No fumar es un vicio como cualquier otro

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Filmar es a veces un vicio como cualquier otro

Sergio Bizzio, músico y escritor, es un eficaz libretista televisivo, como lo demuestran varios capítulos de «Tiempo final», «Mosca y Smith en el Once» y otras series nativas. También ha participado en guiones como «Chicos ricos», «Adiós querida luna», «XXY» (basado en un cuento suyo) y el thriller colombiano «Rabia». Pero cada tanto, como nadie es perfecto, despunta el vicio de hacer una película propia.

Así, ya hizo «El disfraz», telefilm que pocos recuerdan, «Animalada», que pocos quieren recordar (aunque tenía su gracia) y la que ahora vemos, que muy pocos van a recordar porque se da en un solo cine, y tiene pocos chistes memorables. En ella vemos el conflicto de un masajista y su esposa, guionista de un film porno dirigido por un ex novio que a mitad del rodaje la incorpora a un menage a quatre delante de la cámara.

¿Por qué, pobre mujer, se mete en ese lío? Una posible razón, es que días atrás ella y su pareja decidieron dejar de fumar, y ahora sufre el síndrome de abstinencia. A su vez, el marido sufre doblemente, porque no puede resistir la tentación que le brinda gratis un lindo gatito, pero tampoco puede concretar dicha tentación, fastidiosamente interrumpida por el hijo resentido de un cliente mafioso.

Mientras tanto, una actriz retirada sufre la falsa noticia de su muerte, y un miniaturista viudo hace sufrir a las chicas jóvenes mostrándoles un revólver con silenciador, que una de ellas lleva a la boca en escena que haría hablar a los sicoanalistas y las fumadoras. El miniaturista y la muerta que parla no fuman. Completa el reparto un bebé que duerme casi todo el tiempo y no usa chupete. O sea, toda gente viciosa, según nos da a entender el título de la obra.

¿Qué sentido último tiene, y cómo se amalgama todo esto? Quién sabe. En la pantalla solo vemos una sucesión de situaciones medio inconsistentes e inconsecuentes (salvo para las chicas jóvenes), donde la gente dice unos diálogos deliberadamente medio absurdos como la cosa más natural del mundo, no mucho más, y cuando uno quiere acordarse ya se terminó la película, a Dios gracias.

En síntesis, es medio rara, diríamos medio ingeniosa y medio bodriosa. Se parece un poco a las del Dr. Menassa, pero comparativamente mejor hecha y bien llevada por buenos intérpretes. Dato para curiosos: filmada en 2005, acá coinciden por primera vez Luis Machín y María Onetto, cinco años antes de «Rompecabezas». Del resto, no vale la pena.