadamente perdonable ya que se sabe a dónde apunta el film. Normalmente no me suelen llamar mucho la atención estas películas con musculosos invencibles que todo lo hacen bien, pero también, debo reconocerle, que la película hace un intento por redoblar la apuesta en puntos específicos y dejar que alguna emoción salga a flote. Esto también es posible por el villano de esta franquicia, que parece estar adelantado a los protagonistas en todo momento y es lo suficientemente bueno para explotar sus debilidades. No es un ejemplo a seguir, pero es eficiente como fuerza opositora. Vin Diesel y compañía no entregan nada distinto que no hayamos ya visto de ellos. Kurt Russell, Helen Mirren y Jason Statham están en el podio de lo más logrado a nivel interpretativo. No obstante, la corona le pertenece incuestionablemente a Charlize Theron que entrega una villana de voz suave pero acciones extremas. Rápidos y Furiosos 8 es todo lo que se espera de ella: buen nivel técnico, persecuciones bien filmadas y editadas, y por supuesto cuando cabe la oportunidad de hacer un gran despliegue técnico, lo aprovechan. En este caso, una persecución, submarino mediante, en el desenlace de la película. Conclusión: Rápidos y Furiosos 8 es una película entretenida y fluida; si uno elige no encontrarle la quinta pata al gato. Una entrega que, por lo menos, no va a desilusionar a aquellos que siguen a Toretto y su banda desde siempre.
Rápido & Furioso es una saga cuyo destino cambió gracias a la gran cantidad de fanáticos que había logrado cosechar la primera película. Todo parecía encaminarse para que se convierta en una franquicia destinada a ser estrenada directamente en video (derecho al DVD sin pasar por los cines), con una secuela que apenas tenía a un solo personaje de la original (hablamos de Brian, interpretado por Paul Walker) y una tercera entrega que directamente había agotado todo su presupuesto al trasladar la acción a las calles de Tokyo (y con actores que seguramente fueron rebotados de castings para películas porno). Sin embargo, algo pasaba en el final de esa entrega: aparecía Vin Diesel (en forma de cameo, claro) alias Domic “Soy invencible” Toretto, para justificar el nombre de la película. Todo mejoró cuando llegó el estreno de la cuarta parte, la cual traía al elenco original y un montón de personajes nuevos. A partir de ahí, la saga mejoró película tras película. Sobre todo con la inclusión de Justin Lin como director, quien estableció una premisa muy clara: TODO ESTÁ PERMITIDO, y es un contrato que tanto espectador como historia aceptan de manera tácita sin cuestionar nada; simplemente se dejan llevar. Luego llegaría James Wan para dirigir la séptima entrega y mantener la vara de diversión e inverosimilitud bien arriba. Rápidos y Furiosos 8 (o The Fate of the Furious, como dicta su nombre en inglés) trae de vuelta a todo el equipo de pisteros, que ahora incluye a hackers y expertos en artes marciales, para una nueva misión: detener a Toretto, quien, en un giro inesperado (ah no, ya lo contaron en los trailers...), se pasa al Lado Oscuro para complicar todo, resultando ser el marco ideal para ver la acción desarrollarse en Cuba, New York y Rusia. El director F. Gary Gray (The Italian Job, 2003) ofrece un trabajo lleno de humor (sobre todo porque la dinámica de los personajes ya esta aceitadísima luego de ocho films) y persecuciones locas que incluyen "autos zombies", tanques y hasta un submarino. A esta altura, las carreras poco importan y los autos son tan sólo un medio muy poco práctico para realizar misiones imposibles (porque claramente es mejor utilizar a un grupo de ex-criminales montados en Ferraris y Lamborghinis que a un grupo de militares bien entrenados). En el reparto, el cual sigue creciendo en cantidad de pelados grosos (¡aguante!), se destacan Vin Diesel con un personaje que hace que el espectador esté atento todo el tiempo para ver qué cosa imposible va a hacer a continuación (y les prometo que hace varias); Jason Statham para ofrecer peleas mano a mano; y Dwayne “The Rock” Johnson, quien se roba todas las escenas donde aparece (el tipo parece Hulk y básicamente tiene su mismo poder). Charlize Theron hace de una villana bastante jodida como olvidable (como su cara llena de bótox, está irreconocible). Si bien esta entrega no es tan buena como sus predecesoras, es notable lo divertida que resulta. De hecho, la historia cuenta con varios giros y sorpresas que dejan bien claro algo: hay Rápido y Furioso para rato. Y esto es quizás lo más interesante de la saga: todos los personajes que aparecen son tan buenos que tienen la chapa suficiente para seguir apareciendo una y otra vez. Y si la historia y los personajes no aseguran una continuación, sí lo va a hacer la taquilla: F8 ya se convirtió en el estreno mundial más taquillero en la historia del cine con 532 millones de dólares, desbancando así a Star Wars: The Force Awakens. Simplemente una locura, la cual celebramos porque queremos seguir viendo comó sigue la historia. ¿Autos en el espacio? ¿Un monstruo gigante que sólo puede ser detonado con la fuerza de un Ford Falcon? ¿The Rock vs. Jason Statham peleando en Marte? La verdad que, luego de ocho películas, todo vale. VEREDICTO: 7.0 - RÁPIDO Y CULPOSO Sí, Rápidos y Furiosos 8 representa uno de mis placeres culposos que más ansío ver en cine (esperemos que Scorsese no se entere de esto) y, como siempre, está a la altura de lo esperado. Escenas que te sacan una sonrisa, peleas locas y un personaje como Toretto que patea traseros de taquito. Finalmente queda la sensación de que esta entrega sirve para testear cómo funcionan los personajes secundarios por separado, para eventuales futuros spin-offs. ¿Quién sabe? Hollywood es maligno, pero adictivo.
Si bien no es "la" película de la saga, es un producto que ofrece a sus seguidores adrenalina pura, aunque sin su toque mágico. La creatividad y originalidad en las escenas de acción y automovilísticas es increíble, y lo digo en ambos sentidos: son para...
LA FURIA Dominic Toretto está de vuelta, pero esta vez del otro lado de la ley. Más allá de las sensaciones que genere, hay que respetar la franquicia Rápido y Furioso, que debutó en 2001 como una oda a la cultura tuerca y pareció muerta apenas un par de años después, mediocre secuela y extraño (y subestimado) spin-off mediante. Justin Lin y Chris Morgan, director y guionista de The Fast and the Furious: Tokyo Drift (2006), entendieron rápidamente que el fuerte de la serie no estaba en los autos, sino en los personajes, por lo que Fast and Furious (2009) reunió al grupo original y comenzó a tratar la serie como un universo expansivo que no renegaba de sus orígenes pero que empezaba a buscar nuevos rumbos. Es en esa forma de plantear la serie donde radica su fortaleza. Como si del universo cinematográfico de Marvel se tratase, cada película incorpora nuevos personajes, ya sea como parte del grupo de antihéroes o como un villano, y le ofrece espacio para crecer y mostrar motivaciones genuinas, a través de los eventos de esa película en cuestión o conectándolos con alguna de las anteriores con coherencia, de forma orgánica. Y como vemos en esta entrega, esa progresión aplica a la manera en la que la serie ha pasado de girar alrededor de carreras ilegales a poner a Dom y compañía a evitar la Tercera Guerra Mundial. Así llegamos entonces a Rápidos y Furiosos 8 ("The Fate of the Furious"), que comienza inmediatamente después de los eventos de la séptima película, con Dom y Letty (Vin Diesel y Michelle Rodriguez) disfrutando de una merecida luna de miel en Cuba, empezando a fantasear con una familia propia. Por supuesto esto sucede después de una carrera a toda velocidad por las calles de la colorida La Habana, en la que el director Gary Gray y Morgan dejan en claro que esta película no se va a guardar nada y Dom y compañía ya están más cerca de James Bond que de los corredores ilegales que aprendimos a querer. La responsable de arruinar el descanso de la pareja es Cipher (Charlize Theron), una misteriosa hacker que tiene en su poder algo tan importante para Toretto que lo lleva a traicionar lo más importante que tiene, su familia. Si en el párrafo anterior decíamos que esta película estaba más cerca de una de espías, es Cipher el elemento que confirma esa teoría. Theron, alejada de la heroína de acción que vimos en Mad Max: Fury Road (George Miller, 2015) y veremos en Atomic Blonde (David Leitch, 2017), interpreta a una verdadera villana Bond: tan amenazante como paciente y tan cruel como letal. En absoluto control en todo momento sin ensuciarse las manos. Es entonces que el oscuro agente del Gobierno Mr. Nobody (Kurt Russell) recluta al equipo de Dom, a Hobbs (Dwayne Johnson) y al villano de la anterior película, Deckard Shaw (Jason Staham) para atraparlo, y a Cipher. Rápidos y Furiosos 8 intenta contar una historia más humana y lo logra, hasta donde la profundidad emocional que un grupo de gente bella escapando a 200 kilómetros por hora de un submarino puede ofrecer. Busca explorar es el concepto de que lo importante es la familia y todo lo que haríamos para protegerlos – aunque eso sea robarse un par de bombas nucleares. La traición es apenas la premisa para una serie de persecuciones que van desde Nueva York hasta Rusia y que involucran desde varios cientos de autos controlados de forma remota hasta un submarino nuclear. Aún para los estándares de la franquicia, Rápidos y Furiosos 8 es exagerada, convirtiendo a sus personajes en verdaderos superhéroes y desafiando las leyes de la física a diestra y siniestra. Por supuesto, en el calor de la acción poco importa, pero cuando el humo se disipa uno se queda pensando si Dwayne Johnson realmente soportaría sin inmutarse una decena de disparos a quemarropa con balas de gomas. Por supuesto la franquicia va renovando el plantel, sumando y perdiendo miembros del grupo, y por cada buena interacción entre Shaw y Hobbs (que pican alto en el machómetro), tenemos las insoportables intervenciones de Roman (Tyrese Gibson) y Little Nobody (el protegido de Mr. Nobody interpretado por Scott Eastwood) que son insufribles. Ramsey (Nathalie Emmanuel) es una buena incorporación y Tej (Ludacris) siempre garpa, pero se extraña a Han (Sung Kang) y Gisele (Gal Gadot) y será interesante ver quién reemplaza a Brian (el fallecido Paul Walker) como el compañero de Dom, ahora que sabemos que muy probablemente Dwayne Johnson no diga presente en la próxima película – parece que toda la pelea entre las dos estrellas no fue solo una movida publicitaria, y de hecho en el tour de prensa de la película nunca se cruzaron. Párrafo aparte para Helen Mirren, que hace una aparición fugaz (de la que no voy a hablar porque contaría demasiado) pero, como esperábamos, se roba las escenas en las que participa. El director Gary Gray hace un buen trabajo detrás de cámara, manejando bien la acción, que aún en el medio del desenfreno es comprensible. Sin embargo, en una sección en particular abusa de las escenas en cámara lenta durante momentos innecesarios. Raro. El trabajo de fotografía también es muy bueno, aunque se note a la legua que las escenas de Nueva York fueron filmadas en Atlanta. El guión, por su parte, podría haber prescindido de tantos gritos en medio de la persecución e intervenciones de ciertos personajes que solo extienden ciertas escenas sin sumar absolutamente nada. Pero supongo que eso es tanto parte de la franquicia como los autos veloces. Hablar de entretenimiento en una película de Rápido y Furioso es casi redundante. Acción no falta en la serie desde la quinta entrega (sin dudas la mejor de todas), que fue la que comenzó a redefinir el estilo y el tono. La pregunta que cada uno se tendrá que hacer es si es el tipo de acción que le interesa o no. Rápidos y Furiosos 8 continúa con la línea definida por sus predecesoras y pero sube la apuesta a niveles que por momentos rozan la parodia. Si van al cine con un gran amor por el realismo, se van a indignar bastante. Quien se expone a una película de la franquicia sabe lo que va a ver: cuerpos trabajados, oneliners, autos rápidos y secuencias impresionantes. En su octava parte, la serie empieza a mostrar signos de desgaste aún cuando como Fast Five (2011), intente redefinirse y buscar un nuevo rumbo. Habrá que ver qué nos espera en la novena y si la lenta pérdida de estrellas afecta lo que, como dijimos, es una serie que depende mucho de sus personajes.
La persona que va a ver una película como esta sabe con que se va a encontrar. Hace poco vi una entrevista a “La Roca” donde sitúa a las películas de R&F un poco más arriba de la realidad, pero un poco más debajo de la ciencia ficción, y la verdad que concuerdo totalmente. No es una película a la que se le pueda pedir un guion excelente. Pero lo que no tiene de guion lo tiene en escenas de acción, de velocidad y por supuesto, los chistes. Explosiones por doquier, un guion que es coherente con la película. Momentos cómicos que hacen que se pase un buen rato en el cine, peleas entre personajes que parecen sacadas de alguna película de Marvel y por supuesto las infaltables escenas de autos, carreras, choques, explosiones, disparos. Todo eso hace que sea una buena película, de SU tipo de película. Algo para destacar es como han reducido la exposición de la mujer como objeto de deseo. En todas las películas de esta saga siempre hubo una escena donde las chicas andan con ropas ajustadas o casi sin ropa y se las filma en cámara lenta y desde atrás, esta no fue la excepción, pero se redujo, y creo que es el puntapié para que de a poco desaparezcan. Es una película donde la frase “más de lo mismo” encaja, pero en un buen sentido. Supera en acción a algunas de sus anteriores, supieron como hacer que la falta de Brian no se note y como leí por ahí es la primera de una trilogía (dentro de toooodas las anteriores) y me dejaron con ganas de ver más. Mi recomendación: Es una película entretenida, si te gusta este tipo de películas ni lo dudes y anda a verla que te vas a reír, vas a ver autos correr y explotar.
Acción al límite de la realidad En "Rápidos y furiosos 8" una misteriosa mujer intentará seducir a Dom para convencerlo de regresar a la vida criminal que tanto lo acecha, traicionando a quienes lo rodean y enfrentándose a retos nunca antes vistos. La saga prometió entretenimiento que saliera de la pantalla y cumplió en esta nueva entrega. "La realidad está a un nivel, y nosotros... un poco por arriba. No somos superhéroes, pero...". Así definió Dwayne Johnson, más conocido como "The Rock", a la saga de "Rápidos y Furiosos" en una entrevista con el periodista Lucas Baini. Y no hay mejor manera de describir la sucesión de escenas de acción, una tras otra, que se ven en este nuevo largometraje, la octava entrega de la franquicia y primera tras la muerte de uno de sus protagonistas, Paul Walker. Redireccionar un misil con la mano, conducir Lamborghinis y tanques de guerra en el hielo, manipular remotamente cientos de autos en la ciudad, una bola de demolición oscilando como distracción, un rodeo de autos contra autos, y un submarino persiguiendo a la banda de Torreto, son algunas de las tremendas secuencias que se verán en esta locura cinematográfica. Más allá de la acción, el filme, nuevamente, retrata la familia como lo más primordial del mundo, y lo hace forzando sus extremos: Dom traicionará a su equipo por el pedido de Cipher (Charlize Theron), la hacker más peligrosa del mundo, bajo circunstancias extorsivas. Su amigo Hobbs (Johnson), su mujer Letty (Michelle Rodriguez), Roman (Tyrese Gibson), Tej (Ludacris) y Ramsey (Nathalie Emmanuel) deberán capturar a su líder, que escapó con una amenaza mundial bajo el brazo. Uno de sus antiguos enemigos, el inglés Deckard (Jason Statam) se unirá a la cacería. Con escenarios naturales, como Cuba, Nueva York e Islandia, los heroicos forajidos viajarán de un lado a otro en increíbles persecuciones, peleas mano a mano dignas de titanes, y enfrentamientos con muchas explosiones casi pertenecientes a otra dimensión. Del otro lado, una falencia es que, por ampliar la audiencia en cines, bajando la edad de quienes se permite en las salas, el filme carece de veracidad cuando hay escenas apocalípticas, como si nadie muriera a pesar de las explosiones, y evitando mostrar eventos que son cruciales en la trama. Más allá de esos motivos, de poco serviría hacer algún tipo de análisis artístico más profundo, pues la saga siempre prometió entretenimiento que saliera de la pantalla y cumplió en cada entrega.
Crítica emitida por radio.
Coherencia: cero. Quimica de los protagonistas: 100%. Acción y adrenalina: 120%. Cuando la pavada es dirigida con virtuosismo - y está integrada por una parva de personajes que se sacan chispas en pantalla - es posible elevarla a la categoría de obra maestra. Oh, sí, Rapidos y Furiosos 8 es una tontería monumental y las leyes de la física (o de la coherencia narrativa) parecen pertenecer a otro universo pero, como espectáculo pochoclero, es digna de aplausos. En una época en donde la monotonía y los argumentos mediocres están en boga, al menos el filme de F. Gary Gray te termina dejando con la panza llena y el corazón contento, sabiendo que viste un disparate que te ha sacado un montón de sonrisas a lo largo de sus dos horas de duración. Desde sus inicios como películas de carreras de autos hasta ahora, la saga de Rapido y Furioso ha crecido a niveles exponenciales. Ahora se trata de un equipo de temerarios embebidos en tecnología de punta y combatiendo a villanos que desean apoderarse del mundo. La Cipher de Charlize Theron (que luce mas deforme que nunca, no sé si es el maquillaje, las horribles extensiones o el botox pero parece una muñeca de cera a la que la agarró el calor) parece salida de una película de James Bond, y sus planes de dominación mundial son tan disparatados como asombrosos, ya que la mina cuenta con un arsenal de recursos y gadgets ilimitados con los cuales hace todo tipo de locuras: desde convertir a miles de autos computarizados en drones bajo su comando (y lanzarlos en una persecución infernal a lo largo de las calles de Nueva York) hasta perseguir a los furiosos por la helada superficie de un rio ruso, tirándoles un submarino atómico encima. Hay villanos que vuelven y se redimen, recursos sacados de la galera (¿cómo Dom sabía con quién contactarse en Nueva York, y cómo poseía un dispositivo de rastreo antes de dicho encuentro?), y una sarta de locuras manufacturadas con maestría. Y, en medio de todo ello, la troupe de habitués que se sacan chispas cada vez que se reunen a armar algún tipo de estrategia, Es que Dom ha pasado a la clandestinidad, la super villana Cipher parece tener algo descomunal para forzarlo a ir contra sus principios, y los buenos deben aliarse con los tipos mas malos del planeta (Jason Statham y su revivido hermano Luke Evans) para detenerla. Un mal menor para detener un mal mayor. Lástima que los chicos buenos de barrio no se llevan bien con los mercenarios que se cruzaron al otro lado del mostrador, y los chispazos terminan siendo deliciosos - es como una versión políticamente incorrecta de la pandilla de Danny Ocean -. La artillería verbal con la que se sacuden Dwayne Johnson y Jason Statham es, por lejos, de lo mejor de la pelicula. Ciertamente el climax tiende a salirse de madre, pero al menos el filme se da maña para mostrar locuras nunca antes vistas en pantalla. Ya sea la relativamente modesta carrera inicial en las calles de Cuba, el robo de un dispositivo EMP en Berlín, la mencionada avalancha de drones automovilísticos en Nueva York o el final en el río ruso, lo cierto es que Rapidos y Furiosos 8 no tiene un gramo de grasa a la hora de mantener las cosas en movimiento - es como 2012, otra locura que, de tan exagerada, resulta infinitamente divertida -. Quizás Scott Eastwood sea demasiado tronco para actuar (lo cual es demasiado, considerando el limitado histrionismo del elenco), la balacera a bordo del avión de Cipher excede la mínima lógica que exhibe la saga, e incluso los poderes destructivos del pulso EMP sean demasiado selectivos (el coche de Toretto anda joya, el resto de la base de los malos no... pero coches, camiones y helicópteros siguen funcionando!), pero la diversión termina venciendo a la coherencia. Es posible que Rapidos y Furiosos 8 no sea el mejor filme de la saga pero, al menos en cuanto a entretenimiento, me parece que carece de rival. Y con la perspectiva de que el personaje de Charlize Theron regrese, la expectativa por las proximas entregas es alta, algo increible si consideramos que vamos por la octava entrega de una franquicia a la cual nadie le tenía demasiada fe cuando comenzara, hace ya, 16 largos años.
Asoma el ocaso de la saga Bueno, creo que ya vendrían siendo suficientes las entregas que nos han hecho de esta saga, ¿no?. Principalmente porque la historia inicial del film de conflicto familiar y amistad ya se cerró con la muerte del actor Paul Walker y el debido homenaje que se le hizo en el final de la séptima entrega. También porque la dinámica entre los distintos personajes y los nuevos conflictos van perdiendo fuerza. En esta ocasión nos encontraremos con un equipo desconcertado y dividido a raíz de que Dom (Vin Diesel) decide traicionar a la familia. La secuencia comienza con Dominic Toretto viviendo en una Cuba americanizada y hasta caricaturesca en la que se dedica, por supuesto, a las picadas. Esas picadas se dan en plena ciudad, con civiles esquivando a los pilotos de picadas... Creo que con todos los accidentes y muertes que han habido con respecto a las picadas ilegales en el mundo, ya deberían dejar de hacer apología irresponsable de este tema, pero bueno, no me voy a explayar en algo que todos sabemos está mal. Otra cuestión que mejora en espectacularidad pero pierde en credibilidad son las situaciones de persecución, carrera y peleas entre los protagonistas. En la misma secuencia de inicio en Cuba Dom termina ganando una picada con auto viejo, claramente inferior al de su opositor, encendido en llamas y en reversa. ¿No será mucho muchachos? Es decir, se agradecen esas escenas carísimas e imposibles en las que vemos autos volando por los aires, destruyéndose sin ningún sentido de culpa, pero la verdad es que siempre esperamos un nivel mínimo de credibilidad, que no nos haga sentir que estamos ahí sólo por las explosiones. Por ejemplo la escena de la cárcel con Jason Statham y Dwayne Johnson es muy entretenida, e incluso la química entre estos dos actores es bastante buena. Tiene un nivel de credibilidad aunque sea mínimo. Lo que sucede por ejemplo en Cuba es todo bastante ridículo. Por otro lado creo que la villana compuesta por Charlize Theron se queda a mitad de camino, no por la interpretación de la actriz sino por el perfil que lo dieron los guionistas. Es una especia de hacer internacional sin demasiadas motivaciones a la vista. Sólo quiere ver el mundo arder. Finalmente la situación que utilizan para obligar a Dom a cambiarse de bando es un tanto tirada de los pelos y creo que restó más de lo que sumó al resultado final. Una película que muestra signos de agotamiento en todo el plantel, desde el director y los guionistas hasta el elenco de actores que da vida a los personajes. Creo que es hora de dejar a la saga tomarse unos años varios de descanso para no caer en la trampa de a entrega casi industrial de films sin sentido.