Vicio propio

Crítica de Julieta Aiello - Indie Hoy

80

Paul Thomas Anderson se ha convertido en uno de los cineastas más notables e interesantes del cine actual, con una filmografía cada vez más atractiva, con búsquedas de distinta complejidad y artificio. Podríamos decir que Anderson siempre se ha caracterizado por sacar lo mejor de los actores, hacernos ver facetas inesperadas, como Tom Cruise en Magnolia, Adam Sandler en Punch Drunk Love… sin mencionar a su actor fetiche Phillip Seymour Hoffman quien ha brillado en cada una de las cintas en las que participó, volviéndolas aún más interesantes. Su más reciente trabajo va incluso más allá de todo lo que su cine representó hasta el momento. Como nadie, se anima a llevar al cine una novela de Thomas Pynchon… y le sale muy bien.

Los Ángeles, años 70, toneladas de droga y un magnate inmobiliario desaparecido. Doc Sportello (Joaquin Phoenix) es un delirante investigador privado que se ve inmerso en este retorcido laberinto que trata de enderezar. En el medio está metida Shasta Fey, su exnovia, también desaparecida, que asoma en su vida en forma de recuerdos que lo atormentan. Inherent Vice es, ante todo, una película harto barroca. Está cargada de personajes, historias, texturas, diálogos precipitados que por momento confunden, hasta que entendemos que el núcleo es uno solo y que tanto Pynchon como Anderson están jugando con nuestra mente, al igual que los escurridizos personajes se han propuesto jugar con la mente de Doc Sportello. El ritmo de la película es acumulativo; cuando pensamos que la situación está esclareciéndose, nuevos nudos y caracteres van sumándose al enredo. Toda esta sobrecarga audiovisual y narrativa, a su vez está recubierta por el constante humo denso de la marihuana que va nublando nuestros sentidos y de a poco vamos a cayendo rendidos dentro del universo del film, levitando entre los pasillos de estas “sub historias” y espiando a los neuróticos personajes. Joaquin Phoenix encarna uno de los papeles más contundentes de toda su carrera: en su mirada habita el humor, el cinismo, el amor frustrado, la incertidumbre y por supuesto, el cannabis. Todo condensado en una actitud que casi no muta en toda la cinta y con la que es imposible no empatizar. El desorden de su mente y sus emociones se traduce en su particular look y en su actitud irresistiblemente atractiva. Su historia de amor con Shasta Fey lo persigue como un fantasma erótico que lo cofunde y se convierte en una de sus pocas debilidades.

La película cuenta con la música original de Jonny Greenwood y con brillantes apariciones de Neil Young. El vestuario, sumamente cuidado y atractivo, le valió una nominación al Oscar al igual que su guión adaptado. En relación a esto, la trillada discusión sobre si la película supera al libro o si lo respeta o cualquiera de esas tonterías, en este caso (en realidad en ningún caso) no tiene cabida. El universo enrevesado de Pynchon está representado en el film pero con una nueva mirada, con el sello inconfundible de Anderson donde las miserias humanas, el humor y el amor nunca pueden faltar. El film cuenta también con la presencia de Josh Brolin, Owen Wilson, Benicio del Toro, Reese Witherspoon, Jena Malone.

Inherent Vice es una película de gran cinismo, que representa a una época a la perfección, sacando los trapitos al sol sin escrúpulos. El humor, la tragedia y la decadencia logran unirse de manera explosiva. Los personajes son una bomba de tiempo a punto de explotar, todos viviendo al borde, caminando vertiginosamente sobre los límites del sexo, las drogas, las mentiras y la mente de Doc.