Viral

Crítica de Ricardo Ottone - Subjetiva

SINTOMA DE LA INFECCION

El de los zombies, campo triunfante y omnipresente en el terror contemporáneo tiene más de una vertiente de las cuales, si dejamos de lado las más antigua de los productos haitianos hoy casi en desuso, dos son las más evidentes. Por un lado la de los muertos vivos, resucitados y hambrientos, definida allá en el ‘68 por George Romero en La noche de los muertos vivos. Por otro la de los infectados por algún tipo de enfermedad que altera sus conciencias y los convierte en asesinos rabiosos. Sus características generales fueron presentadas en 2002 por Danny Boyle en Exterminio. Ambos mojones, por ponerlo así, tienen su legión de imitadores que los siguen casi como los zombis que retratan. Viral, ya desde su nombre acusa la pertenencia a la facción infecciosa, de la que presenta más o menos la mayor parte de los síntomas.

El lugar es un pueblito californiano medio aislado, rodeado por una zona desértica. Los protagonistas son una familia de padre y dos hijas adolescentes. Sabemos que hay una madre de viaje a la que escuchamos por teléfono pero nunca vemos y sabemos que las cosas no están bien entre sus miembros. Estas decisiones sirven para presentar el escenario de la infección a una escala pequeña y controlada de pueblo chico y en el marco de la familia para mostrar en ese microclima como la situación se desarrolla. En este caso el responsable de la epidemia es un parasito parecido a una lombriz solitaria que se aloja en algún lugar del cerebro y toma control del huésped, aunque a veces se asoma un poco a través de las orejas como para tomar aire o dirigir las operaciones haciendo de antena.

A esta trama epidemiológica se le suma la de la conspiranoia en relación a los intentos del gobierno por contener la enfermedad y, si no se puede, al menos ocultar su verdadero alcance. Y aquí la filiación nos remonta nuevamente al maestro Romero, esta vez con su film de culto de 1973 The Crazies, donde una plaga ataca un pueblito de Pennsylvania haciendo que los afectados se transformen en locos sedientos de sangre. Al igual que allí, en Viral las autoridades nacionales desembarcan con sus camiones y sus trajes aislantes para contener inútilmente el brote y no tardan de pasar de las medidas sanistarias de chequeo y cuarentena a las militares de requisa y exterminio.

Se trata del cuarto largometraje de la dupla Henry Joost y Ariel Schulman que estrenan segundo film en un año. El anterior, hace apenas un par de meses, es Nerve, un juego sin reglas. Al igual que en aquel, los protagonistas son adolescentes y la que leva el relato es una chica tímida. Viral es más deudora de lo que solemos llamar Teen Horror, con interés amoroso incluido, pero se maneja en ese espectro de una manera menos descerebrada que el promedio, aunque alguno de sus personajes muestre claros signos de una estupidez profunda. ¿Pero qué sería de una película de terror adolescente (o adolescente a secas) sin algún joven retardado regodeándose en su propia imbecilidad y exhibiéndola obscenamente para quien quiera verla o no?

Lo que le da más carnadura al asunto es que en el relato el elemento de crisis global se monta sobre la crisis familiar ya que la familia en cuestión no está pasando por su mejor momento. El desastre de ahí afuera hace más patente el de adentro y puede contribuir tanto a unir al grupo como a terminar de destruirlo. Esto logra que a uno le importen estos personajes aun a pesar de las varias y evidentes malas decisiones.

Viral es una película que, en líneas generales, se ajusta a su género o sub-genero de infectados rabiosos. No inventa nada, pero en sus marcos establecidos lo hace de manera bastante aceptable. Su efecto puede medirse como el de un buen placebo. No cura pero entretiene.

VIRAL
Viral. Estados Unidos, 2016. Dirección: Henry Joost, Ariel Schulman. Intérpretes: Sofia Black-D’Elia, Analeigh Tipton, Travis Tope, Michael Kelly y Machine Gun Kelly. Guión: Barbara Marshall, Christopher Landon. Fotografía: Magdalena Gorka. Edición: Ron Dulin, William Yeh. Música: Rob Simonsen. Duración: 85 minutos.