El aro 4: el despertar

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Hay algunas sagas de terror que, si uno entra a ver, por ejemplo, la cuarta película sin haber visto la anteriores, se pierde. Bueno, a lo mejor (o peor) lo que se desaprovecha son algunos guiños a muertes anteriores espeluznantes, o a personajes escalofriantes.

No, no es el caso de El aro 4, la película de Hisashi Kimura.

En la trama los personajes que ven un video “maldito” -como sucedía en las anteriores- terminan muriendo, en cualquier localidad de Japón. Ayaka Ichijo (Fuka Koshiba) es una estudiante con un coeficiente intelectual de 200 (!). Y se pondrá a investigar las misteriosas muertes cuando sea Futaba, su hermana menor, la que vea el video por diversión, y su vida empiece a correr peligro.

Pero por suerte Ayaka Ichijo tiene explicación para todo.

Antes, las muertes ocurrían tras el transcurso de una semana. ¿Y por qué en vez de ser luego de siete días, ahora son a las 24 horas? ¿Eh?

La futura víctima alucina y ve a un familiar convertido en Sadako. Aquí está, de nuevo, y sin despeinarse demasiado, ese personaje vestido de blanco, que se arrastra (o no) con el cabello ennegrecido y larguísimo, que hasta puede salir de una suerte de aljibe.

“Los organismos que se adaptan al medio ambiente sobreviven”. “Matar al anfitrión mata al virus”. “El VHS es antiguo, necesita un nuevo medio para sobrevivir” son frases dichas en cualquier momento, como para dar una pista de lo que sucede y, lo peor, lo que sucederá.

No hay nada peor
Porque en el cine no hay nada más anti clímax que a uno le cuenten lo que va a pasar, antes de que ocurra.

“Es como un virus, difundirlo en las redes sociales lo debilitará y dejaría de matar”, dicen, como solución. Sería una inmunidad colectiva.

¿Será así?

Pero Ai, a pesar de copiarlo y mostrarlo, murió después de 24 horas.

Ayaka Ichijo no está sola en la búsqueda de la solución. Kanden-san, un misterioso seguidor, que tiene una máscara, le tira tips. Y claro, también está Kenshin, el maestro espiritista número uno, “El príncipe de la adivinación”, algo así como un semi chanta que usufructúa de estas muertes con sus apariciones en la televisión.

La película por momentos parece hacer guiños a 24, la serie con Kiefer Sutherland, en la que un minutero estaba cada tanto en la pantalla, para marcar el transcurso del tiempo.

Tampoco es que dure tanto. Con poco más de una hora y media, le alcanza para pegar sus buenos sustos.