Viudas

Crítica de Daniel Cholakian - CineramaPlus+

Carnevale es un director formado en la televisión. Sus planos carecen de toda inquietud, están seleccionados para ilustrar diálogos, eludiendo miradas incisivas, sin buscar rincones, secretos, ni permitir abordar con inteligencia los silencios.

“Si tuvieras cuello, te ahorcaría", esa frase, dicha por Elena (Borges) a su inseparable amiga y asistente Esther (Cortese) es, en la opinión de este humilde cronista, lo mejor de toda la película.

Elena está filmando un reportaje / documental sobre las mujeres y el amor. Con la grabación de inverosímil y mal actuado parlamento sobre la idea del amor eterno, comienza Viudas. (Parlamento que digamos, pretende a su vez funcionar como discurso paralelo al argumento del film). Para nuestro bien – al menos momentáneamente – el monólogo es interrumpido por un llamado telefónico. Su marido acaba de ser internado de urgencia por un infarto. Al visitarlo se anoticia de que él tenía una joven amante, Adela (Bertucelli). Augusto, en su lecho de muerte, pide a Elena que cuide de ella. Transitando de la indignación a la piedad, del cumplimiento de aquella voluntad a la impotencia, Elena de algún modo acogerá a la joven, y la relación entre ambas se mantendrá con la tensión razonable entre dos personas que amaron al mismo hombre, quien a su vez, amó a ambas.

Marcos Carnevale toma la historia y hace con ella lo mismo que ha hecho en el resto de sus películas: simplifica, aplica fórmulas viejas, confunde géneros y finalmente desperdicia los costados más interesantes de la idea y, especialmente, de sus actores.

A la historia con dos personajes que navegan entre la identificación y el antagonismo, les agrega dos secundarios importantes que articulan los sentidos de esa relación, tomando ciertas normas clásicas del cine industrial, pero estereotipando tanto sus características, que lo narrativamente útil y lo funcional en cuanto a estructura, se pierde. A estos problemas de la realización, se agrega el sobrecargado uso de la música, exacerbado con insertos de canciones de Vicentico, que por momentos se convierten en video clips internos sin función dramática alguna. Este uso de la música incidental recuerda las viejas películas de la década del setenta dedicadas a publicitar la discografía de algún cantante de moda.

Lo cierto es que Carnevale es un director formado en la televisión. Y esto se nota en Viudas. Sus planos carecen de toda inquietud, están seleccionados para ilustrar lo más transparentemente posible los diálogos, eludiendo miradas incisivas, sin buscar rincones, secretos, ni permitir abordar con inteligencia los silencios. Simples, no son más que mediadores de lo dicho y lo repetido.

Entre los personajes secundarios, Bossi compone a una doméstica travesti que desde joven trabaja en la casa de Elena, que fuera siempre apañada por Augusto y luego de su muerte mantiene un afectuoso enfrentamiento con su patrona. Al igual que Esther, el personaje interpretado por Cortese, es confinado a la repetición de gestos, como si eso apoyara y definiera su personalidad. De este modo, lo que genera empatía, lo que podría funcionar si se utilizara con sutileza como rasgo de carácter, termina convirtiéndose en un modo de ridiculizar y simplificar a sus propios personajes.

En cuanto a las actuaciones, la sobriedad de Graciela Borges le permite poner a su personaje a salvo del esperpento, pero la impericia del director en los tonos impuestos a la Adela de Bertucelli, la deja expuesta a medio camino entre el recomendado grand guignol que su personaje admitía y la sobriedad. La llorona irredenta que termina imponiéndose, le impide a este personaje matices, inteligencia, articulación con una comedia más disparatada.

La película es obvia, sobre explicada, construida sobre los mandatos de algún viejo manual de guión cinematográfico. Como frutilla del postre posee una de las escenas más increíbles del cine nacional, dedicada a ridículos cameos del propio Carnevale, Burman, y toda la familia de Graciela Borges, sin consistencia narrativa alguna.

El desenlace, apelando al viejo sistema de “Tiempo después”, permite que todos los conflictos se resuelvan solos, y mientras calma las inquietudes y las posibles aristas conflictivas de la trama, abandona a los personajes secundarios – con una presencia sostenida en todo el metraje – sin siquiera dedicar un instante a sus propios recorridos. Parecería que Carnevale entiende que es innecesario trabajar seriamente el guión, la puesta en escena y el respeto por sus personajes, pues todo puede solucionarse con una lluvia, un bebé y un tema de Vicentico.