Una razón para vivir

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

El debut en la dirección del actor Andy Serkis, famoso por poner su cuerpo para personajes motion capture, Una razón para vivir, antepone lo humano por sobre lo romántico. ¿Ironía? Andy Serkis es un famoso actor que participó en roles importantes y hasta protagónicos en varios de los tanques más taquilleros de Hollywood de los últimos quince años. Sin embargo, es probable que no todos le conozcan la cara.
Como Gollum en El Señor de los Anillos, Snoke en las nuevas Star Wars, o César de la última trilogía de El Planeta de los Simios, Serkis es probablemente el actor con más trayectoria y sin dudas el más conocido en prestarle su cuerpo a los personajes realizados a través de captura de movimiento.
Podríamos decir que el actor tienen en su haber una larga trayectoria en personajes no humanos o deshumanizados. Sin embargo, a la hora de su debut detrás de cámara, Una razón para vivir, dirige con el foco puesto en el triunfo espiritual de lo humano.
asada en la historia real de Robin Cavendish, un ex militar y joven empresario que en 1958 es diagnosticado con poliomielitis, iniciando una dura batalla que lo llevaría a dar su ejemplo alrededor del mundo. Robin (Andrew Garfield, que se luce cada vez que se aleja de las grandes producciones como en este caso), se enamora perdidamente de Diana (Claire Foy); viven una hermosa historia de amor, se casan y esperan a su primer hijo, Jonathan.
Pero a Robin, un joven muy vital y enérgico, le diagnostican poliomielitis, lo cual irá provocándole parálisis. Diana renuncia a todo y se encarga de cuidarlo y poder brindarle todo lo que esté a su alcance para que Robin se sienta lo menos atado posible.
Sin embargo, Robin irá por más e intentará transmitir al mundo un mensaje de esperanza. El guion, a cargo de William Nicholson, un legendario de Hollywood con títulos como Sarafina, Tierra de Sombras, Una mujer llamada Nell, Lancelot, Gladiador, y Los Miserables; profundiza como era de esperarse en sus manos, la veta dramática. Una razón para vivir no escatima lugares comunes, ni sorprende con una gran originalidad.
Que habrá golpes bajos, los habrá, sin embargo el tono es bastante más cálido de lo que podría haber sido en otras manos más manipuladoras. Probablemente sea el escrito de un experto como Nicholson el que haga la diferencia. Una razón para vivir bien pudo recaer en el típico film dramático para adolescentes (y un poquito más) tan de moda.
Los ingredientes están todos. La parejita joven y carismática, el romance con muchísima miel, y el impedimento de una enfermedad que pondrá todo tipo de trabas. Todo huele a caldo de cultivo para esas películas del exponente “basadas en el Best Seller de – Nicholas Spark, por nombrar al autor más conocido –“ Una razón para vivir opta por; si bien dejar al romance en el centro de los hechos, nunca deja de ser una película profundamente romántica; prestarle mayor atención a la experiencia de vida, en mostrar cómo ambos se interpondrán a las durísimas adversidades que les toca.
Logrando así una lección humana ¿De manual? Puede ser, pero encantadoramente presentada.
Serkis debuta como director mostrándose como alguien atento a los detalles. Las películas de época suelen tener estas características, la reconstrucción es un pilar fundamental. Una razón para vivir muestra los años ’50 de un modo para nada sobrecargado, lo hace con sutileza, pero atento a los detalles, a los objetos que se usa, los modismos y las formas. La narración es fluida, atrapa y conmueve.
Otro aspecto importante estará en las interpretaciones, Serkis logra que ambos protagonistas se vean aceitados, que los diálogos sean rápidos y que realmente haya un acercamiento entre ellos desde la piedad y el profundo amor. Andrew Garfield se compenetra en su personaje y trasmite no solo el padecimiento de la enfermedad, sino esa fortaleza de espíritu. Claire Foy también se luce correctamente aunque sabe que las miradas estarán puestas en Garfield.
Una razón para vivir es un drama íntegro, con lugares comunes y una narrativa tradicional. Las buenas intenciones y la capacidad para asumirse como una historia humana de superación, esta vez alcanzaron