Winnie the pooh

Crítica de Natalia Trzenko - La Nación

El nuevo film del personaje clásico fue realizado en animación tradicional

A más de ochenta años de la publicación del primero de los libros dedicados a Winnie Pooh y sus amigos, y a cuarenta y cinco de la primera película que Disney realizó basada en el clásico de la literatura británica, este film de animación recupera a los conocidos personajes para los más chiquitos. El relato, compendio de cinco diferentes cuentos de A.A. Milne, comienza de la misma manera en que empezó la historia de Winnie Pooh: entre los muñecos de peluche de la habitación de un chico, Christopher Robin, que junto a ellos vive fantásticas aventuras en el animado Bosque de los Cien Acres. Allí está el osito -acompañado por sus fieles amigos Tigger, Igor, Conejo, Piglet y Búho-, que apenas despierta ya desespera por su comida favorita: la miel. En busca del manjar, Winnie Pooh se encontrará con el siempre sombrío Igor, que trajina el bosque sin cola, ya que parece que la perdió por algún lado y no consigue encontrarla. Todo el grupo de peluches animados se reunirá para asistirlo, aunque algunos aportarán más que otros. Es que Búho está muy distraído porque está escribiendo su biografía y Pooh no puede más del hambre.

Una historia simple que apunta a los más chiquitos, público en el que las últimas tendencias del cine de animación no piensan demasiado. Con el dibujo clásico y a mano como mejor herramienta para contar el cuento, los directores, Stephen J. Anderson y Don Hall, consiguen un film agradable en su totalidad con algunos momentos muy ingeniosos, otros brillantes y unos pocos que exhiben ciertos problemas en el desarrollo de los conocidos personajes. Para comenzar con las buenas noticias, hay que decir que, a diferencia de muchas adaptaciones del libro a la pantalla, aquí se destaca el traspaso, se lo celebra y hasta se hace interactuar y jugar a los protagonistas con las letras de su propio cuentito. Entonces, para salir de una trampa en la que cayeron por su propia distracción -exagerada por momentos al límite de lo que la lógica de los personajes puede tolerar-, Pooh y los suyos usarán las letras que forman parte de su cuento.

A pesar de que en algunas canciones que acompañan las diferentes escenas por momentos se nota demasiado la costura de los cinco cuentos unidos entre sí que constituyen el guión, éste no es un musical típico del departamento de animación de Disney. Ese que ya casi abandonó por completo la animación hecha a mano por la digital y que en este caso demuestra todas las posibilidades de ese arte casi perdido. La escena en la que el osito de la remera roja -siempre dos talles más chicos que lo que debería usar- imagina un mundo entero hecho de miel es divertida, además de un bello ejemplo de las capacidades del dibujo tradicional. Lo mismo sucede con la presentación de un nuevo personaje, el divertido monstruo Ponto, que revolucionará a los tiernos habitantes del bosque de los Cien Acres.