Wall street 2 - El dinero nunca duerme

Crítica de Carlos Herrera - El rincón del cinéfilo

Oliver Stone realizó en 1987 “Wall Street”, y en la que hizo una contundente crítica al accionar de los directores de inversión y a los brokers que manejan los portfolios de acciones del centro financiero de los Estados Unidos, cuyo funcionamiento tiene influencia en la economía mundial y los convierte en la práctica en “dueños del dinero del mundo”, sin importarles las consecuencias que su accionar haga recaer sobre las personas, tanto las pobres como las ricas.

El protagonista fue Michel Douglas a quien su labor le valió el premio Oscar al interpretar a Gordon Gekko, un inescrupuloso director de portfolios, con la habilidad de manejar y redirigir las informaciones del mercado financiero y conducirlas de determinada manera para poder concretar sus propios fines, los que son originados por una ambición sin límites y con un origen poco claro. Finalmente Gekko por una maniobra poco ética termina en la cárcel, delatado al FBI por uno de sus colaboradores.

Stone presenta en 2010 la secuela de dicha historia, también protagonizada por Michel Douglas, la que comienza en el preciso momento en que Gekko, cumplida su condena, abandona la prisión. Se trata de una breve escena para plantar la idea de que caído en desgracia ha quedado completamente solo, aunque su expresión señala que no ha perdido “las mañas”.

La trama salta unos años hacia delante para adentrar en la historia de Jake Moore, un joven agente de bolsa que al comprobar que su mentor ha sido traicionado buscará la manera de vengarlo y se acercará a Gekko, quien primero se mostrará reacio a ayudarle pero al enterarse de que el joven es el novio de su hija cambiará de parecer.

A partir de ahí la obra cinematográfica toma un ritmo vertiginoso en el que Stone superpone la trama y las subtramas de manera continua sin poder definir cual es la que le interesa que el espectador tome como prevalente.

La bolsa de Wall Street ha cambiado mucho en veinte años y el realizador muestra que ahora, más que por el manejo de la información se opera en base a los rumores originados en datos que generalmente son falsos, algo que se puso en evidencia con la crisis financiera mundial de 2009. Hasta ahí la denuncia.

La historia no profundiza sino que comienza a adentrarse, aunque de manera ligera, en la conflictiva relación de Gekko con su hija, en el noviazgo de la muchacha con el joven agente de bolsa y también en la sed de venganza de éste último, en la necesidad del protagonista de demostrar a sus colegas de que sigue siendo “de temer” y, muy superficialmente, en el mundo de la “beneficencia” que sirve a los financistas para mostrar el “lado bueno” de sus actividades; siempre que se sea exitoso, claro está.

Oliver Stone imprimió agilidad al desarrollo de toda la obra pero tantos ingredientes dispares dan por resultado que cada espectador tenga que elegir identificarse con el tema que le afecte de manera cercana, aunque es posible que haya muchos a los que no los afecte ninguno. Esta obra cinematográfica está más cerca del entretenimiento que de la denuncia social sobre la crisis financiera mundial.

Michael Douglas, también uno de los productores, al interpretar nuevamente a Gordon Gekko demuestra haber crecido como actor aunque el paso de los años lo hace parecerse físicamente a su padre, y esto provoca que el espectador de 2010 comience a descubrirle tics actorales “heredados” como, por ejemplo, las fugaces miradas de reojo. Shia LaBeouf, como Jake Moore realiza una labor correcta aunque sin despliegue de recursos. Carey Mulligan en el rol de la hija del protagonista muestra su característico gesto de plegar los labios hacia su nariz, tanto en las escenas de amor como en las de enojo, y mantiene todo el tiempo una fría mirada que no condice con su personaje.

Muy buena la labor de Frank Langella, como el mentor del joven broker que muestra diferentes estados de ánimo sin modificar la expresión corporal. Y es de destacar, a pesar de que sus apariciones en pantalla son casi cameos, el trabajo de Charlie Sheen, como Bud Fox, el personaje que envió a la cárcel al protagonista en la primera parte de “Wall Street”.