Wolverine: inmortal

Crítica de Agustín Neifert - La Nueva Provincia

Otro excelente negocio inspirado en el cómic

El origen de la historieta X-Men se remonta a 1963 y su primera versión cinematográfica fue realizada en 1999 por Bryan Singer. Después de algunas secuelas y telefilmes, en 2007 se conoció X-Men orígenes: Wolverine , de Gavid Hoods, que hurgaba en los antecedentes del superhéroe.
Basada en el comic A Ronin's story (1982), de Chris Claremont y Frank Miller, Wolverine: inmortal es, en cierta medida, una secuela de esa versión de Hoods.
En el prólogo se observa a Logan, alias Wolverine, el mutante con garras metálicas retráctiles, como prisionero de los japoneses hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, justo el día en que los norteamericanos arrojan la bomba atómica sobre Nagasaki.
¿Por qué está allí? No se sabe. Lo cierto es que Logan, por ser inmortal, se salva de la onda expansiva del fatídico hongo nuclear y también logra rescatar con vida al joven oficial Yashida, uno de sus captores.
Setenta años después y en trance de morir, Yashida reclama la presencia de Logan, que se ha convertido en un vagabundo de los bosques. El japonés devino en un empresario muy rico y dice querer despedirse de él y retribuirle aquel gesto salvador.
Logan es buscado y llevado a Tokio por Yukio, una joven poco agraciada en lo físico, pero excelente karateca, que ha sido adoptada por Yashida, cuya nieta Mariko será declarada, tras la muerte del abuelo, como única heredera de su fabuloso emporio económico.
Yashida le solicita al inocente Logan que proteja a Mariko y esto será la señal para que se desaten las acciones más furibundas, que lo tendrán como protagonista, pero ferozmente asediado por una multitud de ninjas, yakusas y gangsters políticos y empresarios. Luego se sabrá que el pedido de Yashida esconde un secreto.
En ese maremágnum de persecuciones, tiros, flechazos, peleas coreografiadas y efectos visuales, Logan asoma como un ronin extraviado. Es decir, un samurái sin maestro.
Inmerso en ese trajín, Logan también debe enfrentar a la principal villana de la historia, una mutante rubia, esbelta y bella identificada como Viper o Madame Hydra, que es capaz de aniquilar a sus adversarios con un simple soplo o un beso en la boca.
La historia incluye una variante metafísica: la cuestión de la inmortalidad de Logan. En otras palabras, que pierda la invulnerabilidad y su poder de autocuración y que pueda morir.
Algo parecido le pasaba a Christopher Lambert en la saga de Highlander . La diferencia que éste estaba cansado de vivir, mientras que a Logan le puede suceder por algún maleficio.
Pero a no temer, porque no va a ocurrir en forma inmediata. Los productores sabrán poco de cine, pero no son imbéciles en materia de negocios y no van a matar a la gallina de los huevos de oro. Es más, el director incluye al final imágenes de lo que será la secuela de Wolverine: inmortal.
Como suele ocurrir en esta clase de filmes, las actuaciones pierden importancia, pues están absolutamente en función de la acción y los efectos visuales, que en este caso, como en todas las últimas superproducciones de Hollywood, son los verdaderos protagonistas de las historias.
Mangold maneja con soltura los recursos que los productores pusieron a su servicio y logra combinar, de forma aún más eficaz que Hoods, las aventuras con acciones hiperrealistas que, aun sabiendo que son virtuales, no pierden su cualidad de ultraviolentas.