Lo mejor de nuestras vidas

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Vuelven los amigos, vuelve la diversión, podría ser el leit motiv promocional de este nuevo film del francés Cédric Kaplish. Efectivamente, a la manera de Leconté con sus criaturas de Les Bronzes, Kaplish intenta cerrar una trilogía con los personajes que descubrió en Piso Compartido de 2002 y continuó en Las muñecas rusas de 2005.
En los dos films anteriores pareciera haber sentado las bases, un grupo de amigos (mayoritáriamente mujeres y un hombre), jóvenes en etapa de maduración, con sus desavenencias de vida y sobre todo sentimentales/amorosas.
Pero a diferencia de las entregas anteriores, en Lo mejor de nuestras vidas (no confundir con el film localmente homónimo de Danielle Thompson también protagonizado por Cécilie de France) ya no tenemos una historia compartida, esta vez todo se centra en Xavier (el carismático Romain Duris de la subvalorada Rompecorazones) que ahora viaja a Nueva York siguiéndole el rastro a su ex mujer Wendy (la australiana Kelly Reilly).
Llegado a la gran ciudad no se halla a sí mismo, su vida se desorienta aún peor, y de todo eso (sumémosle un matrimonio con una mujer oriental), del desastre caótico que parece haberse convertido su existencia, decide hacer un libro que le es imposible ponerse a escribir a medida que todo se complica más y más.Llegado a la gran ciudad no se halla a sí mismo, su vida se desorienta aún peor, y de todo eso (sumémosle un matrimonio con una mujer oriental), del desastre caótico que parece haberse convertido su existencia, decide hacer un libro que le es imposible ponerse a escribir a medida que todo se complica más y más.
Los personajes restantes cumplen ahora la función de periferia, sí ahí estarán la amiga lesbiana embarazada Isabelle (Cécile De France), y Martine (Audrey Tautou) otra amiga con hijos a la que esta vez tendremos que esperar bien avanzado el metraje para verla en acción.
En donde Piso Compartido y Las muñecas rusas hacían gala de una comedia con toques dramáticos, aquí Kaplish se inclinó por un tono más delirante, de comedia disparatada.
El film respira buen brío y se apoya en personajes carismáticos con peso en las buenas interpretaciones generales. No le pidan a este film del director de Aire de familia más de lo que es, se asoman algunas reflexiones y mensajes, pero lo que primará aquí es una comedia muy agradable y con gusto cosmopolita y hasta for export.
Su tono “crisis de los cuarenta” hará que sea más compenetrable para esa franja de edad, ya que tocará varios temas comunes y de manual.
También, si bien no es indispensable, ayuda haber visto los dos films anteriores para una mejor comprensión. Kaplish entrega un film que pareciera menor pero lo suple con mucha alegria y feliz divertimento, una invitación a relajarse y disfrutar de una buena pasatista.