Wall street 2 - El dinero nunca duerme

Crítica de Juliana Rodriguez - La Voz del Interior

La cocina de Wall Street

Todo los que en la primera parte de Wall Street eran afirmaciones, en esta segunda, son interrogantes. En la película de 1987, el personaje de Michael Douglas, Gordon Gekko, afirmaba que la codicia era buena y los espectadores sabían que él no tenía escrúpulos. En 2010, Gekko se pregunta ¿la codicia es buena? y el espectador, ¿Gekko tiene escrúpulos? ¿los adquirió, los compró?

Oliver Stone vuelve a dirigir esta secuela de aquella emblemática película de 1987 sobre el mundo de la bolsa, que ahora se titula Wall Street, el dinero nunca duerme. La historia se ambienta en el año 2008, Gekko ha salido de la cárcel donde estuvo condenado por fraude y donde parece haber recapacitado sobre los caminos perversos de la ambición.

Jake (Shia LaBeouf) es un joven exitoso que trabaja en una banca de inversiones, con hambre de dinero pero con algunos valores éticos, que (como Charly Sheen en la primera parte) se deja guiar por los consejos del viejo zorro de las finanzas. Jake también es pareja de la hija de Gekko (Carey Mulligan), con lo cual la historia adquiere visos personales.

La burbuja financiera de Wall Street explota en 2008 y el sistema que parecía tan sólido se desploma apenas con el soplido de un rumor. Así, la historia muestra cómo se vivió ese crac puertas adentro de las oficinas donde se toman las decisiones, y cómo la crisis global se replica en las vidas de estos tres personajes.

Oliver Stone vuelve con una película ambiciosa, compleja, extensa y cargada (por momentos, sobrecargada) de vueltas en la trama; su cámara busca en el paisaje urbano imágenes y metáforas de la caída; y sus personajes le ponen sangre al relato. Douglas confunde con su piel de cordero y Carey Mulligan aporta la sensibilidad necesaria, aunque Shia LaBeouf se queda un poco atrás.

Como en la primera versión, hay una colección de líneas de diálogo y frases pensadas para el mármol, cameos autorreferenciales (el mismo Stone, Charly Sheen) y una radiografía sagaz de la cocina de Wall Street. ¿Oportunista con el contexto?
Quizá, aun así, bien lograda. Además, una gran banda de sonido creada por David Byrne y Brian Eno.