Sergio Gutiérrez Sánchez debuta aquí como director de largometraje, con parte del equipo de producción y técnico de la película “El orfanato” donde el fue el guionista (dirigida por Juan Antonio Bayona) Para escribir su propio guión y filmarlo ubicó la historia en un lugar no determinado de Maine en EEUU, aunque el film se hizo en su Asturias natal. La historia es la de una familia de la poco sabemos, una madre con sus cuatro hijos que se mudan a su casa familiar, cambian su apellido y solo desean olvidar el pasado. En la crujiente casona ella traza una línea en el polvo y asegura que el que cruce tendrá un nuevo comienzo. Cuando ese madre esta por morir le pide al hijo mayor que nunca abandone a sus hermanos y que oculte su desaparición hasta cumplir la mayoría de edad y poder hacerse cargo de ellos. Esa historia, definida por su creador como con una estructura de muñecas rusas, revela en cada giro una nueva información que recién se conocerá por completo en el final. Todo el clima narrativo apela al terror, a los fantasmas, a un suspenso creciente, y también a una historia de amor, celos y poder, que cierra con lógica. Realizada con perfección técnica en una casa real, con mucho aprovechamiento de la luz natural, lo siniestro esta siempre presente con pocos sustos, pero si con una tensión permanente que no decae. Una delicada historia tensa y en algún momento previsible, pero que entretiene al espectador del principio al fin. No hay truculencias ni golpes bajos, es mas la expectativa que genera que el verdadero horror, y se transforma en una elegante pieza que reluce en un género generalmente poblado de lugares obvios y trampas truculentas. No innova, recuerda a otras producciones del género, pero tiene cualidades propias. Con un elenco muy bien elegido que rinde y se luce: Anya Taylor Joy (vivió de niña en nuestro país), George MacKay (“Capitán Fantástico), Charlie Heaton (Stranger Things), Mia Goth y el encantador pequeño Matthew Stagg.
De Francesca Comencini (hija del también famoso director italiano), basado en su propia novela, guionada por ella con Francesca Manieri y Laura Peolucci. Es una suerte de ensayo sobre el amor, desde el punto de vista de una protagonista desbordada por el fin de una relación que ella no acepta, que trata de ser sincera en el extremo casi insoportable, con argumentos intelectuales y deseos terrenos y obvios como el de concretar una matrimonio y tener un hijo. En un verdadero torrente de ideas y discusiones, pero que no carecen ni de lógica ni de humor, para desnudar a una protagonista encarnada con talento, belleza y energía por Lucía Mascino. Esa mujer que se mueve como el resto de los personajes en un mundo intelectual, tendrá un amor de siete años de pareja y mucho tiempo de soledad, rebelión, duelo y búsqueda. Lo más interesante del film esta en la ironía, la puesta en escena de distintas explicaciones como el valor de una mujer en el mercado sexual, según pasan los años y las opciones a mano. En contra una reiteración de inquietudes, miedos y la poca empatía que genera esa irritante protagonista aunque esté bien defendida por la protagonista, siempre al borde de la sobreactuación, pero que se limita como puede. Un mundo creado por la Comencini, que tiene originalidad y reiteraciones, lugares comunes y ganas de teorizar con profundidad no siempre lograda, en las aguas de la constante insatisfacción del mundo contemporáneo.
Es un documental de Martín Benchimol y Pablo Aparo que provoca no pocas polémicas. Para comenzar los mismos directores en sucesivas entrevistas, dan pistas dispares, como una mirada sobre los pueblos olvidados por los servicios médicos del estado, y que frente a esa realidad recurren con entusiasmo al curanderismo. Y con una galería de personajes salidos de la picaresca para crear un imaginario colectivo que por momentos plantea dudas sobre guiones, docu-ficción o simple ficción. Los responsables argumentan que con equipo mínimo han logrado un sinceramiento de los protagonistas que llama poderosamente la atención, que rozan el absurdo y que son entre encantadores y de convicciones retrógradas que dan escalofrío. Lo cierto es que esos protagonistas fueron, según sus directores, los primeros en reírse y festejarse cuando vieron el film especialmente estrenado en ese pueblo olvidado llamado “El dorado”. Con un trabajo técnico impecable, una composición fotográfica de gran calidad, lo que se ve, se escucha, las características de los personajes provocan risa, encanto, rechazo, pero nunca burla. El resultado es regocijante, sorprendente, increíble. Ese “espanto” del título alude a un mal que atacan a las mujeres y que –a diferencia de todos otros males- solo lo cura un viejo malhumorado con métodos que nadie del pueblo aprueba por digamos “sus implicancias físicas”. Hay que ver este film para sumarse a una experiencia distinta y quizás a la discusión siempre bienvenida.
Sobre las muchas posibilidades de volver sobre el atentado a la Amia, una herida no cerrada por la impunidad y corrupción, resulta acertada la elección de Ricardo Piterbarg de basarse en al vida de una sobreviviente, Mirta Regina Satz, y la salida que encontró ella para renacer, a través del arte solidario y de un mural, cuya historia se cuenta. Mirta, una bailarina de tango, artista plástica, tuvo la inspiración, la necesidad imperiosa de sentir que el caos y la destrucción del atentado donde se salvó milagrosamente (fue empleada de la Amia por l8 años y sobrevivió con un mínimo raspón físico) fuera fuente de creatividad. Lo mejor de este trabajo es precisamente como se concretó ese mural. Más los testimonios de quienes estuvieron codo a codo con su inspiradora. Lo que resulta no muy logrado es esa “actuación” del dolor, o los testimonios ya muy visto de ese grupo de sobrevivientes.
Esta vez Drácula y su banda de monstruos aceptan irse de vacaciones en un crucero que parece el Titanic, que sale del triángulo de las Bermudas y tiene como destino la Atlántida. La hija del conde confunde soledad extrema con estrés y por eso sueña con disfrutar de unas vacaciones en familia. El tema es que la capitana del trasatlántico es la bisnieta de Van Helsing, el archienemigo que sobrevivió con su cabeza en una máquina, le inculcó a la rubia en cuestión el odio letal contra Drac y sus amigos. Por eso mientras ella trata de matarlo, en contra del consejo de su bisabuelo que busca un arma para la solución final que aniquilará a “esas bestias”, ella cae enamorada del solitario personaje y el famosos “clic” es mutuo y se supone que infalible, aunque tarden en darse cuenta. La peli con sus queribles personajes tarda un poco en encontrar su ritmo y se hace un poco larga, hasta que en la segunda mitad cobra impulso y recupera ese encanto que suele ser garantía de éxito de la saga. Toda la secuencia del monstruo despertado para aniquilar a los enemigos de Van Helsing es un verdadero hallazgo. Y por más que esa noción del amor como encuentro único y de una vez en la vida, o a lo sumo dos, cuando uno de los dos ya no está, es un concepto discutible. Pero que monstruos y humanos debemos convivir porque somos lo mismo es un poderoso mensaje de integración que es bienvenido.
Dwayne Johnson es la estrella de acción del momento, por él vimos la nueva de Jumanji, Rampage, nos divirtió que este en “Rápido y furioso” y hasta cae bien cuando hace comedia. Héroe carismático en la tradición de Stallone, Schwarzenegger y especialmente Bruce Willis, porque esta película más que “homenajear” “Infierno en la torre” nueva generación en realidad es una nueva versión de “Duro de matar” en un edifico que es tres veces el Empire State, que se llama “la Perla” que supuestamente esta en Hong Kong, aunque es un “invento” digital, definitivamente bien logrado y por momentos digno de una producción de ciencia ficción. El musculoso y buenazo de Dwayne es un fervoroso padre de familia, que antes fue comando del FBI y en un operativo donde “cometió un error” que todavía lo perturba, perdió una pierna, se retiró de la acción y conoció a una Neve Campbell convertida en su esposa y madre de sus hijos. Nada de lo que ocurre al principio del film escrito y dirigido por Rawson Marshall Thurber esta puesto al azar, la mujer que no sabe de tecnología, el nene con problemas asmáticos, el rito de pedirle a sus hijos que le digan que quieren a papá que los ama ni esa “vulnerabilidad” que muestra el protagonista para conseguir un trabajo como experto de seguridad. Lo primero que le dice a su nuevo jefe es que todo esta perfecto cuando desde el póster sabemos que todo esta por colapsar. Y después sólo de se trata de creer, como si fuera un encantamiento, que Jhonson puede saltar de una grúa aun edificio, ponerse mucha cinta adhesiva en las manos ( su mejor arma) para deslizarse cual hombre araña por una saliente del piso noventa y pico, y otras lindezas de superhéroe. Pero hay que reconocer que el film tiene ritmo, es entretenido y si bien no tiene ninguna lógica ni verosimilitud con las leyes de la física, todo pasa tan rápido que pasamos de la sonrisa a la tensión sin solución de continuidad y nos entretenemos como si de repente nos hubiésemos transformado en nenes de jardín de infantes.
Un hombre de unos cuarenta años es retado por sus papas, o se encuentra con sus novias, o tiene su primera borrachera de la niñez que se transforma en adolescencia. Ese hombre, el protagonista del filme, el notable actor uruguayo Alfonso Tort, se ve en el pasado, vive, apresa los inasibles hilos de una emotiva memoria que salta al ritmo de una ola de nostalgia o vivencias escondidas, que navegan con los libros de la colección Robin Hood. La misma que lo acerca a “La isla misteriosa”, “La vuelta al mundo en 80 días” o “Viaje al centro de la tierra”. Con Stevenson, Emilio Salgari y sobre todo Julio Verne. Lo que le ocurre al protagonista cada vez que sale del agua, es que transita, sin cambiar su aspecto físico, siempre en malla, amores, fantasías, o lo que queda de los verdaderos recuerdos que se transforman en nuestra cabeza con el paso del tiempo. Se trata de un recurso ideado por el director y guionista Adrián Biniez, que le permite jugar con lo que habita la cabeza del protagonista, un rompecabezas que muestra sus piezas sin orden cronológico, para que el espectador acompañe encantado a ese ser que viaja con la materia de los sueños y las experiencias. Por momentos un real aprendizaje amoroso masculino, poblado de desconciertos, éxitos y fracasos, los primeros amores, los dolorosos fracaso de adulto. Todo mezclado como el bagaje que nos acompaña y nos define. El director recure a carteles con títulos de famosas novelas dedicadas a la niñez y juventud, algunos recursos de comedias de antaño, animaciones. Pero el verdadero efecto de extrañeza, del protagonista siempre adulto en situaciones de otro tiempo, es el más feliz de los hallazgos y encuentra en el protagonista a un notable intérprete que siempre estuvo en la cabeza del realizador mientras redondeaba el proyecto. El resultado es un film notable, lejos del naturalismo, aunque se disfraza en muchos momentos de él, y se interna sin miedos y con mano segura en un pasado fluctuante, que asoma caprichoso para sorprendernos a cada paso. Lleno de detalles bien pensados, con la emotividad a flor de piel, para ver con una permanente sonrisa en el rostro. No se la pierda.
Lejos de la tradición de las “biopics”, el trabajo de la directora María Schrader, guionista junto a Jam Schomburg se centra en dilucidar lo que le ocurrió a Stefan Sweig, el famoso escritor de comienzos de los años 20 y 30 del siglo pasado, que se alejó de la Europa en llamas de la guerra, del nacimiento y dominio de Hitler, para vivir con dolor, culpa y compromiso su posición intelectual. No se detiene en sus obras, las soslaya. Y elige comenzar con una definición del escritor cuando en Buenos Aires, en una reunión, en el cenit de su fama le piden una condena al régimen de Hitler, el considera que un escritor no debe conectar con la política y justifica su actitud diciendo “Cada gesto de resistencia que carece de riesgo o impacto no es más que un grito de reconocimiento”. El film muestra de manera sombría e intransigente cuando le costó a este intelectual esa afirmación. Pero tampoco arriesga suposiciones sobre el valor de esa condena al nazismo en la voz de uno de los escritores de fama mundial en ese momento. Lo cierto es que el nunca se arrepintió, o al menos no dejó registro escrito. Con una gran actuación de Josef Hader, encarnado al escritor judío y austríaco, con la intensa Bárbara Sukowa como su ex esposa, que funciona como la voz de su conciencia, la película se muestra meticulosa, rigurosa sobre ese transitar del escritor consagrado, sensible a los halagos, pero de una gran inteligencia para percibir cuánto puede y cuando ha dejado de hacer para salvar a sus amigos de las atrocidades de la guerra. Y como sus fantasmas, su desilusión, su cansancio moral lo conducen inexorablemente al suicidio.
El tiempo pasa inexorablemente pero la saga de los “bañeros” sigue en pie y siempre con la misma impronta. En este caso con dos homenajes a Emilio Disi, con Gino Renni en el elenco, la participación de Pablo Granados, Pachu Peña, Nazareno Móttola, Alberto Navia, Joaquin Bertoldo, los hermanos Caniggia, Sol Pérez, Mica Viciconte, la efectiva Luisa Albinoni. El libro es de Salvador Valverde Calvo y su hijo Valverde Freire con la dirección de Rodolfo Ledo. ¿Qué tiene esta película además de remitir a un clásico del cine argentino de hace 31 años, que no cambia, ni en el tono, ni en los equívocos, ni en la trama livianita, ni los gags físicos? Se parece a sí misma y evidentemente tiene un público cautivo que la festejará.
Con esta segunda entrega que mantiene al director Peyton Reed, que se siente más liberado y suelto que nunca y un equipo de guionistas Chris McKenna, Erik Sommers, Andrew Barrer, Gabriel Ferrari y el mismísimo protagonista. Es que Paul Rudd es el alma del film, que conserva e incentiva el humor, pero, como rasgo distintivo la escala humana de sus sentimientos. El puede ser el esperado superhéroe mínimo y hasta gigantesco, pero tiene preocupaciones de padre (los juegos que improvisa con su hija en su casa –está con arresto domiciliario- son encantadores), de enamorado de película romántica y sostiene a sus socios de negocio. La película comienza con un pasado donde el personaje de Michael Douglas y su esposa Michelle Pffeifer muestran como ella se pierde en el mundo cuántico por un error y décadas después su hija y su marido, a través de una comunicación que recibe Ant-man, inician la aventura de rescatarla. Ese pie desencadena la historia con villanos, ayudantes graciosos, policías torpes. El humor se refuerza con Michael Peña, Bobby Carnevale, Randall Park. Entre los villanos se destacan Walton Goggins y especialmente la muy temida “Ava” que encarna Hannah John-Kamen. Son una delicia las escenas de Douglas y Pfeiffer, dos estrellas carismáticas. Y como pareja romántica Evangelina Lilly y Paul Rudd tiene la química exacta. En tiempos de “empoderamiento femenino” por primera vez una heroína figura en el título del mundo Marvel. El mejor como siempre Paul Rudd, tiene el encanto perfecto, la vulnerabilidad pedida, sentido del humor y es efectivo en la acción. Los efectos especiales de achicamiento y normalidad se llevan los laureles, las persecuciones de autos son efectivas y en su dosis justa. Y con las bichos como aliados la película adquiere también un tono retro que recuerdas las viejas películas de terror que poblaban de miedo las mentes infantiles de antaño. Una diversión garantizada para toda la familia. No se vayan del cine con los títulos que viene dos escenas agregadas más y en una de ella esta la clave de la continuidad de la saga.