Una noche para sobrevivir

Crítica de Ignacio Andrés Amarillo - El Litoral

Salvar el alma y la familia

El universo nos resulta conocido. Irlandeses, como en tantas películas, tan parecidos a los italianos en Estados Unidos (Scorsese filma sobre ellos cuando no lo hace sobre su propia estirpe): igual de católicos (con su juego de culpa y expiación) y parte de la “vieja escuela” mafiosa. También algo de western: el guerrero solitario que se enfrenta a su propia banda, con pocas o nulas chances, pero con esa única opción. Y las historias sobre deudas de sangre que sólo traerán más sangre pero están destinadas a ser pagadas inexorablemente: relatos que cruzan los continentes, del Japón feudal a la Chicago de los ‘30. En cuanto al tono, imaginemos una cruza entre cintas como “Una historia violenta” de David Cronenberg (esos diálogos pausados en medio de la violencia más extrema) y esa veta que encontró Liam Neeson en los últimos años, que lo convirtió en uno de los héroes maduros por excelencia.

Algo de todo eso es “Una noche para sobrevivir”. Eso y la carrera contra el tiempo que anuncian ambos títulos, el original y el que le pusieron aquí. Pero también es una historia de familias cruzadas, especulares: la historia de Shawn Maguire y Jimmy Conlon (el apellido más irlandés posible: el mismo de los inculpados retratados en “En el nombre del padre”), los amigos de la infancia que devinieron respectivamente en líder mafioso y su matón preferido. Uno formó un matrimonio feliz del que nació un hijo descarriado; el otro abandonó a su esposa y a su hijo para no arrastrarlos a la vida que “eligió”. Uno es rico, el otro vive hoy de su caridad.

Hasta que un día, Danny (el hijo de Shawn) mata a unos traficantes albaneses con los que estaba por hacer negocios, y Mike (el hijo de Jimmy) es testigo de la escena. Danny querrá arreglar las cosas de la peor manera, y Jimmy mata a Danny para salvarlo. El resto es imaginable: Shawn activará todos sus recursos para vengar al retoño, a pesar de saber que fue su culpa. Y Mike deberá aceptar la ayuda del padre al que odia para salvarse a sí mismo y a su familia. Entre medio, policías buenos y de los otros, un asesino imparable y todas las fichas en contra de los Conlon, a lo largo de 16 horas interminables.

Rebeldes y ejecutores

Liam Neeson parece el hombre ideal para interpretar a Jimmy. En primer lugar, nadie mejor que él para hacer de irlandés, por obvias razones. Además, gracias a la saga de “Búsqueda implacable” se consolidó como modelo de veterano tiratiros que puede salir del retiro para defender hijos en desgracia, y aquí no está por debajo de eso. Por lo demás, Jimmy es un papel de esos que podrían tocarle a Bruce Willis: de los que sufren toda la película y habitualmente están condenados de antemano.

Joel Kinnaman vuelve, después de su paso por la nueva “RoboCop”, un poco al registro que lo lanzó a la fama como el Stephen Holder de “The Killing”: prototipo del white trash a lo Eminem, con capucha y formas de hablar semimarginales, pero a la vez con una búsqueda de superación personal (pero sin la picardía de Holder).

Ed Harris se pasó la vida haciendo papeles secundarios, pero es un número que nunca falla. El tiempo le ha ido afilando los rasgos, lo que ayuda a darle a su Shawn una estampa tan temible como entradora. Su economía de recursos para mostrar el dolor de padre desolado y la ira de un vengador no deja de ser intensa.

En el caso de Common (que viene de un papel secundario en “Selma”), quizás no tenga tanto margen para lucirse, pero lo importante en su caso es la estampa que le aporta a Price y su actuación física como asesino (por ejemplo, cuando cambia los cargadores acostado en el piso). Él es a Jimmy lo que el T-1000 al T-800 en “Terminator 2”: el modelo más nuevo, todoterreno, que busca “discontinuar” al anterior.

Por último, Vincent D’Onofrio hace lo suyo con el detective Harding (necesaria contracara del pistolero, el policía honesto y con códigos), aunque no pueda expresar tantos matices como en su publicitado Wilson Fisk en “Daredevil” (es curioso cómo cada vez más actores de renombre eligen mostrarse en series premium). El resto del elenco acompaña, con las apariciones de Génesis Rodríguez (sí, la hija del Puma) como Gabriela, la esposa de Mike, y una pequeña gran participación de Nick Nolte como Eddie, el hermano de Jimmy.

Pulso urbano

¿A quién se le hubiera ocurrido poner a un catalán a dirigir una película de irlandeses en Nueva York? Quizás fue porque ya dirigió dos veces a Liam Neeson como héroe de acción, pero Jaume Collet-Serra (que se hizo conocido por “La huérfana”) se luce bastante piloteando el guión de Brad Ingelsby. No sólo porque muestra solvencia a la hora de desarrollar el relato, o por los recursos visuales que aprovecha (desde el modo de viajar de una locación a otra dentro de la ciudad al congelamiento en el fast forward y la ralentización en una sola escena clave) sino por su modo de mostrar y encontrar el pulso en el que vibra una de las ciudades más filmadas de la historia: su ojo inmigrante redescubre los rincones más oscuros, de las inmediaciones del Madison Square Garden a las barriadas negras, del metro cuando se eleva en altura a la naturaleza suburbana. La cámara se eleva para viajar o dar contexto, pero si no se mueve entre la gente, en una ciudad oscura en la que puede llover sórdidamente.

Lo que demuestra que una historia bien contada no es una repetición de lo ya visto, sino un feliz reencuentro con universos conocidos.