Más vale tarde que nunca No fumar es un vicio como cualquier otro (2005) llega a los cines argentinos tras su demorado estreno. Dirigida por el multifacético Sergio Bizzio –escritor, cineasta y músico- esta tragicomedia absurda, que cuenta con guión de él mismo y Lucía Puenzo (XXY, El Niño Pez), se permite reírse de todo y todos. La estructura narrativa del film se centra en dos historias que se desarrollan en paralelo. La primera conformada por un matrimonio de fumadores compulsivos que de la noche a la mañana deciden dejar de fumar. Como consecuencia de dicha acción y producto de la abstinencia sus vidas tomarán los más insólitos carriles, llegando a límites en donde lo inverosímil se apoderará de ellos. La segunda historia focaliza en la relación entablada por una actriz retirada, que un día ve en la televisión que ha muerto en un terrible accidente cuando en realidad la muerta es una persona que lleva su mismo nombre, y el marido de la verdadera difunta, un asesino serial de jóvenes mujeres. Bizzio apela al relato coral para conformar el relato. Dos narraciones cuyas historias a priori solo tendrán en común el absurdo se unirán en un todo con muchos más puntos en común que diferencias. El absurdo está planteado desde la escena inicial y a partir de ese instante resultará imposible tomarse en serio todo lo que vendrá. De manera acertada el realizador juega con los géneros cinematográficos y casi en tono paródico homenajea a otros realizadores. Hay referencias al cine de Quentin Tarantino, a los comienzos de Pedro Almodóvar, al Woody Allen de siempre, y al Martín Rejtman de Silvia Prieto, con personajes que parecen haberse escapado de películas clase B de los años 80 pero con una personalidad tan irreverente como solo un autor como Bizzio podría proporcionarles. Si en Animalada (2000) rompía con los límites de la corrección política al contar la historia de amor entre un hombre que destruye a su familia tras enamorarse de una oveja. En No fumar es un vicio como cualquier otro reconfirma que su búsqueda va más allá, permitiéndose, en tono satírico, hablar sobre temas que otros no se animan. Bizzio se permite todo y eso conlleva a que también uno como espectador todo le permita. Seis años tuvieron que pasar para que el público pueda disfrutar de esta película que a pesar del paso del tiempo no envejeció. Película que hoy resulta tan moderna, irónica, negra y patética como seis años atrás.
Un almodovarismo de segunda mano En la última escena de No fumar es un vicio como cualquier otro la pareja protagónica se relaja, respira hondo, se distiende. En ese momento se los siente finalmente como dos personajes, entendiendo por tales a seres con vida propia. Hasta entonces han sido meras entelequias, abstracciones, vehículos de ideas que se quiere transmitir. Esta tendencia a usar la materia ficcional como el titiritero a la marioneta era perceptible ya en Animalada (2001), ópera prima como realizador del muy reconocido novelista y dramaturgo Sergio Bizzio (Ramallo, 1956). Si allí Bizzio recurría a la farsa estridente, el grotesco de pretensión feroz, la sátira de munición gruesa para narrar el amor loco de un estanciero por una oveja, No fumar es un vicio como cualquier otro representa un rotundo paso atrás, aun admitiendo que la rusticidad, el feísmo presuntamente provocador, la deliberada inconclusión sean deliberadas. Hay como un almodovarismo de segunda mano en este orbe episódico de escritoras de literatura infantil que para hacer unos pesos extra se ponen a escribir guiones para videos porno, gurúes antitabaco que no fuman en cadena, mafiosos acompañados de un “gato” de ocasión, viejas divas del cine cuya vida parece una telenovela, respetables señores que resultan ser asesinos seriales. El Almodóvar de Qué he hecho yo..., que cruzaba parodia y realismo. El de los tiempos de Kika, con el actor porno Paul Bazzo reemplazado por un proctólogo llamado Dr. Hondo. Proctólogo que practica un tacto rectal al asesino serial, en una de las varias escenas de la película que hacen pensar en un Hugo Sofovich releído, sin ayuda del ángel cómico de Porcel & Olmedo. Por pintar sus propios crímenes en granos de cereal (con ayuda de un microscopio), al asesino serial se lo llama asesino cereal. En su primer crimen, el hombre le mete su pistola en la boca a una chica como de Tinelli. La chica comienza un simulacro de fellatio, el tipo se calienta, le vuela la cabeza y luego dice, por si el espectador no entendió el símil: “Acabé”. En sus novelas más logradas (Era el cielo, por ejemplo), Bizzio logra amalgamar la sátira no particularmente sutil con la revulsividad, sin abandonar el compromiso con los personajes y hasta ciertos códigos de novela realista. Nada de eso es verificable aquí, hasta aquella escena final al menos. La luz dura, la indolente sucesión de sketches (algunos de ellos, dramáticos), el desfile de secundarios ocasionales, la sensación de gratuidad general y hasta la presencia de algún actor catódico: todo hace pensar en algunos de esos programas de televisión que se quieren de culto y terminan resultando más inexplicables que el más mainstream de los mainstream televisivos.
Comedia negra y absurda Sergio Bizzio tiene una filosa y exquisita ironía para tomar personajes reconocibles (como en la obra de teatro "La China" coescrita con Daniel Guebel) y someterlos a situaciones bizarras, o absurdas. El novelista Sergio Bizzio, firma el guión de este filme (del que también es director), junto a Lucía Puenzo. De Bizzio se había visto en 2001 su película "Animalada", la original historia de un hombre, padre de familia, que se enamoraba de una oveja. En "No fumar..." si bien sus protagonistas son una pareja compuesta por una autora de libros infantiles y su marido masajista, la película incluye otras sub-historias, que ayudan a redondear una comedia negra e imprevisible. El dejar de fumar, como bien se sabe, provoca los más diversos síntomas en quienes lo padecen y en la pareja elegida no es una excepción. La dupla Bizzio-Puenzo logra a través de cada sub-trama despertar un punto de interés, en las que cada relato bien podría convertirse en un largometraje. ASESINO "CEREAL" Una de las más curiosas parejas del filme es la que conforman la ex actriz famosa a la que dan por muerta y el asesino "cereal", así se lo denomina, porque en cada uno de sus crímenes deja una caja de cereal de muestra. En este caso los papeles a cargo de una estupenda y convincente María Onetto y Luis Machín, le aportan su cuota de absurdo y originalidad. Mientras que el matrimonio de Horacio Acosta y Mausi Martínez, se encaminan hacia un tono más disparatado pero de igual ironía, la que alcanza su momento cumbre, cuando la mujer pasa de ser una autora infantil, a guionista de videos porno. Sergio Bizzio tiene una filosa y exquisita ironía para tomar personajes reconocibles (como en la obra de teatro "La China" coescrita con Daniel Guebel) y someterlos a situaciones bizarras, o absurdas. Con "No fumar..." consigue un filme correcto, con un casting de actores de pronunciada trayectoria teatral y cinematográfica.
Una de las acepciones del término vicio, según el diccionario de la real Academia Española, es: “Gusto especial o demasiado apetito de algo, que incita a usarlo frecuentemente y con exceso”. No Fumar es un Vicio Como Cualquier Otro se funda sobre la interesante estructura de comedia coral, en la que diversas historias se van articulando a través de la relación fortuita que establecen entre sí los diferentes personajes. Si bien aquí existe un claro protagonismo del matrimonio interpretado por Horacio Acosta y Mausi Martínez, en pleno proceso de deterioro no sólo como pareja sino también como individuos; cobra también relevancia, la dupla conformada por Luis Machin y María Onetto, que interpretan a un asesino serial y a una actriz retirada y artista plástica en potencia, respectivamente. El universo creado por el director Sergio Bizzio, también responsable del guión junto a Lucía Puenzo, está atravesado por personajes que fuman sin reparos o intentan dejar de fumar. Este hilo conductor que es el cigarrillo, sumado al exceso de propuestas, son dos de las variables que atentan contra la posibilidad de conformar un todo coherente que le permita al espectador internarse en el relato. Vayamos por partes. En relación a la primer variable: Las constantes alusiones al acto de fumar, ya sea desde la palabra o desde la acción, y el conflicto que esto genera entre los personajes, no llegan a constituirse como algo real y tangible en el cuerpo de ellos mismos, de manera de dar verosimilitud al juego de situaciones cómicas y absurdas que propone el relato en relación al vicio, no sólo de fumar sino de dejar de hacerlo, asesinar gente o de pintar flores azules. Es decir, Tanto María Onetto, Mausi Martínez y Luis Machin, realizan una composición de personaje correcta en lo individual pero al momento de establecer relación con un tercero el conflicto se diluye limitándose a una mera enunciación verbal. (Permítase a la cronista hacer una salvedad aquí en cuanto a los encuentros entre Luis Machin y María Onetto que devuelven verdad a la pantalla) Esto evidencia el siguiente problema: la mirada exterior que debiera proponerles a todos articularse en un único registro, el del relato, y profundizar los conflictos que verbalizan, pareciera desentenderse de ellos para ocuparse de sumar cada vez más recursos a explotar. Es entonces que lo logrado comienza a perderse o desdibujarse. En cuanto a los actores mencionados y conociendo su trayectoria, sabemos que con o sin mirada exterior realizan su métier siempre de manera encomiable, pero aquellos con mayor necesidad de guía, o bien con roles menores aparecen en pantalla como a la deriva o bien como una mera excusa. La segunda variable a la que hemos hecho referencia, es la excesiva digresión que también impide que la trama crezca y que en ese avance nos sumerja cada vez más en el desopilante mundo que imaginaron los guionistas. Entonces, nos encontramos no ya frente a un relato coral sino al gusto particular y excesivo del director de la recordada Animalada (2001). No Fumar es un Cicio Como Cualquier Otro, a pesar de sus buenas intenciones, recuerda a los seminarios de improvisación que tomaba quien suscribe; en un principio constituyen una excelente herramienta de entrenamiento pues abren un mundo de posibilidades y son una maravillosa manera de estimular la imaginación y desembarazarse de los prejuicios; pero a la hora de realizar la puesta en escena, y recordando la definición con la que iniciamos esta reseña, es importante tener cuidado y saber elegir; sin dejarnos llevar por el gusto especial por algo o por todo lo creado, pues esto conlleva el peligro de pecar de excesivos, lo que finalmente irá en detrimento de nuestra propia obra.
Filmar es a veces un vicio como cualquier otro Sergio Bizzio, músico y escritor, es un eficaz libretista televisivo, como lo demuestran varios capítulos de «Tiempo final», «Mosca y Smith en el Once» y otras series nativas. También ha participado en guiones como «Chicos ricos», «Adiós querida luna», «XXY» (basado en un cuento suyo) y el thriller colombiano «Rabia». Pero cada tanto, como nadie es perfecto, despunta el vicio de hacer una película propia. Así, ya hizo «El disfraz», telefilm que pocos recuerdan, «Animalada», que pocos quieren recordar (aunque tenía su gracia) y la que ahora vemos, que muy pocos van a recordar porque se da en un solo cine, y tiene pocos chistes memorables. En ella vemos el conflicto de un masajista y su esposa, guionista de un film porno dirigido por un ex novio que a mitad del rodaje la incorpora a un menage a quatre delante de la cámara. ¿Por qué, pobre mujer, se mete en ese lío? Una posible razón, es que días atrás ella y su pareja decidieron dejar de fumar, y ahora sufre el síndrome de abstinencia. A su vez, el marido sufre doblemente, porque no puede resistir la tentación que le brinda gratis un lindo gatito, pero tampoco puede concretar dicha tentación, fastidiosamente interrumpida por el hijo resentido de un cliente mafioso. Mientras tanto, una actriz retirada sufre la falsa noticia de su muerte, y un miniaturista viudo hace sufrir a las chicas jóvenes mostrándoles un revólver con silenciador, que una de ellas lleva a la boca en escena que haría hablar a los sicoanalistas y las fumadoras. El miniaturista y la muerta que parla no fuman. Completa el reparto un bebé que duerme casi todo el tiempo y no usa chupete. O sea, toda gente viciosa, según nos da a entender el título de la obra. ¿Qué sentido último tiene, y cómo se amalgama todo esto? Quién sabe. En la pantalla solo vemos una sucesión de situaciones medio inconsistentes e inconsecuentes (salvo para las chicas jóvenes), donde la gente dice unos diálogos deliberadamente medio absurdos como la cosa más natural del mundo, no mucho más, y cuando uno quiere acordarse ya se terminó la película, a Dios gracias. En síntesis, es medio rara, diríamos medio ingeniosa y medio bodriosa. Se parece un poco a las del Dr. Menassa, pero comparativamente mejor hecha y bien llevada por buenos intérpretes. Dato para curiosos: filmada en 2005, acá coinciden por primera vez Luis Machín y María Onetto, cinco años antes de «Rompecabezas». Del resto, no vale la pena.