Whiplash: Música y obsesión

Crítica de Jose Luis De Lorenzo - A Sala Llena

No pares de tocar hasta lograrlo…

El largometraje Whiplash surgió a partir del corto que ganó el premio del jurado en el festival de Sundance 2013. En gran parte, este logro se debe gracias a la actuación de J.K. Simmons, quien repite en el largo el rol de un maestro director de ensamble jazzero que utiliza métodos que transitan límites de violencia física, verbal y humillación para con los integrantes del grupo que dirige. Un perfeccionista en búsqueda de un gran talento dentro su submundo.

Según el propio Simmons, parte de la investigación para componer este protagónico, surgió de Buddy Rich, baterista ícono dentro del mundo del jazz, reconocido por su mal temperamento y exigencia hacia pares músicos e integrantes de la banda a la que pertenecía. Para aquellos que conocen a Rich o han visto algunos de sus videos en Youtube, la asociación es instantánea.

Otro detalle que juega a favor en esta realización es el hecho que su director, el joven Damien Chazelle, tiene un pasado como baterista de jazz y por ello, vuelca en este guion cierta contemplación autobiográfica. Al igual que el protagonista Miles Teller, quien ha practicado batería desde los 15 años de edad y aquí interpreta a Andrew Neyman, el estudiante de conservatorio que se las tiene que ver con el cruel maestro.

Ahora, ¿qué es lo que vuelve tan atractiva a Whiplash y cautiva audiencias en cada lugar donde se la proyecte? Chazelle tiene impregnada en su retina cada práctica instrumental y de esta manera, provee al film, entre otras cosas, de planos detalle de cada instrumento ejecutado, junto a las poderosas partituras que se repiten como Whiplash y Caravan, de Hank Levy y Duke Ellington, respectivamente. Es imposible no moverse en la butaca mientras se mira Whiplash, aún con los ojos cerrados; un festín auditivo.

Verla en el Lincoln Center de NY crea otra atmósfera, ya que es el lugar predilecto para la formación de músicos, y es mencionada en repetidas ocasiones, al igual que el Blue Note.

No obstante, existen elementos un tanto forzados y la sensación de que llegando al remate del film, se convierte en una especie de venganza en la que todo sale bien; aspecto que el espectador promedio sabrá perdonar al film de Chazelle.

Sobre la relación maestro / alumno, hace recordar a films en los que se lleva al límite a personajes como puede ser un entrenamiento militar o un duelo padre / hijo, como en Claroscuro. Inclusive aquí se presenta un duelo digno de un western, pero musical.

¿Hasta qué punto el querer sacar lo mejor de otro traspasa esa delgada línea convirtiéndose en abuso? Entre insultos, golpes e incluso una silla que vuela muy cerca de la cabeza del joven Andrew, el maestro implora para que éste toque a tempo, el tempo del propio profesor que pide una y otra vez que toque más rápido con sus palillos y manos repletas de sangre.