Vicio propio

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Un policial con una visión desencantada

Joaquin Phoenix es Doc Sportello, el centro de la trama de la nueva aventura con el sello de Paul Thomas Anderson. A su alrededor desfilarán los más extraños personajes, con varios desvíos y fluctuaciones narrativas.

El detective Philip Marlowe creado por Chandler recuperándose de los tres días de Woodstock, luego de disfrutar "Ball and Chain" por Janis Joplin. Así se lo ve a Doc Sportello (esa bestia actoral de Joaquim Phoenix) al comienzo de Vicio propio. Más adelante, estará más o menos estropeado de acuerdo a las idas y vueltas de la adaptación del libro de Thomas Pynchon que, por suerte, cayó en manos de Paul Thomas Anderson, un realizador al que los desafíos le caen más que bien. El viaje alucinógeno y las propuestas contraculturales parecen terminar y los años 70 muestran el orden establecido por la política de Nixon, la resaca de los crímenes del clan Manson, una policía de California (el ex imperio hippie) que muerde por todos lados y el consumo de drogas duras y blandas que sólo extienden por un rato el casi perimido sueño sesentista. Doc es el centro del relato pero alrededor suyo entran y salen personajes: sus ex (muchas), su ex preferida, su novia actual, su amigo y defensor, el cana que interpreta un genial Josh Brolin y el empresario que encarna un lascivo y excedido Martin Short en solo diez minutos, pero también, traficantes, músicos, hippones soplones de la policía, surfistas y un paraíso casi extinguido que no quiere despedirse para siempre. Vicio propio dura mucho (le sobran algunos minutos) pero en su conjunción de trama con detective como protagonista junto a un marco de época predeterminado pero nunca irónico (como sí ocurre en Pánico y locura en Las Vegas y El gran Lebowski) logra un particular crescendo dramático que se presenta a partir de desvíos y fluctuaciones narrativas. Ocurre que Anderson, a diferencia de otros títulos suyos, deja que la cámara desnude a sus personajes a través de planos estáticos, sin recurrir a violentos cortes en el montaje. Como si la historia y sus múltiples subtramas se ubicaran en esa última noche y fiesta que cierra la década del 70 en Boogie Nights, la estructura circular de Vicio propio refleja el ABC de una novela policial más allá de su autor: nada es lo que parece ser, todo es volver a empezar, docenas de personajes se acumulan en el relato, la policía se siente cómoda en su genealogía corrupta, las drogas van y vienen, el detective privado ostenta su pesimismo y, por si fuera poco, una voz en off (la de la arpista y compositora Joanna Newson, quien también actúa) poetiza, describe e ironiza sobre las situaciones. Y allí estará Sportello, al borde de la caricatura, como un personaje de Crumb, marcado por el consumo y por el deseo de mirar con los ojos cerrados. Y si es junto a Shasta (Katherine Waterston), en una día lluvioso con ambos descalzos y empapados, mucho mejor.