Joie de vivre Probablemente Francia + Comedia romántica sea la combinación más desdeñable de género y nacionalidad. A esa fórmula se agrega un tercer componente; Francia + Comedia romántica + Audrey Tautou. A esta altura o estamos hablando de Amelie (Le fabuleux destin d'Amélie Poulain, 2001), o estamos hablando de un pobre intento de emularla. El gran artesano Jean-Pierre Jeunet, sin saberlo, sentó ese precedente maldito en el cine francés que generaciones enteras de realizadores se empecinan en resucitar a través de la idiosincrasia de sus personajes femeninos. Y aunque esta película tenga poco que ver con Amelie, Tautou es tan indisociablemente su protagonista que te revuelve el estómago. Luego de décadas enteras de espontaneidad y exploración, Xavier (Romain Duris) siente que la afabilidad de su existencia se ve amenazada por la voluntad de su ex esposa, que decide trasladar a toda la familia a Nueva York para hacer borrón y cuenta nueva, recorriendo muchísimos kilómetros y husos horarios. Esta es una tercera entrega, posiblemente el tercio final de la trilogía inaugurada en 2002 con Una Casa de Locos (L'auberge espagnole) y continuada en 2005 con Las Muñecas Rusas (Les poupées russes). No muy popular en esta esquina del mundo, pero definitivamente reconocida entre galos. Las primeras dos partes narran las conquistas y desencuentros amorosos entre jóvenes adultos, estudiantes desinhibidos, articulando a través de sus recorridos espirituales una declaración sobre la vida, las amistades y el amor. La intención de ese concepto original se mantiene, pero con quince años de experiencias gratificantes y deterioros emocionales como la maternidad, el afianzamiento y la fractura familiar cargando en sus espaldas, uno creería que la cosmovisión de sus participantes estuvo sujeta a modificaciones dramáticas hasta que una nueva forma de ver las cosas emerge entre las grietas de la madurez. No. Las actitudes no cambiaron mucho, quince años de globalización e histeria universal no repercutieron en el ánimo de estos personajes, parece. Todo igual. Todo feel good. C’est la vie. Otra de las características distintivas de la saga es la inclusión de múltiples colisiones culturales. Cada una transcurre en un punto diferente del mundo, siendo el último escenario elegido la ciudad de Nueva York. De alguna forma el marco visual que provee es coherente y perfectamente complementario. También trillado, y bastante reiterativo. Hay pequeños momentos de consagración cómica, hay que admitir. Y si esta película cuenta con un logro, es que es completamente tolerable. Puede no parecer mucho. Y no lo es. Pero estas iniciativas suelen ser peores. Así que alcemos las manos en reconocimiento a esta comedia, mediocre y digerible.
Cuatro franceses sueltos en Nueva York Tercera entrega de la saga que comenzó con Piso compartido (L'auberge spagnole, 2002) y siguió con Las muñecas rusas (Les poupées russes, 2005), Lo mejor de nuestras vidas tiene al cuarteto protagónico ahora ya entrado en los 40s. Allí está Xavier (Romain Duris) en plena separación de la madre de sus hijos (la británica Kelly Reilly), quien decide comenzar una nueva en Nueva York, llevándose con ella a los pequeños. Dispuesto a no alejarse de ellos, Xavier cruza el Atlántico Norte para instalarle en el departamento de Isabelle (Cécile De France). El panorama se completa con Martine (Audrey Tatou, visitante ilustre a la Gran Manzana. Cédric Klapisch no puede evitar embelesarse con la arquitectura neoyorquina, constituyendo inicialmente una película cercana a la postal cinematográfica. Sin embargo, con el correr de los minutos empieza a interesarse más por los personajes, sus vínculos, preocupaciones y sentimientos que por el entorno. Así, y más allá de algunas aristas estereotipadas de algunos de ellos, Lo mejor de nuestras vidas termina siendo una comedia romántica tan menor como eficaz en su premisa, llevadera en su desarrollo y amena incluso en el planteamiento de las problemáticas y los vericuetos emocionales de sus protagonistas.
Vuelven los amigos, vuelve la diversión, podría ser el leit motiv promocional de este nuevo film del francés Cédric Kaplish. Efectivamente, a la manera de Leconté con sus criaturas de Les Bronzes, Kaplish intenta cerrar una trilogía con los personajes que descubrió en Piso Compartido de 2002 y continuó en Las muñecas rusas de 2005. En los dos films anteriores pareciera haber sentado las bases, un grupo de amigos (mayoritáriamente mujeres y un hombre), jóvenes en etapa de maduración, con sus desavenencias de vida y sobre todo sentimentales/amorosas. Pero a diferencia de las entregas anteriores, en Lo mejor de nuestras vidas (no confundir con el film localmente homónimo de Danielle Thompson también protagonizado por Cécilie de France) ya no tenemos una historia compartida, esta vez todo se centra en Xavier (el carismático Romain Duris de la subvalorada Rompecorazones) que ahora viaja a Nueva York siguiéndole el rastro a su ex mujer Wendy (la australiana Kelly Reilly). Llegado a la gran ciudad no se halla a sí mismo, su vida se desorienta aún peor, y de todo eso (sumémosle un matrimonio con una mujer oriental), del desastre caótico que parece haberse convertido su existencia, decide hacer un libro que le es imposible ponerse a escribir a medida que todo se complica más y más.Llegado a la gran ciudad no se halla a sí mismo, su vida se desorienta aún peor, y de todo eso (sumémosle un matrimonio con una mujer oriental), del desastre caótico que parece haberse convertido su existencia, decide hacer un libro que le es imposible ponerse a escribir a medida que todo se complica más y más. Los personajes restantes cumplen ahora la función de periferia, sí ahí estarán la amiga lesbiana embarazada Isabelle (Cécile De France), y Martine (Audrey Tautou) otra amiga con hijos a la que esta vez tendremos que esperar bien avanzado el metraje para verla en acción. En donde Piso Compartido y Las muñecas rusas hacían gala de una comedia con toques dramáticos, aquí Kaplish se inclinó por un tono más delirante, de comedia disparatada. El film respira buen brío y se apoya en personajes carismáticos con peso en las buenas interpretaciones generales. No le pidan a este film del director de Aire de familia más de lo que es, se asoman algunas reflexiones y mensajes, pero lo que primará aquí es una comedia muy agradable y con gusto cosmopolita y hasta for export. Su tono “crisis de los cuarenta” hará que sea más compenetrable para esa franja de edad, ya que tocará varios temas comunes y de manual. También, si bien no es indispensable, ayuda haber visto los dos films anteriores para una mejor comprensión. Kaplish entrega un film que pareciera menor pero lo suple con mucha alegria y feliz divertimento, una invitación a relajarse y disfrutar de una buena pasatista.
La última película del director Cédric Klapish es una comedia romántica centrada en el personaje de Xavier (Romain Duris), hombre de unos cuarenta años, divorciado y con hijos, que intenta escribir en su nuevo hogar: una Nueva York a la que se fue siguiendo a su ex mujer y a la que todavía no logra comprender del todo. Esta película es la tercera parte, tras Piso Compartido y Las muñecas de rusa, de una trilogía que sigue a diferentes amigos. Mientras las primeras eran más corales, acá pasa a ser él el protagonista casi exclusivo del film. Es él mismo quien relata su historia, cómo terminó todo con su mujer, se fue a vivir a Nueva York siguiéndola, y hasta terminó casado con una china, todo a través del skype, a su editor, porque de todo ese caos que es su vida pretender hacer un libro. El divorcio, la nueva pareja muy bien acomodada de su ex mujer inglesa (Kelly Reilly), el embarazo de su mejor amiga lesbiana (Cecile de France) que probablemente haya sido la causa de la separación, la amistad con otra mujer de su edad con hijos (Audrey Tautou), y el casamiento con una china muy agradable deberían ser material de sobra para cualquier escritor. El caso es que Xavier apenas encuentra tiempo para escribir con todo lo que conlleva instalarse en Nueva York y sus dos hijos. El film se va sucediendo de manera caótica y divertida, siempre con el punto de vista único de su protagonista, que a veces se sorprende a sí mismo conversando en su mente con un filósofo alemán, por ejemplo. Aun así, a veces parece que no sabe a dónde se dirige. Y para quienes no vieron las dos películas anteriores, se siente que el personaje que interpreta Audrey Tautou entra tarde a la historia, sobre todo teniendo en cuenta la importancia que va a tener en la decisión final. Incluso esa resolución se siente un poco abrupta, y se lamenta que no haya cierres dignos de otros personajes secundarios que anduvieron dando vuelta por ahí (como el de su mencionada amiga lesbiana). Pero no hay dudas de que el film es un retrato honesto sobre la crisis de los cuarenta (que no es la típica crisis existencialista) que lo encuentra a Xavier buscando el amor e intentando balancearlo con las otras cosas de su vida.
Lo mejor de nuestras vidas completa la trilogía del director francés Cédric Klapisch, que empezó en el 2002 con Piso compartido y continuó con Las muñecas rusas (2006). Si bien se puede ver como una película independiente lo ideal es haber conocido las entregas anteriores para disfrutar con más profundidad la historia. De otro modo, es como si empezaras a ver la serie de Richard Linklater con Ethan Hawke y Julie Delpy por Antes de la medianoche. La vas a pasar bien igual porque es una gran película pero no te vas conectar con los personajes de la misma manera si no seguiste la cronología de las entregas previas. Romain Duris vuelve a interpetar al escritor Xavier Rousseau, a quien encontramos en otra etapa de la vida. Con 40 años y padre de dos hijos, esta vez el protagonista tiene que lidiar con varios flancos de conflicto relacionados con las mujeres que forman parte de su entorno social. Xavier decide mudarse a Nueva York para estar cerca de sus hijos cuando su ex esposa se instala en esa ciudad. A los problemas para adaptarse a una cultura diferente y conseguir la ciudadanía norteamericana se suma el hecho que su amiga lesbiana le pide que done su esperma así puede formar una familia con su pareja y la reaparición de Martine, su viejo amor, interpretada nuevamente por Audrey Tautou. El director Klapisch se concentra plenamente en la comedia de enredos para trabajar el tema de la paternidad, el divorcio y la crisis de la mediana edad que enfrentan estos personajes que fueron creciendo y evolucionando con el transcurso de esta serie. Películas con estas temáticas la verdad que hay a patadas y Lo mejor de nuestras vidas no propone ningún enfoque diferente que no se haya visto en este género, sin embargo, fue la química especial que se gestó en este reparto a lo largo de los tres filmes lo que permite que uno se enganche con estos personajes y sus tribulaciones cotidianas. Los espectadores que disfrutaron los capítulos anteriores seguramente van a encontrar una satisfactoria conclusión de esta trilogía que fue muy entretenida y tiene sus seguidores.
Extranjeros en NY Una comedia romántica tan entradora y divertida como pasatista. Con esta película el francés Cédric Kaplisch completa una trilogía que inició con Piso compartido y Las muñecas rusas. Como sucede con los de Antes de…, de Richard Linklater, los personajes van creciendo, lo que en este caso específico no es sinónimo de madurar. Ya pasaron los 40 y las cuestiones, las preocupaciones, los miedos y, ante todo, los vínculos entre sí han ido mutando. Xavier decide mudarse a Nueva York cuando su ex, Wendy (la británica Kelly Reilly) parte rumbo allí con los hijos de la pareja. Xavier necesita por un lado oxigenar su vida y su trabajo, no cree poder vivir tan alejado de sus dos pequeños hijos y, de paso, no está nada mal instalarse en Manhattan. Ella ya tiene pareja, habita un lujoso departamento con vista al Central Park, todo lo contrario de lo que consigue Xavier. Por un lado, el filme pasea sobre el eje de las disimilitudes. Xavier pasa por todo tipo de situaciones para establecerse, desde conseguir un sucucho donde dormir hasta tener que casarse con una china para que no lo deporten. Y por si fuera poco, se agrega la visita de Martine (Audrey Tautou), que parece fuera de lugar por como marchan las cosas en la vida del protagonista, pero se verá qué efecto tiene en él. Y en la película. Kaplisch panea raudamente la cámara por Nueva York, porque no le interesa la postal, sino desentrañar cuál es el pulso de la ciudad. Por eso se centra en relaciones y personajes y no en los hitos turísticos, que pasan desapercibidos. El cuarteto de actores ya siente como si fueran ellos sus personajes, y eso se nota y se agradece. Tampoco es necesario haber gozado las películas anteriores. El humor está a flor de labios, y los personajes son rápidamente identificables dentro del esquema de comedia romántica que le interesa a Kaplisch. Romain Duris se come el relato, y las tres mujeres que lo acompañan -hasta la a veces insoportable Tautou, que aquí está extrañamente deliciosa- no desentonan un ápice. Con o sin crisis de los 40, Lo mejor de nuestras vidas, se sabe, está siempre por venir, por descubrirse y por disfrutar, si se siente libre o se deja serlo.
Tiene razón Xavier cuando rezonga porque la vida sigue siendo complicada para él. Véase si no: ya lo era cuando, en Barcelona y conviviendo en el Piso compartido con otros becarios del programa Erasmus en una especie de Babel europea y juvenil, aprendía a vivir en comunidad, se preparaba para asumirse como adulto y se mezclaba en algunos enredos amorosos. También lo era años después cuando, en Las muñecas rusas y ya escritor (como quería) pero a disgusto con la literatura que le encomendaban, sus cambios de sede y sus tropiezos sentimentales continuaban, lo mismo que los reencuentros con algunos de sus ex compañeros, todos profesionales yendo de un lado a otro de Europa. Y ahora que llega a los 40 y se supone que ha madurado, los problemas pueden ser diferentes, pero las complicaciones no han cedido y los cambios de escenario se repiten. Esta vez es Nueva York, adonde va porque no quiere estar alejado de sus dos hijos y su ex mujer (la inglesa que conoció de jovencito) ha decidido mudarse allá y llevárselos consigo. Por ahí también asomarán las otras dos mujeres de su vida: la francesita que fue su novia y él abandonó para viajar a Barcelona, y la bella lesbiana belga que desde aquella época se convirtió en una amiga entrañable, por la cual está siempre dispuesto a jugársela. Que el editor para el que está escribiendo su segundo libro no deje de acosarlo vía Skype o que la escuela en la que están inscriptos los chicos no sea la que él hubiera deseado son apenas dos de los contratiempos. Peor es tener que conseguirse una esposa norteamericana para asegurarse la tarjeta verde o esquivar la persecución del agente de migraciones. Y, aunque hay mucha felicidad proporcionada por los abundantes chicos -hace rato que los becarios de otros tiempos están en edad de ser papás y las simpáticas escenas familiares abundan-, hay muchos otros aspectos de la vida que prolongan las viejas incertidumbres de Xavier, pero ni las oportunas palabras de Schopenhauer o de Hegel, que asoman de cuerpo presente en sus noches de insomnio, alcanzan a orientarlo. De todos modos, ya se sabe que nada puede ser demasiado grave en este tríptico francés, que algunos asociarán con el de Richard Linklater, aunque el parentesco entre las tres Antes del? y estas comedias livianas, graciosas y tenuemente melancólicas de Cedric Klapisch es tan lejano como el que podía imaginarse entre este querible Xavier y el inefable Antoine Doinel de Truffaut. Lo que no quiere decir que no haya en Lo mejor de nuestras vidas algunas ideas ingeniosas, bastante agudeza en el retrato de los rasgos de la vida urbana de hoy, abundante humor y personajes encantadores. A esto contribuye el desempeño del excelente elenco (gente menuda incluida), la visión de una Nueva York alejada de las postales clásicas (aquí predominan los colores vivos de Chinatown, donde el protagonista ha encontrado su refugio), y el buen tono que Klapisch impone para que el film (¿el último de la serie?) sea, con sus concesiones y todo, una historia gentil, reconociblemente actual y, sobre todo, placentera.
Con mirada de viajero curioso Trata temas como la inmigración, el trabajo en negro, las parejas ensambladas y las del mismo sexo. Lo hace como el filme, livianamente, como con una mirada de viajero curioso, sin discusiones ni preguntas. Parece que como Franois Truffaut en "Los cuatrocientos golpes", Cédric Klapisch se enamora de sus personajes y crea distintas historias para ellos. Si Truffaut reencontraba a sus actores en "El amor a los veinte años", Klapisch los sigue en "Piso compartido", "Las muñecas rusas" y "Lo mejor de nuestras vidas". Xavier (Romain Duris) es un escritor joven, amante de los viajes, al que súbitamente se le presenta un pequeño contratiempo, Wendy (Kelly Reilly), su mujer se decide por Nueva York para vivir con sus dos pequeños hijos. Y a Xavier el asunto no lo convence demasiado. LA SEPARACION Pero después, ya consciente de que la separación es un hecho, se va a Nueva York porque extraña a sus hijos. Ahí se le presentan algunos problemas. Pero su buena disposición, el encuentro con su amiga Isabelle (Cécile De France), que tendrá su hijo porque el fue su abastecedor en la inseminación artificial que ella buscaba para su nueva unión con una chica que conoció hace poco, le ayudan en las tareas de reubicación, mientras espera una separación convincente. Y también aparecerá una vieja amiga, Martine (Audrey Tautou), pero también habrá una china, Nancy (Li Jun Li). Quien esto escribe no vio las películas anteriores, pero no es necesario para seguir la continuidad de esta comedia agradable, chispeante, divertida, que parece hecha por una casi adolescente y no por un señor de cincuenta años con espíritu joven. La película está rodada con recursos formales del animado y la comedia adolescente. Trata temas como la inmigración, el trabajo en negro, las parejas ensambladas y las del mismo sexo. Lo hace como el filme, livianamente, como con una mirada de viajero curioso, sin discusiones ni preguntas. En un tono conciliador, leve y con toques de humor. Comedia romántica que se ve rápida y alegremente, con un grupo de buenos actores, simpáticos y atractivos.
Sólo simpático “puzzle” chino El título "Lo mejor de nuestras vidas" ya se aplicó aquí, en 2007, a la exquisita "Fauteuils d' orchestre", de Daniele Thompson, donde Cécile De France era una mesera de provincia fascinada por el vecino Theatre des Champs Elysées y sus artistas. Con uno muy parecido, "Lo mejor de nuestra vida", se estrenó entre nosotros en 1947 el gran film de William Wyler sobre tres veteranos de guerra que vuelven a sus respectivos hogares, uno de ellos con dos ganchos en vez de manos. Basado en la novela de MacKinlay Kantor "Best years of our lives", es natural que ahora la película se consiga en video como "Los mejores años de nuestras vidas". Menos comprensible es que algo llamado "Rompecabezas chino" se convierta en lo mejor de la vida de varias personas. Si así fuera, caramba, qué maravilloso será ese rompecabezas, o qué vida de miseria habrá tenido esa pobre gente. Pero sabemos que esa gente tuvo épocas de mucho disfrute juvenil en una pensión catalana y tiempo después en una gran fiesta de casamiento sobre un barco navegando por el Volga, y gozó también de otras cuantas excentricidades cosmopolitas con eje en París. Se trata de los personajes principales de "Piso compartido" (título original, "L' auberge espagnole"), que era muy simpática, y "Las muñecas rusas" ("Les poupées russes"), que ya era medio floja. Es decir, el carilindo e inmaduro Xavier Rousseau, estudiante de economía metido a escritor, y las tres mujeres de su corazón: Isabelle, Martine y Wendy. Que acá se juntan para hablar mal de él delante suyo, como diría algún machista menoscabado. Y bueno, él se lo buscó. Casado finalmente con Wendy, ahora debe afrontar la separación y la mudanza de ella con los hijos a Nueva York. Incapaz de soportar la lejanía, allá va nuestro antihéroe, sin habilidad para el inglés pero sí para meterse en enredos laborales, migratorios y matrimoniales. Ahí entran a tallar las amistades, una pareja lesbiana con inquietud maternal, una bonita chino-americana, el barrio entero de Chinatown, etc., todo pintado con ligereza, como haciendo apuntes rápidos, caricaturas a la pluma, medio a las apuradas pero con linda iluminación, lugares agradables para ver en foto, y rostros ya cercanos a los cuarenta pero bien cuidados. En suma, se pasa el rato y se sale con ganas de ver o rever la primera de la trilogía. Intérpretes, Romain Duris, Kelly Reilly, Cécile de France, Audrey Tautou, ahora también Li Jun Li), Sandrine Holt, y, palabra mayor en un rol menor, el realizador de "Adiós a la reina", Benoit Jacquot, como padre del protagonista. Autor de las tres comedias (la buena y las dos siguientes), Cédric Klapisch.
Los 40´s son los nuevos 30´s Este filme cierra la trilogía que Cédric Klapisch comenzó en 2002 con "Piso Compartido" y que continuó luego con "Las Muñecas Rusas" (2005). Esta tercera entrega encuentra a Xavier (Romain Duris) con cuarenta años, dos hijos, y viviendo con Wendy (Kelly Reilly). Aunque en los papeles parezca que ha alcanzado todo, sigue viviendo como un joven de veinte años; no quiere casarse, y sigue eligiendo trabajos que le gustan, no que le dan dinero. Algo que, sumado a otras complicaciones, lleva a Wendy a trabajar a Nueva York donde encuentra una nueva pareja, y finalmente se muda con sus hijos. Con un exitoso libro recién lanzado en Paris, Xavier decide irse a Nueva York porque extraña demasiado a sus hijos, y una vez más, volverá a empezar de cero, como en la primer película, cuando se instala en Barcelona. Ya en Nueva York, las cosas son bastante complicadas, pero allí esta Isabelle (Cécile de France) su amiga de siempre, y como si eso fuera poco también Martine (Audrey Tautou) decide visitarlo. Con veinte años más, y con la gran manzana como escenario, los cuatro están nuevamente en una ciudad cosmopolita y multicultural, con nuevas parejas, hijos, trabajos más exigentes, pero siempre con esa sensación de que aún hay más para buscar y que en la vida sentar cabeza nunca es una buena idea. "Rompecabezas chino" es el título original de la película, como todas esas piezas que forman parte de nuestra vida, y nunca parecen encajar todas al mismo tiempo; cuando logramos estabilidad laboral, tal vez estamos solos; cuando queremos ser buenos padres, tal vez dejamos de lado otras cosas; nunca cierra todo. Pero la película tiene una mirada muy positiva sobre esto, esa inestabilidad, esa inconformidad, puede convertirse en el motor para seguir buscando, para olvidarse de lo establecido y no creer que a los cuarenta hay que quedarse en casa a ver la tele. Con las ganas y el deseo como motores, siempre acompañados de dudas y de algunas metidas de pata, la película no profundiza demasiado, pero tiene una mirada interesante, llena de humor y con algunas escenas memorables, sobre una generación que a los cuarenta recién está empezando.
Vodevil en la Gran Manzana El último film de Cédric Klapisch, un especialista en comedias del cine francés (Piso compartido, Las muñecas rusas) ubica la acción en plena ciudad de Nueva York. Como sucede en toda cinematografía con peso cuantitativo, el cine francés no solo existe por grandes películas como La vida de Adéle y El desconocido del lago, estrenadas este año. Su fuerte industria –más de doscientas películas por año– también necesita de la ligereza y del producto masivo: ése el caso de la comedia Lo mejor de nuestras vidas, bautizo perezoso al título original de Rompecabezas chino, último film de Cédric Klapisch, un especialista en el género. Docenas de situaciones enroladas en un vodevil moderno y seis personajes de peso constituyen el cuerpo narrativo de la película, que hace anclaje en Nueva York como la ciudad deseada. Xavier (Romain Duris), separado, dos hijos, busca trabajo en el edén de rascacielos, tiene problemas con la oficina de inmigración, está escribiendo una novela y duda poco y nada en casarse con una chica asiática para solucionar su estadía. Pero en ese paisaje idílico también están su esposa e hijos con su nueva pareja y la amiga lesbiana (la bella Cécile De France), que vive con su novia, a quien Xavier fecunda un vástago con una donación de semen. El abanico de personajes se completa con Martine (Audrey Tatou), ex pareja del personaje central, quien también carga con dos criaturas. Ah, y además, asiáticos en problemas y el departamento de inmigración que acosa a los invasores. Extraña comedia resulta Lo mejor de nuestras vidas, ligera, eficaz, bien actuada, con diálogos filosos y críticas al supuesto paraíso neoyorquino que no resulta tal. Dentro de esa levedad tan adictiva y presuntuosa que tiene la comedia francesa, características que la alejan de la superficie del género, la historia de Xavier, sus cuatro mujeres, el montón de hijos y el clan de asiáticos, pueden disfrutarse de principio a fin, con un plantel actoral donde subyace una notoria química grupal. Cerca del final, y esto no debería sorprender, en medio de las gambetas del guión que ordenan el caos para llegar al desenlace, la película muestra su hilacha xenofóbica: la chica asiática, que sirvió a Xavier para no ser deportado, es desplazada por el relato; en tanto, un chiste verbal sobre la servidumbre portorriqueña o argentina (da lo mismo) aclara esa mirada autosuficiente y engreída, clásica y típica de la comedia francesa.
El director de "Lo mejor de nuestras vidas" completa con esta película una trilogía que comenzó con "Piso compartido" y "Las muñecas rusas", historias interesantes y sobre todo, humanas. En esta oportunidad se centra en la vida de los personajes entrados en los cuarenti tantos, y es excelente "el todo" de la película. Primero, vas a disfrutar de New York hermosa, cada toma es una fotografía en movimiento... Segundo, vas a experimentar ver una peli con problemas reales, que pueden suceder, acompañado de Audrey Tautou ("Amelie") que está genial en su personaje, y el resto de los actores que son buenísimos. El personaje principal, Xavier, recorre varios sentimientos que seguramente has vivenciado y eso hace mágica a esta película que cierra por todos lados si estas buscando una comedia. Sí sí, dije comedia... Una buena comedia para ver.
La película que cierra la trilogía de Cédric Klapisch, que comenzó con ¨Piso compartido”, siguió con “Las muñecas rusas” y termina con este rompecabezas chino en ese barrio de Nueva York, con un Xavier (el talentoso Roman Duris) ya grande, con hijos, amigos, gays, lesbianas, cuentas pendientes con su padre y el compromiso de creer que todavía es posible el amor. Con el ritmo acelerado de las comedias de enredo pero con inteligencia y encanto.
Cédric Klapisch presenta Lo mejor de nuestras vidas, un filme que en un intento por narrar las desventuras del desarraigo cultural, naufraga en un relato fragmentario cuyas partes se unen con un débil cordel de coherencia. En un comienzo saturado de imágenes inconexas, la película abruma con datos imprecisos que luego fallará en desarrollar a lo largo del metraje. Xavier (Romain Duris) es un escritor que aprovecha el camino errático de sus últimos años de vida para volcarlos en lo que será su nueva novela. Muy parecido a un intento de autobiografía, la creación del texto fluye con naturalidad. A la par del avance del film, Xavier, parece ir escribiendo el suceder de las escenas, como quien ve surgir baldosas en donde antes no había camino. Como padre recientemente divorciado lucha contra las adversidades de la situación, las cuales en breve le darán una inesperada noticia que cambiará el destino de su vida. Dejar Paris ya no es una opción, y tras sus tres hijos viaja a Nueva York. En la ciudad de los rascacielos, Xavier se sumerge, casi involuntariamente, en aguas turbulentas. La marea de las relaciones personales y las novedades que presenta la nueva ciudad, lo ubican de forma sorpresiva en situaciones inexplicables y poco verosímiles. Una vez que el pez encontró el rumbo, el filme vira el tema del desarraigo para transformarlo en una comedia romántica, la cual parece ser el último recurso disponible para salvar una película que deja muchos vacíos. Para reivindicar la obra de Klapisch, Lo mejor de nuestras vidas comienza a cobrar sentido cuando aparece Martine, el personaje que interpreta Audrey Tautou. Con la frescura característica de su actuación, trae consigo un aire de renovación a la cansada narración, que sin caer en la tentación del flashback, reconstruye una relación que fracasó pero que parece tener una segunda oportunidad. Esta comedia romántica viciada de enrredos típicos del género, logra momentos de gran comicidad pero son escasos e insuficientes para remontar la totalidad del filme que no se sabe bien para donde va. Los personajes corren por las calles, apuran sus destinos predeterminados y casi como en la receta de un pastel, la frutilla del postre siempre tiene el mismo sabor. Por Paula Caffaro redaccion@cineramaplus.com.ar
La felicidad es un rompecabezas Lo mejor de nuestras vidas es una comedia sobre la complejidad de la existencia en la que se luce su protagonista, Romain Duris. No es necesario haber visto Piso compartido ni Las muñecas rusas para entender y disfrutar de Lo mejor de nuestras vidas, la película que cierra la trilogía del Cédric Klapisch, lo cual no deja de ser una prueba de la habilidad del director francés para contar historias emocionantes, complicadas y cómicas a la vez. Hasta podría decirse que por momentos tropieza con su abundancia de buenas ideas, aunque eso sólo sucede al principio, cuando está trazando las líneas generales de la comedia y presentando a su personaje principal: Xavier Rousseau (un divino Romain Duris), que ahora bordea los 40 años y empieza a ser un escritor conocido, pero que al mismo tiempo se está separando del amor de su vida, Wendy (Kelly Reilly), con la que vivió 10 años y con la que tuvo dos hijos. Una vez que encuentra el ritmo del relato, guiado por una banda sonora eficaz y una cámara seductora (a veces empalagosa), Klapisch ya no lo abandona más, marca el paso, acelera, pero nunca pierde el aliento. Sabe que es capaz de narrar cualquier cosa que se le pase por la cabeza y esa confianza se transmite casi como el latido de un órgano vivo a todas las escenas, incluso a aquellas calcadas de un manual de comedia de enredos. La separación de Xavier viene a confirmar algo que el escritor sabe por instinto: la vida es complicada y tiende a complicarse cada vez más. Wendy se enamora de otro hombre y decide irse a vivir con los chicos a Nueva York. Como Xavier no quiere reescribir el destino de indiferencia de su padre, también se muda y trata de adaptarse a esa ciudad extranjera, lo que no será nada fácil, porque debe conseguir un trabajo estable y un permiso de residencia. En medio de ese ciclón de nuevas preocupaciones, el pasado sentimental del protagonista seguirá mostrándole nuevas cartas inesperadas, lo que incluye a las otras dos mujeres de la saga: la amiga lesbiana Isabelle (Cecile De France) y la exnovia Martine (Audrey Tautou). Es una suerte para la película que la conciencia política de Klapisch sea absolutamente superficial y, en vez de patrullar en busca de fantasmas de las condiciones materiales de cada conflicto social, descubra en ellos nuevas historias potenciales, con su carga siempre bienvenida de risas y lágrimas. No es cinismo, no al menos en el sentido en que a veces es cínico Woody Allen (un maestro reconocido del director francés), sino una especie de lección de humanismo de alguien que prefiere resolver el rompecabezas de la felicidad antes que denunciar que todas las piezas son defectuosas.
Comedia romántica llena de estereotipos Comedia francesa a la americana o comedia americana a la francesa, Lo mejor de nuestras vidas resulta un film híbrido que apenas consigue hacer equilibrio a mitad de ese camino. Porque no es, en rigor, una comedia americana en el sentido clásico y mucho menos en el moderno, tan lejos de Billy Wilder como de Judd Apatow. Pero tampoco lo que se entiende por comedia francesa cuando se piensa en puntos distantes como Pierre Etaix o Francis Veber. Lo mejor de nuestras vidas conjura los lugares comunes del cine mainstream, venga de donde venga: una comedia romántica cargada de estereotipos, con una trama tan amplia como para captar públicos diversos, y más preocupada por la cáscara que por el contenido. En busca de esa improbable panacea cinematográfica (una película que guste a todos), el guionista y director Cédric Klapisch plantea en esta tercera parte de una saga que incluye otros dos films (Piso compartido, de 2002, y Las muñecas rusas, de 2005) la historia de Xavier, un incipiente cuarentón que creyendo tener todo resuelto se encuentra con que, de un día para otro, su mundo queda patas arriba. Casado con una inglesa, dos hijos hermosos, una prometedora carrera como escritor y departamento en París, todo se desmorona cuando decide ayudar a que su mejor amiga (y lesbiana) Isabelle pueda cumplir el sueño de ser madre. Tomando como punto de partida el modelo de familias ensambladas y la disfuncionalidad propia de la vida en el siglo XXI, Klapisch utiliza una forma de relato que remeda la lógica de Windows, el sistema operativo más famoso del mundo, con ventanas narrativas abriéndose acá y allá para hacer que la historia avance. Aunque él prefiere jugar con la idea del rompecabezas chino. Como sea, el sistema le permite ir y venir en el tiempo, intercalar sin aviso la realidad con la fantasía y meter o sacar personajes muchas veces sin saber bien de dónde, sólo para poder resolver (o complicar aún más) las vueltas de tuerca del guión. De este modo, el director corporiza lo que el propio Xavier dice con claridad al comienzo de la película: su dificultad para hacer que su vida vaya del punto A hasta el punto B sin perderse en innumerables desvíos. El relato se traslada a Nueva York, cuando su mujer decide dejarlo por otro tipo y se lleva para allá a los chicos. La Gran Manzana es el lugar ideal para sumar estereotipos, con la lesbiana que quiere ser madre y el separado que no sabe cómo rehacer su vida en los papeles principales, y taxistas chinos, niñeras pacatas dispuestas a perder la cabeza o abogados baratos y parlanchines como secundarios. Klapisch confunde complejo con complicado y, a pesar de la omnipresencia de la figura de Xavier, sólo en contadas ocasiones consigue ir más allá de las consecuencias superficiales que las diferentes situaciones provocan en él. Ahí donde debiera generar empatía o intimidad, Lo mejor de nuestras vidas apenas permite mirar desde afuera, cómodamente y sin compromiso, el espectáculo de la vida ajena. El resultado es una comedia complaciente con, por supuesto, final feliz.
Wendy, Martine, Nueva York “¿Si Woody Allen hace eso que hace con Barcelona, Londres, Roma… ¿por qué yo no voy a hacer lo mismo con Nueva York?”, habrá pensado el francés Cédric Klapisch -uno de esos aprendices del neoyorquino que anda dando vueltas por el mundo-, agarró los personajes de sus anteriores Piso compartido y Las muñecas rusas, y con Lo mejor de nuestras vidas (otro de los milagros de los tituladores de películas en la región) intentó elaborar un pastiche posmoderno con aires allenianos. Así sumamos neurosis de cuarentones, sexualidades psicoanalizadas, romance, humor verbal, ironía, vodevil y una mirada estereotipada de extranjero sobre la “gran manzana”. Y es finalmente el carácter de saga, de personajes ya ensamblados y de protagonistas con química lo que termina sobresaliendo de este amable producto mainstream, que permite llevar un poco de vida a la comedia francesa por fuera de Francis Veber o el mediocre Dany Boom. Klapisch intenta desde un comienzo darle sentido a ese “rompecabezas chino” al que hace alusión el original, y a una secuencia de títulos simulando las piezas de un ensamblaje aún difuso le sigue un relato coral -con centro en el Xavier de Romain Duris- con elementos que, sumados, terminan construyendo un mapa de emociones y sensibilidades del nuevo siglo: rematrimonio autoconsciente, etnias y metizajes, familias disfuncionales, matrimonios homosexuales, donantes de esperma. Todo esto, que parecería demasiado, funciona porque el director prefiere la ligereza a la mirada apesadumbrada, y porque la propia construcción fragmentaria permite la sucesión de temas y secuencias inconexas y arbitrarias. Todo esto debería confluir en una secuencia jugada con el ritmo de la comedia de enredos, secuencia resuelta en el departamento donde vive Xavier, y que funciona en sus propios términos de inverosímil chistoso que campea durante todo el film. Seguramente el leitmotiv de Lo mejor de nuestras vidas es esa frase que dice el protagonista al comienzo, que no puede unir A con B sin tomar desvíos en el medio. La película hace propio eso, derivándose y derivándose cada vez más, y apretando acertadamente los mecanismos del vodevil urbano. Klapisch cuenta a su favor, decíamos, con unos personajes que ya fueron construidos con anterioridad y con un elenco que parece tener la química adecuada: el consentimiento de los intérpretes y la complicidad con el director logran exclusivamente que este film excesivo en su metraje llegue a buen puerto. Hay una simpatía constante que la salva, incluso, de sus peores momentos. Nueva York obra en el film como ciudad idealizada donde todo es posible, aunque su foco en los entresijos muestre un poco el detrás de escena de ese escenario inabarcable y que encandila. Si la mirada es en exceso romántica, no deja de ser una elección autoconsciente del realizador: Nueva York, ciudad del cine que en la filmografía de Woody Allen encuentra su mayor iconografía. Es precisamente ese simbolismo el que explora y busca Klapisch, agradecidamente cerca de la liviandad y lejos de la filosofía pedante. Su mirada no llega a ser la del turista, aunque tampoco la del antropólogo cinematográfico. Es apenas un acercamiento cariñoso, aprovechándose de unos personajes a los que todavía les quedan giros por recorrer en sus largas vidas de esta especie de James Bond de la comedia romántica que es Xavier.
Qué llevamos y dejamos en cada mudanza Las mudanzas trasladan algo más que cargas: nos alivian de antiguas trastos y nos hacen descubrir nuevas cosas. Llevamos, tiramos y traemos. Y no sólo objetos. De algo así nos habla esta simpática comedia francesa, liviana, llevadera, tercera parte de un tríptico firmado por Cedric Klapisch, que empezó con una obra deliciosa (“Piso compartido”, 2002) y que fue perdiendo algo de frescura en sus siguientes capítulos. El personaje central sigue siendo Xavier, un tipo algo tarambana, disperso, inseguro. Es escritor y tiene éxito, pero cuando su mujer decide mudarse a Nueva York con sus hijos (y allá lo espera no sólo una nueva casa, también un nuevo amor), Xavier se va tras de ellos en un arrebato que busca algo más que estar cerca de sus críos. Y allí se dará cuenta que es un hombre solo y con pocos recursos: alquilará un cuartucho, se casará con una china para no ser deportado, ayudará con su semen a una pareja de lesbianas, recibirá puntualmente la presión de su editor y –encima- la visita de una ex novia con dos hijos. “La vida es complicada”, dice Xavier a cada paso. Y claro que lo es. Se ha mudado y no termina de desembalar ni acomodar su ajetreada existencia. El filme deja ver a estos personajes simpáticos, sensibles, que andan a las corridas por una Nueva York que muestra sólo el colorido ruidoso del Barrio Chino y de la gente sencilla. La vida es complicada, pero permite incluir a esos contratiempos como parte de una geografía sensible que se alimenta por igual de sueños y pesadillas. Klapisch sabe conducir su relato, hay humor, apuntes interesantes y una mirada lirica y vitalista que retrata a sus personajes como seres inmaduros, llenos de dudas, ganas y sentimientos. Es cierto, es liviana y no aspira a ser algo más que una comedia de enredos, pero es romántica y ligera, interesa y gusta. Xavier, con sus idas y vuelta, deja una lección: la mudanza da trabajo, pero abre nuevas puertas, auspicia cambios y deja ver otros horizontes. Oxigenar la vida, cambiar de lugar, no mirar para atrás y apostar a lo incierto, puede ser algo más que una aventura.
Una obra francesa Con Lo mejor de nuestras vidas termina la trilogía de Cédric Klampisch, que comenzó en 2002 con Piso compartido (2002) y continuó con Las muñecas rusas (2005), durante estos films vimos el ascenso y caída de Xavier (Romain Duris) que pasó de ser un aspirante a escritor hasta cumplir su sueño y encontrar el amor de su vida. En este film, el protagonista logra formar una familia pero el conflicto comienza cuando su mujer lo abandona y se va a vivir a Nueva York. Nuevamente, Klampisch recurre a la fórmula de los viajes para darle un golpe al protagonista y en este caso cruza el nuevo continente con paisajes alucinantes de la ciudad norteamericana. Lo interesante de esta película son las alucinaciones momentáneas que tiene el protagonista, un recurso que recientemente pudimos ver en La increíble vida de Walter Mitty, el film de Ben Stiller, donde situaba al protagonista en busca de una fotografía, la cual debía salvar su trabajo. Aquí es donde encuentro algo más en común, en esta ocasión Xavier no sólo viajará para inspirarse y así terminar su novela sino que también el viaje le servirá para reacomodar su vida, donde pasará por situaciones de lo más disparatadas, como cuando debe casarse con una oriental para obtener la ciudadanía americana y poder conseguir un empleo digno. Con respecto a las películas anteriores, ésta es mucho más independiente, ya que el espectador que no vio sus precuelas podrá entenderla de igual modo, claro que los protagonistas hacen referencias a las películas previas y podrían pasar tranquilamente como un flashback. De hecho, al inicio sitúan al espectador para conocer más del protagonista mediante recuerdos y escenas que a lo largo del film se van conectando con una animación original. En relación al resto de los personajes, a Wendy (Kelly Reilly) al principio la odiás (del mismo modo que lo hace el protagonista) por las situaciones que lo hace vivir pero a medida que transcurre la película se la quiere. Isabelle (Cécile de France), la mejor amiga del protagonista, es el personaje más interesante de todos y el más explotado, en materia diálogos y situaciones de lo más desopilantes. En tanto, Martine (Audrey Tautou) en este film tiene una vida muy parecida al protagonista y es difícil de creer que pueda entablar una relación con él, pero a su vez esto es lo que genera una sorpresa al espectador. Sin embargo a pesar de ello su personaje no genera prácticamente nada. En conclusión: Lo mejor de nuestras vidas es un drama de aventuras disfrutable y que debido a la gran cantidad de escenas te obliga a prestar atención en cada detalle. Aunque no defrauda el capítulo final de esta trilogía, en la que sólo faltó el cameo del director como en las anteriores aventuras.
Una comedia romántica llena de enredos de todo tipo. Esta película es la tercera parte de la saga junto a “Piso compartido” (2002) (donde él es un estudiante que se va a vivir a Barcelona y se instala junto a otros europeos) y que tuvo su continuación en 2005 con “Las muñecas rusas” (él se convierte en un escritor poco exitoso), no es necesario ver las anteriores pero si tenes la posibilidad de hacerlo mucho mejor. Esta es la última que narra los conflictos que vive Xavier Rousseau (Romain Duris) quien continúa atravesando ahora por otro tipo de momentos agitados. A los 40 años sus problemas no han cambiado aunque cambie de ciudad, después de que su ex mujer Wendy (Kelly Reilly) se instala con sus hijos en Nueva York y su nueva pareja en un lujoso departamento, y él decide mudarse a la Gran Manzana para estar cerca de sus hijos, en contra posición intenta ahora vivir en el barrio chino de Nueva York y pretende ordenar su vida. En ese lugar se encuentra una gran población de inmigrantes chinos, llena de vendedores callejeros que ofrecen imitaciones de perfumes, relojes y carteras, entre otros acontecimientos, aquí se muestra la parte fea de todo lo que él va pasando. Xavier se instala en el departamento de su querida amiga lesbiana Isabelle (Cécile De France) ella le pidió su semen para poder tener un hijo con su pareja Ju (Sandrine Holt) él accedió, y este fue uno de los motivos por el cual su ex esposa se enojó. Vive buscando un trabajo digno y debe casarse con una china de nombre Nancy (Li Jun Li) para obtener la ciudadanía e intenta adaptarse a todos los cambios, entre tantas idas y venidas se reencuentra con su antigua novia Martine (Audrey Tautou). En medio de todo esto, el editor lo acosa vía Skype para que termine el libro y comienzan a sucederle una serie de acontecimientos a cada uno de los personajes que forman parte de las epopeyas de la vida; su narración por momentos tiene algunas similitudes con “500 días con ella” (2009) de Marc Webb. La comedia contiene cuentas pendientes, habla de compromisos, del amor, la amistad y los problemas con los hijos; están de por medio los amigos, gays, lesbianas, repleta de enredos y llena de personajes, todo bajo un ritmo acelerado con muchos momentos graciosos, con un buen elenco y que resulta ideal para los amantes del cine francés. Después de todo tiene su encanto.
Doloroso título argentino de un film que se llama Rompecabezas chino en el original, y que remite a lo difícil de conciliar ciertas cosas en la vida cotidiana. Papá tiene dos nenes y es separado, la mamá se va a vivir a Nueva York y allá va él para que los pibes no sufran. Comedia familir firmada por el especialista francés en films ligeros Cédric Klapisch, tiene la simpatía de Romain Duris y Audrey Tautou como sus mejores armas. El resto es como una de Enrique Carreras pero bien hecha.
“Casse-tête chinois”: comedia romántica con arte La vida se basa en una doble pero simple cuestión: saber en qué lugar estás parado (llamémoslo “A”) y saber hacia qué lugar querés dirigirte en tu vida, es decir, cuáles son tus objetivos (“B”). Luego, se traza una línea recta desde el punto A hasta el punto B y listo. Sólo queda moverse, la vida es así de simple. Con esa sencilla reflexión acerca del ser humano comienza la nueva película dirigida y escrita por el francés Cédric Klapisch, apenadamente titulada “Lo mejor de nuestras vidas” en Argentina. Este relato cuenta un tercer capítulo en la vida de Xavier (Romain Duris) ya que años atrás la saga había comenzado con “L'auberge espagnole” (2002) y luego siguió con “Les poupées russes” (2005). En la primera de ellas, el muchacho es un estudiante que se va a vivir a Barcelona y se instala junto a otros europeos de distintas naciones en una casa. En la segunda entrega, el hombre ya se convirtió en un escritor poco exitoso, y entre viajes de acá para allá, algunos de los otros personajes también dicen presente. Ahora, en esta nueva oportunidad, que de todas maneras se puede ver y entender a pesar de no haber visto sus antecesoras, Xavier ya es un padre de unos 40 años de edad que tiene dos hijos y está pronto a separarse de su pareja. Como ella se muda por trabajo a Nueva York junto a sus niños, después de un tiempo él también se va para allá y aprovecha para terminar de escribir su novela. Entre el caos de la ciudad, el cosmopolitismo, el amor y los problemas de visado y en la búsqueda laboral, se desenvolverá esta enredada obra. La trama de la película está en captar las sensaciones del hombre, que se navega constantemente entre la dificultad de la vida y la sencillez de ella. De todas formas, no por lo dramática que pueda llegar a ser el día a día del protagonista, la película no deja de ser una comedia romántica. La mujer por la que abogaremos es encarnada por nuestra amada u odiada “Amélie” (2002), Audrey Tautou, quien recién aparece en pleno desarrollo del film como una antigua compañera del muchacho. A pesar de sus 38 años, todavía con su particular encanto logra generar deliciosas mezclas entre ternura e inteligencia. Aunque el relato no deje de ser algo que ya vimos, el punto destacable de esta película se encuentra en la dirección de arte y en los mecanismos utilizados para hacer de cuestiones simples unas bellezas en lo gráfico. Por momentos con un estilo que recuerda a "(500) Days of Summer" (2009), nos cuenta, por ejemplo, como Xavier viaja en subte a través de la imagen del desordenado mapa de la ciudad. Seguramente la historia dejará a todos con una agradable sonrisita en la cara pero tampoco será muy recordada en los años que nos siguen. No es más que una buena comedia romántica con una muy buena dirección de arte. Por eso mismo, no es apta para personas que no pueden detenerse ni un momento y sí lo es para parejas que realmente van al cine a ver las películas.
¿Es la vida algo simple o complejo? Eso es lo que se pregunta Xavier Rousseau (Romain Duris), escritor francés de 40 años que simboliza la existencia humana como un trayecto entre los puntos A y B y cuyo conflicto radica en su propia incapacidad de realizarlo de manera recta y sin altercados. Lo Mejor de Nuestras Vidas es una comedia romántica de índole generacional que gira en torno a su protagonista y sus mujeres. Forma parte de la trilogía iniciada en 2002 por el director y guionista Cédric Klapisch con Piso Compartido y que continuó en 2005 con Las Muñecas Rusas. No obstante, en caso de que algún espectador no esté familiarizado con los episodios previos, esto no supone un impedimento para comprender el argumento central. Wendy (Kelly Reilly) es la pareja de Xavier y madre de sus dos hijos. Ella decide abandonarlo y llevárselos a New York tras confesar su amor por otro hombre. Isabelle (Cécile De France) es su mejor amiga y quien le pide que sea el donante de esperma que le permita quedar embarazada. La tercera dama en cuestión es Martine (Audrey Tautou), ex pareja del novelista con la que comparte cierta percepción melancólica sobre el paso del tiempo. A raíz de los acontecimientos, él decide abandonar su prometedora carrera en París para mudarse cerca de su familia en el barrio chino próximo a la gran manzana. El film es un mash up cultural cuyo humor -a veces sutil, otras más bien bufonesco- reside en el planteamiento de circunstancias incómodas abruptamente interrumpidas por el sarcasmo del escritor a través de la voz en off y en la exposición distendida de prejuicios etarios y costumbristas. Los diálogos se presentan en distintos idiomas que interactúan entre sí y que producen escenas de gran comicidad como, por ejemplo, la negociación entre Martine y un grupo de empresarios chinos que Xavier atestigua atónito. Al comienzo del metraje se utilizan recursos estéticos -que no se repetirán posteriormente- característicos de obras derivadas de la denominada “nueva comedia americana”, tal es el caso de 500 Días con Ella y La Joven Vida de Juno. Esto no es casual, dado que se percibe cierta intención de dotar a la producción de una dinámica más emparentada al cine hollywoodense que a la factoría del viejo continente.
Una mirada sobre el rompecabezas que es la existencia Cédric Klapisch cierra con Lo mejor de nuestras vidas una trilogía que comenzó en 2002 con Piso compartido, y continuó en 2005 con Las muñecas rusas. En 2002, Cédric Klapich realizó Piso compartido, donde Xavier (Romain Duris), estudiante francés que aspira a prolongar su ingreso en el mundo de la adultez, se suma al programa europeo de becas Erasmus y desembarca por un año en Barcelona y en un albergue de jóvenes en su misma situación y de orígenes diversos. Antes de partir, Xavier deja a su novia Martine (Audrey Tautou). En 2005, llegó la secuela, Las muñecas rusas, donde Xavier ya es escritor, necesita encarrilar su vida personal y profesional, y se ve obligado a aceptar trabajos mediocres, mientras cuida al hijo de su exnovia y a su abuelo materno, y viaja a Londres y a San Petersburgo por razones de trabajo. Gracias a estos viajes, consigue un poco del orden ansiado. En 2013, Klapisch llega a la trilogía con Lo mejor de nuestras vidas, cuando Xavier logra éxito con su primera novela, pero su vida personal da un vuelco rotundo luego de que Wendy (Kelly Reilly), la inglesa que conoció en la anterior historia, decide separarse de él, y mudarse a Nueva York con sus hijos, para vivir en un piso lujoso con un norteamericano. El hecho de que su mejor amiga Isabelle (Cécile De France), la belga lesbiana que ingresó a su vida durante las aventuras juveniles, se haya instalado en esa ciudad con su nueva pareja, y el de que ella le haya pedido una muestra de semen para engendrar un hijo --aunque algo enrevesado-- pasa a ser una ventaja. Xavier decide buscar refugio en el departamento de las mujeres hasta encontrar un sitio donde vivir, cerca de sus hijos. Y como puede ser simple en la vida de este hombre que viene construyendo su historia como un rompecabezas chino, tendrá que hacer encajar piezas del pasado y el presente; compromisos laborales, cuestiones a resolver con inmigración, regímenes de visita y educación de los hijos, abogados, ex y más ex y mucho más, todo a un ritmo que el director salva de decaer en base a una gran habilidad para dibujar situaciones y dirigir un elenco de actores que funciona como una orquesta. Es una película para disfrutar sin profundizar demasiado en cuestiones existenciales. En definitiva, todos los "rollos" se arman y desarman en la cabeza del personaje que ofrece su mirada única y personal de la vida.
Encuentro cultural. Francia, Inglaterra, Estados Unidos, China, España. Esos cinco países pueden tener mucho en común si los miramos con amor. Xavier es un nativo francés que se casa con una inglesa, tienen dos hijos y a los 10 años de matrimonio se separan. Ella se va a vivir a Estados Unidos (Nueva York) porque allí conoció a un nuevo amor y, por común acuerdo, lleva con ella a los niños. Al poco tiempo, él se da cuenta de que no puede vivir lejos de su familia, y toma la compleja decisión de mudar su vida a la Gran Manzana. Allí se encuentra una de sus mejores amigas europeas, a quien tiempo atrás Xavier donó esperma para darle la posibilidad de criar un hijo con su novia lesbiana. Por ende se reencontrará con Isabelle y su prominente embarazo. Vivirá un tiempo con la pareja femenina, hasta que consigue un pequeño apartamento en el Barrio Chino, cortesía de Ju, la otra madre del bebé en camino. En medio de todos esos malabares, nuestro amigo francés tratará de conseguir un trabajo que lo sustente, pero para eso necesitará tener la ciudadanía. Con ayuda de su abogado, arma un falso casamiento con una norteamericana de raíces chinas, mientras lidia con el divorcio y con la llama que continúa encendida en torno a otra de sus mejores amigas, también antigua pareja con quien convivió en Barcelona (y con dos hijos), que ha venido desde Francia a Nueva York para cerrar un negocio. 1 Esta enredada historia, es un poco lo que sucede con los hijos cuando quedan pendiendo en medio de una separación. El film está abordado con humor y con extremo optimismo, pero dudo que en la vida real se pueda soportar semejante cruce de culturas sin que nadie salga perjudicado. Sin embargo, los cuatro personajes principales resultan ser encantadores, pese a la cantidad de líos en que se meten cada uno de ellos. 2 A todo esto, Xavier es un exitoso escritor en su ciudad natal, y desde la distancia tratará de lanzar un nuevo libro, basado en sus propias experiencias con el amor, la amistad y la familia. Toda una novela su vida, lo cual el editor agradecerá plenamente. En general, Lo mejor de nuestras vidas (Casse-tête chinois, 2013), se inclina hacia la comedia, planteando un complicadísimo rompecabezas desarmado que a simple vista parece imposible de ensamblar, pero que la noble personalidad del protagonista sabrá cómo ordenar, ¡y sin perder la paciencia! Como espectador vas a desesperar rápidamente, porque la trama va y viene tanto, que hasta aparecen algunos antiguos y célebres pensadores que han influenciado el modo de ver la realidad de Xavier. ¿¡Cómo!? Sí, lo dejo a tu criterio. Y recomiendo la obra de Cédric Klapisch para pasar un lindo rato entre amigos y reflexionar acerca de lo poco complicada que va a parecer tu vida en comparación con esta película. Como dirían en París: Crème de la crème!