Una ciudad de provincia

Crítica de Javier Luzi - Visión del cine

Una cámara registra, más que documentalmente, una ciudad del interior del país en la última producción de Rodrigo Moreno (El custodio, Reimon, Un mundo misterioso) que fue parte de la Competencia Argentina del BAFICI 2017 donde recibió una Mención Especial del Jurado.
Los documentales de observación juegan a hacernos creer en su registro como una totalidad abarcativa y en la posibilidad cierta de alcanzar una imparcialidad objetiva a través del mecanismo utilizado. Una ciudad de provincia demuestra que tal cosa no es cierta. El que crea que conoce Colón, en la provincia de Entre Ríos, tras mirar el documental no ha entendido nada.

Moreno planta su cámara en diferentes lugares y frente a personas comunes y corrientes y hace pasar esas imágenes en un encadenamiento, en un montaje que es, por principio, resultado de toda una decisión. No persigue personajes carismáticos o subyugantes que seduzcan fácilmente al espectador. No se ciñe a localismos ni a postales turísticas de exportación (salvo quizá cuando filma al músico en el río) ni a los sitios reconocibles de la ciudad. Trata de atrapar la vida cotidiana de esa gente y el color de sus paisajes. Va del río y sus pescadores a una radio “pueblerina”, de una noche de truco entre jóvenes en un “drastor” (el drugstore colonizado) a una práctica vespertina de rugby o una mañana de partido, de una noche de hombres y cartas en un bar a una de jóvenes en un boliche y la posterior limpieza del lugar por un dúo de mujeres, de un negocio de artículos regionales y “artesanías industriales” a uno de ropa interior, de una charla nocturna entre dos mujeres yendo en una moto cada una de ellas a un día de actividad municipal. Y siempre los perros sueltos como amos y señores del lugar.

La intervención del material está siempre a la vista. La charla de las damas entre motos es toda una puesta en escena que igualmente hace gala de una naturalidad plena y verosímil. El “objeto” de la charla podrá preguntarse si vale la pena alcanzar la fama a costa de su vida expuesta públicamente pero eso es otra cosa. Mostrar como un vodevil de puertas que se abren y se cierran constantemente, un desfile de empleados municipales en plena actividad diaria, carpetas que van y vienen, personas en espera de ser llamados, mucha pero mucha caminata, grupos fumando en el patio central del edificio que es donde se sitúa la cámara, es contar la actividad pública bajo una mirada determinada.

Lo evidente es que Moreno ha alcanzado un vínculo con lo registrado que le permite que éste se mueva frente al ojo de la cámara como si ella no existiera, los participantes en general se manejan con una naturalidad sorprendente y como si no prestaran atención a la imagen que se va imprimir.