Voley

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Cuento de verano

La comedia es un género muy delicado. Hacer comedia requiere de mucho pulso y una gran habilidad. La comedia en cine exige que ese pulso sea no solo para el guión y los actores, sino también –y principalmente- para el director, de quien dependerá que la película funcione o no un nivel milimétrico. Argentina es un país con una larga lista de excelentes comedias, las cuales no necesariamente responden al mismo tipo de comedia. El costumbrismo y el grotesco han sido las dos líneas más fuertes de la comedia luego del final de la Edad de oro del cine nacional. Pero Voley tiene otro árbol genealógico, sea consciente de esto su realizador o no.

Nicolás (Martín Piroyansky) planifica pasar el fin de año en una casa en el Tigre. Es una casa vieja, nada fastuosa, que él y cuatro amigos más -tres chicas y un chico- van a compartir unos días. Se sumará una chica más para completar el grupo y estos son los seis personajes protagónicos de esta gran comedia. Comedia que se diferencia de otras de producción nacional no sólo por sus muchos méritos, sino también por el estilo. Voley tiene un timing extraordinario. Los diálogos, brillantes, son interpretados de forma adecuada, sin falsas pretensiones de realismo pero sin caer tampoco en el artificio. Los diálogos son precisos y afilados, los actores los interpretan de manera impecable y el director, con la ayuda del montaje, la cámara y el sonido, les da el marco para que se luzcan en su sobria efectividad.

Si la forma es impecable, las ideas también lo son. Voley no es un film pacato, ni temeroso a la hora de exponer la sexualidad. Sus protagonistas son jóvenes, su mirada del mundo y sus acciones responden a esa misma juventud. Los afectos se mueven, como en las comedias de Shakespeare, los sentimientos varían, el deseo los impulsa, como en las películas de Ernst Lubitsch. Accidentalmente o no, el título Voley podría referirse a la rotación, algo que aparece en los personajes de la película. Hablamos de un árbol genealógico y también uno piensa en Comedia sexual de una noche de verano de Woody Allen, también conectada con Shakespeare, y muchos personajes y películas con las cuales el film de Piroyansky comparte varias cosas. También es sencillo evocar a François Truffaut y películas como Besos robados o cualquier andanza de Antoine Doinel adulto, o el Peter Bogdanovich de Todos rieron. Algo de Eric Rohmer podría evocarse sin que sea considerado absurdo. Más aun cuando el tono de esta maravillosa comedia no esconde un cierto tono agridulce. Porque Voley se disfruta en su movimiento impecable, en su entretenida y graciosa ejecución, pero esto no significa que la película sea superficial o banal. Hay en la película una mirada muy interesante sobre la fragilidad de los sentimientos y las contradictorias conductas de las personas. Por eso la mención a todos los nombres citados arriba.

Si los actores son fundamentales en una película, en una comedia no pueden fallar jamás. Y el elenco es increíble. No hay duda de que se trata de dirección de actores, porque a los mismos actores se los ha visto hacer interpretaciones inferiores a las que aquí realizan. Todos están increíbles, no se trata de desmerecer sus trabajos previos, sino marcar lo mucho mejor que están acá. Todos merecen elogios, aunque para elegir a una persona –y un personaje, Pilar- hay que decir que Inés Efrón alcanza su punto más alto como comediante. Es verdaderamente graciosa, entiende a su personaje y le saca el máximo de provecho. Es verdad que ella y Cata (Vera Spinetta) tienen servidos los mejores remates, pero es un arte saber rematar. Ambas lo consiguen. El artífice principal, Martín Piroyansky merece el reconocimiento por una película como esta. La comedia clásica –americana, francesa, argentina- parece haber vuelto en Voley. Corrijo, no parece, realmente ha vuelto.