Venom

Crítica de Lucas Moreno - La Voz del Interior

No son pocos los desafíos a los que se enfrenta Venom. Quizás el más difícil haya sido encontrar el tono para narrar la historia de un antihéroe alienígena en clave humorística, sin pasarse de revoluciones como en Deadpool, marcando distancia con la doble personalidad de Hulk, y finalmente desapegándose del referente visual directo: Alien, otro organismo viscoso que toma huéspedes humanos para sobrevivir.

Venom encuentra su identidad gracias al cuidadoso trabajo gestual de Tom Hardy, divertido y complejo a su vez, dos adjetivos difíciles de entrelazar. El filme recae enteramente en la solvencia del actor para que el compuesto psicológico oculte otras deficiencias narrativas bastante graves, algunas poco trabajadas como el vínculo amoroso entre Hardy y Michelle Williams, o las motivaciones del villano interpretado por Riz Ahmed, lo más bochornoso del filme.

La propuesta de Venom es sutilmente atípica para el género de superhéroes: no es un poder dormido o adquirido, es un organismo autónomo que usa al humano para manifestarse, de allí el desafío de Hardy, no encarnar el rasgo opuesto del bicho ni ser su alter ego, sino pensarse como un recipiente forzado a darle cabida. Dos seres en uno, mutuamente conscientes, alternándose para actuar. Esta idea, cercana a la esquizofrenia, toca la gloria en la escena del restaurante y sin un Hardy comprometido caería en el disparate.

Pero este disparate de dos seres en uno también será absorbido por la aspiración pop del director, en este caso Ruben Fleischer, autor de Zombieland (2009). Determinadas secuencias demuestran un frenesí cómico y una imaginación plástica que de seguro se hubiesen aplicado al resto del relato si no existiese una clara bajada de Marvel Studio: ésta será una película oscura, nocturna, viciada. Bajo tales lineamientos surge lo peor del filme, un malogrado pesimismo futurista con laboratorios testeando sobre indigentes y locos, un planeta colapsado que luce demasiado normal y una revuelta extraterrestre que apenas se justifica para llegar al clímax.
La película avanza del mismo modo que lo hace Venom sin su humano, reptando con desesperados látigos pegajosos hasta llegar al cuerpo de Hardy, en donde se siente a gusto ya no como efecto especial, sino como un ente conflictivo interpretado por un gran actor.