El director Miguel Barata define su trabajo como un documental de observación. Y la definición es perfecta. Porque a través de su trabajo, realizado en el estudio del talentoso Eduardo Stupía, el reconocido artista plástico, también periodista, traductor, docente, nos permite como espías ocultos ser testigos de su mundo cotidiano. De ingresar a su lugar de trabajo, lleno de libros y materiales, de un caos bellamente acumulado, donde el artista pasa sus días, reflexiona, respira y fundamentalmente crea. ¿Puede haber algo más fascinante que ser testigo de la creación de una obra de arte? De ver sus manos en plena acción, de intuir sus convicciones, de descubrir cada línea de su cuadro. Pero también es escucharlo reflexionar en un retazo de conversación inacabada. Y todo se transforma en un puntilloso, respetuoso lujo que podemos darnos.
Diego Recalde, actor, realizador, documentalista, que se dedico a las “víctimas de Tangalanga” ahora arremete con nuestra propia historia y desarrolla desaforadamente una teoría que en principio le susurró un guía en Colonia y que le disparó el delirio de inferir que desde el primer momento del hombre blanco en América, puso su huella una transexual, única sobreviviente del banquete caníbal con Juan de Solís y ocho de sus tripulantes. El noveno en cuestión es la protagonista de la historia. Y para desarrollar esta teoría sorprendió e hizo cómplices del razonamiento nada menos que entrevistados de la talla de Pancho O’Donell, Felipe Piña, Eduardo Lazzari, Diego Golombek y siguen los nombres. Entusiasta y emprendedor, el delirio humorístico se agranda y con la dirección, guión, producción, edición, protagonismo y energía desbordante de Recalde se redondea un argumento a favor de la diversidad.
Un valioso e imprescindible material sobre la educación. Pero aquí mayoritariamente opinan los alumnos o ex alumnos de una experiencia muy especial, una escuela de Reingreso, ubicada en el sur de Buenos Aires, la 2DE4, “Trabajadores Gráficos”. En testimonios sinceros, emotivos, reveladores, los chicos y chicas cuentan su experiencia, porque abandonaron los estudios, como se sintieron en la nueva posibilidad. Pero no solo de educación hablan esos jóvenes, sino también de situaciones familiares, de violencia, de droga. Y en “off”, hablan algunos maestros. Un trabajo minucioso, de primera agua para entender, informarse, conmoverse.
Es un documental que todos deberíamos ver. Porque Diego Gachasin, el mismo de “Cuerpos dóciles” donde siguió el devenir de un abogado que defendía a los “pibes chorros” nos muestra aquí otra experiencia abrumadora y sorprendente. Como Alberto Sarlo, abogado y escritor, por iniciativa propia, enseña a los presos de máxima seguridad, el pabellón del título, en la unidad 33 de Florencio Varela, filosofía, literatura, y también boxeo. Son el total 52 presos y en este trabajo los podemos ver y escuchar hablando de Hegel, de Sartre, de Dostoievski, del superhombre, pero también ver el resultado de la literatura que practican con una sinceridad conmovedora. Y junto a esta experiencia, el derrotero de Carlos “Kongo” Mena, que ya en libertad, es el ayudante de Sarlo. Un símbolo de cómo la cultura y el conocimiento, pueden derrotar los destinos marcados, la desidia, el abandono y apropiarse de la esperanza.
Miguel Abramovich ya sorprendió con su filme “Soldado” y ahora con este trabajo que nos muestra, como un lujo realmente único, como es Lucrecia Martel creando una película de la magnitud de “Zama”. Ella es el centro de atención con su calma, su exigencia, su ocuparse de los detalles mas importantes para que cada actor rinda al máximo, pero también para que una hermosa llama se mueva en una escena con su mejor alimento, o los caballos se integren a una toma que ella soñó y después pudo realizar. La intimidad de una creadora excepcional descubierta en sus mínimos gestos, sus gustos, en las pequeñas y grandes decisiones que implica realizar una película que muchos consideraron imposible.
Un tema poco usual en el cine en general: el tema del amor entre adultos, que han vivido juntos una vida, criado a un hijo y cuando se experimenta el “nido vacío” surgen preguntas en apariencia inocentes que concluyen en decisiones inesperadas. En este caso un hijo que se va al exterior a estudiar y sus padres, profesionales exitosos y cancheros que al poco tiempo se separan para iniciar con mucha ironía ” el apasionante camino los divorciados”. De eso va el film, de seguir el derrotero divertido, sorpresivo, angustiante y de descubrimiento de nuevas conquistas con todos sus lugares comunes e innovaciones. El guión del director y Daniel Cúparo fue filmado por Juan Vera en escenas continuas, con pocos cortes, con mucho lucimiento de los actores en un desfile de éxitos y fracasos, sonrisas y dramatismos que encontrarán una fácil identificación para el público, y para cinéfilos no pocos homenajes. La química de la pareja protagónica es perfecta. Y tienen gran lucimiento Andrea Politti, Andrea Pietra, Claudia Fontan, Juan Minujín, Claudia Lapacó. Quizás por eso, por escenas de buenos climas y actores que se lucen ha sido difícil pulir, cortar. La película peca por larga. Pero también es justo decir que nunca aburre, que mantiene el interés, que no defraudará a aquellos fieles seguidores que puntualmente van a ver una película de Darin. Aquí el se luce con su enorme seducción, la construcción a partir de pequeños detalles, del “timming” perfecto.
La ciencia ficción, las distopías donde los adolescentes y niños son los protagonistas y víctimas son seguidas con interés. Pensemos en el éxito de “Strangers Things” o las sagas con tantos seguidores como “Los juegos del hambre” o “Maze Runners”. Aquí es seguro que también nace una saga. Un tiempo en que la mayoría de los niños de EEUU muere al llegar a los 10 años y los pocos que sobreviven adquieren o rebelan poderes especiales. Chicos que son llevados a supuestos lugares de cura, donde según sus dotes los califican con colores y donde les espera un destino del que mejor es huir. Como lo hace la protagonista que se une a un grupo de chicos fugitivos que persiguen un paraíso, una verdadera utopía. La película dirigida por Jennifer Yuh Nelson (que viene de los éxitos en animación como Kung Fu Panda), con guión de Chad Hodge, basada en las novelas de Alexandra Bracken (un best seller, claro) es muy efectiva en las escenas de acción y en la demostración de los superpoderes pero cuando llegan los momentos románticos se ven forzados, obvios y alargados sin razón aparente. Insertados por mandato comercial. Una mezcla que resiente algunas buenas ideas pero que seguramente están destinadas a un público preadolescente. Lo demás tiene tensión, elenco, buenos efectos y aunque se adivinen conclusiones, resulta entretenida. Siempre el mundo adulto aparece como el enemigo que sacrifica y utiliza a la generación de los jóvenes. Una constante histórica.
Después de la premiada y elogiada “Una mujer fantástica” Sebastian Lelio realiza su primera experiencia en ingles, fuera de su país, pero lo hace sin renunciar a sus intereses: la exploración de los límites, de las libertades individuales, del deseo, de la valentía de asumir esas pulsiones. Eligió una novela de Naomi Alderman, y para adaptarla se tomo ese trabajo junto a Rebecca Lenkiewicz (“Ida”). Es que el tema elegido no podía ser más contrastante; la rígida moral que marca las costumbres de los judíos ortodoxos, con sus roles predeterminados, sus hombres dedicados al estudio de las escrituras sagradas, y sus mujeres sometidas, vestidas de oscuro con sus pelucas sintéticas (mostrar el pelo es pecado) y un amor lésbico. En ese ambiente asfixiante una mujer moderna, una fotógrafa de Nueva York, regresa a Londres por la muerte de su padre para comprobar cuanto la desprecian los vivos y los muertos. Y además reverdece su pasión amorosa por una amiga de su adolescencia. Ellas, las enormes y entregadas Rachel Weisz y Rachel McAdams, dan rienda suelta a tanta pasión contenida y atravesarán gozos, culpas y represiones. Lelio respeta a esa comunidad de fanáticos más de la cuenta, pero fija toda la humanidad en el vértice del triángulo amoroso, en el rabino encarnado con devoción por Alessandro Nívola. Con una fotografía de tonos sobrios que subraya la asfixia del ambiente y una resolución que levantara polémicas, el realizador chileno demuestra una vez más su talento. Una relación de lesbianas en esa comunidad es tomada como el peor de los pecados, en un grupo religioso donde los casamiento son pactados por los adultos mayores, los hombres no pueden ser tocados por otra mujer que no sea su esposa o madre, y las mujeres rezan apartadas de los hombres a quienes obedecen y de quienes dependen. Doble cerrojo para una relación cuyo solo enunciado es una desobediencia del mandato religioso.
No es una más de zombies, que desde que aparecieron en el cine y se mudaron a la tele gozan, casi como subgénero, de muy buena salud. Contiene bodrios y clásicos, re-lecturas y sorpresas. En este caso es una mirada introspectiva, por momentos casi bucólica, nostálgica del tiempo irremediablemente perdido. Escrita y dirigida por el canadiense Robin Aubert. Se atiene a las reglas de juego, los contagiados transmiten la enfermedad con un mordisco, los atrae el sonido y el movimiento, solo se los puede detener con un tiro en la cabeza o con hachazos insistentes. Se reúnen frente a una suerte de monumento hecho con sillas y juguetes, al estilo Anish Kapoor, que ellos mismos acarrean y apilan. Pero este film es diferente, nos solo se trata de un grupo de sobrevivientes, cada vez menos numeroso, sino que también hay un humor negrísimo, tiempo de reflexión, una naturaleza que se impone, una controversia campo-ciudad y muchos matices en cada personaje. Por supuesto que hay acción, ataques masivos impresionantes y sangrientos pero sin regodeo y con el acento puesto en esos poquitos humanos sin infectar que resignadamente buscan una salida. Una película distinta, interesante, oscuramente bella.
Pertenece al realizador Rosendo Ruiz, reconocido como “el padrino” del nuevo cine cordobés. Filmada en la capital de la provincia el film incomoda de entrada al espectador, con riegos formales, cambios, trucos y símbolos. Pero también con la angustia palpable, sostenida, continua, de un protagonista que simboliza fácilmente a un hombre de nuestro tiempo. Es alguien que quiere una casa propia, alquilar un espacio donde pueda sentir que llega a su lugar en el mundo y respirar tranquilo en una guarida, un refugio seguro. Sin embargo todo en su vida se tambalea, una relación amor-odio con su madre insoportable, un amor no comprometido con su pareja, que nunca termina por integrarlo a su vida, una profesión, la de profesor de literatura, que no le da demasiadas satisfacciones. El protagonista deambula constante por una ciudad que lo ahoga hasta el límite. Con una buen protagonista, Gustavo Almada, un elenco efectivo y un ambiente de características propias que nunca cae en el pintoresquismo.