Viudas

Crítica de Miguel Frías - Clarín

Los dos vértices de un triángulo

La esposa y la amante de un hombre se conocen cuando éste muere. Con grandes actuaciones.

Un par de ejemplos de que lo sencillo e imperfecto -si alguien quiere llamarlo lo popular, que lo haga- cobra relevancia e intensidad con buenos intérpretes: 1) Esta película, con Graciela Borges y Valeria Bertuccelli 2) Parte de su música, como la canción Paisaje , de Franco Simone, en versión de Vicentico. En el caso de las actuaciones de Viudas , hablamos de un duelo -por momentos duelo, por momentos pas de deux - entre dos artistas de alto vuelo y estilos muy distintos. El conflicto que las enfrenta y une aparenta ser el amor, aunque es la soledad.

Al comienzo, un hombre (Augusto) sufre un infarto que será mortal. En la sala de emergencias, su esposa, Elena (Borges), se encuentra, sorprendida, con la amante de él: Adela (Bertuccelli), una mujer mucho más joven y, como lo intuimos por su mirada perdida y sus movimientos vacilantes, más desamparada. La última frase que Augusto escucha de Elena es: “Sos un hijo de puta”. Pero todo suele ser mucho más complejo en estos asuntos. Elena pasará de la rabia al duelo, a las dualidades amor/odio y seguridad/inseguridad, y a la póstuma certeza de que el hombre de su vida era (además) otro hombre. O de que, en todo caso, era el mismo, pero (además) con otra vida. Igual de angustiante.

La masculinidad cobrará la tácita, misteriosa, inexorable fuerza de lo ausente, y el conflicto de y entre ambas mujeres quedará en primer plano. Detrás de su aparente autosuficiencia, Elena intentará echar luz (tenue) sobre ese territorio que le estaba vedado, como si ahí estuviera la clave del quiebre de su matrimonio, en caso de que existiera tal quiebre. Más fluctuante e inmadura, Adela oscilará entre la búsqueda de amparo (ni ella ni Elena desmentirán a los que crean que son madre e hija) y el odio apenas reprimido por su condición de la otra . “Vos, al menos, podés llorarlo en público; yo ni eso”, le dirá a Elena en un desborde.

El tono es de comedia dramática. Con su comicidad, módica aunque efectiva, jugada casi siempre por el lado de Graciela Borges, en duetos con una amiga (sólida Rita Cortese) o con su mucama (Martín Bossi, en el papel más satírico/grotesco, el de una mucama travesti paraguaya). Pero, en general, Viudas se corre de una definición cerrada. Es probable que los seguidores de películas comerciales la perciban como “poco redonda” (poco demagógica) y los aficionados al cine refinado, como populista. Marcos Carnevale, director de Elsa & Fred y Anita , muestra, en todo caso, mayor eclecticismo y, sin ser revolucionario, cierto alejamiento de parámetros televisivos y del pobre y aleccionador cine de fórmula.

Esta distancia se da, en parte, por acertadas decisiones suyas y, en parte, por los excelentes trabajos de las actrices principales; en especial el de Borges, con su gran presencia en pantalla, su timing y su conocimiento minucioso de los códigos cinematográficos. Elena, de clase acomodada, es directora de cine: en una secuencia en que estrena un filme abundan los guiños. Un cameo de Carnevale con Daniel Burman, que dirigió a Borges en Dos hermanos . Y el saludo de ella a Juan Cruz Bordeu. Borges, que en Viudas no tiene hijos, le pregunta a su hijo en la vida real por su madre. “Dirigiendo”, contesta él. No sería mala idea.