Winter: el delfín 2

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

El Winter de nuestro descontento

Casi 170 millones de razones (dólares) llevaron a la concreción de esta secuela. Es que esa fue la recaudación del film original en 2011. Nada mal para una producción que había costado 37 millones. Debo admitir que aquella primera entrega sobre la relación entre un niño y un delfín sin aletas (y con prótesis) me resultó bastante eficaz y, por momentos, hasta emotiva, aún con sus inevitables golpes bajos.

En esta secuela, en cambio, nada parece funcionar. Sólo quedan esos golpes siempre por debajo de la cintura, el didactismo políticamente correcto y una acumulación insoportable de lugares comunes. Sawyer (Nathan Gamble) ya no es un niño sino un adolescente devenido en estrella gracias a los avances logrados con Winter, pero el delfín (o “delfina”, ya que siempre hablan de “ella”) está triste: su vieja compañera llamada Panamá (vieja y ciega para más datos) muere y la falta de una sustituta podría obligar a su traslado a otro acuario. Pero esto es Hollywood, así que en la escena siguiente aparece el épico rescate de Mandy ¿Se aceptarán mutuamente para conformar una nueva pareja? Mientras tanto, a Sawyer le ofrecen una beca universitaria para concretar un viaje de estudio en un barco junto a expertos en biología marina ¿Es momento de abandonar a los seres queridos y tener una experiencia iniciática?

Esos son los “conflictos” que este film escrito y dirigido otra vez por Charles Martin Smith deberá desarrollar y dilucidar. Si la trama de por sí es bastante pobre y esquemática, todavía peor son los injertos (un pelícano como comic-relief), las anodinas participaciones de intérpretes consagrados como Ashley Judd, Morgan Freeman o Kris Kristofferson, y la sensación de que estamos ante un largo infomercial del acuario en cuestión plagado de buenas intenciones y malas resoluciones. Nadie espera de este entretenimiento familiar un drama de dimensiones shakespearianas, pero el resultado de esta secuela (sobre todo teniendo en cuenta que delante y detrás de cámara están los mismos realizadores del más que digno film previo) es tan decepcionante como desolador.