Un monstruo viene a verme

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Para el niño que no nos abandona nunca

El filme del director de "El orfanato" combina fantasía y cruda realidad, en sintonía con la emotividad que brinda.

El miedo no es zonzo. Las pesadillas nos devuelven a nuestro estado de cuando éramos niños, y por eso es fácil entrar en comunión con Connor, el protagonista de Un monstruo viene a verme.

La tercera película del catalán J.A. Bayona, tras El orfanato y Lo imposible y anterior a la próxima secuela de Jurassic World cierra una trilogía sobre la relación parental, combina fantasía, drama y los miedos que no afronta y debe enfrentar Connor, cuya madre está muriendo a consecuencia de un cáncer.

El monstruo del título toma la forma de un árbol, cercano a su casa, que lo visitará siempre a la misma hora, le contará tres historias y esperará que el niño le relate la cuarta. En ella se debería develar la verdad que oculta Connor (Lewis MacDougall): qué es lo que permanece escondido en su peor pesadilla.

Un festín para psicoanalistas, pero también para cinéfilos que busquen un plato fuerte a la vez que emotivo y conmovedor.

Los personajes que rodean a Connor (su madre, Felicity Jones, lejísimo de Rogue One; su abuela, Sigourney Weaver, nada que ver con la Ripley de Alien; su padre, separado de su mamá) son como satélites a los que se conecta cuando entiende que por sí solo no puede más. No les contará del visitante, y allí es donde Bayona da perfectamente en el blanco.

La imaginación es la fuente de inspiración, pero también de salvación, sin llegar a evadirse de la realidad. Connor dibuja, lo hace muy bien, y Bayona utiliza el arte como vía de escape, dando pistas, dejando señales pero sin volverse explicativo. Nunca da una información de más, No subestima la inteligencia –ni la imaginación- del espectador.

Es un filme que trata sobre el dolor, el duelo, el paso de la niñez a la adolescencia… A algunos les podrá parecer muy fuerte e innecesaria cierta muestra del estado de la madre.

Como que nada en la vida viene fácil, que lo más dulce puede teñirse de amargura, y que todo en la vida se desarrolla y transforma con reglas que dependen de cada uno. Cada uno de los cuentos se entienden por eso: puede ser que haya algo incorrecto, inmoral; eso lo decidirá cada uno.

No es un filme de autoconocimiento, pero bien que se le parece.

Liam Neeson le pone la voz al monstruo/árbol, y voz de la conciencia o no, es la guía que Connor necesita en un momento difícil de su corta existencia. Tal vez no sea un filme para chicos, pero sí para el chico que no nos abandona nunca.