La destrucción de una saga que, en busca de nuevos espectadores, principalmente jóvenes conectados a redes sociales todo el tiempo, construye un relato que no se sabe si es un chiste o una película de verdad. En vez de asustar causa risa.
A 25 años del estreno de la primera entrega de Ringu -la película que catapultó el terror japonés a nivel mundial- El aro 4: El despertar se empecina en destruir prolijamente todos los elementos de su mitología en pos de... ¿un renacer de la franquicia? Y algo de razón tuvieron sus responsables porque era eso o dejar descansar a Sadako (Samara en la adaptación norteamericana de la saga estrenada en la Argentina como La llamada) para siempre. Lo que tampoco habría estado nada mal. Ocho secuelas en Japón, adaptaciones en los Estados Unidos, Corea y China, un crossover con El grito (Ju On, la otra gran franquicia representativa del J-Horror), la verdad es que mucho más para decir no había. Por lo que el director Hisashi Kimura optó por hacer una película que es pura ironía hacia la franquicia, así como también hacia el género que impulsó. La película comienza con la noticia de una sucesión de muertes misteriosas sin motivo aparente. Mientras Ayaka Ichijo (Fuka Koshiba), una estudiante de coeficiente intelectual privilegiado elige buscar una respuesta científica, el brujo mediático Kenshin (Hiroyuki Ikeuchi) advierte de la maldición que conocemos desde hace 25 años. Y en estos dos carriles se desarrollará la historia, que aprovecha para burlarse de los tópicos del terror Made in Japan mientras traza analogías nada sutiles con la pandemia de Covid-19. Si se abraza el metamensaje, El aro 4: El despertar provoca alguna que otra sonrisa, no más que eso. A pesar de las presumiblemente buenas intenciones, el film de ostenta una pereza narrativa que roza la vergüenza ajena: Sadako apenas aparece, los siete días para morir se redujeron a 24 horas sin explicación, los condenados dan una vuelta carnero como último estertor, y buscando respuestas la protagonista hace una asociación libre entre la esencia mortal del video con el período de incubación de la viruela. Todo muy risible y nada tenebroso. La saga de Ringu nunca tuvo demasiado sentido, es cierto, pero con El aro 4: El despertar por primera vez lo acepta públicamente. Y se regodea en ello.
Hay algunas sagas de terror que, si uno entra a ver, por ejemplo, la cuarta película sin haber visto la anteriores, se pierde. Bueno, a lo mejor (o peor) lo que se desaprovecha son algunos guiños a muertes anteriores espeluznantes, o a personajes escalofriantes. No, no es el caso de El aro 4, la película de Hisashi Kimura. En la trama los personajes que ven un video “maldito” -como sucedía en las anteriores- terminan muriendo, en cualquier localidad de Japón. Ayaka Ichijo (Fuka Koshiba) es una estudiante con un coeficiente intelectual de 200 (!). Y se pondrá a investigar las misteriosas muertes cuando sea Futaba, su hermana menor, la que vea el video por diversión, y su vida empiece a correr peligro. Pero por suerte Ayaka Ichijo tiene explicación para todo. Antes, las muertes ocurrían tras el transcurso de una semana. ¿Y por qué en vez de ser luego de siete días, ahora son a las 24 horas? ¿Eh? La futura víctima alucina y ve a un familiar convertido en Sadako. Aquí está, de nuevo, y sin despeinarse demasiado, ese personaje vestido de blanco, que se arrastra (o no) con el cabello ennegrecido y larguísimo, que hasta puede salir de una suerte de aljibe. “Los organismos que se adaptan al medio ambiente sobreviven”. “Matar al anfitrión mata al virus”. “El VHS es antiguo, necesita un nuevo medio para sobrevivir” son frases dichas en cualquier momento, como para dar una pista de lo que sucede y, lo peor, lo que sucederá. No hay nada peor Porque en el cine no hay nada más anti clímax que a uno le cuenten lo que va a pasar, antes de que ocurra. “Es como un virus, difundirlo en las redes sociales lo debilitará y dejaría de matar”, dicen, como solución. Sería una inmunidad colectiva. ¿Será así? Pero Ai, a pesar de copiarlo y mostrarlo, murió después de 24 horas. Ayaka Ichijo no está sola en la búsqueda de la solución. Kanden-san, un misterioso seguidor, que tiene una máscara, le tira tips. Y claro, también está Kenshin, el maestro espiritista número uno, “El príncipe de la adivinación”, algo así como un semi chanta que usufructúa de estas muertes con sus apariciones en la televisión. La película por momentos parece hacer guiños a 24, la serie con Kiefer Sutherland, en la que un minutero estaba cada tanto en la pantalla, para marcar el transcurso del tiempo. Tampoco es que dure tanto. Con poco más de una hora y media, le alcanza para pegar sus buenos sustos.
Mañana llega desde Japón a las salas de cines de Argentina una nueva entrega de la franquicia “El Aro” (“The Ring”), titulada en español como “El Aro 4: El Despertar”, pero cuyo título original es “Sadako DX”. El film que trae de vuelta a la terrorífica Sadako es protagonizado por Fuka Koshiba y Kazuma Kawamura, dos jóvenes intérpretes reconocidos del país del sol naciente. Este proyecto dirigido por Hisashi Kimura se estrenó en octubre del año pasado en Japón y este año comenzó su recorrido internacional. Hace 25 años “Ringu”, conocida también como “The Ring” o “La Llamada”, revolucionó a los espectadores con una historia tan original como perturbadora, posicionando al país asiático como expertos en el cine de terror. Con el correr del tiempo varias continuaciones y remakes fueron estrenándose, entre ellos una adaptación de Hollywood protagonizada por Naomi Watts. En esta oportunidad “El Aro 4: El Despertar” vuelve a poner en pantalla grande a Sadako, la escalofriante niña que salía desde la televisión, pero ahora adaptando esta idea a las tecnologías modernas. Atrás queda todo el trasfondo dramático de dicho personaje y lo convierten en un simple video maldito que se vuelve viral gracias al uso de redes sociales y que se expande por todo el mundo. Lo planteado en la primera entrega aquí se diluye, ya no hay verdadero terror ni tensión, el film se convierte más en una historia de suspenso con toques cómicos sumados a algunos momentos bizarros, que palidecen con lo original de la franquicia. No obstante, mantiene al público atrapado, más por curiosidad de saber el porqué de lo que sucede, que por la historia que plantea. Ayaka Ichijo (Fuka Koshiba) es una estudiante que busca todas sus respuestas en la ciencia. Un día oye hablar sobre un video maldito que mata a quien lo ve y decide involucrarse en el tema. Luego de que su hermana menor ve dicho material comienza una investigación para poder ayudarla. En el camino se cruzará con Oji (Kazuma Kawamura), un joven cuya novia murió tras ver el video y que también buscará ayudar a resolver el misterio. A diferencia de la película original ahora Sadako, como un virus mortal, mata en tan solo 24hs. y no en 7 días como se planteó en su momento. La repetición y uso extremo de fórmulas que en algún momento fueron exitosas terminan indefectiblemente en productos regulares y “El Aro 4: El Despertar” es uno de ellos. Si bien funciona como película pasatista, ya no posee ningún resto de la originalidad que sí ofrecía la primera propuesta.
Tengo emociones encontradas al reseñar esta peli. Nadie puede desconocer la importancia de esta saga… tuvo su impacto hace unas décadas atrás. La rompió en Japón y tuvo sus versiones en inglés. Luego se volvió a reiniciar y… la verdad… estamos en una época donde este personaje tiene necesariamente que aggionarse. Y debería haber sucedido, de una forma moderna pero manteniendo la premisa original. Pero esta nueva entrega de la saga de «Sadako» (la chica del pelo largo que emerge del pozo, para los noveles), busca traer el personaje del VHS al mundo digital. La tarea era (supongo), crear ese lazo que envía a la sufrida mujer de un viejo cassette a la web, de alguna manera. Se realiza en «El Aro 4», pero no es de una manera afortunada y el desarrollo de ese pasaje no es sustancioso ni coherente. En sí, la cinta posee una falencia central: apela de a ratos al humor y desdibuja el horror que generaba la premisa original, ofreciendo un producto que desconcierta a lo largo del metraje. En esta oportunidad, el escenario es el país oriental, en el cual se están produciendo muchas muertes extrañas en forma simultánea. En la tevé, dos especialistas en un programa en el que se debate el tema, tratan de conjeturar que puede estar sucediendo. Y es ahí donde una joven, formada, profesional, decide iniciar un proceso de investigación para conocer más de lo que sucede. La trama se acelera cuando la hermana de la protagonista se transforma en víctima y el tiempo de vida que le queda, baja para este reboot de 7 días a 24 hs… lo cual es un cambio importante. Sin embargo, con el correr de los minutos, la historia toma un cariz desconcertante. De a ratos la cosa se pone seria. Por momentos, Sadako comienza a salirse del libreto clásico y la cosa se complica. No se entiende cual es el tono del film. O es algo que debe meter miedo o es una J-COM. No me queda claro. Pero para los que conectan con esta versión oriental de la saga, ya hay antecedentes poco felices con «Sadako vs Kayako» (2016), como para que vean que el camino para restituir importancia a la franquicia no estaría funcionando. Rubros técnicos regulares, una dirección (Hisashi Kimura) con poca presencia, banda de sonido nada sugerente y protagonistas que aportan poco en términos dramáticos. Puede suceder que si les gusta la cultura japonesa, el film si ofrece un escenario curioso y atractivo, pero la historia en sí, parece forzada y sin rumbo. Incluso en el cierre, podés ver que no queda claro si como espectador tuviste las emociones correctas al seguir la trama (sin spoilers!), porque Sadako, (estoy seguro) es un personaje que podría funcionar en este nuevo mundo interconectado. Pero no así. Seguro que no de esta manera. Muy discreta y por debajo de lo esperable.
Ayaka Ichijo (Fuka Koshiba) es retada por un famoso médium conocido como Kenshin, ella en principio se apoya en la explicación científica. Las personas que ven un video maldito mueren repentinamente. Estas muertes tienen lugar en todo Japón. Ayaka Ichijo es una estudiante graduada extremadamente inteligente con un coeficiente intelectual de 200. Cuando su hermana menor ve el vídeo por diversión, Ayaka Ichijo intentará revelar el misterio del vídeo maldito y de esa manera salvarle la vida. Para que resuelva el misterio del “vídeo de la maldición” que ya no te mata en 7 días, sino que ahora mata en 24 horas. Así, en su investigación la estudiante se unirá al autoproclamado adivino Oji Maeda para profundizar en la historia de la espeluznante Sadako. De principio a fin el filme es un catalogo de lugares comunes, plagado de clises
¿Secuela o remake disfrazada? Un clásico del terror japonés (Ringu, 1998) vuelve con una nueva entrega por pedido de nadie. Al parecer la falta de ideas no es patrimonio exclusivo de Hollywood. Para el caso el J- Horror se la juega por hacer cumplir un viejo refrán: más vale malo conocido que bueno por conocer. En estas franquicias hay dos caminos: o mueren para quedar en el recuerdo como películas aterradoras o viven lo suficiente para volverse un chiste. Bueno, Ringu o The Ring -así se la conoció por estos lares- tuvo su correspondiente adaptación en Hollywood, la muy lograda La llamada (2002), que nos presentaba la siguiente premisa: un VHS sobre una joven misteriosa de pelo largo que salía de un aljibe. Quien lo viera recibiría una llamada tras la cual empezaría una cuenta regresiva hasta perder la vida, indefectiblemente siete días después. Una premisa que funcionó bien por ser la novedad, pero con el correr del tiempo fue modernizándose, de los VHS a los DVD’s hasta llegar a las redes sociales, que es donde nos sitúa esta nueva entrega. Pero ¿es más de lo mismo? Y… digamos que sí, aunque agrega dos nuevos elementos a la mitología: por un lado, las redes sociales que cumplen un rol fundamental en la trama y por el otro, que todo (al igual que los tiempos actuales) corre más rápido, siendo que la semana que uno tiene para luchar por su vida ahora se reduce a 24 horas. ¿Por qué los cambios y cómo podría morir? Son las preguntas que se van respondiendo con el correr de la trama en 100 minutos. Algo que agradezco en el género donde se cuenta lo justo y necesario. Ahora, ¿es necesario ver las tres entregas previas antes de adentrarnos en El Aro 4? Nunca está de más como para evaluar cómo evolucionó todo, pero no es algo realmente indispensable ya que, con una premisa bien fresca, esta historia tranquilamente podría sacar el sufijo numérico del título y actuar como una película independiente. Pero bueno, el poder del marketing es así. En definitiva, El Aro 4 es una película pasable que vi con muy bajas expectativas esperando ver más de lo mismo para, en cierta forma, superarlas holgadamente.
Cuando la película japonesa de terror Ringu de Hideo Nakata se estrenó en 1998, se transformó en objeto de culto. Después llegaron las secuelas, y versiones de otros países (“La llamada” y “The ring”). Lo que se dice “hacer jugo hasta la última gota con el fantasma de pelo largo. En esa película primigenia estaba una de las escenas más impactante del terror, el fantasma saliendo de un televisión para instalarse en la casa del espectador. Ahora ya no tiene ese efecto pero si el don de la persistencia y su consecuencia mortífera es de 24 hs. Para combatirlo hay una suerte de torneo entre ciencia y superstición con muchas vueltas de tuerca y apariciones al por mayor.
LA CONFUSIÓN ES TOTAL Pocas veces en mi vida de espectador me he sentido tan afuera de un producto audiovisual como me sentí mientras miraba el El aro 4: el despertar. Estuve afuera en el sentido amplio de la palabra: fuera de contexto, fuera de sus códigos, absolutamente alejado de llegar a comprender las intenciones más básicas y obvias de quienes llevaron adelante esta película. Por eso me parece justo aclarar algo desde el vamos, y darle a quien quiera enfrentarse con ella algo que yo no tuve: contexto. Esto no lo tengo del todo claro, porque no logré encontrar una fuente más o menos confiable de cómo se fueron estrenando las películas de la franquicia Ringu en Argentina, pero podríamos resumirlo más o menos así: las versiones norteamericanas de esta saga se conocieron aquí como La llamada y las versiones japonesas como El aro. En Japón El aro cuenta con unas cuantas entregas, algún crossover y varios spin off conocidos allá como Sadako. Así, El aro 2 de aquí es Ringu 2 en Japón, El aro: capítulo final es Sadako y El aro 4: el despertar es Sadako DX. ¿A qué viene todo este palabrerío? A que más allá de lo precario de estrenar de la nada una película de una franquicia un tanto compleja en cuanto la estructura de sus secuelas y demás, tenemos la cuestión de que si uno no está metido del todo en la franquicia se puede encontrar con que El aro 4 no solo no es una película de terror, sino que es más bien una parodia, una comedia romántica con suspenso o, como reza la fórmula que utilizamos los medio pelo que no sabemos mucho de los géneros japoneses y que queremos ajustar lo que estamos viendo a las categorías que manejamos por estos lados, un cruce o amalgama de géneros. También podríamos decir que es un western sin ningún elemento de western; es probable, la confusión sigue siendo alta. Hecho el mea culpa, queda decir alguna cosa sobre la película en sí, y el resumen es que no funciona. Abandonados el camino del terror atmosférico fantasmal de imágenes de horror potentes (recuerdo que en las primeras entregas las víctimas morían de miedo al ver el horror que representaba el atribulado fantasma Sadako), queda el camino de la investigación. Esta saga siempre tuvo un componente de policial, los personajes suelen investigar para descubrir la clave que hace que el fantasma de Sadako siga matando, una vez que lo descubren termina la película y, en general, algo nos recordaba que el mal volvería seguramente en forma de secuela. En El aro 4 la investigación no puede ser menos interesante, le falta algo de vértigo y nunca queda muy claro qué es lo que los personajes buscan; hay un esbozo de enfrentamiento entre la “fe” y la “ciencia” y una escena larguísima que es una especie de cita donde uno de los personajes está nervioso porque faltan minutos para morir según la profecía (aquí el fantasma no llega en 7 días sino que en 24 horas), y el otro personaje resuelve el acertijo mientras se comunica con su hermana que también está maldita y nos enteramos en off si el plan funciona o no, esperando un mensaje de WhatsApp. En esa extrañeza que es El aro 4 lo mejor es el chiste del final, y aquí va un spoiler. Los personajes al darse cuenta que no pueden derrotar a Sadako, optan por reiniciar el ciclo todos los días, es decir al estar por cumplirse las 24 horas, vuelven a ver el video maldito y ganan otras 24 horas. Quizás ese nivel de autoconciencia a lo Scary movie desde el principio podría haber levantado una experiencia que es cuanto menos pobrísima.
Otro intento fallido por recuperar la gloria perdida del terror japonés de fines de los años ´90 que en su momento cosechó su nicho de seguidores con las historias de fantasmitas vengativos en Ringu y The Grudge. El aro 4 es una propuesta exclusivamente pensada para los espectadores adolescentes de la actualidad que ni siquiera estaban nacidos cuando se estrenó la remake hollywoodense de Gore Verbinski con Naomi Watts en el 2002. No es necesario repasar las anteriores para seguir la trama ya que el film se encarga de resumir la mitología de la franquicia con un relato que se siente como una especie de remake actualizada de la original. La particularidad del film de Hisashi Kimura es que le aporta dos elementos novedosos. Por un lado trabaja la maldición de la jodida Sadako en el contexto moderno de las redes sociales donde el mal y la tragedia se puede diseminar a una mayor velocidad que la que proponía el viejo VHS. El concepto no es malo y le añade un desafío interesante a la nueva generación de protagonistas. Kimura por otra parte construye el relato con un contenido más humorístico que no tenía precedentes en la saga y donde se nota una inspiración del Scream de Wes Craven. La mala noticia es que su ejecución resulta horrenda y no aprovecha estos elementos que hubieran brindado un espectáculo más ameno para el público veterano. Salvo por una escena donde unos adolescentes intentan entender el concepto del VHS el humor no funciona y la narración se queda muy corta en materia de terror y suspenso. Sadako ya no da miedo y remite bastante a las parodias de Scary Movie. Por consiguiente, como propuesta de horror es una producción inepta que no consigue revivir el atractivo que alguna vez llegó a tener la franquicia. No obstante, para chicos de entre 10 y 13 años que recién empiezan a explorar el género y no tenían la menor idea de la existencia de la saga, El aro 4 podría ofrecerles un entretenimiento más ameno. Para el resto no vale la pena perder el tiempo con esta entrega.
Más aventuras que terror: el video maldito (uno lo ve y es boleta en siete días) es visto por una niña y su hermana -súper inteligente- y un grupo de amigos deben descifrar la maldición en solo 24 horas. Hay sustos y todo eso, porque el género lo exige. Pero es más interesante la trama detectivesca y la carrera contra el tiempo, toda con personajes muy jóvenes. Casi -pero ojo: casiuna película familiar.