El otro hermano es la historia de dos sujetos uno de apellido Cetarti (Daniel Hendler) y otro llamado Duarte (Leonardo Sbaraglia) que se ven unidos de manera azarosa por una desgracia. El crimen sangriento de la madre y de la madre de Cetarti, brutalmente asesinados por la nueva pareja de ella, deja como remanente una suma de dinero en concepto de seguro de vida. Duarte, que es un miembro retirado de la fuerza aérea y colega de quien desencadenó el violento hecho de sangre, tienta a Cetarti a perseguir el cobro de esa plata. De allí en más el relato se va volviendo cada más oscuro y va dejando al descubierto las personalidades desagradables de los protagonistas, la relación entre ambos y el perfil de quienes giran a su alrededor. Nadie mejor que Israel Adrián Caetano para llevar a la pantalla el mundo sórdido de Bajo este sol tremendo, la extraordinaria novela de Carlos Busqued. Caetano (Bolivia, Un oso rojo, Crónica de una fuga) maneja los hilos de la historia con mano maestra y despoja de todo sentimentalismo el agobiante universo que retrata en donde Hendler y Sbaraglia dan vida de manera precisa y convincente a dos personajes disímiles pero paradójicamente con varios puntos en común. La puesta está al servicio de un contexto deprimente, todo es oscuro, pegajoso, apremiante, sórdido, asfixiante y da como resultado un gran film. El otro hermano es la vuelta de un gran director, capaz de abordar una película de género de manera inmejorable, de un realizador que toma la responsabilidad de trasladar al cine una novela que ha sido considerada por muchos como lo mejor que ha dado la literatura argentina en los últimos años, que adapta y respeta el mundo de Busqued y como corresponde, se lo apropia. Un autor. EL OTRO HERMANO El otro hermano. Argentina/Uruguay/España/Francia, 2017. Dirección: Israel Adrián Caetano. Intérpretes: Leonardo Sbaraglia, Daniel Hendler, Alian Devetac, Ángela Molina, Pablo Cedrón y Alejandra Flechner. Guión: Israel Adrián Caetano y Nora Mazzitelli, basado en la novela Bajo este sol tremendo, de Carlos Busqued. Fotografía: Julián Apezteguia. Música: Iván Wyszogrod. Edición: Pablo Barbieri. Duración: 112 minutos.
EL MAGO KEATON Hambre de poder es la historia épica de cómo un bolichero que vendía hamburguesas terminó siendo una de las corporaciones que definen la imagen del imperio americano en todo el mundo. La película es casi tan eficiente como la casa de comida de los arcos dorados: rápida, razonablemente satisfactoria pero su valor cinematográfico es directamente proporcional a los valores nutritivos de la más famosa de las hamburguesas de la famosa casa de comidas rápidas. El hombre que hizo que el pequeño y eficiente local de hamburguesas de los hermanos Dick y Mac McDonald llegara a convertirse en una corporación, fue un sujeto llamado Ray Kroc que antes de la epifanía se dedicaba a recorrer el país vendiendo productos suyos o lo que hubiera para vender. Ray veía que la vida se le iba por la canaleta de la venta al menudeo hasta que en un momento le llamó la atención era volumen de compra de un lugar perdido en la América profunda. Eran los bolicheros de McDonalds que estaban orgullosos de haber hecho de su tinglado un negocio eficiente y concurrido. Kroc recibió una visita guiada por el local y no paró hasta lograr meterle a los hermanos la idea de vender franquicias del lugar. A partir de allí se estableció una verdadera guerra de voluntades, por un lado el bueno de Ray soñaba con invadir América con los arcos dorados, mientras que los pesados de los McDonalds se empeñaban en cuidar el producto con una especie de fundamentalismo de las hamburguesas que terminó por terminar con la paciencia de Ray, que decidió traicionarlos y despojarlos del negocio, de la franquicia y de sus sueños. El relato pasa entonces de contar la historia de hombres que luchan por llevar sus hamburguesas de costa a costa de los Estados Unidos a mostrar la historia de un hombre de negocios que se harta del fanatismo por la hamburguesa de sus socios y los despoja poco menos de hasta su apellido y hasta por un momento el relato parece producido por la competencia. El que salva a la película de ser un completo desastre es Michael Keaton, que se mete en la piel de Ray Kroc y saca de ese tipo al que uno no le compraría ni un auto usado un personaje de una fuerza arrolladora. Si quieren ver como un actor remando y luciéndose en una película que no lo merece, Hambre de poder es un film paradigmático en ese sentido. Todo el resto puede llegar a caer tan pesado que la hamburguesa de rigor acompañada de papas fritas con cheddar y bacon. HAMBRE DE PODER The Founder. Estados Unidos, 2016. Dirección: John Lee Hancock. Intérpretes: Michael Keaton, Nick Offerman, John Carroll Lynch, Laura Dern, Linda Cardellini, B.J. Novak, Patrick Wilson, Linda Cardellini y Justin Randell Brooke. Guión: Robert Siegel. Fotografía: John Schwartzman. Música: Carter Burwell. Edición: Robert Frazen. Duración: 115 minutos.
EL ENCANTO DEL CUALQUIERISMO Confieso que no era un seguidor de la serie Chips, que no vi el telefilm de 1998 con sus dos protagonistas originales como jefes de la famosa división motorizada. Chips pertenece a una etapa de la televisión en la que las series no tenían demasiadas pretensiones ni contaban por temporada con lo que técnicamente se llama arco temático. El envío, allá por 1977, eran una sucesión de historias deshilvanadas, con alguna corrida de motos, resolución más o menos rápida y algún chiste liviano al final del episodio. La serie que protagonizaron el lavado Larry Wilcox (Jonathan Baker) y Erik Estrada (por siempre Poncharelo), se filmó desde 1977 hasta 1983 y digamos la verdad, era bastante mediocre pese a lo cual Ponch supo tener una mesurada fama. Cuarenta años después del estreno televisivo, reaparece en los cines con una producción bastante importante y una historia un poco más elaborada. No mucho. Poncharelo es ahora un nombre inventado para que un agente del FBI, interpretado por Michael Peña, se meta encubierto en el departamento motorizado para descubrir a un grupo de policías desleales que roban camiones de caudales y obras de arte. El otro agente del dúo protagónico es Jon Baker, interpretado por Dax Shepard, un novato que entra al cuerpo de policía un poco por haberle inspirado lástima a quien le tomó el examen. Poncherelo es latino, fanfarrón y mujeriego, Baker está emocionalmente devastado porque su mujer le está pidiendo el divorcio y fisicamente hecho papilla, gracias a su pasatiempo como acróbata con motos que le dejó cicatrices de toda índole -brazo con una prótesis de titanio y una rodilla que apenas le permite caminar- que en los días de lluvia se ve obligado a tragar montañas de analgésicos para superar el dolor. Ambos terminarán investigando el caso de los policías corruptos y se harán amigos, una buddy movie en toda la regla. Chips no va a pasar a la historia del cine por su buen gusto y su refinamiento precisamente, es zafada, hace gala de un humor desmadrado, feroz, de gusto dudoso, sexista y algunas escenas incluso son un poco más truculentas de lo que se suele ver en esta clase de películas. El resultado es tan cualquier cosa, tan irresponsable y tan poco correcto que termina cayendo bien y haciendo reír al espectador. No, no es una muestra de humor inteligente, pero divierte e incluso la banda de sonido tiene bastante rocanrol como para mover la patita sentado en la butaca. CHIPS: PATRULLA MOTORIZADA RECARGADA CHIPS. Estados Unidos, 2017. Guión y dirección: Dax Shepard. Intérpretes: Dax Shepard, Michael Peña, Rosa Salazar, Kristen Bell, Vincent D’Onofrio, Adam Brody, Justin Chatwin, Maya Rudolph y John Duff. Fotografía: Mitchell Amundsen. Música: Fil Eisler. Edición: Dan Lebental. Diseño de producción: Maher Ahmad. Duración: 100 minutos.
Casi leyendas, de Gabriel Nesci Una comedia triste sobre sueños perdidos, relaciones personales con mucha música y fuertes referencias películas sobre el rock. El director Gabriel Nesci y su gente -incluyo en ese rubro a los actores-, se deben haber divertido mucho en el camino de concretar este libro que según dicen, estuvo muchos años dando vueltas hasta el momento de conseguir financiación y el armado ideal para llegar a la pantalla. El cine es arte pero además es un negocio que conlleva una importante tesón para convencer y juntar la suficiente cantidad de voluntades hasta llegar a prender la cámara. Axel, Santiago Segura en un papel alejado de los desbordes que se esperan de él, es un personaje con mal de Asperger que al empezar la película está en España festejando su cumpleaños con su padre que no habla y que tiene un enfermero al que Axel insiste en considerar su amigo, pese a que es evidente que el enfermero rehuye esa cercanía una y otra vez. Axel será el motor de la historia que sigue. Una radio argentina desteja su 25 aniversario y para eso realiza una votación entre sus oyentes para convocar bandas que participaron de la fiesta con que empezó la transmisión, allá por 1992. Entre los nombres que aparecen votados se encuentra Autoreverse, la banda en la que Axel había participado en su juventud, algo así como un trío inspirado en The Police. Axel a pesar de su autismo se pone en movimiento y viaja a Buenos Aires para convencer a sus ex compañeros de ensayar, por las dudas de que los oyentes de la radio los voten. Javier (Diego Peretti) y Lucas (Diego Torres) reciben la llegada de Axel con sorpresa y cierto desgano, ninguno de los dos tiene presente su pasado como músicos. Javier es profesor, viudo y un hijo con el que todavía están tratando de sobrellevar la reciente muerte de la esposa que los dejó emocionalmente a la intemperie. Lucas es abogado exitoso, canchero y que parece sabérselas todas, salvo que en el estudio en el que trabaja acaban de descubrir manejos oscuros de fondos, que pueden terminar mandándolo a la cárcel. En ese punto de las cosas, para los ex compañeros de Axel volver a juntarse en Autoreverse con el viejo amigo que vuelve de España en busca de la gloria, es algo que está lejos de sus planes inmediatos. Sin embargo las cosas se van desarrollando de manera tal que el reencuentro de alguna manera se hace factible e incluso se transforma en una especie de balsa, a la cual se aferran cada uno por sus interese particulares y así es como Autoreverse vuelve a sonar. Los ensayos son horribles y a para cada uno de los integrantes tiene que atender su propio juego y en el camino reaparecen los viejos problemas de convivencia de la banda, rencores, celos, envidias, juegos de poder y esas cuestiones que se han puesto en juego en todos y cada unos de los regreso rockeros que hasta que se han producido. (Una digresión, Gustavo Cerati llegó a contar que Stewart Copeland, miembro de The Police, alguna vez le advirtió que si se reunía Soda Stéreo enseguida reaparecerían los problemas que tenían al momento de dejar de tocar). El camino que va desde el reencuentro hasta el regreso está condimentado de grandes personajes secundarios, cameos, participaciones especiales y a lo largo del relato, se nota el cuidado en darle a todos los personajes que aparecen en pantalla, una característica de la mejores comedias de Hollywood. La película se apoya por supuesto en la química de los tres protagonistas y sobre todo en el personaje de Segura, que desde su autismo, su falta de carisma, su ausencia de doble intención acompañada por una comprensión literal de los que se dice y que le impide captar las ironías que se le dirigen, va tomando el control de la película hasta lograr que el espectador sienta cierta empatía con ese personaje que en principio se presentaba áspero, mientras que Peretti y Diego Torres funcionan en tándem para apoyar lo de Segura. La película toma una decisión muy acertada que es poner al personaje de Peretti en el rol de voz líder de Autoreverse y mandar a Diego Torres como baterista. El resto del elenco, desde Claudia Fontán y Florencia Bertoti hasta Uma Salduense, una nena que copa la pantalla cada vez que el dan pista, están impecables y los cameos que incluyen a BB Sanzo y al grupo Bravo hacen su aporte justo. El director Gabriel Nesci es claramente un amante de las comedia, sus antecedentes, nada menores, que incluyen a la comedia de culto Todos contra Juan y el film Días de vinilo, que también tenía un tono melancólico dentro del juego de la comedia. Casi leyendas cumple pero también deja con ganas de un poco más. Todo parece demasiado contenido y acaso el hecho de que el motor de la historia sea una personaje autista, es una apuesta que no funciona en su totalidad. Cuando uno párrafos atrás escribí que deben haberse divertido en la realización de Casi leyendas, lo hice pensando en el hecho de que el director aparece además como autor de las canciones que Autoreverse interpreta y ya que estamos en este rubro, hay que decir que los temas que se escuchan están bien y que el conjunto funciona con una introducción inmejorable: Héroes de David Bowie. CASI LEYENDAS Casi leyendas (Argentina-España/2017). Guión, música y dirección: Gabriel Nesci. Elenco: Diego Peretti, Santiago Segura, Diego Torres, Claudia Fontán, Florencia Bertotti, Bebe Sanzo y Uma Salduende. Fotografía: Sol Lopatin. Edición: Alberto Ponce. Distribuidora: Buena Vista International. Duración: 105 minutos.
MI MARCIANO FAVORITO El clásico chico encuentra chica que tantos dividendos le ha dado Hollywood, encuentra en El espacio entre nosotros una variante rara: chico de Marte encuentra chica de la Tierra. Un extravagante y soñador millonario que de chico sueña con colonizar el espacio logra llevar adelante su sueño y organiza una expedición a Marte con el fin de probar que en el planeta rojo puede desarrollarse una colonia de seres humanos. La expedición cumple su cometido y va más allá, incluso cuando una de las expedicionarias tiene un hijo en la colonia marciana. Pero no todo sale bien, la madre muere al dar a luz y el niño es educado entre científicos, que le dan toda clase de conocimientos y evalúan cómo se va desarrollando este verdadero hijo de la ciencia y la ambición humana, por decirlo de alguna manera. El marciano se desarrolla lo más bien hasta llegara a la difícil edad de 16 años, cuando se empieza a interesar por distintas cosas de la vida y siente cierta necesidad de conocer el planeta de sus padres, entender al ser humano en general y empieza a averiguar cosas y pasar más tiempo encerrado en el baño. Bueno eso no aparece en la película pero a los adolescentes de cualquier planeta es de suponer que le pasan cosas parecidas. Vía Internet conoce una chica de la Tierra y eso termina por revolucionarle las hormonas. Gardner Elliot (Asa Butterfield), el humano-marciano, comienza entonces a presionar a sus padres, carceleros, tutores científicos, para conocer el planeta de sus padres y por que no, conocer a su padre biológico. El chico marciano es toda inocencia y curiosidad, su amiga terrestre Tulsa (Britt Robertson) es impulsiva, rebelde, problemática una chica institucionalizada que no encuentra una familia que la adopte. Una vez que pone los pies en la madre tierra el joven tiene problemas de adaptación, a la gravedad(¡!). Bueno el asunto es que se escapa de la Nasa y de la empresa del millonario excéntrico, que dicho sea de paso se había desentendido del experimento al producirse la muerte de la madre de Gardner. Hasta allí la película se maneja aludiendo a recordables filmes del pasado, Starman quizás sea la referencia más clara, pero a partir de la huida el camino que toma es el de la películas taquilleras de moda basadas a su vez en best sellers para adolescentes. Centenares de lugares comunes y situaciones un poco de vergüenza ajena enmarcan el enamoramiento de la pareja despareja, pero al igual que ocurría con otro ET, al marciano el físico no le responde, tiene el corazón más grande de lo que permiten las normas IRAM de supervivencia en la Tierra. Lo que parecía una comedia sobre amor intergaláctica deriva entonces en melodrama al estilo Love Story o La última nieve de primavera, ponele. El espacio entre nosotros es descaradamente sentimental, rococó y bastante imposible de creer. Pero todo el elenco le pone el pecho a las balas y desde los dos chicos hasta Carla Cuggino, la científica que ocupa el lugar de la madre en los años de crecimiento en Marte y Gary Oldman, en el papel del creador del proyecto un tanto monstruoso y megalómano de colonizar el espacio, logran llevar adelante todo este pastiche cuyo destinatario es el público adolescente que por caso, consume las novelas de la saga Crepúsculo. EL ESPACIO ENTRE NOSOTROS The Space Between Us. Estados Unidos, 2017. Dirección: Peter Chelsom. Guión: Allan Loeb. Fotografía: Barry Peterson. Música: Andrew Lockington. Edición: David Moritz. Intérpretes: Asa Butterfield, Britt Robertson, Gary Oldman y Carla Gugino. Duración: 120 minutos.
UNIVERSO EN EXPANSIÓN Un caso psiquiátrico de estudio y una doctora que trata de hacer un seguimiento de un paciente al que le detectaron 23 personalidades. Y un director, M. Night Shyamalan, que a su vez parece ser dos, uno casi genial el otro una especie de vende humo al estilo Caruso Lombardi y un actor principal, James McAvoy, habituado a película de gran presupuesto y de papeles de galán, puesto a la empresa de desarrollar la distintas personalidades del relato. Shyamalan sale ileso y revitalizado del desafío, McAvoy demuestra que es un gran intérprete que puede sostener solito la película. Y la escena final le dejará al fan del director la sensación de que valía la pena sentarse a la butaca para sufrir durante 117 minutos. Tres adolescentes son secuestradas en el comienzo de la película y toda la película no es más que la lucha por la supervivencia que se entabla entre ellas y su secuestrador o secuestradores, mejor dicho. La tensión se hace insoportable, el desarrollo de las múltiples personalidades del secuestrador es imparable y van apareciendo en la prisión de las secuestradas o en el consultorio de la psiquiatra, que presenta el caso ante el mundo científico con la hipótesis de que los pacientes con este tipo de trastornos quizás sean una evolución del ser humano. Todos los protagonistas están entregados al sostenimiento de una trama que va mostrando de manera escalonada las facetas del monstruo que protagoniza McAvoy. Shyamalan (Sexto sentido, El protegido, Señales, La aldea, El fin de los tiempos) encontró la forma de volver a asustarnos, de desarrollar sus temas y de recuperar la atención del espectador. Vale la pena ver Fragmentado y si no seguimos, es porque preferimos aceptar el pedido del director indio de que no se revele nada más acerca de la película. Y sí, la petición es comprensible en tanto el universo que abarca la película tiene un crecimiento que puede ser infinito. FRAGMENTADO Split. Estados Unidos, 2016. Dirección y guión: M. Night Shyamalan. Intérpretes: James McAvoy, Anya Taylor Joy, Betty Buckley, Brad William Henke, Haley Lu Richardson, Sterling K. Brown, Kim Director, Sebastian Arcelus, Lyne Renee, Neal Huff, Jessica Sula, Maria Breyman, Steven Dennis, Peter Patrikios, Matthew Nadu. Música: West Dylan Thordson. Duración: 117 minutos.
SECRETO EN LA MONTAÑA Cuatro hermanos, un padre violento y la montaña como escenario de una historia oscura. El resultado es un hermano muerto, otro viviendo en España, uno más convertido casi en un ermitaño en la montaña y una hermana con problemas psiquiátricos. La historia de Nieve negra arranca cuando Marcos (Leonardo Sbaraglia) debe viajar desde España a la Patagonia para ocuparse de distintos asuntos familiares producto de la muerte del padre. Al llegar lo recibe el que fuera socio den su padre y amigo de familia, curiosamente llamado Sepia e interpretado por Federico Luppi. Marcos tiene que negociar con su hermano Salvador (Ricardo Darín) para que este permita la venta de todas las tierras a una minera canadiense, un negocio millonario que aseguraría económicamente a todos y la atención de Sabrina (Dolores Fonzi), la hermana con problemas. Marcos está decidido a cumplir con la ardua tarea y agarra una camioneta y se va con Laura (Laia Costa) su mujer embarazada de pocos meses, hasta el medio de la montaña. La mochila que carga no solo incluye enterrar al padre en el sitio donde descansa el hijo menor de la familia, volver a hablar con un hermano al que hace treinta años que no ve y además, sacarlo de la cabaña en la que vive acompañado de los fantasmas del pasado. Primera película en solitario de Martín Hodara, luego de ser asistente de Fabián Bielinsky en El aura y Nueve reinas, para luego completar la dirección de La señal que había comenzado Eduardo Mignogna, la puesta de Nieve negra es cuidada y prolija, una importante producción que cuando se centra en la presencia de Sbaraglia y Darin, con la potencia que ambos intérpretes le imprimen a su trabajo en una especie de duelo actoral, sin duda el resultado se traslada al espectador y la película fluye. Pero cuando aparecen los enigmas policiales aparecen los problemas y el relato se estanca y se enreda. De todas maneras, la tensión no cede y el dolor que atraviesa a esa familia se impone incluso a las torpezas de un guión que no termina de ser un soporte firme para un elenco de lujo que demuestra profesionalismo y solvencia. Nieve negra entonces es un film interesante e inquietante, pero con sus tropiezos, queda la sensación de que podría haber sido un gran film de género que se quedó a medio camino. NIEVE NEGRA Nieve negra. Argentina/España, 2017. Dirección: Martín Hodara. Intérpretes: Leonardo Sbaraglia, Ricardo Darín, Laia Costa, Federico Luppi y Dolores Fonzi. Guión: Martín Hodara y Leonel D’Agostino. Fotografía: Arnau Valls Colomer. Música: Zacarías M. de la Riva. Edición: Alejandro Carrillo Penovi. Diseño de producción: Marcela Bazzano y Josep Rosell. Duración: 87 minutos.
ESPECTÁCULO ESPECTACULAR Mel Gibson es garantía de gran espectáculo. Esa una verdad tan evidente como que hay que olvidarse que cuando se toma unos tragos habla boludeces antisemitas y que tiene un gusto extremo por las imágenes sádicas. Concentrémonos en sus películas. ¿Quién no se entretuvo con El patriota?, ¿quién no acompañó al protagonista de Corazón valiente cuando blandía su hacha y corría en busca del enemigo? ¿Y La pasión de Cristo?¿Y la versión gore de la América precolombina en Apocalypto? Sí, Mel tuvo algunos problemas pero está de vuelta con una película avasallante, que si bien se va al pasto en algunos momentos, sin lugar a dudas logra atornillar al espectador a la butaca. Desmond Doss se convirtió en un héroe condecorado de la Segunda Guerra Mundial sin haber disparado un solo tiro y además salvó a más de 70 camaradas en Okinawa. Con Andrew Garfield en la piel de este joven que pertenecía a la iglesia de los adventistas del séptimo día, Hasta el último hombre avanza en diferentes registros aunque siempre dentro del marco de cierto clasicismo. La historia se divide en dos partes, la primera es la vida civil hasta el momento en que Desmond se alista y presenta su objeción de conciencia, lo que inevitablemente desemboca en una batalla judicial entre el ejército y el joven que quiere ir a la guerra sin por eso verse obligado a disparar. Superado ese tramo de la película, la acción se traslada al Japón. El batallón del protagonista debe tomar un punto de la costa, una batalla que lleva días desarrollándose y que resulta vital para la suerte de la guerra. Entonces es donde Gibson, además de mostrar buen pulso para la historia clásicas, nos sorprende con unas escenas de gran crudeza, vuelan cabezas, extremidades, degüellan gente y buena parte del batallón que vimos entrenarse junto a Desmond termina masacrado. No vale mucho la pena establecer alguna competencia entre películas de tono parecido como Rescatando al soldado Ryan, la guerra es bestial y en este caso se ve de manera extrema. Mel Gibson lo hizo de nuevo, se reunió con un gran elenco para mostrarnos un caso real y dar cuenta una vez más de que es un director que nunca va a dejar de sorprender, con esa curiosa capacidad de hacernos gozar aunque el espectáculo sea truculento y extremadamente realista. HASTA EL ÚLTIMO HOMBRE Hacksaw Ridge, Estados Unidos/Australia, 2016. Dirección: Mel Gibson. Elenco: Andrew Garfield, Sam Worthington, Luke Bracey, Teresa Palmer, Hugo Weaving, Rachel Griffiths y Vince Vaughn. Guión: Robert Schenkkan y Andrew Knight. Fotografía: Simon Duggan. Música: Rupert Gregson-Williams. Edición: John Gilbert. Diseño de producción: Barry Robison. Duración: 138 minutos.
FIESTITA Fiesta de navidad en la oficina es una comedia sobre la fatídica fecha sin más pretensiones que las que expresa su título en el que además anida todo lo bueno y lo malo que encierra la película. Empecemos por lo bueno, el cuarteto protagonista Jennifer Aniston, Jason Bateman, Olivia Munn, T.J. Miller y Kate McKinnon es vendedor y eficiente. Los dos directores, Josh Gordon y Will Speck son buenos artesanos a la hora de plasmar eso que algunos llaman nueva comedia americana, aunque ya no sea tan nueva, porque eso es lo que pasa con la etiquetas, se quedan aunque el producto esté medio vencido. Y si el elenco nos cae bien y los directores saben su oficio, entonces qué lo que falla podría surgirle al lector y el crítico no puede hacer más que tomar impulso y meterse de lleno en la explicación de lo que no anda en una comedia que no está del todo mal. Clay (JT Miller) es un joven rico heredero en parte de una empresa de tecnología y maneja su porción de manera amable pero definitivamente descuidada. Sus empleados no están del todo felices pero pronto se van a enterar que ese medio de vida, al que desprecian en cierta forma, peligra y que su patrón será un tiro al aire pero al menos se preocupa por ellos, no como su hermana Carol (Jennifer Aniston), que llega desde la casa central a Chicago para poner en vereda a su hermano y cerrar esa sucursal si no da ganancias de una buena vez. Enterado del peligro de cierre Josh (Jason Bateman) el segundo de Clay, que es además es su amigo, se encargará junto a su subordinada Tracey (Olivia Munn) de salvar el empleo de todos. Hasta aquí lo único que hay de navideño es que la historia se desarrolla en esa fecha y de fiesta no hay indicios, de hecho la arpía Carol ordena no hacer ninguna festejo ni darle bonos a los empleados. El asunto es que la salvación posible llega a través de la negociación con otra empresa y esa negociación lleva a una charla sobre valores empresariales y cuestiones de ética y de política empresarial. El resultado es que para conseguir el contrato, se monta en las oficinas de la empresa en peligro una fiesta con todo lo que debe tener una fiesta navideña, renos, bebidas, comida, Santa Claus, putas, drogas y todo eso que lleva a una comedia a buen puerto. El problema real de Fiesta de navidad en la oficina es que no llega a ser lo suficientemente salvaje para que quede en el recuerdo como por caso, ¿Qué pasó ayer?, ni tampoco tiene suficiente espíritu navideño como para que salgamos cantado alguna de esa hermosas canciones que en algún momento de sus carreras grabaron todos los grandes intérpretes americanos, desde Sinatra a Dylan. No llega a ser un completo desastre ni nos hace pensar en el fantasma de las navidades pasadas. Termina la película y dos pasos más allá del pasillo de la sala uno casi como que se olvida de lo que vio. Pero mientras estamos sentados en la butaca, nos roba unas sonrisas y a lo mejor con eso alcanza para esta previa de las fiestas. FIESTA DE NAVIDAD EN LA OFICINA Office Christmas Party. Estados Unidos, 2016. Dirección: Josh Gordon y Will Speck. Intérpretes: Jennifer Aniston, Jason Bateman, Olivia Munn, T.J. Miller, Courtney B. Vance, Jamie Chung, Kate McKinnon y Abbey Lee. Guión: Justin Malen y Laura Solon. Fotografía: Jeff Cutter. Música: Theodore Shapiro. Edición: Jeff Groth y Evan Henke. Diseño de producción: Andrew Laws. Duración: 105 minutos.
LA PAREJA PERFECTA Todo estaba dado para que Sully fuera una gran película y al menos por esta vez, los pronósticos se cumplieron y porque claro, detrás de todo el asunto está Clint Eastwood. La vieja historia de un hombre común enfrentado a circunstancias extraordinarias siempre se presta a ser contada, el problema es quién puede encarnar ese tipo de personaje pero ahí está Tom Hanks, que presta una dimensión humana ideal para interpretar a un inesperado héroe. Hanks es un actor clásico que ocupa el espacio que alguna vez fue el de Henry Fonda o James Stewart, una clase de intérprete cuya mirada y su presencia atraviesan la pantalla y le regalan al director de turno una verdad, la de su actuación de características míticas. Y en ese sentido, como director Clint Eastwood comparte con el protagonista su peso como representante de un espíritu clásico. Tom y Clint eran a priori el dúo ideal para una historia como la que cuenta Sully, la historia de un hombre como tantos que tuvo que enfrentarse a su destino y el de decenas de personas, pero Sully es también la historia de un profesional orgulloso de serlo, que toma una decisión que lo lleva a salvarle la vida a 155 personas y retirarse de la escena sin bombos y platillos. El vuelo 1549 que el piloto salvó realizando una maniobra asombrosa, fue un caso mediático en 2009 pero luego, atento a la lógica de los medios, perdió contacto con el desarrollo de la historia. Y el desarrollo fue problemático, ya que el héroe de aquel momento pasó buena parte de su tiempo dando explicaciones sobre lo que hizo y declarando ante comisiones técnicas que trataron de demostrar que podía llegar a la pista para aterrizar el avión. Y no solo contestó ante esas comisiones, sino que también fue convocado para participar de docenas de juicios civiles surgidos del incidente que terminó con el avión en el Río Hudson. Le toma apenas 92 minutos a Eastwood contar una historia coral y compleja, apoyado en un elenco perfecto pero sobre todo por Hanks. Mientras Eastwood despliega un verdadero arsenal de elementos técnicos para contar esta historia, Hanks se muestra contenido y con la gestualidad justa para hacer interesante a ese profesional parco y poco efusivo que salvó a 155 pasajeros un día del siglo XXI, en una época en la que ya nadie cree que existan héroes. SULLY: HAZAÑA EN EL HUDSON Sully. Estados Unidos, 2016. Dirección: Clint Eastwood. Intérpretes: Tom Hanks, Aaron Eckhart, Laura Linney, Valerie Mahaffey, Delphi Harrington, Mike O’Malley, Jamey Sheridan, Anna Gunn, Holt McCallany y Ahmed Lucan. Guión: Todd Komarnicki, basado en el libro Highest Duty, de Chesley “Sully” Sullenberger y Jeffrey Zaslow. Fotografía: Tom Stern. Música: Christian Jacob y Tierney Sutton Band. Edición: Blu Murray. Diseño de producción: James J. Murakami. Duración: 96 minutos.