Un método peligroso

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

La mente y el cuerpo, teoría y praxis

La nueva producción del director David Cronenberg toma como disparador un tema que le gusta mucho: el psicoanálisis. Los personajes principales son Jung y Freud, aunque resulta fundamental el rol de Sabina Spielrein.

Vaya desafío el que se impuso el gran David Cronenberg con esta película dialogada, que tiene como eje las discusiones sobre psicoanálisis entre Jung y Freud, allá por el inicio del siglo XX y en un paisaje bucólico y pictórico que sirve como telón para una minuciosa batalla dialéctica.
Dos sabidurías en colisión, dos ideas enfrentadas sobre la ciencia, dos miradas sobre un mundo donde aún no resuenan los ecos de la Primera Guerra Mundial, en aquella Viena iluminada por el gran director de fotografía Peter Suschitzky. Desafío como pocos, el de Cronenberg, director notable, acostumbrado al riesgo sin rodeos como declaran sus incursiones en JG Ballard (Crash) y William Burroughs (Naked Lunch), dos adaptaciones que se agradece cayeran en manos del cineasta nacido en Toronto.
Sin embargo, Un método peligroso puede llamar a engaño. En la superficie, sí, recorre la imposible amistad y las interminables conversaciones de Jung y Freud, ambos encarnados por Fassbender y Mortensen en trabajos gélidos y distanciados, irónicos en sus mínimos gestos, seguramente como deseaba Cronenberg. Pero la película va más allá de un enfrentamiento de ideas para transformarse en un film clásico del director, farragoso en palabras, pero de una complejidad intimidatoria.
Desde el mismo inicio, se presenta una joven, Sabina Spielrein (Keira Knightley, estupenda), el vértice ideal para el menáge a trois afín al cineasta, tal como lo mostraba en Pacto de amor con los ginecólogos gemelos y la paciente con una vagina de tres cavidades. Pero en Un método peligroso a Cronenberg no le importa el cuerpo extraño, tampoco las cicatrices y heridas ni mucho menos los granos, forúnculos y pústulas viscosas que constituian sus películas de los años ochenta e inicios de la década siguiente. El sexo se ha convertido en algo mental, reflexivo, invasivo en la cabeza del otro, nunca en el cuerpo. Poco y nada se observa desde lo sexual en las imágenes de Un método peligroso, ya que lo genital ha sido sustituido por la teoría y el combate dialéctico de ambos científicos, explorando en la mente de la paciente, convirtiéndola en un objeto de deseo intangible, manipulable para ambos, indescifrable frente a la catarata de palabras que invade (casi) toda la película.
Por eso Sabina Spielrein, a futuro una reconocida terapeuta, es el gran personaje del film, desplazando a la mordacidad de Freud y a las idas y vueltas matrimoniales de Jung. Es que Cronenberg toma como disparador al psicoanálisis para retomar el tema que más lo complace: un terror mental, frío, cerebral, donde el cuerpo (la praxis) es remplazado por la cabeza (la teoría). Film de tesis, ambiguo y desconcertante, de múltiples facetas e interpretaciones, “pesado” por sus apabullantes ideas, molesto e incómodo de ver.
Por esas mismas razones, Un método peligroso es una película a la que no se debería darle el alta.