Una serena pasión

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Poesía visual para Emily Dickinson

En medio de un cine contemporáneo que apabulla, que apuesta al impacto efímero, la obra del talentoso Terence Davies resulta un oasis, un remanso que cierto sector de la cinefilia reivindica la belleza y fuerza expresiva de cada una de sus imágenes y la profundidad psicológica de sus personajes. Con un tempo muy particular, que permite apreciar detalles que en el "ruido" de la producción actual muchas veces se pierden, la filmografía del maestro británico exige una atención y un compromiso que quizá muchos espectadores ya no estén dispuestos a entregar, pero la recompensa es única.

En este caso, el realizador de La Biblia de neón y Sunset Song rodó una biopic para nada convencional sobre la brillante poetisa estadounidense Emily Dickinson (interpretada por Cynthia Nixon). Con una puesta rigurosa y por momentos algo teatral, Davies describe con acidez y humor negro las contradicciones y miserias personales de una artista torturada e incomprendida en vida. Eran tiempos (vivió entre 1830 y 1886) de represión y culpa para las mujeres, y la escritora fue, a su manera, casi sin proponérselo y aun estando recluida en la casa familiar, una pionera del feminismo. La elegancia de la narración y la sensibilidad para reconstruir el universo íntimo de la protagonista hacen de Una serena pasión ya no sólo cine sobre poesía, sino un cine que es poesía.