Volando alto

Crítica de Mariano Torres - Fuera de campo

La fórmula es clásica y harto conocida: un perdedor simpático que es siempre el último de la fila se pone un objetivo inalcanzable y, contra todo pronóstico, no descansa hasta conseguirlo (o al menos acercarse bastante a ello). La legitimación del “si querés, podés” propia de manual de autoayuda viene a través de la leyenda que reza “inspirada en hechos reales” (conviene aquí resaltar la diferencia entre éste término y el “basado en...”), y roza otro film en común -también “inspirado en...”- que es Jamaica Bajo Cero (Cool Runnings). Aquí, en el frío gélido de los países nórdicos europeos y americanos, que poco tienen que ver con el gris neutral londinense de donde viene, un joven sin mucho talento se propone convertirse en el primer atleta saltador de esquí británico de los últimos cincuenta años. Una hazaña que, demás está decir, resulta difícil de concretar no sólo por las limitaciones físicas de su protagonista (tiene problemas en las rodillas), sino porque además éste decide iniciarse en el deporte a los 22 años, cuando lo más habitual es hacerlo a los seis.

Eddie The Eagle (tal es su nombre original que refiere al apodo que se ganó el hombre) es una feel-good-movie (película para “sentirse bien”) que cae en todos los clichés del género pero lo hace con una gracia y simpatía tal que permite pasar mejor situaciones obvias y de naturaleza excesivamente optimista. Hay una inocencia exagerada que por momentos bordea la sobredosis de esperanza.

Todo está edulcorado hasta empalagar, pero es gracias a la siempre imponente presencia de Hugh Jackman que el film de Dexter Fletcher toma vuelo. Su personaje, que también parte de otro cliché (el del “entrenador reacio”), transpira carisma y se convierte en lo más interesante de la película. Taron Egerton, el otrora superagente de Kingsman, compone un Michael Edwards heroico aunque demasiado exagerado que limita con la autoparodia.

Volando Alto no es ninguna proeza del deporte cinematográfico, pero entretiene y emociona a fuerza de golpes efectistas que, por lo menos, cumplen su sencillo propósito.