Viola

Crítica de Miguel Frías - Clarín

Chicas Shakespeare, en versión siglo XXI

Desde su opera prima solista, El hombre robado (2008), Matías Piñeiro mostró, además de talento, un estilo nada convencional en el que fue afianzándose.

Viola, síntesis y perfeccionamiento de esas características iniciales, también se centra en personajes femeninos jóvenes que transitan conflictos sentimentales, articulados con obras de arte antiguas y vigentes. Pero Piñeiro alcanza ahora mayor fluidez y sentido del ritmo cinematográfico. Las protagonistas de Viola y el arte están casi fusionados, constituyen un todo: actrices que hacen una comedia de Shakespeare y que establecen, sin ser conscientes (¿o lo serán?), una rara dialéctica entre realidad y ficción, en la que termina siendo más importante lo formal que lo narrado en varias capas de sentido.

La obra que ellas interpretan, ensayan y, digamos, experimentan es Noche de reyes. Pasión y desdén; identidad dudosa y deseos ambiguos; imposturas y juegos de poder: los viejos elementos del amor, siempre ajenos a la voluntad, en la frontera de los siglos XVI y XVII o en la segunda década del XXI. Elementos con los que Piñeiro arma una especie de coreografía que oscila entre lo lírico y lo prosaico, lo real y lo representado, lo íntimo y lo universal, sin límites claros.

El realizador rompe una y otra vez la lógica del relato; cambia los puntos de vista; apela a la repetición, va construyendo un entramado oscilante; pone en escena, con naturalidad y fluidez, el artificio. Elige, en este caso, planos cerrados y largos, lo que -a partir del notable trabajo de cámara de Fernando Lockett y de la dirección de actores del propio Piñeiro- realza en detalle las buenas actuaciones. No es extraño que María Villar, Agustina Muñoz, Elisa Carricajo y Romina Paula, protagonistas del filme, hayan compartido el premio a la interpretación femenina en el último BAFICI.

Esta película y Rosalinda (también de Piñeiro, que se exhibe junto con Viola) tienen muchos puntos en común. Ambas se niegan a ser encuadradas: ni comedia ni drama, ni realismo ni surrealismo; ni copia de..., aunque haya referentes. Piñeiro tiene personalidad e imaginación; su cinefilia no es impostada. Que su cine guste o no, que resulte libérrimo y radicalmente creativo o pretencioso y algo amparado en el prestigio del tedio, es otra cuestión, que depende de la subjetividad del que mira.