Yo maté a mi madre

Crítica de Juan Pablo Russo - EscribiendoCine

Todo sobre mi madre y yo

Xavier Dolan es considerado el nuevo “L´ enfant terrible” del cine canadiense actual. Con sólo 19 años dirige, escribe y protagoniza una de las óperas primas más arriesgadas y controvertidas de los últimos años. En Yo maté a mi madre (J'ai tué ma mère, 2009) se combinan en la medida exacta todos los ingredientes que hacen que una película transite por el humor y el drama al unísono, de la misma manera que la vida misma.

Yo maté a mi madre, describe la enfermiza relación entre una madre y un hijo adolescente. Un padre ausente, una relación homosexual y el fanatismo por el cine serán elementos que acompañarán al nudo central de esta historia que se cuenta como un melodrama y que por esta serie de motivos –y otros- recuerdan a la primera época de Pedro Almodóvar y a películas como La ley del deseo (1987), Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) o ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984).

Dolan, a pesar de su excesiva juventud e inmadurez construye una obra focalizada en la relación madre-hijo pero llevada al extremo. Así irá sometiendo al espectador a situaciones de un realismo extremo para de repente cruzar la barrera del humor absurdo y desembocar en el delirante surrealismo. Con la diferencia que todo es contado desde una naturalidad absoluta que hace que cada situación resulte creíble y hasta identificable en el espectador.

Para plasmar la historia en la pantalla grande, el joven realizador elige una puesta en escena simplista. No hay grandes decorados, ni música cool, ni actores de renombre, ni ningún tópico estético que remita a la cultura pop. Todo es más bien despojado pero no por eso anticinematográfico. Hay una cuidada elección en la composición de los planos, en la elección de cada encuadre, en la utilización de los sonidos ambientes y en el uso del fuera de campo que sin duda son fruto de una metódica y cuidada construcción visual.

En Yo maté a mi madre Xavier Dolan demuestra que una misma historia se puede contar de las más diversas formas, sólo que hay que tener la inteligencia y el desparpajo para hacerlo. Una película que, sin duda, marca un quiebre tanto en lo narrativo como en lo visual, consolidando a este director como una de las grandes promesas del cine actual.