Una familia numerosa

Crítica de Fernando López - La Nación

Una familia muy poco normal

Para David Wozniak, la noticia de que el resultado de aquellos centenares de donaciones anónimas de esperma con los que hace años obtuvo unos cuantos dólares en una clínica de fertilización sea hoy un ejército de hijos veinteañeros que andan queriendo saber algo de su ignoto padre es no sólo sorpresiva e impensada. Es casi una verdadera pesadilla para un tipo como él, tan reacio a sentar cabeza y mucho más a asumir la responsabilidad de formar una familia y criar hijos. Ahí tiene el aterrador ejemplo de Brett, su amigo de la infancia, que a duras penas puede arreglárselas con la atención de los cuatro que han quedado a su cargo al cabo de sus fallidas experiencias amorosas.

El futuro se presenta más que complejo para David, y por otra parte inquietantemente contradictorio: por un lado, están el desconcierto y el trastorno que le generan los 533 hijos desconocidos de cuya existencia acaba de enterarse (142 de los cuales están empeñados en identificarlo); por otro, la alegría del 543 que viene en camino, según acaba de anunciarle su novia. Pero para completar el panorama se suma el acoso de los malhumorados mafiosos que le reclaman el pago de una vieja deuda, combinado con los altibajos de la carnicería familiar, que difícilmente podría tenderle una mano, sobre todo conociendo sus antecedentes.

David podrá ser inmaduro e irresponsable, pero tiene un gran corazón. Es natural que le pique la curiosidad por averiguar qué clase de hijos ha contribuido a procrear, así que cuando le acercan algunas pistas consigue ubicar a algunos. No para darse a conocer, claro, sino para asumir discretamente con ellos el papel de una especie de ángel protector.

Ken Scott, autor y director del film canadiense original ( Starbuck ), introduce algunas pocas variaciones al dirigir también esta remake, que mezcla con considerable habilidad el humor y la ternura, sin sobrecargar el sentimentalismo, y le da a Vince Vaughn la posibilidad de aquietar el vértigo cómico, pulsar algo más la cuerda sensible y emplearla para abordar el tema de la paternidad. La situación del padre biológico que sólo conoce a sus hijos cuando ya han superado la adolescencia lo favorece: le permite despojarse de preconceptos y expectativas y aceptar a cada uno tal cual es: de algún modo, lo ayuda a ser un mejor padre.

La variedad es extensa: de un talentoso basquetbolista a un chico gay, de un aspirante a actor que trabaja en un bar a un muchacho afectado por una seria discapacidad, de una adicta a la heroína a un músico callejero. El film, que no carece de altibajos, los compensa en buena medida al celebrar esa diversidad y también cierta incipiente fraternidad nacida del origen de la "familia". Y abre para Vince Vaughn una nueva vía para explotar su expresividad.