Winnie the pooh

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Winnie the Pooh: un viaje a la mejor tradición

No sólo para los más pequeños, sino para cualquiera que guste recordar su más lejana infancia, estas nuevas (y no tan nuevas) aventuras del osito de peluche y sus amigos están realizadas en el tono amable habitual y con las tradicionales técnicas del dibujo a mano que hicieron la gloria de los estudios Disney. También, con los juegos de letras y personajes como en los viejos tiempos, y un lindo remate tras los títulos finales.

Todo sigue la buena tradición de la casa, y sigue también enriqueciéndola con una exquisita pintura de fondos y follajes, en la línea de los más o menos recientes «Winnie Pooh y el pequeño efelante» (no elefante), «La película de Tigger» y «La gran película de Piglet». Y por si esto fuera poco atractivo para sumergirse en el mundo apacible de esos cuentos para criaturas, ahí también están los juegos «metalinguísticos» (pero gozosamente captados por los niños) entre personajes y narrador, y entre personajes y tipografías del cuento donde aparecen. Este grato recurso ya aparecía en el primer largo de la Disney con el osito, que condujo el gran Wolfgang Reitherman allá por 1977, lo mismo que el de los sueños disparatados y otros chistes ahora retomados.

La pena es que hay menos chistes de lo esperado, y las canciones de fondo son más de las necesarias. Tampoco son demasiado memorables. Pero esos son pequeños detalles, que apenas molestan. La obra se disfruta con mucha placidez. Directores, Stephen J. Anderson («La familia del futuro») y Don Hall. Dibujo de una secuencia onírica, Eric Goldberg, creador del genio de «Aladino» y autor del capítulo «Rapsodia en Blu», de «Fantasía 2000». Guionistas, ocho, incluyendo una china. Supervisor, Burny Mattinson, un histórico que trabajó en los primeros cortos del osito, allá por los 60. Creador del personaje y de los cuentos originales, el inglés Alan Alexander Milne, que los escribió entre 1925 y 1928 inspirado en su campito de Sussex y en los juguetes de su hijo Christopher Robin.

Pequeña anécdota: como el niño que aparece en los cuentos lleva su nombre, dicen que al hijo de Milne lo cargaron durante años en la escuela, razón por la cual éste odiaba los cuentos de su padre. No debe ser cierto. Además, siendo hijo único, después heredó los derechos de autor y vivió cómodamente hasta el fin de sus días.