Una mujer sucede

Crítica de Amadeo Lukas - Revista Veintitrés

A través de un talentoso cuarteto de intérpretes y una interesante línea narrativa, Una mujer sucede es el primer largometraje de Pablo Bucca, quien adapta con recursos consistentes una novela de Luis Lozano dotada de buenas ideas. El arranque resulta atrayente, en un indeterminado pueblo del interior, cubierto por una copiosa lluviosa nocturna, tres hombres se reúnen accidentalmente –o noen el velatorio de una mujer, cuya identidad se desconoce. A partir de allí, entre cartas, truco y cortes de luz, cada uno irá desgranando hipótesis acerca del nombre real del cuerpo oculto en un cajón –que a la vez oficia de mesa- en ese despoblado funeral. Y aflorarán historias amorosas que han signado sus rutinarias existencias, todas representadas por mujeres caracterizadas por la versátil y bella Viviana Saccone. Del trío de relatos, desarrollados través de sendos flashbacks, se destaca el capítulo del medio, el más logrado dramáticamente, con una trama potente y cambiante. Los otros están dentro del tono ambiguo y melancólico que trasunta un film que quizás adolezca de un climax final o acaso de un remate que justifique mejor la propuesta. Fuera de la ya mencionada y
camaleónica performance de la Saccone, las actuaciones masculinas están teñidas de una gran sensibilidad, a través de un exacto Eduardo Blanco, un convincente Alejandro Awada y un entrañable Oscar Alegre.