Esta ópera prima de Cristian Barroso, propone una mirada hacia el interior del país, un lugar plagado de delitos y del que nadie puede salir. El protagonista intenta salir del laberinto en el que se ha sumergido, pero no lo dejan, por lo que deberá resistir ante los embates de un mafioso que no logra concebir la idea de libertad para aquellos que maneja. “Lo que no se perdona” es un acercamiento hacia un mundo plagado de obstáculos, en el que nadie puede decidir sobre el resto ni sobre uno mismo. Barroso utiliza paneos y travellings para armar el relato, pero se olvida de potenciar su guion, en una narración que a los pocos minutos pierde la tensión necesaria para seguir atentos a la historia.
Profundo y doloroso viaje hacia el interior de un hombre desolado que, tras la muerte de su hermano debe revisar algunas relaciones, con su familia, con su ex mujer, con su entorno. Ese regreso a su pueblo natal lo expondrá a un sinfín de emociones, las que, tal vez, aún no pueda manejar, o no quiera. En su tercera película Kenneth Lonergan explora el universo de un hombre (Casey Affleck) sin concesiones, con una manera de registrar todo cuasi documental, con cámara nerviosa que recorre los espacios sin detenerse en imágenes bellas, al contrario, tal vez la música incidental le juegue en contra como así también algunos flashbacks que en vez de sumar, restan. Así y todo “Manchester junto al mar” es una de las más sólidas propuestas del cine americano reciente.
Más allá que se la pueda tildar de políticamente correcta y de no profundiza sobre las causas que llevan a su protagonista a alejarse de su familia por 25 años, causas que tienen que ver con la pobreza de su clase social y un país del tercer mundo que imposibilita el crecimiento de las personas, “Un camino a casa” (2016) es una clara demostración de cómo el cine puede tomar una historia verídica y transformarla en un evento cinematográfico. Narrando los sucesos reales que llevaron al pequeño Saroo a viajar accidentalmente en un tren y perderse durante toda su infancia, adolescencia e inicio de su vida adulta, el debutante Garth Davis puede superar la simpleza del golpe bajo, evitando caer en clichés y superando todo vestigio sentimentaloide que podrían afectar a la historia que cuenta. Reflejando la noche de Calcuta, aquella que absorbe a cualquiera en vicios, exponiendo a los peores peligros a cualquiera, Davis trabaja con un registro nervioso y cuasi documental las imágenes que permiten sumergirse en el relato sin concesión. Dividida en dos partes, en la primera se ahonda en Saroo de niño y su desesperada lucha por sobrevivir y conseguir llegar con los suyos, superando intentos de abuso, raptos, robos y todas las trampas que a un pequeño le pueden aparecer en la soledad. Ese desesperado relato nos conecta con Saroo y su nuevo mundo, algo necesario para que empaticemos y no podamos salir ni abstraernos de las peripecias que se presentaban ante la pantalla. La otra parte de “Un camino a casa” refleja las desventuras de Saroo luego de ser adoptado por una pareja australiana (Nicole Kidman y David wenham), y de cómo comenzará a transitar un camino diferente con problemas también diferentes a los que hasta ese entonces le habían tocado vivir (educación, aspiraciones, deseos). Filmada con una precisión notable, principalmente en la primera parte, logrando con planos y acompañamientos detrás del niño el nivel de tensión y conflicto necesario para generar desesperación por el desgarrador relato que presenta, en el devenir de la progresión, con el Saroo ya adulto, adoptado, viviendo con una familia acomodada, el nivel de empatía decae por decantación. Porque a diferencia de la interpretación espontánea y fresca de Sunny Pawar como el pequeño que siguiendo a su hermano Guddu termina por alejarse de su familia, pasando la frontera y llegando a Calcuta, Dev Patel construye al conflictuado joven adulto, que en búsqueda de su identidad termina por obsesionarse, repercutiendo negativamente en su manera de relacionarse con el mundo. Nicole Kidman interpreta a la madre adoptiva de Saroo con solvencia, uno de los puntos fuertes del relato, profundizando en el enorme esfuerzo que tanto ella como su marido debieron hacer para transformar la vida de dos niños sin expectativas futuras (Saroo y Mantosh), relegando sus propios anhelos de convertirse en la familia ideal, al afrontar algunas situaciones complicadas con uno de ellos. “Un camino a casa” hábilmente deposita la atención en la desesperada búsqueda de Saroo, pero también en la construcción de conflictos alternos relacionados a la vida de éste, que potencian la narración configurando un entramado de sentido más allá de la pesquisa y emocionando con cada avance hasta la resolución final.
Atrapado en el spa Inspirado en clásicos del género, el regreso de Gore Verbinski al cine (La llamada, Piratas del Caribe: La Maldición del Perla Negra) con La cura siniestra (A cure for wellness, 2017), es un claustrofóbico viaje hacia el centro de la locura en la que nada ni nadie será lo que realmente dice ser, y esa dualidad es la que, justamente, potencia su propuesta. El lugar de retiro y saneamiento, dirigido porel oscuro Dr. Volmer (Jason Isaacs), con leyes propias de un campo de concentración y pacientes que obedecen a cada una de las indicaciones que les imparten con una gigantesca y artificial sonrisa, será el principal obstáculo de Lockhart (Dane DeHaan) para cumplir su misión: encontrar rápidamente al empleado de la empresa en que trabaja y volver a su país. Pero también comprenderá qué es lo que realmente el doctor realiza allí con sus internos para “curarlos” de la avaricia, la codicia y otros ítems relacionados al dinero. Mientras analiza los hechos conoce a una joven (Mia Goth, actualmente rodando, no por casualidad, la remake de Suspiria), quien también desea a toda costa salir del encierro en el que la obligaron a vivir desde pequeña. Con muchas similitudes a La isla siniestra (Shutter Island, 2010) y Cuerpos perfectos (The Road to Wellville, 1994), la historia del extraño que ingresa en una institución hospitalaria con raros procedimientos y que termina siendo atrapado, es tan vieja como el cine mismo, y tan trabajada en una infinidad de narraciones que la puesta al día debería actualizar el relato de alguna manera. Y Gore Verbinski enmarca su película en una estructura escenográfica contundente, necesario para las nuevas generaciones. La directora de producción Eve Stewart diseñó una construcción ostentosa, imponente, con líneas geométricas que configuran el camino por el cual Lockhart trata de escapar, pero también las mismas que trazan los laberintos mortales de los cuales le será imposible salir. Si por ejemplo, ingresa al sauna, en medio del vapor, las paredes se transforman, eliminando salidas y configurando una cárcel de concreto en la que perderá el sentido y la orientación. Y pese a este recurso “edilicio” a medida que La cura siniestra avanza. el relato va perdiendo su dirección, iniciándose como una crítica al consumo, el poder, el dinero, y las grandes corporaciones, con una narración sobre el mal para terminar convirtiéndose en una aventura plagada de pesadillas en donde la única escapatoria es la muerte. Gore Verbinski es ambicioso, y en su afán por construir un relato épico sobre la búsqueda del sentido de la vida, termina por conformar un homenaje a clásicos del género (Vincent Price, Alfred Hitchcock, Kafka, entre otros) filmando con preciosismo (travellings, paneos, imágenes oníricas y panorámicas de una gran belleza) una película que naufraga en su sentido original de ser, pero que así y todo mantiene, con recursos del gore y el trash (muchos no querrán volver al dentista) el misterio necesario para que hacia el final algunas revelaciones deus ex machina terminen por completar la propuesta, aun siendo éstas absurdas y disparatadas.
Buscando el sonido perfecto Anclada en la serie de relatos que buscan, cuales fábulas, generar en el espectador empatía y dejarles una moraleja, Rock Dog (2017), bucea en el género de comedia para construir en realidad una película que intenta, a partir de la nostalgia, fundamentar su historia sobre metas por cumplir. El film de Ash Brannon (Toy Story 2) trabaja desde el antagonismo de dos personajes, Bodi (un perro) y Angus Scattergood (un gato) -Luke Wilson y J.K. Simmons en el original-, quienes deberán conciliar diferencias para poder proteger a los amigos del primero de una amenaza letal. Bodi es un perro ovejero que un día aburrido recibe la sorpresa de un aparato radial que cae de un avión. Sus esperanzas de poder hacer música y dejar el pueblo para triunfar comienzan a latir con fuerza dentro suyo, a pesar de la negación de su padre. Bodi abandona la aldea, con la esperanza de toparse con una mega estrella de la música, Angus, quien es presentado como un ser despreciable, abominable, que repudia el contacto con otros y que jamás se le ocurriría tomar como aprendiz al mastín. Para Bodi será a posibilidad de cumplir con su sueño, mientras que para el gato será la posibilidad de crear un nuevo hit para su discográfica. Rock Dog es una película simple, honesta, con una animación que en lo clásico de sus dibujos, permite una rápida identificación de estereotipos y escenarios los que, en el contraste pueblo/ciudad, ocio/trabajo, perro/gato, construyen el verosímil de la historia. Si bien el rock no está presente como uno supondría por el título, la música (más baladas o clásicos pop), sí marcan el tempo del relato, dinámico, vertiginoso, desde que Bodi llega a la ciudad hasta la resolución final, y en donde la confusión, propia del vodevil, suma conflictos a la trama. La amenaza constante como impulsor de la acción, y la estilizada participación de Scattergood, además, potencian el humor de una película que podría haber caído en lugares comunes pero que prefiere reforzar su narración con secuencias oníricas, en las que, la música y el 3D envuelven al espectador para recordarle que el arte, del tipo que sea, puede salvarnos de la rutina.
Nueva entrega de la saga creada por Gore Verbinski en la que un misterioso video repercute en la vida de aquellos que lo ven dándoles el ultimátum de siete días de vida. En esta oportunidad una joven tratará de desentrañar, primero, la misteriosa desaparición de su novio, y, segundo, la verdad sobre el extraño video y su protagonista. El español Francisco Javier Gutierrez se pone tras las cámaras de la película y suma, además de logradas escenas de tensión y suspenso, el elevar la propuesta con un elenco encabezado por Johnny Galecki y Vincent D’Onofrio, más los nóveles Alex Roe y Matilda Lutz, quienes avanzarán en la leyenda de Samara y los sucesos que desencadenaron su muerte y las de aquellos que la ven en la pantalla. Gutierrez aggiorna la propuesta con intensidad y una estética que recupera el espíritu de la saga, renovando con la participación de un grupo de jóvenes que están detrás de la historia de la de aquella mujer que escondió un secreto que luego se revelaría como la perdición de todos aquellos que veían el video.
Llega un momento en la carrera de un artista donde el dinero prima en detrimento de su sólido recorrido. “La gran muralla” de Zhang Yimou es el ejemplo de esto, porque más allá de su potente caramlo visual, impactante, reforzado por el 3D, ni siquiera el trabajo de seis personas en el libro pueden sostener por más de 20 minutos la narración. La historia del extranjero (Matt Damon) que se suma a un ejército oriental para enfrentar un mal (en este caso los tsao tei), ya ha sido vista en infinidad de oportunidades, y ni siquiera el oficio de los actores asiáticos, la participación de Pedro Pascal y otros aditamentos, como tomar de clásicos como "El señor de los anillos" algunos puntos, pueden consolidar el relato, el que, seguramente, en un público infantil puede encontrar adeptos, pero no así en los seguidores de Yimou, que se toparán con un producto extremadamente Hollywoodense, con ciertas lecturas políticas absurdas, que caen en un momento erróneo al panorama cinematográfico actual.
John Wick (2014) fue una ráfaga fresca narrativa, que ingresó en el mundo de las películas de acción con un personaje que proponía un estilo clásico en el que la venganza posibilitaba, además, el disparador de la acción y la tensión, y también el refuerzo de estereotipos. Su propuesta honesta consolidó un film simple del cual ahora tenemos una nueva entrega plagada de acción, tiros y muchas muertes. Si en la primera Wick buscaba recuperar su vida, en esta entrega eso continua, y además se refuerza con la incorporación de nuevos personajes que, algunos, movilizarán al protagonista hacia un horizonte en donde matar es la única posibilidad de resarcimiento. Wick asesina a sangre fría, sin siquiera movérsele un pelo, y eso le rinde a Keanu Reeves, quien una vez más compone el papel con la poca expresividad que lo caracteriza, algo que no afecta a este relato de venganza, búsqueda y asesinatos. Ideal para fanáticos de la saga y el personaje.
Basada en la exitosa saga creada por la escritora Erika Leonard Mitchel, más conocida como E.L.James, la nueva entrega titulada “Cincuenta sombras más oscuras” (USA, 2017) vuelve a traernos a Christian Grey y Anastasia Steele en una etapa diferente de la relación iniciada de manera intempestiva y con una impronta sexual en la película anterior. Anastasia intenta alejarse de él, consigue nuevo trabajo, reordena su vida, pero cuando menos se lo esperaba, Grey vuelve a ella con las intenciones de arreglar aquello que dañó el vínculo. Anastasia acepta acercarse nuevamente a él, pero con la condición de poder renegociar el “contrato” que ambos tenían, para así, justamente, mantener un vínculo diferente, más espontáneo, y en donde el sexo sea parte pero de manera orgánica. Cuando por fin ella cree tener en las vías tradicionales la pareja, algunos personajes del pasado regresarán a la vida de Christian, teniendo una repercusión instantánea en su vínculo, y generando más dudas y sospechas sobre el pasado de su pareja, la que, como siempre, se mantiene reservada y sin develar mucho más que aquello que ya había relatado. “Cincuenta sombras más oscuras” además, tomando como base la novela, desarrolla el aspecto “profesional” de Anastasia, mostrándola como una aspirante a editora, trabajando en una pequeña empresa que le permite aprender el oficio de uno de los más inteligentes escritores y docentes, con el que, lamentablemente, chocará por otros intereses. La película deambula entonces aún más en la vida de la joven mientras revela algunos aspectos de la pareja, en su intimidad, y va complejizando el relato con conflictos ad hoc para poder mantener en vilo al espectador o, mejor dicho, a la lectora que soñó tanto tiempo con ver en la pantalla grande a su príncipe sadomasoquista. Pero justamente en esa trasposición, el morbo que, supuestamente, generaba el papel y la imaginación, no logra trascender, por lo que más allá de las idas y venidas y los celos entre Anastasia y Christian, el pudor con el que el realizador plasma la “pasión” termina convirtiendo a la propuesta en un capítulo de una novela vespertina. De hecho, en cualquier novela, en la actualidad, hay mucho más sexo que en esta adaptación que continua con la liviana propuesta de la primera entrega y en la que principalmente la falla es la poca química que hay entre los protagonistas. Dakota Johnson y Jamie Dornan hacen lo que pueden con sus personajes unidimensionales, se paran e intentan dotarlos de una credibilidad que ni siquiera como fantasía y objeto de deseo despierta algo en la pantalla. Esto sumado a la incorporación de grandes actrices como Marcia Gay Harden o Kim Basinger, con escenas infantiles y sacadas de un episodio de la recordada “Dinastía”. En resumen, las fanáticas de la saga encontrarán tal vez algún punto loable en la adaptación, pero para aquellos que conocieron a Grey a través del cine, con su poco fuego, su corrección política, su pudor (seno, trasero, vello púbico masculino es lo máximo que se revela) y su moralismo, no hay nada que haga que “Cincuenta sombras más oscuras” pueda despertar interés en un film dirigido por oficio, con una banda sonora en desmedro de la narración y diálogos irrisorios que hacen, una vez más, naufragar la para nada osada propuesta.
Modelo para armar Tras múltiples adaptaciones en cine y televisión, entre ellas Lego Batman: La película Los superhéroes se unen (Lego Batman: The Movie DC Superheroes Unite, 2013) realizada para televisón, llega LEGO Batman: La Película (The Lego Batman Movie, 2017), una nueva visita con frescura, originalidad e incorrección sobre el universo creado por Bob Kane, y DC Comics. LEGO Batman: La Película pone el foco en Batman y sus vínculos, comenzando por él mismo, el Guasón, el resto de los villanos, la Liga de la Justicia, Bárbara Gordon y Robin, por mencionar sólo algunos de los personajes que son parte del film, y cómo cada decisión que vaya tomando sobre éstos repercute en la dinámica diaria de ciudad gótica y el resto de los habitantes. El Guasón quiere el protagonismo (cuándo no!) y con un planteo algo extraño (“No hay nada especial en nuestra relación?”) le exige a Batman una respuesta acerca de lo que significa para él el estar hace tantos años jugando al gato y al ratón. Pero Batman, más que nunca, es presentado como un ser egocéntrico, megalómano, individualista, que no puede mirar más allá de sus narices y a quien lo único que le interesa es poder comer su langosta termidor al finalizar cada jornada de lucha contra el crimen. Ante la negativa de Batman por destacar la relación que tienen, El Guasón, asume un plan por medio del cual no sólo dejará de lado al resto de villanos y archienemigos del encapotado, sino que se entregará a la justicia para pasar sus días tras las rejas. En apariencia bien podría tratarse de cualquier episodio de la saga, pero esto es sólo el puntapié inicial para que la magia del cine transforme a los juguetes de la conocida empresa de entretenimiento infantil y los ponga al día en un producto que ofrece una puesta al día, irónica, irreverente, luminosa y divertida, trastocando los cimientos del universo DC y de la propia esencia del personaje encapuchado. El guión traduce el costado egocéntrico de Batman mencionado en noches de cine, viendo Jerry Maguire (1996), riéndose del sufrimiento del personaje ante su prometida, o en la negación a aceptar a Robin como su hijo. Cuando LEGO Batman: La Película juega, avasalla al espectador, sea niño, adulto, o ambos, con una multiplicidad de referencias a la cultura pop y al personaje en sí, algo que refuerza lo lúdico de la película y que supera, en algunos casos, a adaptaciones forzadas previas a esta realización. Si hay algo que criticar a la propuesta, es que si La Gran Aventura Lego (The Lego Movie, 2013) se mostró transgresora, acá ese avance del universo adulto sobre el infantil, en realidad, se contrae, para terminar generando un producto más estándar sin tanta incorrección. Igualmente esa ausencia se completa con la incorporación del Universo WB y una serie de villanos antológicos de films clásicos -Gremlins, King Kong, Harry Potter, etc.- que vienen para potenciar la historia al revertir la maldad de algunos enemigos y ligarlos a Batman. LEGO Batman: La Película es divertida, apelando al doble sentido, al gag y -lo más importante- el no tomarse en serio al clásico personaje, el que, en este contexto, deja de lado la oscuridad y se cambia a un lugar que ni él sabe adonde lo llevará pero que en el transcurso de la película se disfruta a pleno.