Visages Villages

Crítica de Guillermo Colantonio - Fancinema

UNA AVENTURA ESPONTÁNEA

Visages Villages es producto del encuentro entre dos artistas. No se trata de algo solemne sino festivo. La misma presentación de los créditos con dibujos animados y el prólogo confirman el aire de desenfado y la libertad que guía a la propuesta: el joven fotógrafo JR, de 33 años, y la maravillosa directora/fotógrafa Agnès Varda, con sus 88 años a cuestas pero con increíble vitalidad, dispuestos a recorrer diversos lugares de Francia para compartir su arte.

Una película en estado gerundial, un camino que se construye a medida que se anda. “Lo que me gusta de este proyecto es que se trata de una aventura espontánea”, dice Varda. Y los dos personajes transitan un sendero abierto a la sorpresa y a las reacciones de quienes tienen la suerte de cruzarlos, más ligados a la comedia que a la supuesta trascendencia de las academias. Uno con sus gafas negras; el otro con el andar y la astucia chaplinescos. Si hay algo en claro que tienen sus mentores es que esto es para la gente, para los pueblos, para sus rostros. Dos artistas y un camión que dispara fotos en cinco segundos de las personas que ingresan. Con estos elementos, hay película, es suficiente para internarse y disfrutar de este noble documental.

Cada escala plantea una puesta en escena. Lejos de la concepción romántica del artista enfrascado en la incubadora de su inspiración, JR y Agnès involucran a gente de todas las edades y el resultado son sus propios rostros en gigantografías pegadas en las paredes de los barrios. Lo interesante es que nunca caen en una fachada populista y jamás subestiman a los niños, jóvenes y adultos que se prenden en la propuesta, como tampoco necesitan empalagarlos con boludeces teóricas o lloriqueos acerca de concepciones tradicionales en torno a la fotografía. Por el contrario, la misma Agnès siempre está predispuesta a las selfies y a sacarle la lengua a toda pretensión de seriedad impostada. “Es como un juego”, repite ella.

Pero, más allá de la espontaneidad y del carácter lúdico, aparece la cuestión de la memoria. Del mismo modo que las fotos sirven para alimentar la memoria colectiva y los recuerdos personales, la experiencia del proyecto es un espejo que reactiva la propia carrera de Agnès en el cine, las impresiones guardadas sobre los lugares recorridos, más la evocación de los espectros del pasado y sobre todo uno, el más temible, el de Jean Luc Godard, esa presencia insomne que aparece en dos momentos claves. Al comienzo, las gafas negras de JR recuerdan a las del joven Jean Luc; al final, Varda le tiene una sorpresa a su compañero de ruta y nos tiene una sorpresa: visitar al polémico director. Sin embargo, lo que encuentran es un mensaje codificado, un golpe bajo. El resultado es decepcionante y ya que estamos con las listas, podría incluirse como el desplante del año. “Es impresentable”, dice ella. Para mí, la frase del 2017 en el cine.