X-men: Primera Generación

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

El origen de los X-M, lo mejor de la serie

Ya era hora de ir sabiéndolo: la crisis de los misiles de Cuba que casi lleva al mundo a la guerra nuclear a comienzos de la década de 1960 fue un episodio histórico provocado por villanos mutantes. Por suerte, ahí estaban los heroicos mutantes de Marvel Comics para evitar la Tercera Guerra Mundial y formar lo que luego sería conocido como el equipo de los X-Men.

Matthew Vaughn, director de una de las mejores películas del año pasado, «Kick Ass», logra el mejor film fantástico de lo que va del 2011 con esta formidable precuela de la franquicia de Marvel. Aquí vemos cómo los distintos mutantes se van formando, desde los campos de prisioneros de la Europa ocupada por los nazis o la elegancia de una universidad inglesa. Los futuros archienemigos Magneto (Michael Fassbender) y Charles Xavier o Profesor X (James McAvoy) se encuentran y forman lo que parece ser una sólida amistad, aunque obviamente el espectador sepa que está destinada al fracaso. Es que, de niño, el pobre Magneto vivió una experiencia traumática cuando un científico nazi mató a su madre sólo para despertar su ira y motivarlo a hacer surgir sus superpoderes mutantes. Pasado mucho tiempo, incluso luego de ir a Villa Gesell, Argentina, a buscar venganza de los nazis refugiados en ese rincón arenoso de Sudamérica, el futuro Magneto no puede reconciliar su espíritu furibundo, aunque sí lo domina lo suficiente como para poder asociarse con el más equilibrado y estudioso de las mutaciones, Profesor X, entusiasmado con la idea de formar una fuerza que trabaje junto con la CIA para evitar un nuevo conflicto global.

No sólo la historia, mezcla de fantasía de historieta y eventos históricos, es fascinante, sino que la ambientación de época totalmente sixtie le sienta especialmente bien a esta nueva entrada en la saga de X-Men, muy superior a la precuela anterior con la historia de Wolverine (que aparece aquí unos segundos en un divertido cameo). En realidad es prácticamente la mejor de todas las películas de la serie, por su ritmo y super acción permanente, por las impactantes imágenes fantásticas -el ataque de los mutantes a las dos flotas conjuntas, estadounidense y soviética, es uno de los tantos momentos épicos de antología-, por el lujo y la diversión que propone la estética pop de Vaughn al apelar a todo posible recurso de época, desde todos los budgets de las películas de James Bond a un burdel de Las Vegas digno de la era clásica de la revista «Playboy». Pero, además, el director logra grandes caracterizaciones de todo el elenco mutante y, por qué no, también humano (como el hombre de la CIA Oliver Platt o el almirante Michael Ironside). Aunque tal vez su mayor aporte a estos personajes de Marvel es darle uno de los mejores -o peores- villanos que jamás hayan tenido: Kevin Bacon interpreta a un mutante megalómano con pasado nazi destinado a ser un icono insoslayable en esta saga que, por suerte, esta vez mutó para mejor.