Una pastelería en Tokio

Crítica de Catalina Dlugi - El portal de Catalina

En este filme de Naomi Kawase se cruzan dos destinos, el de un pastelero aburrido de su tarea de cocinar “dorayakis”, unos panqueques con dulce de porotos, que está atado a su trabajo por deudas contraídas con un usurero, que le permitieron salir de la cárcel, para entrar a otra, en forma de negocio perpetuo y una anciana muy especial. Ella que paso largamente sus setenta años, responde al anuncio por un ayudante que publicó ese pastelero. El la rechaza por considerarla demasiado mayor, pero cuando ella llega con una prueba de su relleno dulce, caerá fascinado frente a su trabajo. Que no es otro que respetar cada ingrediente y su “voz”, la que se escucha cuando se adquiere la sabiduría adecuada. Con el éxito del nuevo relleno, llegaran las envidias y como la anciana a padecido lepra, los prejuicios y la ignorancia hacen lo suyo. Es la historia de comprensión de la vida, entrelazada íntimamente con la naturaleza, el sentido de la alegría y la libertad. Hay mucho de emoción, de lágrimas seguras y de un ritmo tan lento como entrañable que la directora maneja muy bien. Grandes actores para una historia de soledades compartidas.