Como en sus recientes películas, Matías Piñeiro retorna en LA PRINCESA DE FRANCIA al universo de William Shakespeare para contar la que tal vez sea la más ambiciosa de sus producciones, estructurada como un juego de ecos –más que una adaptación– respecto a TRABAJOS DE AMOR PERDIDOS, la comedia de Shakespeare en la que el Rey de Navarra y un grupo de hombres que se habían prometido dedicarse al estudio y abandonar la persecución femenina se ven en problemas con la llegada de la tan mentada Princesa de Francia y sus damas. Ese punto de partida en realidad resuena tanto en la puesta radial que Víctor, Guillermo y las actrices Paula, Natalia, Jimena, Ana, Lorena y Carla deciden poner en escena como en las vidas privadas de todos ellos, que se cruzan y descruzan en Buenos Aires. La trama puede ser “destrabada” como una serie de idas y vueltas románticas de casi todas ellas por el corazón de Víctor (Julián Larquier Tellarini), que se va de viaje a México por un año y al regresar intenta reunirlos a todos para concretar el proyecto de llevar esa obra en formato de radioteatro. Entre los celos profesionales se mezclan los personales. Paula (Agustina Muñoz) era la novia de Víctor previo a su viaje y ahora no está del todo segura de seguir siéndolo; Natalia (Romina Paula) es una ex novia suya y Ana (María Villar) hace las veces de amante. Pero Guillermo (Pablo Sigal), Lorena (Laura Paredes), Carla (Elisa Carricajo) y Jimena (Gabriela Saidón) también tienen lo suyo para aportar en esta serie de entuertos romántico/laborales. princesa1Como en otros filmes del director de VIOLA, no es necesario estar al día con la obra de Shakespeare para seguir la trama, aunque algún que otro dato pueda ser útil. Como en sus comedias, muchas veces el exceso de intriga romántica puede resultar confuso para el espectador, pero lo que Piñeiro logra es que la potencia del texto y la belleza de la puesta en escena supla lo que por momentos se hace arduo de conectar. Y lo logra con esa fluidez con la que milagrosamente conecta citas de las obras con textos de los actores sin que nos demos cuenta ni que suenen impostados o teatrales. Realistas no son, es cierto, pero los textos propios y los adaptados se combinan casi como en un nueva forma de lenguaje. LA PRINCESA DE FRANCIA tiene, a diferencia de las anteriores películas suyas, una suerte de forma musical, combinando sueños, aparentes reiteraciones que no son tales, y una cantidad de idas y vueltas en los movimientos de los personajes que transforman el todo en una gran coreografía de voces, rostros y cuerpos. Componen, como el cuadro de Bouguereau que se cuela en forma de postal en varios libros que llevan los personajes además de verse en el Museo de Bellas Artes, una enrevesada figura de cuerpos femeninos enlazando a un hombre, que las manipula mientras las chicas hacen lo mismo con él y entre ellas mismas. Piñeiro juega con las reiteraciones de frases (Sigal diciendo varias veces un mismo texto al micrófono, por ejemplo, con mínimas inflexiones) y de situaciones (Paula vive tres episodios que arrancan de manera muy similar pero luego difieren en mucho, seguidos por un cuarto que lo completa telefónicamente) para convertir a LA PRINCESA DE FRANCIA, como a la mayoría de sus películas previas, en una narración sobre la circulación del deseo, en esa línea que muchos han relacionado con el cine de Rohmer y Rivette pero que a esta altura ya alcanza la categoría de voz propia. Princesa-Francia-Pineiro-microfono-600En la escena que abre el filme –un partido de Fútbol 5 visto desde una terraza con música de Schumann en un notable plano secuencia lleno de sutiles apuntes coreográficos– se ve claramente esa elección musical. Da la impresión que esa pelota que va de pie en pie, transformando a un bando en poderoso y al otro en débil, sintetiza visualmente buena parte de la acción de la película, por no hablar de alguna metáfora futbolística que en algún momento usé para referirme al cine del autor: la circulación coreográfica de un objeto deseado es claramente aplicable al deporte. Da la impresión tras ver este filme que Piñeiro llegó todo lo lejos que deseaba respecto de este mundo específico, compuesto por los textos de Shakespeare cruzados con la realidad, un similar grupo de actrices y un ballet de luz sublime coreografiado por Fernando Lockett. El director ya habló de su intención de combinar estas búsquedas algunas veces más, aunque uno siente que tiene el suficiente talento como para salir de esa zona de aparente confort suyo como para intentar buscar nuevos horizontes y nuevos riesgos creativos y estéticos. El talento, el ojo, la imaginación, la inteligencia y la poesía las tiene –lo mismo que el gran equipo que lo acompaña detrás y delante de cámara–, por lo que LA PRINCESA DE FRANCIA podría ser también vista como una culminación –con epílogo incluido, que llega al final de los créditos– de una etapa de su carrera. La que lo convirtió en uno de los más grandes cineastas argentinos de los últimos tiempos. (Crítica publicada originalmente durante el Festival de Locarno 2014)
MARIPOSA es la más ambiciosa y tal vez la mejor película de la carrera de Marco Berger (PLAN B, AUSENTE, HAWAII), un curioso entramado de dos historias realizado con una pericia narrativa sorprendente, de esas que pasan desapercibidas por lo bien ensambladas que están. Es una película sobre el deseo, básicamente, y cómo se impone de todas formas más allá de las específicas situaciones que los personajes deben atravesar. Para adentrarse en el universo de MARIPOSA hay que prestar –al menos en los primeros quince minutos– mucha atención, ya que Berger dispara allí el mecanismo del relato, que es duplicar las historias que va a contar con el recurso de ¿qué habría pasado sí…? El aleteo de la mariposa y la teoría del caos que viene ligada a ella está usada como una metáfora más juguetona que obvia y es la que parte el relato en dos. La película se inicia con una mujer que va a abandonar a su bebé –una niña– en el medio del bosque, en un escenario digno de un cuento de hadas. Ese bebé es recogido por una familia que pasa por la ruta y que la adopta. Seguidamente, aleteo de mariposa mediante, vemos una posible segunda versión de esta historia: la mujer no deja abandonada a su beba y se queda con ella. Años después, cuando la beba ya es adolescente, es atropellada en ese mismo escenario por el auto de la familia que –en la primera versión de la historia– la adoptó como hija de bebé, de manera que la conexión se realiza igualmente. mariposa2A lo largo del filme, Berger irá pasando continuamente de una a otra versión de la historia de una manera muy ajustada que casi nunca se vuelve confusa, ayudada por un montaje muy preciso (también del propio Berger), y una dirección de arte y vestuario que utiliza los colores y los looks de los personajes de manera tal que no se vuelvan confusos. En la primera versión, Romina (Ailín Salas, morocha) y Germán (Javier de Pietro, sin barba, con pelo corto y anteojos) son hermanos y pese a que cada uno tiene pareja, es evidente que existe una extraña atracción entre ellos. En la otra, Romina (Salas, rubia aquí) y Germán (Di Pietro, con barba y pelo largo) son solamente amigos. En un caso la complicación para concretar su deseo es más que evidente (si bien no son “hermanos de sangre”, la situación es obviamente problemática) mientras que en la otra es cuestión, digamos, de esperar. Romina y Germán se relacionan con otros dos personajes: Bruno (Julian Infantino, con similar cambio de corte de pelo entre ambas historias) es, en las dos historias, novio de Romina y amigo de Germán, a quien secretamente (o no tanto) desea. Germán, por su parte, en ambas historias mantiene una relación con Mariela (Malena Villa, con pelo largo o corto según la historia). Y habrá un quinto personaje, que aparecerá más adelante, y que permitirá en este caso a Bruno ser más fiel a su deseo. Mariposa-702x395Si todo esto parece en extremo complejo de seguir, en realidad no lo es tanto ya que los cruces amorosos en las dos historias son similares entre sí y las situaciones que les tocan vivir a los personajes son también bastante parecidas. El ingenio del montaje es ir manipulando las sutiles diferencias entre una y otra historia –pese a transcurrir en supuestos mundos paralelos, en ambos los personajes hacen casi las mismas actividades, ir a una fiesta, a la playa, a un evento social/familiar y así, pero no siempre en los mismos momentos– para notar que, pese al tan mentado “efecto mariposa”, como decía el poema de Emily Dickinson, “el corazón quiere lo que el corazón quiere”. Berger sigue con su cada vez más estilizada manera de filmar los cuerpos. Es, acaso, el cineasta argentino que más pone en primer plano el deseo sexual entre los protagonistas, en esta caso tanto hétero como homosexuales. Los roces, las cercanías, los primeros planos de partes de cuerpo (su preferencia por filmar tipos en boxers ya es casi una figura de estilo) son ya marcas autorales, a las que agrega aquí un cuidadoso ojo por los colores, y el uso del foco y la profundidad de campo. El final de MARIPOSA es, si se quiere, un tanto menos claro y más confuso, a mitad de camino entre el de una fábula moralista o el de una suerte de broma del destino. Pero, en manos de Berger, el cierre es más abierto de lo que parece, como si no se decidiera del todo a que las alas de la citada mariposa se vuelvan a cerrar o no. De todos modos, esa consciente indecisión no le hace perder valor alguno al filme, que deja en claro que el realizador actualmente es capaz de manejar los resortes y recursos del lenguaje cinematográfico como no muchos lo hacen por aquí. Y sin perder, por eso, su mirada sobre el mundo y sobre los temas que lo apasionan, que siguen siendo la naturaleza y la poderosa inevitabilidad del deseo.
Tras el éxito de la primera parte de esta comedia musical, la secuela se convirtió en una prioridad para su estudio y, dos años y medio después, el estreno de PITCH PERFECT 2 en los Estados Unidos fue un verdadero suceso, triplicando la taquilla de la primera. De todos modos, aquí no sucedió lo mismo con la primera parte (que se estrenó muy tarde y no funcionó comercialmente), por lo cual que imagino que el estreno de la secuela se debe más a apostar por ver si se produce ese mismo milagro aquí. Es cierto que la película original fue generando un pequeño fenómeno de culto online y en formatos hogareños, pero sólo se verá si funciona o no una vez en salas. Como la mayoría de las secuelas, MAS NOTAS PERFECTAS (título que le pusieron aquí pese que a la primera se la llamó RITMO PERFECTO) es una versión más grande y descontrolada de la primera parte, tratando de aprovechar lo que funcionó en aquella –personajes, situaciones– pero con la dificultad de haber de algún modo perdido la originalidad del relato. Aquel filme trataba sobre Becca (Anna Kendrick), una chica un tanto díscola que quería ser productora musical y que terminaba integrando un grupo de pretenciosas cantantes de un grupo femenino “a capella” de una universidad, trayendo con ella una frescura y una actitud musical “políticamente correcta” con la que terminaban triunfando. Pitch-Perfect-2-Anna-Kendrick-Brittany-SnowCon este conflicto resuelto, la secuela se dispara hacia varios lados. Por un lado, las ahora consagradas Bellas (campeonas tres años seguidos) tienen un “accidente” en una actuación frente al presidente Obama, lo cual las hace perder títulos, privilegios, participación en competiciones y ganarse el ridículo en todo el país. Les queda una sola oportunidad: el Mundial de grupos “a capella”, que nunca ha sido ganado por los norteamericanos. “Porque nos odian, todos nos odian”, aseguran Gail y John, la dupla de comentaristas/organizadores de estos concursos que, interpretados por Elizabeth Banks (que dirigió la película) y John Michael Higgins, otorgan muchos de los momentos más graciosos del filme. Los favoritos allí son los mecanizados y perfectos alemanes de Das Sound Machine. Hay, además, una nueva integrante (encarnada por Hailee Steinfeld), cuya madre es una ex-Bella y que se integra al grupo sin del todo adaptarse a su estilo. A su manera, le sucede lo mismo que a Becca en el filme anterior: su sueño es ser una cantautora y componer, algo que no corre mucho ni es del todo muy bien visto en estos concursos de covers y mash-ups. Becca –que pasa a ser casi una más del combo protagónico– tiene sus propios asuntos cuando decide tomar una pasantía en el estudio de un productor musical, a escondidas de sus colegas. Y la que crece en protagonismo es Rebel Wilson, cuyo personaje “Fat Amy” la convirtió en la revelación del primer filme, una suerte de versión australiana y low key de Melissa McCarthy. Pitch-Perfect-2bLa película continúa con la serie de batallas musicales y románticas entre distintos grupos, con un repaso de los hits del momento (Pitbull, Icona Pop, Miley Cyrus, Muse, Taylor Swift, Beyonce, Nicki Minaj, más algunos clásicos del soul, hip hop y… de la música navideña) obviamente en sus versiones “a capella” y lo que pierde de la sorpresa original lo gana en un humor muy seco y concentrado que por momentos las protagonistas lanzan como si tal cosa, con un timing de comedia impecable que se concentra mucho en el pequeño comentario lateral, la observación curiosa e instantánea, para las que Kendrick y Wilson son perfectas, al igual que algunas de las “Bellas” secundarias, como la asiática y la latina, que se toman en solfa los clichés culturales que existen sobre ellas. La incorrección política de una película que es, finalmente, casi un canto a la corrección política es la que termina permitiendo ese curioso doble standard. La película nunca es más que la suma de sus partes, pero esas partes son lo suficientemente graciosas, simpáticas y satisfactorias como para que la endeblez narrativa del conjunto nunca termine de afectarla. Un buen porcentaje de las bromas y de los números musicales funcionan y eso ya es suficiente como para que el producto se sostenga. No generará la misma sorpresa que la original (o la curiosa belleza de ese juego musical con vasos que Kendrick popularizó en el filme original y luego en un videoclip, al que ahora recrean en otra versión), pero alcanza su cometido como entretenimiento. Veremos si el público responde en las salas o si la “nueva comedia americana” sigue siendo aquí un fenómeno de culto…
Fuimos varios los que nos miramos al terminar la función de prensa de LOS CUATRO FANTASTICOS como buscando algún tipo de explicación. ¿Qué pasó? ¿Esto fue todo? De todavía seguir dándose películas en formato 35mm. uno podía pensar que se olvidaron de pasar un rollo de filme. Pero no, así que no había mucho donde rebuscar: esto era todo. Un colega lo definió de una manera justísima: pareció un piloto para una serie de televisión. Entiendo que el objetivo debe haber sido otro, pero el resultado se parece mucho a eso. Hecha en dimensiones mucho menores a las usuales en el cine de superhéroes –algo que no es necesariamente un problema–, la película presenta los personajes y muestra su conversión en lo que todos ya sabemos que son durante alrededor de una hora para terminar presentando un villano en la última media hora. Y listo. Si no es una serie de TV cuyo próximo episodio sale la semana que viene, algo salió mal acá. Juro que había olvidado por completo cuando entré a ver la película las controversias que existieron con su director, Josh Trank, quien aparentemente tuvo una relación muy difícil con sus productores durante el rodaje, al punto que esa fama circuló y al director de PODER SIN LIMITES lo terminaron apartando del proyecto de hacer una de las películas del nuevo universo STAR WARS. Muchas veces, de hecho, esos rumores suelen no tener nada que ver con el resultado final de una película. Pero en un punto de la película lo recordé. Tenía que haber pasado algo para que ésto sea lo mejor que se pudo presentar como reboot de una franquicia que tenía dos bastante recientes y muy flojas películas. fantasticfour1De hecho, la película no empieza mal. Con ciertas reminiscencias “spielberguianas”, el filme muestra a Reed Richards como un niño entre excéntrico y superdotado que sueña con construir una máquina que transporta materia de un lugar a otro. El que lo ayuda a conseguir materiales es su compañero de escuela, Ben Grimm. Años después, con los personajes ya interpretados por Miles Teller y Jamie Bell, siguen intentando hacerlo con mejores resultados que entonces aunque todavía un tanto impredecibles. En una exhibición de ciencia son contactados por el Dr. Franklin Storm (Reg E. Cathey, de HOUSE OF CARDS) y su hija adoptiva, Sue (Kate Mara), quienes están trabajando en un proyecto parecido en una empresa y Reed es contratado para colaborar con ellos. Luego aparecerá el otro hijo de Franklin, el algo descontrolado Johnny (Michael B. Jordan) y otro oscuro y perturbado geniecillo, Victor Von Doom (Toby Kebbell). Casi media película se irá en todo este proceso, que culminará en un viaje en el que las cosas salen mal y los viajantes vuelven modificados para siempre: Reed con su elasticidad, Johnny con la posibilidad de volverse una bola de fuego, Ben convertido en una mole de piedra y Sue, capaz de volverse invisible. Y así, durante un buen rato, cada uno lidiará a su manera con sus extraños poderes hasta que el mítico Dr. Doom (Victor, que nunca pudo regresar del viaje) se acuerde que le toca aparecer como el villano de la película antes que se termine. THE FANTASTIC FOURSi bien se agradece la brevedad del enfrentamiento final –y hasta el tono Clase B medio berreta de esa pelea–, da la sensación de que a la película le falta (o le sobra) un acto, como si lo que hubiéramos visto fuera una larga preparación sin casi remate. Se sabe que esta línea de personajes de Marvel no pertenece al llamado MCU (el Marvel Cinematic Universe de los AVENGERS y compañía), sino que por cuestiones de derechos están en la misma órbita que los X-MEN, sociedades ambas de Marvel con Fox. Y, en ese sentido, es valorable que busquen otro tono y una dimensión más humana para sus productos. El problema es que acá no se sabe muy bien cuál es. El tono “spielberguiano” del principio se pierde, la película se vuelve seria y grave, pero al final lo que queda es una especie de criatura pequeña armada con retazos y sin demasiada personalidad propia. Ni como piloto de serie de TV convence…
Este nuevo filme de la denominada “Primera Dama del Cine Iraní” es una colección de historias breves conectadas entre sí, de manera circular: un grupo de cortos que se van, literalmente, pasando la posta narrativa hasta completar esta serie de relatos. El sistema tiene dos funciones. Por un lado, fue una posibilidad para Bani E’tem?d de poder filmar –ya que, aparentemente, el gobierno iraní le dio permiso para hacer cortos y no un largo, y así fue como terminó “trampeando” el sistema– y, por el otro, porque los distintos cortos retoman personajes de filmes anteriores de la realizadora. De todos modos, no hace falta estar al día con su filmografía para entenderlos, ya que en el fondo es un bastante directo retrato crítico de la situación social y política iraní, con especial énfasis en la situación de la mujer. Las tramas involucrarán a un documentalista que vuelve a Irán y filma lo que ve, al taxista (universitario) que lo transporta, a una prostituta, a un anciano que hace un reclamo ante un sistema burocrático que lo ignora, a dos hermanos que traman matar a su padre, a una pareja que recibe una carta del ex marido de la mujer y a una mujer víctima de la violencia de género, entre otros casos, para retomar al taxista y al cineasta del principio. Algunas historias funcionan mejor que otras en un filme excesivamente dialogado que descansa cuando sale a la calle (al taxi) y que tiene sus momentos más emotivos en las historias finales. De todos modos, más allá de los apuntes precisos que el filme hace sobre la situación del país, por momentos a la película la recorre un tufillo de ¿qué nos pasa a los iraníes? –un intento de catársis sobre los diversos problemas del país– que se vuelve un tanto obvio y redundante. De todos modos es una propuesta valiosa.
Recuerdo una vieja discusión en un café de Palermo con unos amigos extranjeros –norteamericanos, más precisamente– hace ya unos cuantos años. Me preguntaron cuál era mi actor favorito de Hollywood y les contesté –un poco exageradamente y para provocarlos, pero no tanto– que era Tom Cruise. Obviamente que no me tomaron en serio, empezaron a reírse y se habrán quedado preguntándose cómo un tipo que piensa eso puede trabajar como crítico de cine. Pero insistí y les expliqué mis motivos. No creo que los haya convencido, pero quisiera creer que al menos entendieron a qué me refería. Retomo esos motivos porque Cruise sigue siendo muy menospreciado en su trabajo. Creo que Cruise es un gran actor porque pone el proyecto –la película– por delante de sus habilidades como actor, se sabe ubicar al servicio de la historia. No sé si es porque asume que tiene limitaciones en lo que muchos gustan llamar “recursos actorales” (las tiene solo para el que cree que actuar bien es poder transformarse en 50 personas con acentos distintos y sacar a relucir toda su técnica para el aplauso fácil, cual guitarrista de rock que cree que lo único que importa es su solo) o porque tiene que ver con su lógica, su forma de entender el trabajo de hacer cine, de entretener al espectador. mi5Cruise es de los que “se ponen la camiseta” de los proyectos que encabeza. No hace sus películas “de taquito” ni sobra las situaciones. Tiene talento para la comedia y para tomarse en solfa a sí mismo, y a la vez no se guarda nada cuando la acción se vuelve dura e intensa. Que haga de verdad o no las escenas de riesgo me resulta secundario –tampoco creo que sea una virtud matarse por el cine–, pero en cierto punto refleja esa lógica: lo que Cruise busca es darle credibilidad, garra, tensión a sus películas y a sus personajes. Esa supuesta “falta de recursos” en un punto lo convierte en el lógico representante del espectador en la pantalla: uno logra ponerse en su piel y atravesar las complicadas situaciones que le tocan en suerte. Entiende, claramente, lo que es actuar para cine, lo que significa estar de cuerpo presente en la película y no sobrevolándola como muchos destacados alumnos del Actor’s Studio. En ese sentido, MISION: IMPOSIBLE fue lo mejor que le pasó en su carrera, como un núcleo sólido al que siempre puede volver. Cruise tomó, veinte años atrás, una célebre franquicia televisiva de los ’60 y la transformó en su personal versión norteamericana de James Bond, al punto que el propio Bond tuvo que endurecerse un poco en las últimas películas en función tanto de los méritos de M:I como de las primeras tres películas de BOURNE, con las que ésta tiene muchos puntos en contacto, al punto que la presencia de Jeremy Renner hace pensar que tranquilamente podría haber sido un nuevo capítulo de esa saga. MISSION: IMPOSSIBLE – ROGUE NATIONEn manos del muy talentoso guionista y ahora solidísimo director, Christopher McQuarrie (con quien hizo JACK REACHER, un policial clásico, puro y duro, que no tuvo el éxito que se merecía), MISION IMPOSIBLE: NACION SECRETA es menos una película de Bond que un thriller de los años ’70 actualizado a la situación política –y a la tecnología disponible, pero sin exagerar– de esta época. Es una película de espías clásica, de traiciones dobles y triples, de agentes y contragentes, de una trama que es lo suficientemente complicada como para mantener al espectador interesado en ella pero tampoco de esas que obligan a desear estar viéndolas en casa para poner pausa y preguntar qué cuernos está pasando. De los ejercicios de estilo un tanto más excéntricos y refinados de Brian de Palma y John Woo, la serie se fue volviendo más seca y dura, menos lujosa y más efectiva. Entiendo que aquí también se sintió el “efecto BOURNE” ya que los siguientes directores (J.J. Abrams, Brad Bird y ahora McQuarrie) han decidido seguir por similares y efectivos caminos: MISION: IMPOSIBLE es una combinación de thriller de acción y película de espías –con algunos toques de comedia– cuya similitud estética entre sí en los últimos episodios hace pensar en una especie de “género Tom Cruise”, como si el actor tuviera la decisión definitiva sobre el producto final. De hecho, es probable que así sea. mission_impossible_El IMF, el grupo al que Ethan Hunt pertenece (y que componen Renner, Ving Rhames y Simon Pegg) es definitivamente cerrado, ya que la CIA duda de sus métodos y del sentido de su existencia, persiguiendo a un “Sindicato” fantasma que no parece ser real, y convence al gobierno de darlo de baja. Pero pronto –tras una escena espectacular que abre el filme en la que Cruise se monta, literalmente, a un avión en marcha– notamos que el Sindicato en cuestión existe y que han hackeado el sistema que usan los miembros del IMF (aquí lo traducen como FMI, pero cuesta ponerlo con esas siglas) para comunicarse sus misiones. Si, ya saben, aquello de “este mensaje se autodestruirá en cinco segundos”. Hunt queda, al mejor estilo Jason Bourne, fugándose por el mundo, tratando de evitar ser llevado a casa, a un trabajo de oficina. Pero su misión, autoconvocada, es descubrir quienes se infiltraron en su programa matando a una chica inocente y dejándolo en una situación más que precaria. Su única ayuda parece venir de una mujer llamada Ilsa Faust (la actriz sueca Rebecca Ferguson, para mí una revelación absoluta, una mujer de treintaypico que denota inteligencia además de capacidad atlética), quien lo ayuda a escaparse de una muerte segura a manos de sus rivales, pero que nunca termina de definir de que lado está. Esa intriga sostiene lo que es, en definitiva, una larga serie de secuencias de acción y suspenso, increíbles persecuciones y juegos de intriga e ingenio entre muy inteligentes rivales. Mission-Impossible-Rogue-Nation-Rebecca-Ferguson-StuntsLas “set pieces” son impecables, desde una que sucede en la Opera de Viena mientras tiene lugar la opera Turandot que envidiaría el Hitchcock más clásico hasta una intrincadísima persecución por las calles y autopistas de Marruecos, pasando por una escena de suspenso bajo el agua en la que Hunt debe conseguir un material importante manteniendo la respiración durante mucho más tiempo de lo aconsejable, hasta para él. En cada escena, lo que sostiene la narración no solo es la relación de confianza/desconfianza entre Ethan e Ilsa sino la idea de que todo se trata de un gran juego de ajedrez en el que su rival (el lider del Sindicato, Solomon Lane, acaso el punto menos efectivo de la película, interpretado por Sean Harris como una suerte de versión anémica de Steve Jobs) parece ir siempre un paso adelante suyo. O tal vez no. Si bien no se trata de una película que pone en primer plano su lectura política, McQuarrie logra –entre persecución y pelea, es un director old-school de los que les gustan que las cosas se resuelvan, literalmente, a las piñas– colar un interesante análisis sobre la lógica de los grandes poderes internacionales y el uso que hacen de las “guerras contra los terroristas” cuando, finalmente, los métodos de unos y otros son prácticamente indistinguibles. Y si bien nadie irá a ver MISION: IMPOSIBLE con ese objetivo, no está mal encontrar en este tipo de productos un guión mucho más inteligente que el promedio. Junto a la nueva MAD MAX, la película de Cruise/McQuarrie se convierte en la más efectiva y lograda película de acción de una temporada curiosa en ese respecto, ya que tengo la impresión que los filmes más “clásicos”, viejos y potencialmente gastados (secuelas de películas de los ’80 y ’90, como las dos citadas o la mismísima JURASSIC WORLD) terminaron siendo, como productos cinematográficos, mucho mejores que la mayoría de las novedades o sagas aparecidas en los últimos años (sí, me temo que tengo que hablar de la mayoría de los productos de Marvel acá). Acaso es porque gente como George Miller o el propio McQuarrie siguen jugando a un juego que ya parece haber dejado de jugarse: el de confiar en las imágenes, poner en primer lugar la historia y dejar los guiños y efectos al servicio de lo que se tiene para contar. No reinventaron la rueda, pero saben hacerla andar extraordinariamente bien.
Sólo Dios perdona Pauline Etienne e Isabelle Huppert se lucen en esta nueva transposición de la célebre novela de Denis Diderot. Basada en la célebre novela escrita por Didier Diderot en 1760 y llevada previamente al cine en 1966 por Jacques Rivette, esta película dirigida por Guillaume Nicloux -un cineasta con una bastante larga carrera con títulos no demasiado conocidos- es una sobria y por momentos muy lograda transposición de la la historia de una joven francesa que es enviada a un convento contra su voluntad y tiene que sobrevivir allí a una serie de situaciones complejas y humillaciones de todo tipo, mientras trata de no dejar sus creencias de lado por culpa de la corrupción de la institución. La película, seca e intensa, cuenta con una gran actuación de Pauline Etienne en el papel principal, mientras que Isabelle Huppert aparece sobre la segunda parte encarnando a una madre superiora bastante particular. La irrupción de Huppert es efectiva en sí misma, pero lleva a este film del realizador de La llave, El secuestro de Michel Houellebecq y Valley of Love estrenado en la Competencia Oficial del Festival de Berlín 2013 a una zona casi humorística, debido a la manera en la que encarna a su personaje, más cerca del sketch cómico que del drama que la precedía. Lo suyo divierte, es cierto, pero parece salido de otra película. (Esta reseña fue publicada en nuestro blog Micropsia durante la cobertura del Festival de Berlín 2013)
Seamos sinceros: tras una serie de películas al borde de lo impresentable que ha hecho Geraldine Chaplin en los últimos años en América Latina (AMAPOLA, UN AMOR DE PELICULA, THERE BE DRAGONS, etc), las expectativas no suelen ser muy altas por ver otra experiencia en nuestro continente de la actriz. Da la impresión que trabaja en más películas de las que debería y que, acaso, no sepa decir que no a malos proyectos. Si a eso le sumamos un tema –como la explotación sexual/económica que los europeos hacen en América Central– que se ha trabajado algunas veces desde un lugar obvio y previsible, es hasta entendible que las expectativas para una película como DOLARES DE ARENA puedan no ser muy altas. Pero la solución al problema está en manos de dos talentosos directores como Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas, la pareja dominicano-mexicana (COCHOCHI, JEAN GENTIL) que adaptó la novela en la que se basa la película y no solo trascendió lo potencialmente trillado de la temática sino que le cambió el punto de vista, encontró una humanidad profundísima para todos sus personajes principales y, además, logró la mejor actuación de Geraldine que yo recuerde haber visto en décadas. Tal vez, desde las viejas películas de Altman, Saura y Rivette. DOLARES-DE-ARENALa película transcurre en República Dominicana, más precisamente en una zona llamada Las Terrenas y, en cierto sentido, puede unirse a la gran MUERTE EN VENECIA en su búsqueda temática y su costado emocional. Geraldine encarna a Anne, una veterana turista británica y con mucho dinero que se ha enamorado de una chica local, Noeli (Yanet Mojica) y sueña con llevársela a Europa con ella. Pero Anne también sabe que para Noeli la relación tiene un sentido más económico que sentimental: ella tiene un novio y se la pasa pidiéndole dinero y regalos a la devota anciana. La película tendrá como eje dramático la decisión de Noeli si irse o no con ella y los problemas que esto le trae con su novio, con el que tampoco las cosas parecen funcionar demasiado bien. Pero bajo la trama relativamente previsible que presenta ese conflicto (y otro que vendrá luego), la inteligencia de los directores está en centrar la película en las emociones, la tristeza, desesperanza y momentáneas alegrías de Anne, que Chaplin encarna con una nobleza única, mientras la cámara recorre con delicadeza su rostro arrugado, sus ojos llorosos, sus risas y su cuerpo. Hay, evidentemente, un enorme grado de confianza y de entrega entre actriz y directores, lo que les permite llegar a lo más profundo de los conflictos y sensaciones del personaje y la actriz. dolares-de-arena-redcarpet-g.-chaplin-1También un hallazgo de los directores está en no victimizar a Noeli como la “pobre explotada” por los millonarios europeos. La mirada local hace que la película no funcione desde la culpa ni la obvia denuncia: es claro para todos que más allá de la devoción de Anne por la chica, lo que ronda a todo el asunto es el dinero y la posibilidad de ir a vivir a Europa y mandar dinero de regreso, una forma que limita con la prostitución. En ese sentido, DOLARES DE ARENA se aleja de la obvia corrección política que ha arruinado a muchas de estas películas convirtiéndolas en simples materiales de denuncia periodística, como le sucedió a Laurent Cantet, entre otros, con un tema similar. Acá, los sentimientos y la conveniencia por momentos se confunden. Otro logro de la dupla de directores es el tono del filme, que siempre es sutil, delicado, casi como si una cámara estuviera espiando los encuentros entre ambas, los de ella con su novio o los de otros personajes (millonarios europeos que están radicados allí, varios en una situación similar) sin juzgar sus actitudes de una manera obvia sino observando un mundo muy particular en sus más sutiles detalles. Coproducida con la Argentina (ReiCine es la compañía local), DOLARES DE ARENA no es una sorpresa porque uno ya conocía el talento de los directores, pero sí lo es en cuanto al trabajo de Chaplin, que vuelve a brillar en una pantalla como en sus mejores momentos dando una actuación monumental. Uno de los regresos más sorprendentes e inesperados en mucho tiempo en una de las mejores películas latinoamericanas del año. (Crítica publicada durante el Festival de Roma 2014) Estreno exclusivo en Gaumont y BAMA PD: Hice una entrevista con los directores, que están aquí presentando el filme, que aún no he tenido tiempo de desgrabar. Prometo subirla el fin de semana.
No pude ver ANT-MAN antes de su estreno y, por eso, esta especie de “más vale tarde que nunca” intenta ser una suerte de correctivo a una nota anterior que escribí en contra de la política de “abrumadora conquista universal” de Marvel y su posible decadencia. Digamos entonces que si bien ANT-MAN no me devolvió del todo la fe en la capacidad de la compañía de hacer geniales películas –en lugar de interconectados eventos de marketing–, por lo menos me reconcilió un poco con el cine de superhéroes. Tomando en cuenta que, probablemente sea la película menos taquillera de la línea MCU –a la altura de las dos HULK-– es improbable que Marvel decida mantenerse en esta línea de películas que prefieren el humor, el ingenio, el desarrollo de personajes y un control del espacio narrativo que casi no existe en el resto del tan mentado universo, salvo tal vez en la segunda CAPITAN AMERICA. Es cierto que la película no es perfecta ni mucho menos y estimo que esa falta se encuentra en las dificultades que tuvo Edgar Wright en llevar a cabo el proyecto tal como lo tenía en su cabeza por las imaginables interferencias de Kevin Feige, el dueño del circo Marvel. Pero mucho del humor y el ingenio inyectado en ANT-MAN está directamente ligado a la manera de entender los géneros del guionista y director inglés de SHAUN OF THE DEAD: su especial inventiva para el humor visual, su facilidad para mantenerse siempre al límite entre el homenaje y la parodia, su capacidad de crear personajes tan simpáticos como un tanto impresentables. ant-man-movie-image-paul-rudd1Casi todos los “socios” de Scott Lang (Paul Rudd) parecen surgidos de cualquiera de las películas de Wright (especialmente el que interpreta Michael Peña) mientras que ciertos apuntes visuales ligados a sus “anécdotas” son clásicas en el esquema creativo del cineasta, apuntes visuales que imagino estaban en el guión original y que el habitualmente muy competente realizador Peyton Reed ha sabido mantener. Buena parte del guión de Wright y Joe Cornish se ha mantenido y resulta obvio que sumar como nuevos coescritores a Adam McKay y el propio Rudd es una más que sabia decisión. Si hay un dream team de escritores/directores de comedia, muchos de ellos están aquí. Esos toques cómicos dominan buena parte del filme –lo mismo que una levedad que la torna agradable de ver–, aunque por momentos la mirada más “generalista” de la compañía los deja de lado en función de los requerimientos del caso. Es un mix curioso pero que funciona, una suerte de combate interno entre las tendencias paródicas de la comedia actual y la superproducción masiva. ¿Es un empate técnico? Diría que no, que en el fondo ganan los livianos, los comediantes, los que pensaron que ANT-MAN podía ser un tanto boba y retro y amable. Y, como tal, mucho más disfrutable que las otras. AntMan-2015-1Hay cuatro o cinco cosas que, para mí, convierten a ANT-MAN en la mejor película de Marvel. Que no se toma demasiado en serio. Que se mantiene dentro de una “escala humana” (o micro-humana) en cuanto a los alcances de la historia. Que desarrolla personajes con los que uno puede identificarse. Que es parte de un género específico (el caper/heist film, película de “robo” a la manera de RIFIFI o LA GRAN ESTAFA) y que casi no abandona la ciudad, el lugar físico determinado en el que se desarrolla la acción. Que tiene muy ingeniosos efectos para manejarse en el nivel micro donde ANT-MAN actúa, casi a la manera de VIAJE INSOLITO y esas películas de los ’80 que en cierta parte remeda. Que su conexión con el MCU está, pero que no atora ni fuerza a seguir el filme con un chart de personajes. Y podría seguir con varios méritos más que la película tiene… A eso hay que agregarle el carisma de Rudd, Peña, la cada vez más activa Evangeline Lilly y el veterano Michael Douglas que, al menos para los de mi generación, representa una suerte de extraño ícono, encima cada vez más parecido a su padre, Kirk. Si le suman un villano (Corey Stoll) que, si bien no es perfecto, también se maneja dentro de los límites de la ya citada escala humana del filme, todos los elementos confluyen para que ANT-MAN sea, casi, una delicia de principio a fin. Aún las clásicas y larguísimas escenas finales de combate que suelen terminar por arruinar casi todas las películas de Marvel son aquí más cortas y están matizadas por momentos de humor audiovisual (el sonido de los juguetes al caer, digamos) que vuelven probar que el ingenio en el humor no está siempre en el chiste, en el remate, sino que el lenguaje cinematográfico tiene una larga historia, de Buster Keaton para aquí, que prueba que el mejor humor surge usando los recursos propios del medio. El mejor chiste, para mí, es uno que se toma en solfa a la propia lógica de Marvel. Es cuando se menciona que se necesitaría ayuda de los Avengers y Lang dice que “están muy ocupados lanzando ciudades sobre la Tierra”. Sí, es un buen chiste per se, pero es mejor todavía ya que pone de manifiesto el problema central de buena parte del MCU: los personajes han perdido toda relación con lo que podemos llamar la plausibilidad, cierta lógica que nos hace interesar en lo que les pasa. Aquí, el pequeño ANT-MAN nos devuelve a la lógica humana y amable del primer SPIDER-MAN, de Sam Raimi. Como nos lo vendían entonces, los superhéroes de Marvel se destacaban respecto a los otros ya que transcurrían en tiempos y lugares reconocibles. Después casi todos dejaron de hacerlo y funcionan en un universo cerrado en sí mismo. El filme de Peyton Reed y Edgar Wright (prefiero considerarlo así) nos devuelve a ese lugar donde podemos volver a creer que los superhéroes viven entre nosotros. Solo hay que tener cuidado de no pisarlos.
Siempre hay películas en el Festival de Cannes que hay que volver a ver con mayor tranquilidad y ésta es una de ellas. En medio de otros títulos más fuertes, atrapantes y convocantes, este drama acerca de un mercader francés del siglo XVI (alemán en la novela original de Heinrich von Kleist, pero modificado aquí) al que le roban sus caballos y, siendo ignorado por la ley, decide salir a vengarse en una violenta persecución para conseguir justicia, pasó un poco desapercibido. Mads Mikkelsen encarna a este hombre en un filme de un director que construye un muy buen clima de época y situación pero que no logra darle a la historia demasiado peso dramático. Da la impresión que la película se queda a mitad de camino entre una versión más radical sobre la novela y una adaptación más, si se quiere, clásica, por lo que no termina de convencer de ninguna de las dos maneras: resulta demasiado opaca como película narrativa y demasiado episódica y narrativamente frágil como adaptación más convencional. De cualquier modo, creo que amerita una segunda visión de mi parte. Los excesos cinéfilos de Cannes siempre se las cobran con películas como ésta… (Publicado originalmente durante el Festival de Cannes 2013)