Winter: El delfín

Crítica de Natalia Trzenko - La Nación

Un film para toda la familia que exagera los golpes bajos

El difícil arte de conseguir que una película para toda la familia sea efectivamente un entretenimiento para los chicos y que los adultos también disfruten suele resultar en más intentos fallidos que en films exitosos. Especialmente cuando sus realizadores se empeñan en aportar un mensaje "importante" a lo que quieren contar. Algo que sucede en Winter, el delfín , que además está inspirado en una historia real, otro obstáculo para propuestas bienintencionadas que se pierden en el camino. Todo comienza bajo el mar con un delfín que parece estar disfrutando de su vida en el océano al mismo tiempo que en la superficie un grupo de pescadores se gana la vida atrapando cangrejos en una especie de jaula-trampa de aspecto peligroso. En tierra, un introvertido chico de 11 años llamado Sawyer la está pasando mal por el abandono de su padre, sus malas notas y la noticia poco alentadora de que su primo mayor, un reconocido atleta, se irá a la guerra para poder pagarse la universidad cuando regrese. Quien haya visto alguna vez una película, una serie de televisión o haya leído una novela sabe que el primo no regresará de la misma manera en que se fue y que, de alguna forma, la tragedia del delfín servirá como espejo de la del nene. Sawyer, interpretado con naturalidad y ternura por Nathan Gamble, tiene muchas lecciones que aprender y lo hará por medio del rescate de Winter. Encontrado en la playa del pueblo de Florida en la que vive Swayer con su mamá (Ashley Judd), el delfín tiene pocas posibilidades de sobrevivir, pero su conexión con el chico es inmediata. Y así, el nene que vivía encerrado en su mundo empieza a conectarse con el resto de la gente, especialmente con el doctor (Harry Connick Jr.) encargado de los animales en el casi abandonado acuario del pueblo. Allí llevarán a Winter para intentar salvarle la cola que le permite nadar. Intercalando golpes bajos y mensajes ecologistas, patrióticos y familiares en todo su desarrollo, Winter, el delfín exagera al intentar transmitir una moraleja que está bastante clara desde el inicio.

Entre los papeles secundarios aparece Morgan Freeman como un doctor especialista en prótesis para amputados, uno de los pocos personajes que logran superar la tendencia al melodrama que propone el guión.