Wakolda

Crítica de Benjamín Harguindey - EscribiendoCine

Morirás lejos

Lucía Puenzo tiene en su haber de directora XXY (2007), acerca de dos jóvenes explorando su sexualidad, y El Niño Pez (2009), acerca de dos jóvenes que ya han explorado todo lo que tenían que explorar y ahora buscan su lugar en el mundo. Wakolda (2013), basada en su propia novela homónima y su tercer largometraje al fin y al cabo, continúa los temas de identidad sexual y dualidad, exacerbados esta vez en la relación de mutua fascinación que mantienen sus protagonistas: una niña y el médico alemán que la convierte en su experimento.

Lilith (Florencia Bado) salta la cuerda en plena llanura pampeana. El médico alemán (Alex Brendemühl) le observa de lejos. Vemos su cuaderno de dibujos, lleno de garabatos vitruvianos cuidadosamente contenidos entre reglas y escalas. “Hubiese sido el espécimen perfecto,” narra Lilith, “de no haber sido por mi altura”. Lilith, dentro de su cuerpo de diminuta ninfa, tiene 12 años. Captura la fascinación del hombre, que posee un interés tan profesional como fetichista por la experimentación genética. Necesita hacerla crecer y volverla perfecta.

El año es 1960, y Lilith y su familia se hayan rumbo a Bariloche. Sus padres, Enzo y Eva (Diego Peretti y Natalia Oreiro) acaban de heredar uno de esos hoteles de piedra y madera con vista al lago. El extraño forma un convoy con ellos, y como en las mejores películas de terror, insiste en hospedarse con la familia una vez llegados al hotel. Allí convida su fascinación a Eva, con quien entabla empatía a través del idioma alemán, y solicita experimentar sobre Lilith.

Lo que sigue es un excelente thriller construido dentro del pequeño globo de nieve barilochense y la sociedad misteriosamente alemana que lo habita. Lilith y sus hermanos asisten a un colegio donde alguna vez flameó la esvástica y los alumnos literalmente entierran los libros indeseados bajo órdenes del director. Una mujer llamada Nora Edloc (Elena Roger) merodea por sus pasillos, fotografiando alemanes sospechosos y rescatando viejos archivos. Mientras tanto, el médico alemán es recibido con deferencia por sus pares y establece el mugriento laboratorio donde conducirá sus experimentos sobre Lilith. Más tarde abrirá una tétrica fábrica de muñecas, donde Wakolda (la muñeca mestiza de Lilith) engendrará a una legión de muñecas arias idénticas, en lo que será el símbolo más obvio de toda la película. Por las dudas.

La identidad del médico alemán es y no es un misterio, dependiendo de qué tipo de exposición han tenido a la campaña publicitaria de la película. Se sabe que es alemán, científico, prófugo y con un arma en la guantera. Está basado en un personaje histórico, y Alex Brendemühl, partiendo de tener un parecido asombroso con él, le interpreta con una energía entre fúnebre y extasiada. De ninguna manera es Wakolda una biopic o drama histórico – jamás se nos advierte que lo que vamos a ver está “basado en hechos reales” – es más bien una fantasía construida de hechos reales (la experimentación nazi en Argentina, el colegio pro-nazi Primo Capraro, el teutónico Hotel Tunquelén) y mitos fotogénicos (la orfebrería de muñecas nazis, por ejemplo).

Pero a Brendemühl le toca interpretar (impecablemente) poco más que una fuerza dentro de un esquema de fuerzas belígeras en las conciencias de personajes más complejos que el suyo. La película no es realmente sobre él. El ancla y foco de la película es Lilith, dividida entre la figura paterna del extraño y la de su propio padre, entre la pubertad y la niñez, la sexualidad y la asexualidad. Florencia Bado – en su debut actoral – encarna muy bien esta dualidad inquietante. Peretti y Oreiro hacen lo propio, interpretando a gente en principio moral que se deja llevar por las mezquindades de sus personalidades. Ilustran perfectamente el paradigma burgués que veló por la impunidad del nazismo escondido a simple vista en la Argentina.

Wakolda es muchas cosas: un estudio introspectivo de personajes interesantes, un tenso thriller histórico con suficientes hechos reales como para dejar volar la imaginación, una hábil incursión en un tema curiosamente virgen en el cine de ficción argentino, una denuncia a una de las partes más obviadas de la historia nacional. Por sobre todo, va a lugares donde nunca se ha ido.